El
perfil de un planificador de procesos
comunicacionales
Distintas miradas sobre la
figura del profesional de la comunicación
La apertura de un
espacio de discusión, reconstrucción y transformación de prácticas referidas a la
comunicación tuvo como consecuencia una revisión y reflexión colectiva acerca
del campo académico de la Comunicación.
Las escuelas y
facultades de Comunicación son las que han proliferado más actualmente y no
sólo en nuestro país, sino también a nivel mundial. Es obvio que este fenómeno
tiene que ver con el fuerte impacto de la irrupción de los medios y la
tecnología.[1]
Sin embargo las
políticas de formación y currículum de Comunicación social, ligadas a la
Reforma del Plan de Estudios, han generado un espacio de conflicto y a la vez
de reflexión extensible a toda América
Latina.
Pensar un Plan de
Estudios que no enfoque la comunicación ni
desde las disciplinas, ni desde los medios, y que no sólo intente
responder a las demandas del mercado implica una diversidad de rupturas y
reconstrucciones.[2]
Es necesario
abordar los estudios de la comunicación desde una perspectiva interdisciplinaria
que posibilite la apertura a la pluralidad de modos de comunicación, de tipos
de prácticas que los atraviesen, que desplace el acento puesto en la
información, hacia el de producción y consumo de cultura y que abra los
problemas del intercambio, la apropiación y la validez social en la dialéctica
entre modelo hegemónico y otros dispositivos de comunicación.
Es necesario abordar
y trabajar el habitus interdisciplinario, en la cooperación recurrente, en la
reflexión sobre la articulación de redes de contenido y experiencias,
estrategias que apuntan a romper con la fragmentación disciplinaria.
De ahí que el
planificador de procesos comunicacionales no debe actuar en forma independiente
sino en colaboración con aquellos que van a contribuir a su tarea y, por otro
lado es imprescindible, que su mirada tenga un espectro más abarcador para
comprender y describir desde las distintas disciplinas la problemática que esta
abordando.
Debido a que “lo
comunicacional” está presente en la vida cotidiana, en las interacciones
institucionales, organizacionales y grupales, se presentan distintas miradas
sobre la figura de este profesional de la comunicación.
Según Martín
Barbero, de acuerdo con las distintas tensiones y tendencias se puede hablar
de:
profesionalizante
(tecnicista)
comunicador generalista
B.
A.
Cientificista
comunicador especialista
En relación directa
con los perfiles del comunicador, Fuente Navarro, nos habla de:
a) el periodista,
profesional con habilidades técnico-profesionales, que se ajustan a la demanda
del mercado y a la incidencia sobre la opinión pública.
b) el comunicador
social como intelectual (con énfasis en lo humanístico y el interés en
transformar la dinámica sociocultural, según lo axiológico).
c) el comunicólogo como científico social, marcado por el teoricismo o por el
practicismo positivista.
“Resulta insuficiente la definición de periodista,
entendida como informador profesional que trabaja en los medios. Su función de
mediación alcanza otras dimensiones vinculadas con lo social, con la
construcción del poder, con la participación. La profesión del periodista se
inserta en un espacio donde los medios establecen el nexo entre los movimientos
sociales y la construcción de los modos de la participación social. De este
modo los periodistas, al incorporar nuevos saberes y disciplinas, fueron
constituyendo una nueva identidad a la que se denomina hoy comunicadores.”[3]
La vida cotidiana atravesada
por el espacio de interpretaciones/significaciones se ha transformado en el
objeto de estudio de diversas disciplinas. Se produce así una suerte de
atravesamiento, cruce e integración intrasdisciplinaria, que todo comunicador
debe conocer para poder planificar.
Es así como las
prácticas de la comunicación, en las ultimas décadas han ido constituyendo y
construyendo el concepto de comunicador con un perfil, según mi criterio, mas
abarcador y complejo que el del periodista propiamente dicho.
Las características del comunicador y su rol abordado
desde distintas disciplinas
La profesión del
comunicador se constituye como una labor profesional en el campo de las
ciencias sociales, donde se incorporan día a día, nuevos saberes de
comunicación que provienen de diferentes prácticas sociales y también nuevas
herramientas metodológicas apropiadas para reconocer e intervenir en esas
prácticas.
Es un rasgo
inherente al rol del comunicador su vocación e iniciativa de cambio para
poder comprender y desentrañar la realidad desde la que está posicionado para
realizar su análisis. Pero no es sólo
esta una característica constitutiva de los que trabajan en los medios, sino
también de todos aquellos profesionales de diferentes áreas que se sienten
capacitados para planificar procesos comunicacionales a los fines de un cambio.
