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El Tercer Sector: una cuestión de debate*

 

por Francisco Arias Pelerano**

 

Desde que el hombre puso su pie en la Tierra (¿30.000 años AC?) hasta el 1700 de nuestra Era, la población mundial trepó hasta los 700 millones de habitantes. Pero en los últimos trescientos años arribará, por cierto, a más de 6000 millones de seres.

 

Esta explosión demográfica radicada en los sectores marginales del planeta —que contrasta con la implosión de los centros— es producto de otro fenómeno inédito en la vida del hombre: el desarrollo de un dominio cada vez más profundo sobre las entrañas mismas de la naturaleza.

 

De allí saca energías casi infinitas que prometen un promisorio reemplazo de los factores objetivos de la producción material de bienes por factores obtenidos precisamente de la naturaleza. Se cumple así el precepto bíblico de la Creación, de dominarla para ponerla a nuestro servicio, si bien es cierto que esta posibilidad puede ser frustrada por la falencia del hombre, no precisamente un ángel.

 

De esta situación, de abrir revolucionariamente a la naturaleza, se derivan consecuencias de distinto tipo, una de las cuales es el hecho cierto de que la expectativa de vida del hombre de hoy ha aumentado en forma asombrosa merced a una singular disminución de la mortalidad infantil, y a la vez a descubrimientos médicos que van derrotando la enfermedad mediante un progreso asombroso en lo que se refiere al funcionamiento del cuerpo humano y al reemplazo creciente de órganos.

 

Entre los 35 arios de expectativa durante Roma, y los más de 70 aún en los marginados, y los pronósticos de pasar el siglo en pocos años, los cálculos se ven superados por la realidad.

 

Lo que hay que hacer notar, encarando ya el problema del Tercer Sector, es que el dato más impactante coincide con el hecho de que no sólo se vive más sino que las condiciones psíquicas y físicas básicas se mantienen en alto nivel no obstante el correr de los años.

 

Ello engendra la aparición de problemas nuevos en todos los órdenes de la vida individual y social (familiares, partición en sociedades necesarias o convencionales, locales, regionales o globales). Es que en el vivir del pasado próximo un hombre de 50 años comenzaba a preparar su retiro de la vida económica y profesional. Más aún, admitía su propio desplazamiento como jefe de la comunidad familiar, cediendo funciones normalmente a sus hijos mayores que asumían la programación de los recursos patrimoniales que él había creado. Aunque no hubiera una disminución física concreta —que siempre la había— en mayor o menor medida su retroceso psíquico se producía porque se convencía de que su opinión estaba viciada por una vejez cierta y una muerte cercana. Curiosamente variaban los interlocutores tradicionales que en muchos casos eran reemplazados por los nietos, infantes o adolescentes, sin perjuicio de la asociación informal con otros "viejos" reunidos en las plazas los días agradables con los cuales se intercambiaban recuerdos.

 

En rigor, se esperaba la muerte, complicándose muchas veces el problema con el fallecimiento de la compañera de toda la vida con la lógica secuencia de liquidación de bienes y la asignación de nuevos lugares de vida, abandonando los tradicionales, para convivir con otros familiares a los cuales evidentemente se molestaba y los cuales hacían el sacrificio de recibir al "viejo" con sus manías.

Posteriormente este sacrificio era reemplazado, sin dejar de causar problemas de culpa, por la internación en lugares de diferente calidad, pero todos ellos extraños con caras nuevas y objetos distintos alrededor. Las visitas, al principio con una cierta regularidad, se iban espaciando. Por cierto que este panorama variaba según los diferentes niveles de ingresos, pero la marginalidad y la exclusión era siempre un hecho de mayor o menor intensidad.

 

En resumen: un hombre llegado a la cincuentena comenzaba su despedida de la vida social y del ámbito de poder que había gozado aprestándose a vivir de recuerdos en soledad. Los reconocimientos derivados de un status dado comenzaban a escasear ("antes cuando pasaba se paraban y saludaban; ahora miran para otro lado"). La legislación recibía esta realidad, lo que se concretaba en ofertas de retiro a edades que hoy resultan casi ridículas.

