V   LOS NEXOS

CIERRE Y CONCLUSIÓN PARCIAL







Más allá de lo afirmado desde el punto de vista gramatical o semiológico, cuanto distingue las palabras entre sí es la extensión de su significado. La del sustantivo "Nematelminto", por ejemplo, que remite a un antiguo grupo de gusanos, goza de una precisión distinta que la del adjetivo "neutral" cuya extensión significativa resulta muy difusa.

A lo cual sumamos la autonomía conceptual de cada término. La porción o sector del universo que un término denota guarda con él una relación vis à vis similar a la de un matrimonio. Monogámico, cuando designa una entidad concreta como "ópalo", una piedra semipreciosa. Entre ambas entidades —el ópalo propiamente dicho y la palabra que lo designa— se establece una relación biunívoca de correspondencia estricta. En cambio, el término "piedra" menciona una relación matrimonial poligámica, porque "piedra" significa una "substancia mineral no terrosa" (diccionario), y alude, por lo tanto, a cualquier elemento que posee esta peculiaridad, así se trate de un diamante, del ópalo antedicho, cuanto de una roca metamórfica como el vulgarmente llamado granito (también alude a otros implementos materiales como la muela de un molino o tiene alcance metafórico al referirse a alguien con escasa inteligencia).

Durante años me empeñé en dilucidar los alcances conceptuales de las dos palabras con mayor influencia en mi vida: "verdad" y "libertad", sin lograrlo. Aunque, desde hace un tiempo, francamente, me interesó mucho menos el de la "verdad" (habida cuenta de la cantidad de horrores y de crímenes de lesa humanidad que se cometieran en su nombre), que el de "libertad"; creo a esta última de una implicancia práctica y metafórica mayores que la primera.

Considero la existencia como el punto de inflexión que las relaciona. Sobre todo la vida humana cuya peculiaridad radica en la conciencia y en las palabras que vuelven posible la conciencia, al juego entre la memoria y el olvido que mueve las relaciones con uno mismo y con el resto de los hombres, la multiplicidad de formas, de actitudes, tiempos que constituyen su ímproba riqueza y que nos angustian como nos alegran en su constante cambio.

La verdad presenta desde sus inicios como preocupación humana fundamental la paradoja siguiente: cuanta mayor es la energía que se utiliza para unificarla, mayor resulta al final su dispersión. Por ende, y de manera totalmente provisoria, cabría esquematizarla así:

Tipos de verdad


UNIVERSO
MODO
CARACTERÍSTICA
---
---
---
religiosa
absoluto
indemostrable
filosófica
transitorio
a veces demostrable
científica
de relativo a confirmado
demostrable
ética
por la razón (si es filosófica)
pragmática (*)
 
por la costumbre (si es simple moral)
pragmática (*)
estética
expuesto
indiferente
política
consensuado
fluctuante (**)
jurídica
consensuado
codificable

 
 

De la libertad podría efectuarse un cuadro similar aunque inexacto porque ella, antes que resultado de una cuestión teórica surge de una práctica constante. Si bien yo puedo ser una persona veraz, la verdad, sin embargo, se halla fuera de mí (***), como demuestra cualquiera de los ítems del cuadro precedente, y me cabe la prescindencia de algún aspecto suyo (si no me afecta lo religioso, por ejemplo, o me valgo de otro paradigma científico en el momento de optar por alguna medicina alternativa para curarme de alguna afección cualquiera). Por otra parte, si quisiera ser portavoz de cualquiera de esas verdades que se hallan fuera de mí, el hacerlo me enajenaría, porque al ser ella yo me constituiría como un triste remedo de mi propio yo; en cambio sí cabe exponer en mí mi propia libertad, porque la libertad es mía, se encuentra en mi interioridad latiendo en cada una de las fibras de mi propio cuerpo y, desde ella, que soy yo, determino los pasos que debo dar tras sopesar las consecuencias que menos alteren el desenvolvimiento de mi yo.

Puedo vivir engañado y ser, no obstante libre, y, por defender una verdad cualquiera, perder mi libertad y hasta la vida. El aspecto que más me interesa de la verdad será siempre el pragmático: conocer las reglas de un país para transitar por él sin problemas, la constitución de un alimento, para que no me dañe, las leyes de la física y la meteorología, para desplazarme con un aeroplano por el aire.

