HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA UNIVERSIDAD EXITOSA Y COMPETITIVA

Por Vladimir Andocilla
SECRETARIO NACIONAL FEUE
ESTUDIANTE TERCER AÑO
ESCUELA DE DERECHO
UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR 

Varios sectores cercanos a las Cámaras de Producción, muchos acuerdos internacionales sobre Educación Superior firmados en reuniones del Tratado de Libre Comercio (TLC), del Banco Mundial, de la OMC, del Comité de la Cumbre Latinoamericana de Educación Básica (que preside la IBM el comité organizador, y conforman entre otros el Bank of America, the Walt Disney Company, AT&T, Master Card, Discovery Comunications, etc.) y uno que otro despistado, cacarean a los cuatro vientos sobre la necesidad de generar una educación superior competitiva, de calidad, efectiva, eficaz y exitosa. 

¿Universidad para qué y para quiénes?

¿Competitividad, calidad, efectividad, éxito en beneficio de qué? 

En las épocas de la globalización del capital, las transnacionales intentan desnacionalizar las economías, desintegrar los aparatos productivos nacionales, monopolizar las patentes científicas y tecnológicas, para lo cual necesitan un universidad convertida en mercancía, con un precio determinado, accesible únicamente aquellos que puedan comprar el servicio, los mismos que se capacitarán para el desempeño de una actividad económica sin mirar el beneficio social, convirtiendo así al estudiante en cliente. 

La competencia y el éxito universitario, han servido para acumular ganancias, generar mano de obra calificada a bajos precios, la misma que no tenga la capacidad de crear, sino el de administrar  y manejar lo ya descubierto por otros;  y sobre todo, reproducir las ideas de la clase dominante, por más caducas y repulsivas que estas sean . 

La excelencia y la competitividad en el marco neoliberal ha significado estimular al sector privado para abordar, “sin fines de lucro”,  el negocio educativo, fragmentar las instituciones y las áreas de conocimiento, eliminar los servicios estudiantiles y sustituir las becas por créditos educativos, imponer impuestos a los egresados, aplicar criterios financieros para la evaluación educativa, reducir el cogobierno, levantar la flexibilidad laboral para docentes y trabajadores, cercenar la autonomía, etc; esto determina que en el caso de las economías latinoamericanas no tenga sentido la investigación y la formación hacia la búsqueda del conocimiento y tecnologías, que busquen un desarrollo científico-técnico acorde a nuestra necesidad, ya que, de los contrario, las grandes transnacionales perderían su mercado de venta y dominación. 

Al otro lado de la línea, existimos hombres y mujeres comprometidos con la esperanza, para quines la educación superior debe ser democrática, científica y de servicio al pueblo. 

El éxito y la competitividad deben darse en este marco; lo que significa, que estas instituciones creen ciencia y tecnología, aporten al país en la generación de industria pesada, investiguen la realidad del país, defiendan la multinacionalidad y la pluriculturalidad, levante la bandera de la soberanía, la independencia y la autodeterminación, defienda los derechos humanos, permitiendo de esta manera romper con la dependencia que nos ata a las metrópolis del Norte.