La mirada se dirige a la izquierda

 Por Alejandro Ríos

La escena se ha repetido durante todo el año en América. Trabajadores exigiendo salarios justos o combatiendo las privatizaciones de las empresas estatales; jubilados reclamando pensiones que al menos les permitan cubrir sus gastos de alimentación y vivienda; campesinos demandando precios apropiados a sus productos y atención a básicas necesidades como salud o agua potable; jóvenes pidiendo presupuesto para la educación o levantando su voz solidaria con todos aquellos que luchan por el bienestar social; pueblos indios apelando el real reconocimiento a sus derechos nacionales. Grandes contingentes condenando la corrupción que campea en todo el aparato estatal; como también vigorosas movilizaciones antiimperialistas, censurando la implementación del ALCA o rechazando la política guerrerista del gobierno de Bush. Sí, este cuadro han mostrado los pueblos de América Latina, pero resulta incompleto si no se menciona que a ello los gobernantes enfrentaron con represión.

Es la respuesta lógica, natural, a una crisis que se agudiza, sin visos de solución a corto plazo y que responde a la aplicación del neoliberalismo en todos los países de la región, con excepción de Cuba. Es que todos estos años de programas de ajustes fondomonetaristas han significado para los pueblos, desempleo, migración, privatización de la seguridad social, de la salud, de la educación, de las empresas petroleras, de telecomunicaciones, en fin, de todo aquello que reporte cuantiosas utilidades para los capitalistas. Durante los años en que las burguesías criollas hacían el coro a los cánticos de gloria al neoliberalismo, nuestros países transfirieron una enorme riqueza a los Estados Unidos, que de haber sido invertida en la región, los niveles de vida de la población se habrían incrementado en un cuarenta por ciento. Entre 1990 y 2002, los monopolios financieros yanquis y otras transnacionales remitieron desde América Latina un billón de dólares en ganancias, pagos de intereses y derechos de autor y, junto a monopolios europeos compraron más de cuatro mil empresas estatales diversas. En los últimos 10 años, en los países de AL se ha producido uno de los peores períodos de crecimiento en toda la historia del siglo XX.

Pero el espejismo del neoliberalismo va llegando a su fin, y no solo se ha quebrado por el contrasentido histórico que éste implica; los pueblos con su denuncia y lucha lo han arrinconado. Si hay un hilo conductor o de identificación a la acción de los pueblos latinoamericanos es, sin duda, el combate a las privatizaciones, a la injerencia del FMI, a todo cuanto huele a neoliberal. En ese contexto se robustece la lucha de los pueblos, la recuperación de la que hablamos se viene produciendo desde hace poco, va en ascenso, incorporando a nuevos contingentes y clarificando mejor la naturaleza de sus tareas, los blancos a golpear y las perspectivas que están por delante.

Resulta interesante observar que el descontento de los pueblos expresado en acciones de lucha diversas, tiene a su vez un comportamiento político en el plano electoral que resalta por ser nuevo. El anhelo de cambio y la condena a los portaestandartes del neoliberalismo se muestra en las urnas, que recogen votos de rebeldía, de indignación.

Ejemplos de lo anterior lo tenemos en Brasil, en donde triunfó una coalición de partidos, entre los que se cuentan agrupaciones de izquierda, revolucionarias; en Bolivia, Evo Morales, con un discurso de contenido socialista estuvo a punto de triunfar en las últimas elecciones presidenciales; en Uruguay de realizarse este momento las elecciones generales, el Frente Amplio, que reivindica una posición de izquierda, obtendría una victoria. Conocemos de cerca el fenómeno operado en nuestro país con el triunfo del proyecto político encabezado por Lucio Gutiérrez.

Retomemos la idea inicial de este análisis para remarcar que el comportamiento electoral de los pueblos, siendo importante,  no es la única expresión de descontento popular, ni siquiera la principal; las masas luchan porque quieren ser protagonistas directas de las transformaciones que demandan, lo que implica un nivel de conciencia mayor que el solo sufragar, esperanzados en que otros “realicen” el cambio.

Y así como los pueblos han dado pasos adelante en su organización y niveles de movilización, la reacción trabaja. Los Estados Unidos apuestan a la militarización y al golpismo. El fortalecimiento de programas como el Plan Colombia y la Iniciativa Regional Andina, son evidencias en el primer caso y, los acontecimientos venezolanos confirman lo segundo. Uribe aplica un plan fascistoide que persigue armar y/o incorporar en condición de soplones a un millón de colombianos para enfrentar a la guerrilla que continúa obteniendo éxitos políticos y militares. Al norte, el intervensionismo yanqui canalizado a través de los grupos financieros, industriales y los grandes medios de comunicación, hacen enormes esfuerzos por derrocar a un gobierno democrático que ha mostrado resistencia a varios aspectos de la política norteamericana delineada para la región y que cuenta con el respaldo activo de los sectores más empobrecidos de la sociedad venezolana.

La coyuntura por la que atraviesa América es importante. Si aún no se han producido grandes transformaciones o las fuerzas revolucionarias no alcanzan una fuerza determinante, lo cierto es que va cobrando impulso una tendencia que nos muestra que grandes acontecimientos se están gestando. Los pueblos no sólo han condenado al neoliberalismo y a sus apologistas, están volcando su mirada hacia las fuerzas de izquierda.

 

Quito, 2 enero 2003