¿LA BIBLIA, LA FE, PARA QUÉ OS SIRVE? |
"Luego leía el Evangelio
que dice: no oponer resistencia al malvado..., si alguno te abofetea en la mejilla
derecha..., si alguno te roba... Recuerdo que una vez mi padre se enfadó y le dije:
"Mira lo que dice aquí. Tú eres católico ¿no?" Y él me dijo que eso eran
cosas de los santos, de San Francisco, y no sé de quién... Entonces le contesté:
"Este libro, la Biblia, lo puedes tirar por la ventana porque he entendido que no
tiene ninguna relación con la realidad. Me niegas que esto se pueda vivir, que las cosas
son como son..., que la vida es otra cosa: estudiar, ganar dinero, vencer... Entonces,
¿la Biblia, la fe, para qué os sirve...?"
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¡AYÚDAME! |
"Entré entonces en mi
cuarto, y me puse a gritar a este Dios que no lo conocía. Le gritaba: ¡Ayúdame! ¡No
sé quién eres! Y en aquel momento el Señor tuvo piedad de mí, pues tuve una
experiencia profunda de encuentro con el Señor que me sobrecogió. Recuerdo que lloraba
amargamente, me caían las lágrimas, lágrimas a rios. Sorprendido me preguntaba: ¿por
qué lloro? Me sentía como agraciado, cono uno a quien delante de la muerte, cuando le
van a disparar, le dijesen: "Quedas libre, gratuitamente quedas libre" y
entonces aún no se lo cree y llora por la sorpresa de que le han liberado. Esto fue para
mí pasar de la muerte a ver que Cristo estaba dentro de mí y que alguien dentro de mí
me ha dicho que Dios existe." ¿Qué era lo que me había pasado? Fue un toque, un testimonio profundo que me decía no solo que Dios existe, sino que Cristo es Dios. "De hecho me presenté a un sacerdote y le dije que quería hacerme cristiano, y él me dijo: "¿como?, ¿es que no estás bautizado?" "Sí estoy bautizado", le contesté. "Entonces, ¿qué quieres?, ¿hiciste la primera comunión?". "¡Si!, pero mira que yo..." "Ah, que quieres confesarte!..." No me entendía. Pero yo sabía que lo que quería era hacerme cristiano, y para eso, ¿ir a confesarme un día y ya está? Yo sabía que hacerse cristiano tenía que ser algo muy serio. Así es como por fin hice Cursillos de Cristiandad, una iniciativa que surgió en España por aquellos años. Y me ayudó. Comencé una verdadera búsqueda del Señor. Iba a la iglesia y decía a los demás: "Ayudadme a hacerme cristiano!".
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DEL ARTE A LOS POBRES |
"Después , mi pintura
cambió. Comencé a pintar arte religioso. Algunos conocéis mis iconos. Al poco tiempo
fundamos un grupo de artistas, un movimiento de renovación del arte sagrado para hacer
las iglesias más hermosas. Arquitectos, escultores y pintores nos pusimos a reconstruir
la Iglesia, un poco como empezó San Francisco. Pero en un cierto momento me di cuenta de
que no servía nada reconstruir la iglesia exteriormente cuando tanta gente cono yo me
había encontrado, en una terrible situación". "El Señor me permitió encontrar a una persona que sufría. Entonces lo dejé todo y a todos. También mi prometedora carrera de pintor. Me fui a vivir a las chabolas. En Charles de Foucauld encontré la fórmula para vivir: una imagen de San Francisco, una Biblia -que sigo llevando conmigo porque la leo todos los días- y una guitarra. Entre las chabolas hechas con cartones, muy parecidas a las del Brasil, encontré una barraca que servía para los perros vagabundos y me metí allí. Hacía un frío terrible y venían todos los perros vagabundos a darme calor. Era algo gracioso estar allí con los perros, que de repente se encontraron con un nuevo huésped en su perrera que era yo." ¿Pero qué hacía allí y en esas condiciones? Dios me quería en las chabolas para empezar un camino de conversión para muchísima gente. Allí en la chabolas ocurrió un milagro. Mis vecinos, la mayoría gitanos, me preguntaban quién era yo. Tenía barba, hablaba de forma distinta a la de ellos, pero hacía la misma vida: pedía limosna, trabajaba ocasionalmente como obrero... Entonces ellos me preguntaban, pero yo no quería hablarles. De Foucauld había aprendido la imagen de la vida oculta de Cristo: estar silenciosamente a los pies del Cristo-desecho de la humanidad, destruido. Ser el último es estar ahí, a sus pies. Pero el Señor empezó a llevarme, en primer lugar, a dos chicos perseguidos por la policía por vender droga, y después a un indigente borracho. Al poco tiempo éramos un grupo de diecisiete personas en mi chabola de tres metros cuadrados. Lleno total. Allí me encontré con la sorpresa de que tenía que hablarles, darles una razón de mi fe. Tomaba la guitarra, cantábamos, abría la Escritura y decía: "¡Señor, ayúdame. Yo no sé predicar, no sé hablar!", del profeta Ezequiel. He visto que el Señor me daba un significado a la Palabra para poder amarles a ellos, por amor a estos pobres que traían las manos llenas de pecados. Uno había estado siete veces en la cárcel, otra era un vieja fea y prostituta. había ladrones, vagabundos que recogían cartones por la calle y los vendían, gitanos que andaban vagabundos. Tuve muchos problemas y conflictos. Intentaron matarme dos veces... Una historia que es mejor no contar."
