¡Recordad el
11 de Marzo!
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El País Digital, Viernes,
12 de marzo de 2004
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Autopsia
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TRIBUNA: FERNANDO SAVATER
Fernando Savater es
catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de
Madrid.
EL PAÍS | Opinión - 12-03-2004
Lo siento, me resulta ya imposible aventurar teorías, urdir
más explicaciones, proponer nuevos silogismos, seguir mareando
la perdiz... la pobre perdiz que levanta torpemente el vuelo mientras
disparan contra ella los cazadores y los perros a su servicio esperan
para cobrarse la pieza con la pata en alto y la lengua
relamiéndose las fauces. No quiero, no tengo fuerzas, ya no hay
tiempo para eso.
Es el momento de hacer la autopsia. Así llama el historiador
griego Tucídides al testimonio que aporta un observador
según lo que ha visto con sus propios ojos, con esos ojos que
según la terrible expresión castellana se habrá de
comer la tierra: autopsia. Y esta es mi autopsia, lo que veo y lo que
oigo.
Veo la masacre por fin cumplida, la masacre que se venía
buscando desde Navidades por lo menos, los kilos de explosivos que esta
vez no pudieron ser interceptados: ahora ya no quedan dudas. Las
había cuando se frustró el atentado de Chamartín:
no faltó quien me dijera que probablemente la propia
policía había puesto la maleta asesina en el tren para
retirarla espectacularmente luego. Las hubo también cuando se
interceptó la furgoneta cargada con quinientos kilos de
dinamita, porque al sr. Azcárraga y a algún otro
político no menos brillante le chocaba que los terroristas
hubieran llegado tan lejos por carreteras nevadas para ser detenidos
precisamente en plena campaña electoral. Hoy no, hoy las dudas
se han volatilizado junto a centenares de vidas humanas. Supongo que
ahora no queda más remedio que aceptar la incursión de
ETA en la campaña electoral. Por cierto... ¿no estaba ya
ETA en la campaña electoral, como amenaza de muerte para
candidatos y votantes? Pero claro, no era momento de hablar de ello. En
campaña lo mejor es no hablar de terrorismo, aunque el
terrorismo condicione la campaña de quienes no pueden moverse
libremente y la de quienes se mueven y se hacen escuchar precisamente
gracias a que ETA existe. Hablemos de otra cosa... hasta hoy, en que ya
no hay otra cosa de la que hablar.
Ahora no oigo más que un mensaje, repetido mil veces de mil
modos desde todos los medios de comunicación: unidad. Es
fundamental la unidad de los demócratas. Hasta ayer lo que se
oía era hablar de pluralismo, de que no se entiende la
pluralidad, de que sin pluralismo no hay vida ni libertad. Ahora la
vida y la libertad dependen precisamente de la unidad: por lo visto, la
unidad ha dejado de ser fascista y franquista para convertirse en
consigna básica democrática. Antes no había nada
mejor que la pluralidad, cualquier pluralidad. Por ejemplo, tener una
pierna sana y una pata de palo es más pluralista que disfrutar
de dos piernas sanas iguales. Pero se camina peor, cojeando y en
dirección equivocada. Nos damos cuenta ahora, cuando ya no
tenemos piernas porque nos las ha cortado una bomba. La España
unida en democracia, tan antipática y aznarista, ha dado paso a
la España simpática y cojitranca del pluralismo pero
después a la España que ya no puede más que
arrastrarse sin extremidades (aunque no sin extremistas, ésos
que no falten): y mientras reptamos, clamamos por la unidad perdida.
Oigo que quienes han puesto las bombas no son vascos, según han
decretado Ibarretxe y Otegi. No es fácil ser vasco: si no eres
nacionalista, no eres vasco pero si te pasas de nacionalista y asesinas
a mansalva también dejas de serlo. Por un rato, te vuelves
terrorista a secas o terrorista islámico o yo que sé.
Hasta que te detenga la policía y te lleve a una cárcel.