Las prácticas
sociales de Comunicación, a través de las cuales los sujetos se relacionan y
las prácticas sociales de Educación, a través de las cuales estos actores se
expresan e interactúan, están íntimamente vinculadas entre sí e inclusive
comparten lineamientos político-culturales en la conformación de sus paradigmas
o matrices teóricas que las abarcan como disciplinas estrechamente ligadas.
Este nuevo eje
comunicación/educación da lugar a la construcción y por consiguiente análisis
de un nuevo sujeto, dotado de una plasticidad cultural, atravesado por dos
dimensiones constitutivas y permanentes puestas en tensión: la de una
escolaridad interceptada por la comunicación y la de una comunicación
transformada en un nuevo saber.
Desde este punto de
vista el rol del comunicador radica en comprender los espacios educativos desde
una perspectiva comunicacional, de reconocer las relaciones que se constituyen
en los procesos enseñanza-aprendizaje y de generar una propuesta pedagógica y
metodológica adecuada.
“El reto de una formación de comunicadores más relevante socialmente no radica (sólo) en la
intención de hacerlo, sino en la metodología para traducir adecuadamente las
practicas profesionales de comunicación- y en generar las prácticas sociales-
en campos educativos.”[4]
El escenario social
contemporáneo esta atravesado por situaciones de comunicación que lo van
constituyendo. En ese escenario se reconocen actores sociales que necesitan
vincularse, entrar en comunicación a partir de sus afinidades y sus
diversidades. Esto da lugar, no sólo a nuevas formas de relación sino también a
distintas maneras de entender las relaciones sociales. El rol del comunicador
por lo tanto es un rol de compromiso (sin perder de vista su
objetividad profesional) en el que debe participar con una mirada atenta e
interpretativa de los sucesos que ocurren en ese escenario y de las personas y
los grupos que participan en él.
Por ese mismo
motivo es imprescindible que el comunicador tenga una perceptiva integral,
transdiciplinaria que cuente con saberes, herramientas y técnicas que
le permitan reconocer como lo comunicacional se reconstruye en ese espacio y
cómo desde su lugar de planificador de la comunicación puede contribuir en la
construcción de nuevas relaciones y prácticas sociales.
Los sociólogos, los
educadores, los científicos, políticos incursionan necesariamente en todos
estos aspectos de la comunicación, porque la comunicación está presente en
todas y cada una de estas disciplinas. Se produce así una suerte de cruce e integración interdisciplinar que aún
no ha concluido y al que estamos asistiendo.
Por otra parte hay
que tener presente que, si bien “todo lo que acontece” parece pasar por la
comunicación, lo comunicacional no resuelve por sí mismo ningún conflicto. En
toda práctica social entran en juego otros factores sociales, culturales,
económicos y fundamentalmente de poder. De ahí que toda problemática social
relacionada con la comunicación debe ser mirada desde una perspectiva integradora, donde el diálogo actúe como un
elemento mediador fundante para alcanzar posibles soluciones.
Toda sociedad está
conformada por instituciones y organizaciones que determinan las formas de
intercambio social.
Las instituciones
se manifiestan como formas más abstractas, mientras que las organizaciones son
sus sustentos materiales, el lugar donde los sujetos interactúan operando en
sus condiciones naturales de existencia y en la constitución de su mundo
interno.
Las organizaciones
son, por lo tanto, mediatizadoras entre las instituciones y los sujetos.
Por otra parte las
instituciones atraviesan las organizaciones y los grupos. Y es este
atravesamiento institucional el que permite comprender cómo determinados modos
de “hacer” y de “pensar” se producen y se reproducen en una sociedad.
A través de un
ejemplo gráfico se puede observar de qué modo, haciendo un recorte transversal
y sincrónico de una organización, las distintas instituciones la atraviesan y
la determinan
Instituciones → ideológica
/ políticas / económica / religiosa / social / entre otras
↓ ↓ ↓ ↓
↓
Organización |
La organización se
convierte en un texto para el análisis de
la interacción que el comunicador debe tomar en cuenta al realizar su
diagnóstico y en el momento de planificar. Si bien las instituciones de una u
otra manera se hayan interrelacionadas, siempre existe la preponderancia de una
sobre las otras. Por eso esta noción de atravesamiento vertical de las
instituciones, relativiza, en algunas ocasiones, la autonomía organizacional.
