II   INTERLUDIO POÉTICO
A   Justificación de la poesía

CANCIÓN TERCERA DE INQUIETUD Y AMOR






Si ella me dice:
no puedo prometerte nada,
salvo mi sola presencia en tu silencio,

si ella me dice:
no pidas lo imposible de mí,
soy tan limitada mujer
como tu límite de hombre necesita,

si ella me dice:
si estoy en tu ilusión, sólo una sombra
restará de mí cuando la realidad
de hastío te embriague y de melancolía falsa
por lo posible que huyó
con mi existencia,

si ella me dice:
huérfana de dioses soy,
simplemente la vida palpita en esta voz
expresa en la mañana,

si ella me dice:
si en el momento de destemplanza un cabo
me arroja quien fuera hasta ayer un adversario,
no titubearé en asirlo para evitar que el agua
inunde hasta la muerte mis pulmones,

si ella me dice:
y si otra figura reemplaza
tu rostro atribulado
de danzarín sin patio para sus contorsiones,
me iré con él aunque tus ocurrencias
me aflijan en tu falta,

si ella me dice:
no te ofrezco ni pócimas maravillosas,
ni castillos con ocultos dragones en sus torres
ni duendes susurrones para despertarte,
no más que esta mujer,
sin fasto y cotidiana,

si ella me dice:
y cuanto diga de mí no lo reprocho
por su carencia en vos,
porque gracias a nuestras provisorias enmiendas
subsistimos,

yo la amaré sin duda
y sin destellos de recurrencia falsa
a la promesa que una y otra vez
fabrican nuestras necedades:

somos la plenitud de los instantes,
acaso un factor de la supervivencia,
el fulgor de una rosa que envejece,
la penumbra de un tiempo que nos acongoja,
y, en la aceptación del tránsito,
construye su alegría,

en ella nos amamos,
hoy.
 

Buenos Aires, diciembre, 1998.



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