Nipputhogan
Humberto Gato


     El hielo doloroso penetra el pecho congelando el alma. el cuerpo es entonces solo un receptáculo, un medio , una herramienta de los poderosos no nacidos hijos del infinito, los olvidados de Azathoth. Son ellos los mas temibles de los desconocidos peligros de las tierras del sueño.

     Los grandes soñadores no recurren a ellos. Son los pequeños desesperados, impulsados por la vanidad y la ambición, quienes practican los ritos de los olvidados. Ellos buscan el poder, pero solo son los instrumentos de la venganza.

(Tomado de "Andanzas Oscuras" de Meseponas)


     Nipputhogan es entre ellos el mas conocido, aun que ciertamente no es el mas poderoso ni el mas perverso. El templo en el que se le adora se encuentra en Hobitah, justo donde comienza el río Jahn, es el único que tiene.

     El gran templo esta rodeado por un muro hecho con los cuerpos de sus enloquecidos adoradores. La masa negruzca se ve llena de cabezas sin ojos, brazos y manos purulentas y putrefactas. Se le escucha y se le huele desde lejos. El aire nauseabundo se entremezcla con los infinitos lamentos y llantos y susurros. Y todas las voces parecen pronunciar tu nombre y todas las manos pretenden halarte para cambiar contigo de cuerpo y dejarte encerrado en ese infierno que ni Dante pudo imaginar. Ellos son los afortunados.

     Hacia adentro sigue el camino por un pasillo hecho de tapas de cráneos la mayoría humanos. El camino forma una espiral que asciende hasta lo alto y que luego desciende sobre si misma desafiando la gravedad hasta un lugar donde la luz es oscuridad y lo oscuro brilla como luz. En ese lugar el tiempo y el espacio son adimensionales casi se puede decir que solo es un estado de conciencia. Entre las tinieblas veréis el pebetero (no recuerdo si uno solo o infinidad de ellos, alineados al frente de un extremo al otro del horizonte perdiéndose en el infinito) estaba hecho de ojos parpadeantes que miran pestañeando incesante y desordenadamente. Sobre este se sostiene una llama de humo negro aun mas nauseabundo que el olor de la entrada y que sube hasta perderse en el infinito vacío blanco. Lo que queman esas llamas son almas, se les llaman piras impías y son las almas eternamente sufrientes. Solo en ese momento me percaté que era ese el sonido aterrador que inundaba el lugar. Las voces grotescas y desesperadas, tantas de ellas, agónicas y conscientes. Aun hoy las escucho en mi mente previniéndome del peligro.

     Traté de volver y fue en ese momento en el que me di cuenta que yo estaba adentro y no afuera como eran mis absurdas y desesperadas esperanzas. El muro me rodeaba. Traté de despertar con todas mis ganas traté de despertar y lo logre por un momento, estaba en mi cama en silencio, a salvo, respiré profundo, sonreí, a salvo...escuche su voz que venia desde la ventana si era mi nombre. Cuando me asomé mi respiro y mi ilusión se desvanecieron. Fue en ese momento en el que comencé a lamentar mis nimias vanidades. Fue su voz profunda y desquiciante la helo mi alma.

     No recuerdo más, solo que en un momento desperté encerrado en este cuerpo inmóvil, silente. Un cuerpo que no oye, es solo un burdo contemplador del horror. Irónicamente dejó móvil una de mis manos quizás para que yo escribiera esto, quizás para que fuese una advertencia quizás un desafío a los nimios vanidosos que como yo ansiaban el poder y que ahora yacemos atrapados en el muro de afuera. Pues les digo tal como alguien me dijo alguna vez tened cuidado pues en la puerta yacen también los postrados.

Traducido de "Todesgeschichten" de Edgar Vhu, 1798.