III    LOS RELATOS FABULADOS

PRÓLOGO PARCIAL









1.    Alguien abandonó un colchón, maloliente testimonio de placeres alternados con penurias, en una esquina igualmente sucia de la ciudad de Buenos Aires, tan roto que desparramaba resortes y estopa por todos los costados. Vinieron de la Municipalidad, en un camión cargado de residuos similares, para retirar ese bochorno de la vía pública.
       Bajaron provistos de unos tridentes afilados para ensartarlo y tirarlo entre los demás desechos, entretanto, arriba, el trueno retumbaba preanunciando el próximo aguacero. Empero, ese redoble de timbal, ni por asomo logró apagar el grito que profiriera ese cochón tirado, el cual, apenas herido, comenzó a sangrar, obligando a huir, aterrorizados, a los recolectores.
       Yo transitaba por allí. No obstante, en lugar de lanzarme a correr imitando a los basureros, por simple y elemental curiosidad me aproximé al sitio del implemento yacente, aunque con algo de aprensión.

2.    —Voy a parir un ser que salvará el Sistema y necesito ayuda —dijo, y se movió como agitando inexistentes brazos. — No te asustes —agregó—, sólo se trata de un huevo de una especie parecida al avestruz, pero capaz de volar, por eso vine aquí, pero fallé las coordenadas en unos 500 kilómetros aproximadamente.
       —Y yo, ¿en qué puedo ayudarte? —contesté
       —En llevarlo hasta donde él mismo te lo indique. No te hará ningún daño y nos salvarás de una guerra interminable.
       — ¿Cómo sé yo ...?, iba a agregar: que no me engañás, cuando emitió otro grito, pero esta vez de alivio. Y, antes de desplomarse, ya sin vida y como un estropajo, un huevo, en efecto similar a los de avestruz, rodando con comicidad llegó hasta mí.
       —¿A qué te dedicás? —me preguntó.
       —Escribo cuentos de ficción —agachándome, le respondí.
       —¡Menos mal!— agregó, —de haberse tratado de un biólogo resucitarías la teoría de la Generación Espontánea: de la mugre, la vida. Pero provengo de una galaxia muy lejana que, desde hace siglos, la cierne el peligro. Lleváme, por favor, hasta Limay Mahuida, de allí debo partir.

3.    En un recodo del río Salado cercano a esa ciudad, hasta dónde me fui con el huevo parlanchín, habita una familia de ñandúes. Me recibieron con muchísimo cariño y me invitaron a volver al cuarto día, así que me alojé en el único hotel de la ciudad hasta la hora del nuevo alumbramiento.
       El polluelo, tras romper el cascarón sin traba alguna, saludó a cada uno de los presentes como un chico educado. Aunque me había hecho la ilusión de presenciar el nacimiento de un ser extraño, no se diferenciaba prácticamente en nada de los padres y hermanos adoptivos. El me miró y, al advertir mi desconcierto, me picoteó con suavidad la mano que lo acariciara.

4.    Fui de visita otras dos veces. La tercera mañana ya no lo encontré, había emprendido por la noche el vuelo hacia el Sistema Kala "bello como un cisne azul" según me dijera metafóricamente la familia de ñandúes. Me despedí de ellos con melancolía y tristeza, tras recibir como recuerdo del extraño ser una plumita que variaba de tonalidad según la hora. La acompañaba su expreso recado de que no debería abandonarla por ningún motivo.
       "Soy Priot, el ave de la paz. En el universo existen muchos demonios y un buen Dios. Así nos enseñaron. Y una naturaleza indecisa que coquetea con los primeros y el segundo. Caprichosa, veleidosa, cruel y bastante limitada de entendederas por su propia estupidez. Vive creando vida en donde la oportunidad se le presenta bajo distintas formas, aunque su mayor placer lo encuentra cuando en cualquier lugar del Universo culmina con las aves— seres por excelencia hermosos— su voluntad generatriz.
       En cuanto se regodea con la perfección de sus engendros, vienen los demonios y la adulan incitándola a crear tus compañeros de especie, que se caracterizan por contemplarse con delectación, mientras, a la vez, se martirizan con una conciencia que nunca les explica nada.
       Jamás logra pasar de allí, bien porque tus compañeros de especie se autodestruyen, bien porque provoca la ira de los demonios que meten confusión en sus razonamientos impidiéndoles crecer más allá de un cierto límite o porque el buen Dios teme que hagan un desaguisado mayúsculo y entonces los adormece.
       La naturaleza, al creer que en los hombres limita su máxima capacidad de creación en cuanta oportunidad le resulta propicia esparce la semilla humana por doquier ...
       Yo viajo para el mundo de Kala, en donde reapareceré como un símbolo en los cielos; creerán en mí y los pacificaré o, si me matan, volveré a pasar por este proceso de renacimiento hasta que, alguna vez la cordura supere a sus enconos.
       Me encanta haberte conocido. Tu labor me fascina, te obsequio algunos relatos sobre tus congéneres que no los dejan bien parados. Si alguna vez llegás a publicarlos, dirán que son un puro invento tuyo.
       En mí nadie creerá.
 

Monte Hermoso, abril, 1998



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