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Sobre el juzgamiento de los militares genocidas argentinos: Justicia burguesa sin fronteras versus lucha de clases sin fronteras

Daniel Bengoechea

Desenmascaremos al juez Garzón, defensor de derechos humanos cuando se trata de ex-represores latinoamericanos para encubrir su rol represor de los oprimidos en el Estado Español

El pedido de extradición de casi un centenar de ex-represores argentinos (así como el anterior pedido de extradición del ex-dictador chileno Augusto Pinochet) por parte del juez español Baltazar Garzón ha planteado algunas cuestiones de principios a todos los que buscan la justicia para las víctimas de las dictaduras militares latinoamericanas de los años 70, y en particular para aquellos que nos reivindicamos marxistas. Desde el caso Pinochet mucho se ha dicho y escrito desde sectores de la izquierda y de derechos humanos sobre la globalización de la justicia y la extraterritorialidad de los crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, la gran mayoría de los analisis del problema han sido meramente superficiales. Por ello, es importante analizar cuándo, cómo y porqué se producen estos pedidos de extradición para comprender mejor a qué intereses de clase responden.

La teoria marxista del estado precisa claramente que en un estado capitalista la justicia y las cortes no son instituciones neutrales, muy por el contrario son órganos al servicio de la burguesía quien los usa permanentemente para defender sus interses como clase dominante contra las masas. Para la clase obrera y el resto de los oprimidos, la justicia solamente podrá ser alcanzada cuando los trabajadores tomen el poder destruyendo al estado de los capitalistas e instauren un estado obrero sobre las cenizas del estado capitalista. Por ello, es fundamental que los marxistas luchemos contra cualquier ilusión por parte de las masas argentinas sobre la posibilidad de obtener justicia para las victimas de la última dictadura militar argentina a través de procesos judiciales, sobre todo si estos tienen lugar en las cortes de un país imperialista, como lo es el Estado Español. Conjuntamente con ello nuestra función debe ser animar a las masas a que confíen en su propia fuerza y organización en la búsqueda de la justicia.

Por otro lado, es fundamental también desenmascarar al juez Baltazar Garzón para entender mejor de que se tratan sus actuales pedidos de extradición. Baltazar Garzón, quien pretende erigirse en defensor de los derechos humanos cuando se trata de militares argentinos o chilenos, dentro de su propio país persigue y avala las torturas a los militantes de Herri Batasuna, y a cualquier simpatizante de la causa independentista vasca, y es un apologista de la teoría de los dos demonios, tachando de “terroristas” en pie de igualdad a los militares genocidas y a los miembros de las organizaciones independentistas vascas (y por extensión a aquellas víctimas de los genocidas que se enfrentaron a ellos con las armas en la mano). Bien es conocido el que a Garzón no le tiembla el pulso para enterrar en la cárcel a los luchadores vascos y apoyar la violación sistematica de sus derechos humanos. Por ello, su actual “persecución” de los militares argentinos huele bastante a aprovechamiento hipócrita de hechos tan dolorosos como el reclamo de las víctimas de la dictadura de Videla y Massera o las de Pinochet en Chile, para intentar lavar su imagen.

Por otra parte, no es bueno perder de vista que estos supuestos actos de justicia son sólo las válvulas de escape que el sistema capitalista da a los explotados para recrear la ilusión de que para alcanzar la justicia no debemos cambiar el sistema. Eso es tan falso como creer que su justicia (burguesa) es la misma que nuestra justicia (proletaria). No olvidemos nunca que mientras nuestros luchadores se pudren en las cárceles del capitalismo, Pinochet durante su detencion en Londres vivió (con su familia) en un country club de un lujo tal como el que no veremos nosotros en nuestras vidas.