 

Actualmente, la situación ha variado de manera sustancial, generando una serie de problemas que recién se comienza a reflexionar cómo solucionarlos. Se vive más y en mucho mejores condiciones físicas y psíquicas, lo que provoca en los seres de tercera edad una demanda de permanencia en los más variados sectores de decisión. El Profesor no quiere retirarse; el Jefe de empresa tampoco (ya sea agrícola, comercial industrial o financiera); los líderes sindicales se aferran a sus puestos; las autoridades políticas, en general, aceitan sus mecanismos de concentración en el poder y jamás, hasta el último estertor, abdican de su voluntad de permanencia mayor o menor. La misma Iglesia Católica tuvo que imponer un período de retiro, fijándolo en 75 años para los Obispos y 80 para los Cardenales en lo que se refiere a la emisión de voto.

 

No obstante, las prórrogas no constituyen la excepción. En el ámbito familiar el padre pretende seguir decidiendo no obstante que los cambios en la vida familiar lo limitan cada vez más. Es que el núcleo de la cuestión reside en el hecho de que otros, con vidas casi hechas, y maduras, no aguantan esperar más para reemplazar al "Viejo". Sus ilusiones se agotan en la espera ante oportunidades que se consideran perdidas. Además, se insiste, el Viejo está bien, y participa —quiérase o no— en los debates familiares. Es un nuevo personaje que se incorpora a la vida del hombre contemporáneo que de ninguna manera aparecía hace 50 años.

 

Es un extraño y novedoso protagonista que aunque no lo quiera provoca conflictos por la simple razón de que no renuncia a participar apoyándose en una eficaz negativa a desprenderse de sus fundamentos de poder. No cede las acciones mayoritarias de su empresa, no vende bienes, y si lo hace conserva el efectivo o efectúa nuevas inversiones muchas veces secretas. Desde ya que estas consideraciones valen para los sectores de ingresos medianos o altos, pero aún en las otras franjas, con otras características, el problema permanece y se repite. Por cierto que en otros casos la situación puede ser trágica.

 

El hombre está bien física y psíquicamente y llega un momento que queda marginado, pero esta vez sin medios económicos y con un retiro risible. Muchas veces eso ocurre con los profesionales que en un instante se ven reducidos al retiro obligatorio, obligados a buscar trabajos de inferior calidad. Los militares son un ejemplo actual de estas situaciones que desde una posición de mando se ven obligados, por ejemplo, a ser Jefes de seguridad de supermercados u ocupaciones similares.

 

De todas maneras conviene aclarar que las posibilidades de conservación del poder y del prestigio por parte de los de tercera edad se dan por cierto mucho más en los países centro que en los periféricos. Esto significa, como conclusión, que en el país debemos estar atentos a develar la problemática, todavía de la soledad, pero complicada con el aumento casi exponencial de su componentes y con las buenas condiciones relativas de los mismos, sin descuidar los conflictos derivados de una minoría de resistentes con medios para organizar sus defensas frente a los que vienen "empujando".

 

De lo expresado muy suscintamente surge la complejidad del tema del Tercer Sector. Existen temas y enfoques distintos que debieran dar soluciones imaginativas. De todas maneras, lo asistencial —y aún el soporte espiritual— no dan solos la solución de fondo, por aquello tan sabio de Santo Tomás de Aquino cuando, refiriéndose a la prioridad de las necesidades materiales y espirituales derivadas de la naturaleza del hombre, enunció el hecho de que lo que es prioritario en el orden de la intención (lo espiritual) es segundo en la ejecución.

 

Como decían los antiguos: "Cuando el cuerpo se enferma el alma se sienta".

 

NOTAS

* En memoria de D. Francisco G. Arias.

** Director de la Escuela de Ciencias Políticas (Universidad Católica Argentina).

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