Es muy importante
para el comunicador en su rol de planificador de procesos comunicacionales,
tener en cuenta al hacer su investigación que
toda organización tiene un orden horizontal llamado transversalidad. Y desde allí construye su propia identidad, teniendo presente la
correspondencia de una dialéctica instituido-instituyente y una dialéctica
sujeto-producido y sujeto-productor. Cuanto mayor significatividad tenga la
transversaliad organizacional, mayor será su identidad por la interacción de
ese sujeto-productor.
Es una necesidad
primordial para el planificador de procesos comunicacionales mirar las
realidades antes que los medios porque la comunicación es una práctica social,
un lugar de producción de sentidos que atraviesa y está atravesada por
distintos campos disciplinarios. Por consiguiente el rol del comunicador va más
allá de la puesta en marcha de un proceso técnico y sistemático, apunta a
desentrañar e interpretar los por qué de los comportamientos individuales y
colectivos de los sujetos, las causas de los conflictos y las necesidades
imperiosas de los cambios.
Frente a un caso
concreto en una organización escolar, donde se encuentre presente el rol de un
planificador , una actitud reiterada
de agresión verbal y física de parte de
un alumno hacia otros compañeros del grupo, requiere conocer el historial del
adolescente cuestionado antes de ingresar al establecimiento, su nivel
socio-cultural, su conformación familiar,
sus vínculos afectivos, su
relación con la escuela para comprender luego cuáles son las causas principales
que lo llevan a asumir dicho comportamiento
Existen en las
organizaciones, sujetos que por su historia personal son mucho más permeables a
las influencias externas, mientras que otros ofrecen más resistencia a las
señales que vienen del exterior.
Según el sociólogo
Schvarstein, dentro del “interior de un sujeto podemos apreciar
cuantitativamente de qué modo esta representado el mundo exterior y su mundo
interno.
Sujeto A Sujeto B
Mundo externo |
Mundo interno |
|
Mundo externo |
Mundo interno |
La situación ideal es
la del equilibrio dinámico que posibilite el corrimiento entre uno y otro
espacio de acuerdo con las necesidades o los requerimientos de la situación.
Ateniéndonos a la
situación del educando, como sujeto en formación, es importante destacar que el
docente en su rol de comunicador y
facilitador-guía controle, regule y dosifique, en lo posible, todo aquello que
entra del mundo exterior.
De lo contrario la
cultura de la imagen, en la actualidad, ya bien afianzada por los medios,
invadirá libremente (video clips, video juegos, publicidad), el espacio
interior del alumno corriendo el riesgo de distorsionar su propia realidad al
mezclar permanentemente lo virtual con lo real.
“En su rol de planificador, el comunicador debe
conocer la identidad y la estructura que define una organización, como así
también saber que lo que constituye a la organización es el diálogo y lo que
constituye al grupo (de esa organización) es la interacción.” Pichon Riviére.
Distintos
niveles de abordaje para planificar dentro de una organización[5]
Desde ese eje de la
transversalidad u horizontalidad, que grafiqué anteriormente, se puede abordar
la organización desde tres niveles lógicos:
1. Nivel epistemológico: considera la
relación entre sujeto investigador y el objeto de conocimiento. Implica además
el reconocimiento de las organizaciones como construcciones sociales y el lugar
del observador que las define como tales.
2. Nivel ontológico: define el”ser del
objeto”, en este caso la singularidad y la especificidad de las organizaciones
respecto de otros ámbitos de interacción social. Se relaciona directamente con
la identidad del organismo.
3. Nivel metodológico: Este nivel se
encuentra más estrechamente relacionado con el rol del planificador, ya que
considera los aspectos técnicos del
trabajo con las organizaciones. Fundamentalmente hace hincapié en la
selección de herramientas adecuadas para operar en ese ámbito, como así también
en los factores que determinan esa elección.
Existen en este
nivel, referencias a un encuadre: ♦
a. unidades de
análisis→ el grupo
b. los recursos de
que se dispone→ materiales, bibliografías, etc.
c. los modos de
comunicación→ explícitos e implícitos
d. los factores
económicos→ salarios, fondos de reservas, etc.
♦Obviamente todos los puntos referidos a este encuadre dependen, en
cuanto a su contenido, del tipo de organización que se esté estudiando.
Etapas de la metodología
Para hacer un
análisis sobre una organización, es importante que el comunicador, en su rol de
planificador de procesos comunicacionales, tenga presente los siguientes
momentos:
1. Prediagnóstico: Elabora una primera
hipótesis en relación con las necesidades de la organización sus propias
capacidades.