Desafortunadamente, tanto la mayoría de los grupos de derechos humanos y de familiares e hijos de desaparecidos, como parte la izquierda argentina y europea, apoyan la actuacion del juez Garzón, basandose en que la territorialidad no es ningún “principio”, ayudando así a crear esperanzas dentro de las masas en la posibilidad de obtener justicia de las instituciones de la burguesía. Aquellos que desde la izquierda sostienen que el hecho de que los genocidas vayan presos en España o en Francia es una justa y legítima aspiración, en realidad están cruzando la frontera de clase pasandose al bando de la burguesía. Obviamente esto no significa que los marxistas no debamos intervenir activamente en el proceso político que se acaba de reabrir en Argentina trás los pedidos de extradición. Sin embargo, nuestra participación debe centrarse en el desenmascaramiento de la justicia burguesa (tanto española en el caso de las extradiciones, como la argentina ahora que el gobierno de Kirchner impulsó la anulación de las leyes que actualmente impiden el jusgamiento de los ex-represores permitiendo su juzgamiento en Argentina) y bajo ninguna circunstancia podemos apoyar la demanda de que se extradite a los represores a España para que se los juzgue, ya que estamos ante el caso de un estado imperialista que exige el derecho de arrestar políticamente a nacionales de un pais dependiente del "tercer mundo". Tal extradición representaría una aceptación de la dominación imperialista sobre el mundo neocolonial, y actuaría como precedente para la detención de otros, como por ejemplo Fidel Castro, cuando las burguesías imperialistas así lo requieran. Por ello, en contraposición a quienes favorecen la extradición de los ex–represores argentinos y concentran sus esfuerzos en conseguirlas, los marxistas debemos levantar las consignas "Todos los milicos al paredón!” y “Los trabajadores debemos imponer nuestra justicia a los militares asesinos!"

Afortunadamente, en este lucha no estamos solos en nuestra concepción de la justicia y eso quedó en claro hace dos años durantre el último viaje del juez Garzón a la Argentina. El centro de estudiantes de la facultad de derecho se opuso a su nombramiento como Doctor Honoris Causa aludiendo, entre otras cosas, «a la labor de persecuciones políticas que Garzón realiza con el claro pretexto de administrar su justicia», y, recordando que Garzón produjó «cierre de periódicos opositores, vulneración de la libertad de prensa y persecución a cuanta persona, militante popular o activista del País Vasco se oponga a la opresion del Estado Español, delitos que sólo él ve al momento de la valoración de pruebas».

Por su parte, las Madres de Plaza de Mayo (acusadas de terroristas por Garzón, al igual que los militares argentinos acusaban a los 30000 desaparecidos) organizaron una manifestacion contra Garzón inundando la Plaza de Mayo con miles de luchadores populares. Llegados en oleadas desde los barrios más humildes del Gran Buenos Aires, los célebres piqueteros de la Coordinadora Aníbal Verón trasladaron su bronca al centro de la ciudad. Hebe de Bonafini y sus compañeras convirtieron la marcha en un encuentro de los sectores revolucionarios argentinos que no se rinden, que no venden sus principios por indemnizaciones monetarias (el gobierno argentino pagó indemnizaciones para que los familiares olviden a los desaparecidos). En el centro de la plaza, entre carteles con insultos al gobierno de Fernando de la Rua (todavía en funciones en ese momento), al gobierno yankee y a los ricos y precisamente para que Garzón tomara debida nota de qué tierra estaba pisando, flameó desafiante todo el tiempo, portada por militantes populares argentinos, una ikurriña[1], mientras que una enorme pancarta sentenciaba «Euskal Presoak, Euskal Herria»[2]. A la hora de los discursos, el ex prisionero político argentino Lito Malatesta no dudó en recordar la lucha del pueblo vasco contra la opresión. Entre los gritos de la multitud que exigía la liberación de los presos políticos argentinos, dijo: «Quiero estrecharme en un fuertísimo abrazo con los familiares de los compañeros presos vascos que son torturados continuamente. Y les explico por qué: porque el gobierno argentino mañana va a cometer una nueva afrenta contra los derechos humanos, contra la clase obrera y contra las personas que sufren. Por eso, ese cómplice del terrorismo del Estado Español que se llama Baltasar Garzón va a ser nombrado ciudadano ilustre de esta ciudad por parte de nuestro gobierno. Los que no perdonamos, los que no olvidamos, los que no nos reconciliamos, vamos a seguir redoblando la lucha para que todos los compañeros puedan estar en libertad, pero fundamentalmente para que en este país y en el mundo exista una revolución que pueda darnos la posibilidad de vivir con dignidad y justicia, cosa que el capitalismo no conoce ni conocerá nunca». Trás la manifestación, el humo negro de los cortes de ruta invadió el centro de la ciudad, y los gritos exigiendo «justicia popular para los que roban la nación» atravesaron las gruesas paredes de la Casa de Gobierno. La lucha de clases volvía a invadir el escenario político del país.

