Walter Daga: el 'rey' de
los goles olímpicos
Walter Daga fue una de las más grandes figuras que apareció en el firmamento rosado
allá por 1967: zurdo incomparable (le pegaba como con un fierro), algo reacio a la marca
pero habilísimo constructor de maniobras ofensivas y definidor por excelencia. Integró aquella
histórica generación con Oswaldo Ramírez, Juan José Muñante, Juan Rivero, y más
adelante Gerónimo Barbadillo y muchos otros que dieron a nuestro querido Sport Boys sus
más grandes alegrías. El premio para sus
extraordinarias virtudes futbolísticas llegó en 1972 cuando el siempre recordado Lajos
Barotti lo convocó primero a la selección nacional que disputó el pre-olímpico de Cali
(Colombia) y de retorno a la selección mayor para las eliminatorias previas al Mundial de
1974, cuya posta tomó posteriormente Roberto Scarone.
Luego de un
largo periplo con la rosada, Walter emigró al Alfonso Ugarte de Puno, que en aquel
entonces dirigía Walter Milera, llegando a clasificar a una Copa Libertadores. Sin duda, Milera dejó plasmada en el zurdo Daga
la huella imborrable del maestro. Y es que el
otrora marcador de punta del Sport Boys fue el verdadero espejo en el que se miró Walter
para moldear su estilo futbolístico y su sapiencia para aprovechar al máximo las jugadas
con pelota detenida. Potencia,
precisión y habilidad fueron el sello característico de Daga, quien convirtió la
ejecución de los tiros libres y los tiros de esquina en un verdadero arte. Al igual que su predecesor (Milera), Walter
aprendió la lección del incomparable Oscar Juan Zubeldía en los tiempos de aquel
Estudiantes de La Plata que lo ganó todo: disparo
con el pie cambiado desde el lado opuesto a su perfil. De esa manera, Daga llegó a
convertir muchos goles olímpicos.
Dicen los que lo vieron jugar, que era más hábil que César Cueto y más aguerrido que
el 'Puma' Carranza. Con eso, prácticamente queda dicho todo sobre sus grandes dotes
futbolísticas.
El ocaso de su
carrera y tal vez el abandono de quienes una vez lo aplaudieron lo sumieron en una
terrible depresión que lo empujó hacia el alcohol, de cuya dependencia nunca se
recuperó, a pesar de haber tratado de rehabilitarse varias veces. Falleció a los
49 años, el 26 de Diciembre del 2000. Al momento de su muerte, vivía en casa de
otro 'grande' rosado de todos los tiempos: Valeriano López (fallecido hace ya
algunos años), cuya viuda lo había recibido como a un hijo.
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