2. Análisis: El planificador recoge los
significantes que le permite significar su campo de trabajo y manifiesta su
preferencia paradigmática para trabajar, es decir horizontalidad o
verticalidad.
3. Diseño: Busca el modo más conveniente
de operar o actuar una vez identificado el problema.
4. Diagnóstico: Explicita la hipótesis
acerca del acontecer de la organización y sus causas determinantes. Aquí se
identifican las distintas racionalidades y se hace hincapié en aquellas que están
más involucradas consecuentemente en el conflicto. También se trata de incluir
un pronóstico; es decir una especie de pronóstico prospectivo.
5. Intervención: Se actúa en función del
cambio que se desea lograr. El diseño de intervención se ubica en uno de estos
lugares: organización y su contexto
organización y los sujetos
organización y las instituciones que la atraviesan.
Cualquiera sea el
caso, toda intervención debe basarse en la hipótesis subyacente en el
diagnóstico y elegir las técnicas de intervención mas adecuadas para el logro
de los objetivos propuestos.
6. Evaluación: se deben tener en cuenta
los aspectos cualitativos y cuantitativos relacionados con los cambios
propuestos por la intervención.
Es necesario que la
instancia de la comunicación esté presente en cada una de estas etapas que a su
vez se encuentran íntimamente relacionadas en su dinámica de operar.
Los
procesos comunicacionales y la cultura
Los procesos
sociales desde la comunicación se relacionan además directamente con la
cultura.
“La cultura es un modo de organizar el movimiento
constante de la vida concreta, mundana y cotidianamente. La cultura es un
principio organizador de la experiencia, mediante ella ordenamos y
estructuramos nuestro presente a partir del sitio que ocupamos en las redes
sociales. Es en rigor nuestro sentido práctico de la vida.”[6]
Si lo
comunicacional está presente en la vida cotidiana, es necesario situar a estos
procesos sociales dentro del terreno cultural.
Esta mirada nos
permite abordar el estudio de las prácticas sociales relacionadas con la
comunicación, no sólo desde una perspectiva científica y técnica, sino
también tomando en cuenta: a) Las
coordenadas de tiempo y espacio, ya que el hombre es un sujeto histórico y
actúa desde un espacio determinado. b)
La articulación con los sueños y las utopías que confieren al planificador una
mirada prospectiva y futurable a la hora de pensar en nuevos proyectos.
La cultura es
memoria que se articula y reflexiona con el presente para meditar sobre el
porvenir.
Los fenómenos
culturales son esencialmente fenómenos simbólicos, y que por consiguiente su
estudio requiere de una competencia necesaria por parte del planificador para
poder desentrañarlos.
La cultura designa
pautas de significados históricamente transmitidos y encarnados en formas
simbólicas (que comprenden acciones, expresiones y objetos significantes de la
más variada especie), en virtud de los cuales los individuos se comunican entre
sí y comparten sus experiencias, concepciones y creencias. De ahí que en su rol
de planificador, el comunicador debe incluir en este tipo de análisis una
modalidad descriptiva, frecuentemente asociada con supuestos concernientes al
afán de clasificar y comparar el cambo
evolutivo con la interdependencia orgánica-funcional, que en muchos casos
existe.
La cultura,
definida como una urdimbre de significaciones, abarca el conjunto de los procesos sociales de producción, circulación y
consumo de la significación de la vida social.
Por otra parte, el
lenguaje es otro elemento clave que se constituye en soporte de la cultura, ya
que es el medio más efectivo, preciso y directo que tiene el sujeto para
expresarse. Sin embargo no hay que descartar, en este ámbito, lo otros tipos de
lenguajes que constituyen y construyen esa red simbólica que da cuenta, más
allá de las palabras, de los diferentes escenarios , situaciones y realidades
que crean y recrean sus significados a través del tiempo.
“Las sociedades constituyen su simbolismo no en total
libertad, porque están asidas a la historia y a un orden simbólico precedente.
Sin embargo las organizaciones están formadas por
redes simbólicas, consistentes en ligar a símbolos (significantes) unos
significados representativos y en hacer valerlos como tales dentro de
sociedades.”[7]
La organización es
un concepto cultural, convencional en el que entran en juego diferentes
valores. Pero también la organización es
un lugar desde donde se construye lo social teniendo en cuenta para ello, las
relaciones dialógicas y causalidades recíprocas que se dan entre los sujetos
que la conforman.
Reina en este
concepto un orden simbólico. Y, con la presencia del simbolismo, aparece el signo: significante/significado, que el
planificador debe saber desentrañar para poder describir e interpretar las
distintas escenas que entran en juego.
