III    LOS RELATOS FABULADOS

MEMORIA DE UN SUCESO AJENO









Un total de catorce planetas con setenta y siete lunas integran el sistema alumbrado por una estrella de edad mediana, bautizada Kala por los habitantes del Quinto Cuerpo Orbital, al cual beneficia la vida gracias a las radiaciones de aquélla.

Siempre sospecharon que el Octavo Cuerpo Orbital se encontraba igualmente poblado, pero su rústica tecnología sólo recientemente les dio la posibilidad de conocerlo.

Los pobladores del Octavo Cuerpo, en cambio, dominan a la perfección la historia y las vicisitudes por las que pasaran los del Quinto Cuerpo, pero nunca se preocuparon por comunicarse con sus compañeros de la órbita cercana. Se limitaron a esperarlos, simplemente.

Así es que, en cuanto los Quintos arriban al planeta de los Octavianos, éstos, que no se distinguen en nada de los anteriores —salvo en la sutileza—, los rodean y aprisionan, y, valiéndose entonces de su tecnología, reemplazan a los Quintos. Regresando con sus propias naves al Quinto Cuerpo Orbital, lo invaden ... Intención que, en principio, como dirían los clásicos, queda en agua de borrajas, porque apenas descienden, tras una breve escaramuza, los guerreros Octavianos caen igualmente prisioneros.

Los de uno y otro planeta proceden a liberarse de sus captores con presteza, dando comienzo, simultáneamente, varias luchas mortales en ambos bandos: los Quintos para dominar a los Octavianos en su propio sitio y éstos para desprenderse de aquéllos; los Octavianos para subyugar a los del Quinto Cuerpo, al que arribaran gracias al mencionado ardid.

La guerra se extiende, con altibajos, durante muchos años en los que, la defensa encarnizada de los invadidos, nada puede contra la astucia desplegada por los invasores. Porque, paradójicamente, los Octavianos triunfan en el Quinto Cuerpo y sus lejanos compañeros, sin embargo, no logran desprenderse de los invasores, algo así:

Como se aprecia, una guerra de simetría notable y ejemplar.

Imposible el intento de referir leyendas heroicas. Ni los unos y, menos aún, los otros, se comportaron con atisbos siquiera de hidalguía. Cuando, al fin, los Quintos vencieron a los Octavianos y, a los primeros, éstos, las noticias que recorrieron ambos planetas de los mutuos vejámenes cometidos eran escalofriantes.

Vencidos, los unos y los otros, juraron vengarse mutuamente. Corrió el tiempo. Las mujeres Octavianas, cuyos maridos habían sido masacrados por los Quintos, fueron violadas por los vencedores, pero trasmitieron a sus hijos, en el Octavo Cuerpo Orbital, el odio por los padres invasores y la reverencia hacia los antepasados. En tanto, exactamente lo mismo y a la inversa ocurría en el planeta Quinto.

En consecuencia, los Quintooctavianos se lanzaron al espacio con el fin de doblegar al Octavo Cuerpo del Sistema y los Octavioquintos, paralelamente, para alcanzar el Quinto Cuerpo Orbital y dominarlo.

Ambos bandos, ahora, a diferencia de las guerras iniciales, contaban con idéntica tecnología bélica.
 

Monte Hermoso, enero, 1998



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