"No dejes que tus posesiones te posean".

"Ningún bien material nos pertenece realmente, porque si nos perteneciera, podríamos llevárnoslo al abandonar este mundo" . . . Madu Jess

"Hay que tener el valor de renunciar a tiempo".

"Engendrar un hijo es prepararse para el supremo dolor de perderlo".

"El desprenderse de la costumbre es cosa que los hombres sienten más que el desprenderse de una muela".

"El amor no posee nada ni deja que se lo posea; se basta a sí mismo" . . . K.Gibran

"Cuando la bienaventuranza se va, es preciso recomenzar".

 

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Ya el Buda había hablado de la necesidad del desapego de las cosas transitorias e irreales de este mundo, y del deseo como fuente de dolor.

El estar apegados, no sólo a los objetos de este mundo, sino también a los seres más queridos, es el origen del sufrimiento. Cuando no renunciamos a estas ataduras, corremos el riesgo de sufrir penas muy profundas cuando el destino arrebata de nuestro lado al ser querido, o convierte en añicos o cenizas aquello que tanto significaba para nosotros, y a lo que dimos todo el amor de nuestro corazón. Apegarse sólo crea inquietud, temor, egoísmo, rivalidad y hasta odio.

Jamás tengamos un apego excesivo por nada ni por nadie. Este sentimiento hacia una persona, un objeto, un modo de vida, una manera de pensar o de sentir, nos limita. Y la Vida no debe ser limitada; toda carencia traerá frustración y dolor, y no nos permitirá expresar libremente nuestro verdadero SER, inmortal e ilimitado como el mismo Dios.

El verdadero desapego, meritorio ante la Divinidad, es el abandono de nuestro ego, que crea, por ignorancia, ilusiones, mentiras, ambiciones y egoísmos. Y que también es el creador del miedo, nuestro más mortal enemigo. Pero son pocos los dispuestos a abandonar el ego, con las fatuidades de la personalidad, llenas de mentiras.

Y cuando carezcamos de apego y renunciemos al ego... żalcanzaremos la felicidad? Si. Encontraremos la ansiada dicha, porque al liberarnos del pequeño yo, habremos dejado de lado a los deseos, a las ambiciones, a las rivalidades, a todas esas pasiones que engendran dolor y destruyen la paz. Y lograremos la unión con Dios, porque cuando nos olvidamos del ego, rompemos el velo de la ignorancia y nos damos cuenta de que siempre hemos estado unidos con Él, que Dios y nosotros somos una misma cosa, una misma esencia; que lo llevamos dentro.

Y cuando logramos esta realización, alcanzamos la paz y la felicidad, y nunca más volvemos a caer en los dolores del mundo, con sus pasiones y crueldades. Y seremos almas libres, que conocieron la Verdad de una manera espontánea y bella.

JUNIO de 1999