Entonces vuelves a ser vasco, las fuerzas progresistas se indignan
porque te ves encerrado lejos de tu hogar y el Gobierno vasco paga a
tus familiares el viaje para que puedan visitarte. Pero yo le oí
a Carod Rovira que ETA es "un movimiento independentista vasco que
recurre a la lucha armada". Brava lucha, que acaba de obtener una
sonada victoria contra los trabajadores modestos que acudía a
sus empleos por la mañana, aún bostezando, después
de haber peinado a sus hijos y haberlos enviado al colegio con un beso.
¡Pobre Carod, que estaba convencido de que los asesinos de
Hipercor y de Vich eran vascos, vascos de cuerpo entero, es decir
independentistas como él, aunque con una noción tan
confusa de la geografía que creían que Cataluña
era España! Si llega a saber que no son vascos, seguro que ni se
molesta en viajar a Perpignan...
He visto y he oído a las testas pensantes (y sobre todo,
parlantes) de nuestro país. Nos han contado cien veces que la
violencia terrorista está muy mal, pero que la política
antiterrorista del Gobierno no es precisamente buena: al contrario,
aumenta la crispación y el enfrentamiento territorial de
España. Lo malo no son las políticas nacionalistas
disgregadoras, que reinventan la historia en clave de hostilidad contra
España, convierten la Constitución en un fetiche absurdo
y los Estatutos en papel mojado que hay que revocar cuanto antes, para
luego revocar a los tres meses el nuevo Estatuto conseguido y pedir
más, mucho más... lo malo no es la educación
despedazada que estudia sólo los campanarios locales ni las
universidades en las que comienzan a apuntar partidas de la porra para
boicotear a los profesores desafectos (como esos nuevos escamots que he
padecido ya en la Central de Barcelona y me negué a sufrir en la
de Tarragona, con gran disgusto del alcalde de la ciudad). No,
escuchemos a nuestros intelectuales y artistas para quienes lo
verdaderamente intolerable es la política del PP: en cuanto se
acabe con ella, reinará la armonía y el Prestige se
convertirá en un yate de recreo con velas blancas (por cierto,
¿quién habrá sido el primero en decir que la culpa
de la matanza de Madrid la tiene la falta de "cintura política"
de Aznar?). La libertad de expresión está gravemente
amenazada (nos dicen los que se han hecho millonarios con ella), no por
los asesinos que llevan veinticinco años boicoteando las
elecciones democráticas y matan a los periodistas que les
contradicen, sino por las manipulaciones de los medios públicos
de comunicación, que tan imparcialmente funcionaban ayer.
Escuchen, escuchen a nuestros intelectuales y lean sus manifiestos y
vean sus peliculillas de protesta: con decirles que el más
profundo de todos ellos parece ser Leo Bassi, sobran más
comentarios.
Resultado de mi autopsia: el país más descentralizado de
Europa es el más amenazado por la fragmentación
nacionalista, que en todas partes está considerada una
abominación reaccionaria salvo aquí, en donde es de
izquierdas y constituye una alternativa de progreso (léase el
magnífico artículo "¿Es congruente ser
nacionalista de izquierdas?", de Mariano Fernández Enguita, EL
PAIS, 10-3-04, que honra a su autor y las páginas en que ha sido
publicado). Es precisamente aquí, donde el nacionalismo obtiene
tanto reconocimiento y parabienes, donde también florece el
terrorismo más sanguinario de Europa. Y aquí ETA sirve de
diosa tutelar a todos los nacionalismos, lo quieran o no,
dándoles el suplemento de seriedad social que nunca se
habrían ganado ni por sus ideas ni por sus propuestas. El
terrorismo es un proyecto de domesticación social, por medio del
cual los depredadores totalitarios consiguen la obediencia de la
democracia carente de virtud cívica: en el País Vasco ya
han conseguido en gran parte su propósito, en Cataluña
llevan buen camino para lograrlo pronto y después... El resto no
será silencio, sino más mentiras, mucho diálogo y
bandas de música tocando himnos patrióticos.
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