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El mejor amigo del hombre: de lobo a can
Fuente: TIME
El perro moderno tiene un pasado confuso. Nuevos estudios indican de dónde vino
27 de noviembre, 2002

Por MICHAEL D. LEMONICK

(TIME) -- Mucho antes de que comenzara a contarse la historia, nuestros ancestros iniciaron sin darse cuenta un experimento científico importantísimo: de alguna manera, los seres humanos se las arreglaron para domesticar al lobo. Los amos bípedos comenzaron a alimentar a sus compañeros de cuatro patas, inventando una forma primitiva de ingeniería genética que, miles de años después, produciría a Lassie y al chihuahua de Taco Bell, amén de toda una parafernalia de collares sogas y palitas para estos bichos.

Hoy no hay dudas de cómo se produjo esta evolución. Pero dónde y precisamente cómo fue que ocurrió se había vuelto, hasta ahora, una cuestión de opiniones. Según a quién se le preguntaba, decía que los lobos se convirtieron en perros en distintos lugares y de manera independiente, o que aconteció en un único lugar. Y que la transformación ocurrió, para algunos, hace 15.000 años, para otros, hace 135.000. Y ante la cuestión más importante -qué es lo que tienen los perros que les permite llevarse tan bien con nosotros- nadie ofrecía una explicación convincente.

Una serie de investigaciones presentadas la semana pasada en la revista científica Science pareciera dar grandes pasos en la búsqueda de respuestas a todas estas preguntas. El primer estudio es el más directo y responde la cuestión de dónde pudo haberse producido la transformación de lobo a perro. La bióloga Jennifer Leonard, del Museo Nacional Smithsonian de Historia Natural, en Washington, y sus colegas recolectaron huesos de perro enterrados en América del Norte mucho antes de que Colón llegara a este lado del mundo (y por lo tanto antes de que pudiera haber cruzas con los perros europeos) y tomó muestras de su ADN mitocondrial, o ADN MT, que se hereda solamente de la madre.

Si los perros americanos habían surgido localmente, su ADN MT debería ser similar al de los lobos americanos. Sin embargo, los resultados indicaron que se parecía más al de los perros euroasiáticos. La conclusión: la sola transición de perro a lobo ocurrió en la masa territorial euroasiática. Cuando los primeros humanos cruzaron hacia América del Norte desde el oriente asiático, trajeron con ellos los caninos recientemente domesticados.

Esta historia se condice con los hallazgos de Peter Savolainen, del Instituto Real de Tecnología de Estocolmo. Savolainen y varios colegas también utilizaron ADN MT en sus investigaciones, en este caso para ver en qué medida variaba el material genético en diferentes poblaciones de perros. Los animales de China y del resto de Asia oriental resultaron tener más variaciones, lo que sugiere que el ADN MT del grupo ha existido por más tiempo y por lo tanto ha tenido más tiempo de mutar en subtipos. La conclusión es que los perros habrían surgido allí.

Al comparar el ADN MT de los perros con el de los lobos, Savolainen y sus colegas también pudieron dar una respuesta más o menos concreta a la pregunta sobre cuándo fue que aconteció el cambio crítico. Comenzaron estableciendo cifras estimadas de cada cuánto se producen mutaciones de ADN MT y luego contaron el número que había en sus muestras. Así concluyeron que si la subdivisión genética se produjo en hasta tres familias de lobos, entonces comenzó hace aproximadamente 15.000 años, y que si comenzó a partir de una sola familia, el proceso se inició hace 40.000.

Por último, está la incógnita en torno a qué es lo que hace que las personas y los perros sean tan buenos amigos. Valiéndose de una serie de estudios sobre el comportamiento -la mayoría de ellos con comida escondida en cajas por las que no traspasaba el olor- un equipo encabezado por el antropólogo Brian Hare de Harvard comparó la capacidad de los lobos, de los perros adultos y los cachorros para detectar pistas sutiles en el comportamiento humano. Tanto los cachorros como los perros demostraron un talento notable para encontrar comida siguiendo señales no verbales de los investigadores, incluso algo tan sutil como mirar hacia donde estaba oculta la comida era suficiente.

Esto no sorprendió a Nicholas Dodman, director de la Clínica de Comportamiento Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Tufts: "Sospecho que los perros son capaces hasta de detectar un músculo tenso, una expresión facial, hasta un gesto de la cara". Los lobos, por su parte, son torpes a la hora de leer estas señales, lo que sugiere que la habilidad perruna surgió durante el proceso de domesticación.

Los misterios del perro aún están muy lejos de resolverse, y Hare y otros estudiosos del comportamiento intentan crear pruebas más sutiles para indagar más profundamente en la psicología canina. Los genetistas también están mejorando sus herramientas, en busca de exámenes genéticos más poderosos, y para ello contarán, en uno o dos años, con la secuencia completa del genoma del perro. Mientras tanto, a quienes aman a los perros poco les interesará saber cómo se produjo esta maravillosa transición. Seguirán estando simplemente agradecidos de que se haya producido.

-Informe de Deirdre Vandyk.