¡Recordad el
11 de Marzo!
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El País Digital, Viernes,
12 de marzo de 2004
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11-M
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EDITORIAL
EL PAÍS | Opinión - 12-03-2004
La fecha de ayer quedará marcada en negro en la memoria de
españoles y europeos: los casi dos centenares de muertos y
más de un millar de heridos provocados por los atentados de
Madrid suponen la mayor matanza terrorista en España, y la
catástrofe de mayor alcance registrada en la capital desde la
Guerra Civil. Este país acaba de experimentar un terrorismo de
unas dimensiones y de una crueldad hasta ahora desconocidas. La
eventualidad de que sea obra de Al Qaeda y de que tenga relación
con el papel jugado por el Gobierno de Aznar en la guerra de Irak
introduce una novedad que no puede dejar de sembrar una profunda
inquietud. La opinión pública española en su
conjunto no estaba preparada para el infierno terrorista en que se
convirtió ayer Madrid. Nunca hasta ahora se había
experimentado una actuación terrorista del tipo que practican
los grupos fundamentalistas que vienen ensangrentando Oriente
Próximo y otras zonas del mundo. Los atentados de ayer se
parecen más a los de agosto pasado en la mezquita de Nayaf, en
Irak, con 123 muertos; al de Bali, en octubre de 2002, con 187, o
incluso a los terribles atentados del 11-S en Nueva York y Washington
que a la peor y más cruel de las actuaciones de ETA, como fue el
atentado de Hipercor en 1987, con 21 muertos. Es evidente que los
últimos y desgraciados episodios de los contactos de Carod con
ETA y la declaración unilateral por parte de la
organización terrorista de una tregua circunscrita a
Cataluña permitían abrigar el temor de que se
produciría una acción violenta antes del 14 de marzo.
Pero aunque todo parecía programado por la organización
terrorista para poder irrumpir en la campaña electoral, nada
permitía sospechar que su actuación adquiriera tal
envergadura. A última hora de ayer, el ministro del Interior
introdujo una duda sobre la autoría al revelar la
aparición de una cinta magnetofónica con
versículos del Corán en una furgoneta con detonadores
hallada en Alcalá de Henares. Más tarde se conoció
una reivindicación del atentado por parte de un grupo islamista.
Adquiere, por tanto, verosimilitud la hipótesis de un atentado
de fanáticos islamistas, aunque el Gobierno seguía
insistiendo ayer en que lo más probable es que sea ETA.
Sólo cabe esperar que no se haya producido un ocultamiento o una
manipulación de la información por parte del Gobierno,
tratándose de unos hechos luctuosos que han venido a cercenar en
sangre la campaña electoral a sólo 72 horas de la
apertura de las urnas. La hipótesis de que nos halláramos
ante una actuación de Al Qaeda, en un intento de extender la
guerra de Irak a territorio español, situaría en una
posición complicada al Gobierno. Sobre todo después de la
polémica sobre la rentabilización electoral del
terrorismo que se ha producido durante la campaña electoral. A
esta hipótesis debe añadirse como mero automatismo
lógico la de que la actuación criminal sea producto de
una coalición terrorista islamista y etarra, de forma que los
asesinos hubieran terminado fusionando sus dos sangrientas banderas y
confirmando de forma siniestra la profecías de Bush y de Aznar
que querían confundir todos los terrorismos y convertirlos en
uno solo. Si así fuera, será un tipo de profecía
que se cumple a sí misma y que arrastra en cuanto a
responsabilidades a quienes las profieren. No cabe, por tanto,
descartar del todo la pista etarra, aunque sólo sea por la
eventualidad de un terrorismo de dos cabezas. Una cierta carga de la
prueba corresponde a ETA, una organización que no siempre
reconoce sus atentados y que como todo terrorismo vive de la
confusión. En el límite, podrían haber preparado
la furgoneta con los versículos como falsa pista. Otro efecto
pretendido, y el único que suelen alcanzar los terroristas, es
el de desmoralizar y dividir a los demócratas. Que, existiendo
acuerdo sobre la necesidad de derrotar al terrorismo, aparezcan
divisiones sobre la mejor forma de hacerlo; que unos y otros
desvíen sus acusaciones hacia las fuerzas de seguridad por no
haber impedido la matanza, o que comience a reclamarse la pena de
muerte, o la restricción de las libertades, o de las elecciones:
todo aquello que esperan los terroristas para encontrar nuevas razones
para nuevos crímenes. El portavoz de la ex Batasuna, Arnaldo
Otegi, expresó ayer su rechazo a "la masacre", pero sólo
tras afirmar que "la izquierda abertzale no contempla, ni como mera
hipótesis, que ETA esté detrás de lo ocurrido". Su
argumento fue que se trata de "acciones indiscriminadas contra la
población civil, trabajadores", lo que no corresponde al modus
operandi de ETA. No es verdad. Esa banda lleva muchos años
atentando contra civiles desarmados, incluyendo niños, mujeres
embarazadas, toda clase de trabajadores. Y el método utilizado
es idéntico, aunque con más explosivos, al previsto en la
estación madrileña de Chamartín la pasada
Nochebuena. Tal vez aleguen que ETA avisa. A veces lo hace y a veces
no. También es característica de ETA la aplicación
de todos los procedimientos que puedan aumentar el efecto multiplicador
del terror, incluyendo las bombas trampa, destinadas a cazar a los
sanitarios, bomberos, particulares que estuvieran atendiendo a los
heridos tras la primera explosión. Por tanto, si Otegi considera
condenable la matanza de ayer debe condenar todos los atentados que ha
venido avalando. Los terroristas del signo que sean deben saber que no
ganarán. La reacción admirable de los ciudadanos
así lo demuestra. La conmoción creada en Madrid ha sido
proporcional a la magnitud de la catástrofe. Cientos de miles de
personas se vieron afectadas, muchas de ellas con la angustia de
desconocer si entre las víctimas, más de un millar
contando a los heridos, figuraría algún pariente o
persona próxima. Fue también el momento de la solidaridad
espontánea de mucha gente. Los madrileños recibieron ayer
el apoyo masivo de todas las personas decentes de cualquier lugar de
España. Como en el 11-S neoyorquino, el mensaje que ha llegado
desde todas partes es que ahora "todos somos madrileños". |
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