Justamente la lucha de clases es la unica forma posible para obtener justicia para las victimas del genocidio de la ultima dictadura militar argentina. Entonces, en lugar de luchar para conseguir la extradicion de los ex-represores argentinos a España, luchemos por una justicia verdaderamente igualitaria, que esté en manos de los trabajadores y donde los asesinos del pueblo sean tratados como tales. Obviamente esa justicia sólo será posible trás la destrucción del capitalismo y eso nunca debemos ocultarlo. Las concesiones del sistema capitalista no nos pueden hacer perder de vista jamás que es el sistema capitalista mismo el que engendra este tipo de crímenes y que por lo tanto, la única forma de acabar con ellos es terminar primero con aquel. Y esto es así porque el capitalismo moderno es incompatible con una democracia genuina y duradera. Incluso en el utópico caso de que la justicia burguesa llegue a castigar a los militares genocidas dicho castigo será solo simbólico, sobre todo si proviene de la burguesía imperialista. Y en este ultimo caso, además será nocivo para los intereses populares ya que además servirá en el futuro como precedente y justificación para futuros ataques asesinos del imperialismo contra la izquierda. Así, la extradición a España de Videla, Masera y el resto de los represores sentaría las bases para las extradiciones y los linchamientos judiciales asegurados de figuras de izquierda y cualquier enemigo declarado del imperialismo.

En resumen, en nuestro accionar frente a los sucesos generados por los pedidos de extradición para los militares argentinos debemos decir claramente que el juez Garzón lo hace para lavarse la cara y no por un deseo de imponer justicia. Que además los hipotéticos juicios contra los ex-represores son sólo una pantomima ya que los mismos nunca mostrarán la responsabilidad del imperialismo -- principalmente el imperialismo norteamericano -- como instigador y sostenedor de los regímenes dictatoriales en América Latina. Por otro lado, explicaría la actitud de los marxistas auténticos hacia los estados burgueses, especialmente los estados imperialistas y porqué nunca debemos confiar en tales instituciones como fuente de justicia. También combatiríamos el supuesto derecho de los estados y de las judicaturas imperialistas de actuar como entidades superiores sobre los estados neocoloniales. Precisaríamos que es una ilusión utópica esperar justicia de las cortes españolas en el caso de que las extradiciones fuesen aprobadas.

Por supuesto cualquier castigo serio para Videla y el resto de los represores argentinos representaría un mínimo de justicia para las víctimas de su dictadura. Sin embargo, en caso de prosperar las extradiciones, el castigo saldría de los patrocinadores imperialistas del golpe y la dictadura quedaría sin castigo. La justicia exige que no solamente que Videla, Masera y el resto de los represores sean condenados a muerte, sino también que se castigue a todos los miembros de los gobiernos de EE.UU., Gran Bretaña y todos los demás estados imperialistas que los apoyaron. Ninguna corte hará esto y mucho menos un acérrimo defensor de la burguesía imperialista española como el juez Garzón. Esta es una tarea de la revolución socialista internacional. Para algunos esto puede parecer ilusorio, pero mucho más lo es la idea de que puesto que ahora no hay manera practica de que la clase obrera aplique su justicia a los represores, una solución interina podría obtenerse como producto de la extradición imperialista. La metodología detrás de esta noción se relaciona con una concepción etapista de la lucha revolucionaria. Y la historia nos ha enseñado que dicha concepción de luchar sólo por lo posible e inmediato es realmente una barrera para las soluciones verdaderamente proletarias.

