
|
Los
"asesores filosóficos" vienen a ser como los "sicólogos
del nuevo milenio". En un mundo en que una cantidad importante de personas
sufre de dudas existenciales, más que de enfermedades síquicas, la labor
de estos profesionales es ayudar a los desorientados a encontrar
respuestas a sus inquietudes, en las grandes corrientes del pensamiento
humano. Ello, sin necesidad de recetar medicamentos ni someterlos a
largas terapias. En la foto, el filósofo Aldo Calcagni asesora a Eugenia
Soto mediante diálogos sobre la vida y las emociones.
|
|
Tratar
Problemas Con Filosofía
Sin discutir la utilidad de ciencias
especializadas, como la sicología o la siquiatría, esta milenaria
disciplina se plantea hoy como una alternativa para enfrentar conflictos
existenciales.
Gonzalo León El MERCURIO DE SANTIAGO DE CHILE
Para muchos una disciplina demasiado abstracta y
que dice muy poco del mundo cotidiano. Después de largos años relegada al
ámbito académico y estrictamente teórico, la reputación de la Filosofía no
era de las mejores.
Sin embargo, poco a poco esa imagen ha comenzado a cambiar. Si antes su utilidad
era sólo una intuición, para algunos hoy es un hecho comprobado.
Entre ellos está la empresaria Eugenia Soto (45), quien se apoyó en grandes
filósofos como Nietzsche, Goethe o Heidegger para enfrentar la profunda
crisis que le provocó su ruptura matrimonial.
"A mí me dejó una persona menor que yo. Hasta ese minuto, siempre me
sentí una mujer fuerte, exitosa, ganadora, que tenía el control de todo...
y de repente, me habían reemplazado por otra y no podía entender
cómo", explica.
Fue un momento doloroso en su vida. La separación sólo le despertó miedos e
inseguridades, y sabía que ni el siquiatra ni los antidepresivos - a los
que recurrió en ocasiones anteriores- iban a poder curar sus males.
Por eso, esta vez buscó una alternativa diferente. Desechó las terapias
tradicionales y acudió a un filósofo amigo para despejar sus "dudas
existenciales".
Según cuenta, el diálogo y la lectura de grandes pensadores fueron el mejor
tratamiento. Por ejemplo, logró convivir con el amor y la rabia a través
del Tao, que plantea que la dualidad no contradice a la armonía. Rafael
Echeverría y Humberto Maturana le sirvieron para cambiar mediante el
lenguaje, y transformarse en el ser humano que ella quería.
"Se me abrió un mundo de posibilidades. Entendí que cada situación
tiene su importancia en la vida, y que del sufrimiento también se puede
obtener algún provecho. No hay que negar el dolor, sino saber
canalizarlo", comenta.
Aunque en Chile aún no se convierte en tendencia, reemplazar al sicólogo
por un filósofo es una costumbre que ya existe. Al igual que en otros
lugares del mundo, cada vez son más las personas que descubren en esta
disciplina las herramientas necesarias para responder a sus inquietudes.
Y es que, claro, no todos los problemas provienen de la "psiquis"
ni tienen una causa biológica. Hay quienes consultan por conflictos
existenciales y valóricos, por rupturas de paradigmas, insatisfacción
personal o por pérdida del sentido de la vida. Nada que Freud, ni menos los
fármacos, puedan resolver.
"Yo diría que el 80% de los problemas no son enfermedades mentales,
sino que son producto de una insuficiencia vital, de que algo importante
falta. Contra eso, más que sicoterapia o medicamentos, la gente necesita un
espacio para reestructurarse, enriquecerse y conectarse con algo más
profundo", opina Aldo Calcagni, doctor en Filosofía de la Universidad
de Bonn (Alemania) y profesor de esa especialidad en la U. Católica, además
de lingüista, físico y sicólogo.
El es uno de los pocos profesionales del área que han incursionado en las
"consultorías" o "asesoramientos" filosóficos, nombres
que recibe el oficio de sentarse junto al cliente durante un número
variable de sesiones, para ayudarlo a explorar en sus ideas, identificar
sus creencias y reconocer soluciones en corrientes de pensamiento
compatibles.
A diferencia de otros métodos, señala Calcagni, allí no se establece una
relación entre sano y enfermo, entre el que sabe y el que no. "Lo que
se hace es investigar algo con la persona y poner a su servicio la experiencia
de la humanidad, que uno ha podido aprender a través de la Filosofía".