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LA LEY DEL TALIÓN |
"Un día el jefe de un clan
de gitanos, que estaba en lucha con otro clan, y que venía mucho a verme para pedirme la
guitarra, me preguntó qué decía la Biblia sobre los enemigos. Me contó que, tras un
enfrentamiento entre los dos clanes, él había golpeado a la madre del jefe de otro en la
cabeza, y que le tuvieron que dar quince puntos. Como entre ellos rige la "ley del
Talión", pasados dos años había llegado el otro con deseos de venganza. Como en
ese período la relación entre los dos clanes estaba en calma, decidieron ambos jefes
encontrarse solos, y pelearse a bastonazos, hasta hacerse sangrar. Mi joven amigo estaba
muy preocupado. Yo abrí la Escritura y le leí el Sermón de la Montaña, donde se invita
a no poner resistencia al mal. "¿Entonces, debo dejar que me mate a
bastonazos?" Le di el otro único libro que yo llevaba conmigo: "Las Florecillas
de San Francisco". Lo leía y venía todas las tardes a comentármelo. hemos rezado
juntos para buscar una salida, para que pudiese salvar la vida sin necesidad de matar al
otro. La única solución era ir sin el bastón en son de paz. El día de la lucha se
presentaron antes a mí con el bastón. Al final lo convencí y fue sin él. Yo me puse de
rodillas a rezar el rosario para que la Virgen María salvase la vida de aquel chico. El
tiempo pasaba. Las dos, las tres de la madrugada. Pensé que habría muerto, cuando le vi
llegar. Al verlo sin el bastón, su adversario decidió resolver la disputa
económicamente. Me amigo de´ió pagarle "un tanto". Se llama José Agudo.
Ahora está en el Camino, y tiene trece hijos".
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¡RESUCITÓ! |
"Un día José me llevó a
hablar a su ´tribu´. F´e en una cueva enorme llena de gitanos. me dijo:
"Háblales", y no sabía que decir. Así que empecé por el principio, y me puse
a hablarles de Adán y Eva, cuando de repente la madre de José Agudo se levantó:
"Yo se que en el cielo hay una mano potente, que es Dios. ¿Pero lo de la otra vida,
lo del infierno, todas esas cosas de los curas? ¡Yo lo único que sé es que mi padre
murió y no ha vuelto a casa! ¡Cuando yo vea a un muerto volver del cementerio
creeré!". Se levantaron todos y se fueron. y yo me quedé allí, bloqueado,
atontado, sin saber que hacer. Aquella mujer, sin embargo, sin quererlo, me había dado la
clave, porque me había dicho que estaba dispuesta a escucharme cuando yo hubiese
encontrado un hombre que hubiese salido del cementerio. Y efectivamente, buscando en la
predicación primitiva y en los Hechos de los Apóstoles, se encuentra el testimonio de un
pagano de nombre Festo, que le dice a Agripa que había un prisionero -que era San Pablo-
que decía cosas muy interesantes. Festo hablaba a menudo con Pablo, pero la única cosa
que habían entendido, y se lo decía a Agripa, era esto: "Hay un prisionero que
habla de un muerto, que él dice que ha muerto, pero que vive, que ha vuelto de la muerte,
¡que ha vencido a la muerte!" De toda la predicación de San Pablo, Festo recordaba
sólo esto. Os cuento esto para deciros en dos pinceladas cómo el Señor me ha hecho ir
entrando en este kerigma, en este modo de anunciar la
salvación, de dar en el núcleo central." "Cada vez que me he sentido desalentado, he sentido una voz dentro de mí que me decía. "¡Coraje, Kiko, ánimo, que te quiero!" "¿De verdad que me quieres?" "En serio, ¡te quiero mucho, muchísimo!" Cristo me ha prometido: "Kiko, ¡tú no morirás!" ¡Un bautizado que viva coherentemente la fe ya ha resucitado con Cristo en el bautismo y forma parte del cuerpo de Cristo resucitado! Aquella gitana que me decía: "¿Cuándo has visto tú un hombre venir del cementerio?" Yo ahora le puedo contestar: "Yo he visto a este hombre que ha salido de la tumba y ha venido a decirme: ¡La paz esté con vosotros, yo he vencido al mundo!" Por eso os invito a terminar con un canto. Cantemos un canto de la victoria de Cristo sobre la muerte, cantemos juntos ese canto que hice en las chabolas, que se llama ¡Resucitó!" |