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La Paz - Bolivia Edición de November 04, 2001

5ª columna
Gritos y susurros
Juan Antonio Morales *
Después del cacareo que ha producido la visita del Premio Nobel Joseph Stiglitz en las chatting classes (clases conversadoras), como las llama la archiconservadora Margaret Thatcher, La Prensa recoge los gritos y susurros de los analistas. Gritan al escándalo porque el Presidente del Banco Central ha mostrado una posición contrapuesta a la del Premio Nobel. Susurran que el Premio Nobel les copió las ideas que ya las habían formulado en pasillos y huasa calles. No me referiré a las alusiones personales ni las inconsistencias en cuanto a lo que decían a principios de año y lo que dicen ahora, después del Stiglitz dixit, en relación a las reservas internacionales y a la política fiscal. El que el licenciado Pacheco no haya entendido los cuentos en mi comentario a Stiglitz no me sorprende. Hay muchas cosas que no entiende.
Si la visita de Stiglitz ha dejado una huella, es justamente la de invitar a una reflexión serena acerca de la política económica, neo-liberal o como quiera llamársela. Un mensaje importante de Stiglitz es aquél de que se ha de ser cuidadoso en los razonamientos económicos. Su crítica principal al Consenso de Washington está justamente en sus simplismos. Coincidimos con él. El debate boliviano de la economía se ha caracterizado desafortunadamente por un simplismo peor que el del Consenso de Washington, aún si las recetas son las opuestas. ¿Cuáles son ellas? Que el gobierno gaste más, que se impriman más bolivianos, y farréense las reservas internacionales (hasta un límite de U$ 250 millones nos dice cautamente el licenciado Chávez). No se hace ni mención a los problemas de reestructuración del sector productivo, una cuestión muy de fondo.
Mi posición con relación a las RIN es muy clara. Ellas deben tener un nivel adecuado, no por fanatismo neoliberal ni por imitar al rey Midas, ni por fantasmas ideológicos. Viene de una meditación cuidadosa y de frecuentes intercambios de ideas con mis colegas del Banco Central. El último seminario internacional sobre experiencias recientes de política monetaria en América Latina ha reforzado mi convicción. Considérese la combinación de: a) una economía dolarizada, con préstamos que también están en dólares y los ingresos de los prestatarios que están en bolivianos o en el sector de no-transables en el comercio internacional, y que aún si están en dólares han estado con precios que caen; y b) un acentuado descalce entre el plazo de los depósitos y el plazo de las colocaciones bancarias. Este combo doble sería de difícil digestión si el BCB no tuviera un nivel adecuado de RIN. Sin RIN adecuadas, el tipo de cambio se depreciaría muy profundamente, lo que repercutiría inmediatamente en la salud financiera de los bancos. ¿Acaso no es eso lo que sucedió en los países del sudeste asiático? Las crisis del sudeste asiático son llamadas “crisis gemelas”, bancarias y de balanza de pagos (léase tipo de cambio y reservas bancarias), por esa razón.
Es más, sin RIN en un nivel adecuado, el BCB no podría atender las demandas de liquidez del sistema bancario que pudiesen producirse por el descalce de plazos y menos aún restablecer la normalidad si ocurriera un desastre en alguna entidad del sistema financiero. Su función de prestamista de última instancia quedaría gravemente comprometida. Por otra parte, como lo hacía notar el presidente A. Greenspan de la Reserva Federal (el Banco Central) de los Estados Unidos, en una intervención reciente, la capacidad de endeudamiento en moneda extranjera de un gobierno de país emergente depende de sus reservas de divisas, las que constituyen una especie de “colateral”. ¿Cómo creen los analistas que se financiaría el déficit del gobierno, que aumentaría según su recomendación de una política más expansiva de gasto público? ¿Con deuda interna o externa, dependiente de su capacidad de endeudamiento, o haciendo imprimir billetes como durante 1982-1985?
A fines del año pasado, incluimos en el programa monetario negociado con el FMI la posibilidad de usar hasta U$ 100 millones de RIN, lo que molestó en ese entonces a la Fundación Milenio. Ya se ha empleado este año casi toda esa suma como resultado de una política fiscal más expansiva. No consideramos prudente usar mucho más de lo acordado, por las razones ya mencionadas. La reactivación debe apostar más bien a que el programa de empleo, el FERE y el PROFOP funcionen sin postergaciones. Está en el interés de todos. Las empresas tendrán también que ajustarse profundamente en vista de la situación adversa. Pedir cada vez más, sin emplear lo que ya se tiene a mano, no tiene mucho sentido económico, aunque probablemente tiene sentido político.
La cuestión de fondo, sea con el déficit fiscal o con el uso de las RIN, no es económica, sino política, a saber, la puja por dineros públicos por grupos de intereses particulares. La distribución de recursos fiscales es por antonomasia un tema de “economía política” en la aceptación moderna que tiene ese término. Esto lo ha visto muy bien Cayetano Llobet en su comentario de La Razón del 27/10/2001.

* Presidente del Banco Central de Bolivia

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