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¿Seguiremos evolucionando?
Fuente: CNN en Español (05 de Abril de 2000)
05 de Abril de 2000
Actualizado: 1:38 PM EDT (1738 GMT)

A medida que pasamos más tiempo en línea, conectados a la Red, nuestros cerebros se harán más grandes, ¿verdad? Pues no.

IAN TATTERSALL

(TIME) -- Damos por hecho que el hombre constituye la cima de la creación y que el Homo sapiens es el producto más avanzado y perfeccionado de la naturaleza. Y como la evidencia demuestra que nuestra especie es el resultado de un largo proceso de evolución, tendemos a suponer que en el futuro seguiremos perfeccionándonos siguiendo las mismas pautas.

Hace dos millones de años los cerebros de nuestros antepasados apenas tenían la mitad del tamaño que los nuestros. Por lo tanto, parece lógico suponer que en otro par de millones de años nuestros cerebros habrán vuelto a duplicar su tamaño y se alojarán en enormes cabezas globulares, como hemos visto en innumerables películas de ciencia-ficción.

En cambio, nuestros predecesores tenían huesos más robustos y probablemente eran mucho más musculosos que nosotros. Ahora que las nuevas tecnologías nos ahorran cada vez más esfuerzos físicos, sería algo muy natural concluir que nuestros cuerpos serán más débiles en el futuro, y que frivolidades como el dedo pequeño del pie habrán desaparecido.

Hoy día este tipo de ideas se han popularizado, y muchos piensan, por ejemplo, que de tanto sentarnos frente a la computadora perderemos la función completa de los brazos y las piernas, y nuestra vista se deteriorará. O que la ingeniería genética traerá calamidades como la multiplicación de clones de Bill Gates. Pero no se preocupe.

Estas extrapolaciones, por muy seductoras que sean, no tienen en cuenta lo que sabemos sobre la evolución. En particular, se basan en la idea de que la evolución consiste en una especie de perfeccionamiento que ocurre generación tras generación. Aunque a primera vista parece convincente, esta teoría ignora ciertas realidades básicas.

Supone, por ejemplo, que los organismos son poco más que aglomeraciones de mecanismos especializados para satisfacer una determinada función, y que cada uno de ellos puede estudiarse independientemente de los "paquetes" de los que forman parte. A veces hablamos de la "evolución del andar erguidos", o de "la evolución de la mano" sin darnos cuenta de que las piernas y las manos son sólo partes de un todo.

La realidad es que la selección natural elige o rechaza sólo a organismos completos. Cada organismo individual es un mecanismo integrado tremendamente complejo, y lo que determina su triunfo o fracaso, en términos económicos y reproductivos, es la suma de sus partes.

Lo mismo ocurre con las poblaciones y las especies. Las especies compiten unas con otras en un mundo de recursos limitados y no pueden sobrevivir como atributos aislados. Además, los ecosistemas de los que forman parte presentan una alarmante tendencia a cambiar bruscamente. Si el hábitat de una especie queda cubierto por una capa helada, poco importa que aquella estuviera muy bien adaptada a los prados y bosques que ahora yacen enterrados bajo el hielo.

Por último, hay que tener en cuenta cómo se originan las nuevas especies. No entendemos bien cómo ocurre, pero sí sabemos que en grandes poblaciones entremezcladas es extremadamente difícil, cuando no imposible, que se establezcan nuevas variantes genéticas. La razón es que las grandes poblaciones simplemente tienen demasiada inercia genética.

Cuando surgió nuestra especie durante el período glacial, las poblaciones humanas eran pequeñas, estaban dispersas y sufrían continuamente las fluctuaciones climáticas. Las condiciones eran ideales para la innovación genética. En cambio, hoy día la población humana es de 6.000 millones, con una gran densidad.

El resultado es que tras un período de diversificación, el Homo sapiens está en una fase de reintegración, como acredita el hecho de que las fronteras de las variantes geográficas de la especie humana sean cada vez más borrosas. Junto a esto, las condiciones para incorporar innovaciones útiles a las poblaciones humanas prácticamente han desaparecido, y con ellas la posibilidad de cambios evolutivos importantes.

Por supuesto, estas predicciones se basan en el supuesto de que las condiciones actuales se mantendrán en el futuro inmediato. En cambio, las condiciones necesarias para futuros cambios humanos podrían volver a darse si ocurriera algo que fragmentara la enorme población humana actual, como, por ejemplo la aparición de un virus altamente contagioso y letal.

Más probable, sin embargo, sería una catástrofe causada por las personas: el colapso medioambiental debido a la explotación excesiva de los recursos del planeta o un conflicto nuclear. Siendo así, lo mejor es esperar que las cosas queden como están. Lo malo es que seguiremos siendo las criaturas testarudas, caprichosas y demoledoras que hemos sido desde que surgió nuestra especie a finales del último período glacial. Lo bueno es que seguiremos siendo las criaturas creativas, cariñosas y extraordinarias que somos desde entonces.

Ian Tattersall es curador en el Museo Norteamericano de Historia Natural. Su libro más reciente, Extinct Humans (Humanos extinguidos) aparecerá en junio próximo.