Para que se castigue a todos los culpables del genocidio no es suficiente la justicia burguesa, por ello es necesaria la revolución proletaria

Trás los pedidos de extradición por parte del juez Garzón, el gobierno argentino del presidente Kirchner ha derogado el decreto que impedía la extradición de militares argentinos acusados de violaciones a los derechos humanos, firmado en diciembre de 2001 por Fernando de la Rúa. También el actual gobierno impulsó la nulidad de las leyes que impedían el juzgamiento de los militares genocidas argentinos en Argentina. Sin embargo, a pesar de las esperanzas que estas medidas están despertando dentro de parte de la izquierda, del movimiento de derechos humanos y en sectores de la población es muy probable que las mismas formen parte de una oscura maniobra para juzgar sólo a unos pocos militares y dejar libre al resto y a sus cómplices, o sea que el encarcelamiento de los genocidas sigue tan lejos como siempre.

Por ello es muy probable, que ahora mismo en lugar de estar frente a un gran triunfo popular como muchos creen, en realidad estemos en los albores de una nueva y gran decepción popular ya que ahora que el Senado terminó de sancionar la nulidad de las leyes de impunidad, todo quedará en manos de los jueces y la Corte Suprema, puestos por la dictadura, Alfonsín, Menem, De la Rúa o Duhalde, que mediante decenas de vericuetos y chicanas judiciales dejarán impunes a la mayoría de los asesinos de la dictadura que masacraron a una generación de obreros y estudiantes luchadores para imponer el plan que vienen aplicando todos los políticos capitalistas hace más de 25 años.

Ante esta situación es correcto sostener que la actual justicia, compuesta de jueces, puestos por la dictadura, Alfonsín, Menem o de la Rúa, no es ninguna garantía para que se castigue a todos los culpables de la dictadura. Mucho menos esta justicia será capaz de castigar a la clase política burguesa, a los Estados Unidos, --que asesoraron y entrenaron a los genocidas-- y a los grupos económicos nacionales y extranjeros – que financiaron y dirigieron económicamente la dictadura – quienes apoyaron políticamente la dictadura y apoyaron, fueron cómplices de o impulsaron su estrategia represiva.

Junto con ello es fundamental propagandizar que el golpe de estado que parió la dictadura más genocida de la historia argentina no fue un enfrentamiento entre los "militares" y los "civiles". No fue tampoco, como quiere presentar la historia oficial, un golpe contra las "instituciones democráticas". Fue esencialmente una masacre contra los explotados, contra la clase obrera, contra la intelectualidad, para impedir una evolución revolucionaria de la crisis del gobierno peronista y antiobrero de Isabel Perón.

Bien por el contrario de los supuestos democratizantes de la burguesía, el golpe contó con el apoyo activo de los principales partidos burgueses del país, que prestaron funcionarios, jueces, intendentes y embajadores a los milicos asesinos.

También es fundamental dejar bien claro en nuestras consignas que el actual régimen democrático es la continuidad en el plano social y económico de la dictadura militar. Eso queda bien de manifiesto en el propio terreno de las libertades públicas, el estado ha estructurado un sistema de represión sistemática, que cobra permanentemente nuevos presos políticos, más de 1000 procesos a dirigentes gremiales y activistas, y un estado de espionaje interno ante cada movilización del pueblo.

!Por eso los grandes capitalistas, que antes financiaban golpes militares, hoy financian campañas electorales! !Por eso la democracia burguesa opera como un mecanismo de engaño de los explotados! !Por eso no es casualidad que en el altar de la democracia burguesa sea donde se han sacrificado las reivindicaciones de las masas, incluidas las propias libertades democráticas!