Y aunque, sin duda, esta actividad diversifica el campo ocupacional para
los filósofos, el académico aclara que "no es que estemos buscando una
nueva veta en el mercado para tener más "pega". Al contrario, son
tantos los desafíos que implica la vida actual, que la Filosofía tiene
mucho que aportar a esa mirada".
La Vida No Es
Una Enfermedad
La idea de llevar esa disciplina a terrenos más prácticos surgió en Alemania,
durante la década de los '80. No obstante, fue el filósofo estadounidense
Lou Marinoff quien dio un fuerte impulso a los asesoramientos en ese país,
tras la exitosa publicación el año pasado de su libro "Más Platón y
Menos Prozac".
En él, Marinoff sostiene que tener problemas es normal y que las emociones
no constituyen necesariamente una enfermedad. "Las personas que luchan
por hallar una manera de comprender y manejarse en un mundo cada día más
complejo, no tienen por qué verse etiquetadas con un trastorno".
Señala, además, que cada uno tiene una filosofía de vida, pero son pocos
los que se dan el tiempo de analizar sus experiencias a partir de ella. Así
es como se originan, a su juicio, muchos de los conflictos cotidianos, por
lo que esta disciplina puede plantearse como una alternativa válida para
encontrarles una solución.
Y explica cómo: se conversa el problema y, en función de éste, se examinan,
a través del debate o la lectura, las ideas de los filósofos que mejor se
apliquen a cada caso y con las que el cliente se sienta más cómodo.
"Si alguien viniera a verme le comentaría los planteamientos de
Kierkegaard para enfrentarse a la muerte, las ideas de Ayn Rand sobre las
virtudes del egoísmo o el consejo de Aristóteles de perseguir la razón y la
moderación en todas las cosas. Quizás estudiaríamos teoría de la toma de
decisiones, el I Ching (Libro de las Mutaciones) o la teoría de la
necesidad de Kant", ejemplifica.
Pero puede que la persona tenga su propio esquema filosófico y sólo busque
expresarlo con más claridad. Entonces, dice, "yo actuaría como un guía
para sacar a la superficie e iluminar sus propias ideas y, posiblemente,
para sugerirle otras".
No Hay Consenso
A la hora de poner en práctica los "asesoramientos filosóficos"
en el país, las opiniones en torno a su aplicación son diversas.
Para Germán Gómez, profesor de Filosofía de la Universidad Adolfo Ibáñez,
más que resolver problemas, esta disciplina entrega herramientas y
elementos de juicio para que las personas sean capaces de jerarquizarlos y
puedan descubrir las soluciones por sí solas.
Tajantemente, rechaza una terapia filosófica. "No creo que en el
futuro los filósofos podamos hacernos cargo de las dificultades de la gente
ni nos transformemos en sustitutos de sicólogos", afirma.
Coincide Hugo Rojas, sicólogo académico de la U. de Chile, quien no oculta
sus aprensiones frente a la idea de estos asesoramientos. Desde su
perspectiva, esa actividad invade un terreno que no le corresponde.
"En el fondo, los filósofos se transforman en sicoanalistas. No hacen
Filosofía".
Por eso considera que la ayuda que ofrecen estos profesionales no es más
que charlatanería. "No basta con estar investido de cierta autoridad
intelectual para despejar las dudas de la gente. Tampoco es necesario un
experto en toma de decisiones. Cualquier persona puede entregar su visión y
es completamente válido".
Ana Escribar, docente del departamento de Filosofía de la Universidad de
Chile, en cambio, cree que la posibilidad de asesorar existe, "al menos
en teoría". Ello porque, a su juicio, el filósofo adquiere ciertas
habilidades propias de su formación profesional, y que lo capacitan para
reflexionar sobre cuestiones tan fundamentales como la vida, la muerte, la
felicidad y el amor.
Sin embargo, indica, no tiene los mismos conocimientos de un sicólogo o de
un siquiatra para resolver verdaderas enfermedades mentales. "No
podríamos introducirnos en el ámbito clínico o de la patología. Sólo
podríamos actuar ante conflictos de valores, de ética y de falta de
sentido".
Antes de hacerlo, insiste en la necesidad de definir los límites de cada
campo, sin descartar la complementariedad.
Y si bien defiende la aplicabilidad de la Filosofía, también es
autocrítica: "A nosotros, los filósofos, se nos suelen olvidar los
orígenes de este saber, cuando Sócrates salía a la plaza pública para
tratar temas de la vida cotidiana. Eso hay que recuperarlo".
|