Esa pluralidad de
significantes son pasibles de ser significados desde diferentes perspectivas
que hay que saber abordar.
Las organizaciones
pueden definirse entonces como puestas en escenas de un orden simbólico.
En el caso concreto
de la escuela, el diseño de las aulas, los uniformes de los alumnos, los
retratos de los próceres por encima de cada pizarrón, los crucifijos en los
colegios religiosos, etc. Son significantes pasivos de un orden simbólico,
sujetos a tener distintos significados de acuerdo con la perspectiva
(sincrónica o diacrónica) desde donde se los aborde.
El objeto de las
ciencias sociales es, consecuentemente, un objeto histórico que cambia
permanentemente con la cotidianeidad de la praxis humana; por lo tanto no puede
considerárselo como una unidad de análisis cerrada y estructurada.
L a comunicación es
una perspectiva de abordaje que se puede aplicar a cualquier práctica social
teniendo siempre en cuenta el sentido de la trasdisciplinariedad que
la atraviesa. La comunicación es también una manera de posicionarse desde un
lugar para el análisis, pero también de construir un modo de intervención que
tiene como fin último el cambio. Ese cambio supone la planificación de la
acción y al mismo tiempo, la búsqueda
de políticas y estrategias adecuadas para llevar a cabo la gestión.
De ahí, que otras
características del planificador de procesos comunicacionales son su
participación activa, atenta, constante y mediadora.
El comunicador debe
tratar a la planificación como un instrumento que permite conjugar la utopía
con la realidad. Por otra parte en ella, se conjugan dos dimensiones: una
científica y otra política. Cada una de estas dimensiones se posiciona y se
expresan según el modo de ser y actuar de los protagonistas del proceso.
El comunicador, al
asumir que lo comunicacional es inseparable de las prácticas sociales debe
poner sus habilidades al servicio de la gestión que abarca tanto el nivel de
las relaciones, como el de los medios y el de las producciones. Además siempre
se debe tener en cuenta que la gestión esta fuertemente atravesada por las
relaciones de poder y esto implica la necesidad de crear consensos y hegemonías
dentro de la organización o espacio desde donde se está pensando
Conclusión
La acción humana
requiere siempre proyectos que la oriente Y para un comunicador es posible
pensar la identidad cultural cuando se reconoce como parte fundamental,
imprescindible y responsable de la efectivización de sus proyectos desde donde realice su gestión: educación,
política, economía, administración, etc.
La ideología
tecnocrática sólo ha buscado alimentarse a costa de cualquier sacrificio
humano, e inclusive a riesgo de tecnocratizar la vida.
La contracara de
esta tecnocracia es la utopía como expresión de un nuevo
imaginario social donde los valores humanos y la dignidad y el respeto por el
otro se hallan siempre presentes a la hora de pensar en los cambios.
Lograr un
equilibrio, reinstalar la confianza, la esperanza y la utopía de una vida mejor
deben ser los resortes que impulsen a
un comunicador en su oficio de planificar.
En síntesis, este planificador
de procesos comunicacionales debe ser parte constitutiva y constituyente de esa
realidad que va a planificar. Y de ese modo su rol, su vocación para el cambio,
su perspectiva transdiciplinaria, como así también su capacidad de producir y
desentrañar mensajes, y su propuesta de gestión cobrarán un sentido más
relevante y vital para la sociedad.
Susana B. González
[1] Resulta paradójico que muchos de
esos alumnos que acceden a esos
establecimientos, se dejen llevar aparentemente por una fuerte “vocación de
comunicadores”, sin tener en
cuenta “el agujero negro” que traen de
sus Niveles Medios en relación con la Lengua
y todo lo que ella connota: comprensión de textos, lectura veloz y
fluida, enriquecimiento de vocabulario, correcta expresión oral y escrita.
[2] Huergo, Jorge,
Comunicación/Educación, La Plata, EPC, 2001
[3] Uranga, Washington, “Sobre el
oficio del comunicador”
[4] Orozco Gómez, Guillermo, Al recate
de los medios, Universidad Iberoamericana, México, 1994
[5] L.Schvarstein, « Psicología
social en las organizaciones »
PLANGESCO, Universidad de la Plata 2002
[6]Uranga, W. Maestría en Planificación
y Gestión de Procesos comunicacionales, PLANGESCO, La Plata,2001
[7]
Castoriadis, Cornelius, “La institución imaginaria de la sociedad
1” PLANGESCO, La Plata, 2002