No niego que me interese la veracidad pero en segunda instancia. Noto una cierta hipocresía en el valor ético agregado que se le otorga a los "hombres veraces". ¿Por qué debo aceptar esta imposición de lo preestablecido, este lugar común con fuerza de ley, si, en alguna circunstancia determinada, me veo precisado a mentir para sobrevivir y ganar mi libertad? (****) Una libertad en nada semejante al mero consuelo estoico de la libertad espiritual de que hacían gala los esclavos con autonomía conceptual, a esa mentira (¡y aquí sí importa la verdad del significado "ser libre"!) que no da pie para escalar el muro para alejarnos hacia el otro lado.

Cuanto mayor sea el campo hegemónico de la verdad, menores se me presentarán las posibilidades de la (mi) libertad. La primera me dará claves precisas de elección (*****), circunscribiéndome sin dejarme el albedrío en paz, al que tachará de inmaduro, subversivo, anárquico, decadente o lo que fuere. Porque cualquier verdad aspira siempre a ser universal y cierne ámbitos de acción cada vez mayores, incluso el de tematizar la libertad, a la que pretenderá dependiente de sus afirmaciones, hasta llegar a los preceptos extremos de las religiones monoteístas o de las ideologías totalitarias donde la libertad cabe en la verdad, en una verdad trascendente y absoluta creada por la divinidad en el principio de los tiempos y que el hombre deberá acatar si quiere convertirse en totalmente humano.

No pretendemos una definición de la libertad porque la cercaríamos. Tampoco nos tienta la realización de un parecido intento, siquiera aproximativo, con la verdad; se sumaría a la inmensa retahíla de afirmaciones, contradictorias entre sí, efectuadas desde su aparición, por las filosofías. Sí, en cambio, resaltar esta confirmación: de verdades pretendidamente absolutas se desprenden libertades relativas (u objetivas, porque dependen de los términos definicionales del sistema que expone la verdad).

Si pretendo continuar siendo libre debo prescindir de las verdades aceptadas por el común de los hombres (y hasta por los intelectuales) como si se tratase de un estigma, debo hacerlas depender de mi acción. Que haya coincidencia o no entre la verdad blasonada por un sistema autoritario de cualquier índole político-religiosa y lo que yo considero mi verdad me deja indiferente. Hay una cantidad de verdades a su alrededor que la reemplazarán, pero, si bien verdades hay muchas y ellas se encuentran, además, fuera de mí, libertad hay una sola, la mía.
Esta es mi escueta verdad y no me interesa imponérsela a nadie. Así, la verdad que yo elija dependerá de mi propia y feliz libertad y, por el contrario, mi libertad no dependerá de ninguna verdad.

Nunca me gustaron las metáforas o los refranes para explicar los hechos por la simplificación que implican, pero vale la pena recurrir a una comparación con el fin de lograr una concisión y resumen elegantes. Así como el agua y el aceite nunca se fusionan y hasta es posible separarlos no sucede lo mismo si otras son las sustancias que entran en contacto con aquélla. Un vaso de vino arrojado a un volumen mayor de agua se pierde irremediablemente. No digo que el vínculo entre libertad y verdad presente siempre las características de los nexos agua / aceite, agua / vino, aludidos, mas, cuando la verdad asoma como un torrente inescrupuloso y salvaje, es preferible actuar con ella como si fuéramos aceite, y nunca noble vino, porque nos aniquilaría.
 

Buenos Aires, diciembre, 1998
__________
(*) debiera ser; la mayor parte de las veces es puramente declamatoria

(**) depende del tiempo transcurrido y de los intereses que se mueven durante su transcurso. No vale esta característica para los regímenes totalitarios.

(***) Algunos dirían por encima pero doy más peso a lo antropológico que a lo ontológico.

(****) La mentira y el engaño favorecen el desarrollo de la vida animal y cultural. ¿Qué sería de la primera sin el mimetismo que permite pasar a las bestias desapercibidas y lograr, así, escapar de los animales predatorios o, viceversa, atacar éstos a las anteriores para conseguir alimento? ¿Y de la vida cultural sin las técnicas de embellecimiento a las que son tan afectas las mujeres como los varones?

(*****) Pensemos, a manera de ejemplo, en los regímenes totalitarios o en los fundamentalismos religiosos. Otra cosa es el "imperio de la ley" de los regímenes democráticos, que, si bien da lugar a numerosas injusticias, su constante revisión lo vuelve, al menos, aceptable como código de convivencia sin el cual la vida colectiva sería imposible.
 


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