Por ello al mismo tiempo que luchamos por la justicia para las víctimas del genocidio los marxistas debemos claramente sostener las consignas “Ninguna confianza en la justicia”, "Todos los milicos al paredon!” y “ Los trabajadores debemos imponer nuestra justicia a los militares asesinos!" y contraponerlas frente a las consignas “Por una Argentina sin impunidad”, “Nulidad efectiva de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida e Indultos” y “Cárcel a los genocidas” ya que estas últimas no descubren el carácter de clase del genocidio y contribuyen a generar esperazas en la obtención de justicia por el canal de las instituciones burguesas. Por el contrario, las consignas aquí propuestas contraponen el concepto de justicia revolucionaria al de justicia burguesa y ayudar a recuperar para la memoria histórica el hecho de que los 30000 desaparecidos fueron militantes revolucionarios antiimperialistas.

Omitiendo este hecho fundamental que es el carácter de clase de la justicia, la ideología que preside la práctica habitual de la mayoría de las organizaciones de derechos humanos y de la izquierda que se olvida de la propaganda revolucionaria para conseguir el juzgamiento de los genocidas no importa a que precio, se convierte en el más sutil y eficaz instrumento de la burguesía para neutralizar toda dinámica subversiva ya que consiste en metamorfosear los episodios de la lucha de clases mediante abstracciones jurídicas y morales que inducen a la desideologización y amnesia histórica selectiva de los hechos y sus protagonistas.

La profusa literatura empleada en medios afines de la filosofía abstracta de los derechos humanos es prueba elocuente de ello. Así, al referirse a los desaparecidos, se cambia la realidad política del militante revolucionario antiimperialista por la categoría jurídica de "persona", se falta groseramente a la verdad creando una memoria histórica ficticia y abstracta, sin referente real, que sólo favorece a los intereses de la burguesía.

Enarbolando la idea abstracta de los derechos humanos y de la confianza en la justicia burguesa (ya sea esta nacional o imperial globalizada), los movimientos contestatarios quedan a merced del subjetivismo histórico, donde las marchas y contramarchas de la historia se entienden como producto de conductas individuales relevantes calificadas de buenas o malas según las circunstancias políticas y las conveniencias de clase. Como consecuencia de ello, tal como los bienes de uso descartables en la sociología del consumo moderna, ejemplares y eficientes salvaguardas del sistema burgués en su momento, como Pinochet, Videla, Idi Amin Dada Ounee, Papa Doc Duvalier, Anastasio Somoza, Pietr Botha o Mobutu Sese Seko, comparten hoy el mismo destino de los "malos".

En contraposición a estas posiciones los marxistas revolucionarios debemos siempre propagandizar que los genocidios latinoamericanos y el argentino en particular no fueron el producto de la voluntad de un dictador y su entorno político, sino de las leyes objetivas que determinan el movimiento social bajo el capitalismo. O sea que Videla, Masera y el resto de los asesinos han sido simples instrumentos ocasionales en la etapa actual de la historia humana, motorizada por la enorme masa de capital acumulado sobrante que presiona por encontrar aplicación lucrativa dentro del sistema.

En conclusión, las instituciones burguesas no pueden castigar a los culpables del genocidio argentino porque el responsable es la propia burguesía la que como clase impulso el genocidio para garantizar la supervivencia del sistema capitalista en Argentina. En apariencia esto podría ser un concepto incomprensible para la práctica de los explotados y de la inmensa mayoría de intelectuales, de ahí la necesidad de personalizar el genocidio convirtiendo la historia en mitología. Pero los revolucionarios conscientes nunca debemos callar la verdad y por ello mientras no cesamos en nuestra lucha por la justicia para las víctimas del genocidio siempre debemos poner en el primer plano de nuestra propaganda el concepto de que el genocidio fue un genocidio de clase y que por lo tanto no podrá haber justicia mientras la misma no este en manos del proletariado, o sea mientras este no tome el poder por medio de la revolución socialista, que de hecho era el objetivo por el que luchaban los 30000 desaparecidos.

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