por María del Pilar de la Merced
"Vale la pena trabajar arduamente para
construir esa hermosa utopía."
Rigoberta Menchú Tum
Lo primero que podemos preguntarnos es por qué
hablamos de pueblos indígenas de nuestro país como de "colectivos
vulnerables". ¿Por qué como sinónimos? ¿Cómo han llegado a ser
sinónimos? Se nos presenta como un golpeteo recurrente ¿Se habrá
extremado el análisis y la reflexión sobre esta realidad? Y, en todo
caso, ¿satisfacen a la sociedad nacional los resultados?
Cabría un segundo interrogante. ¿Hay futuro para
estos conjuntos? O asumiendo una actitud de responsabilidad social,
¿seríamos capaces de construir nuevas relaciones? Aquellas que
transformen la asimetría y la marginalidad cultural, social y económica
en relaciones equitativas y solidarias, fruto del ejercicio real de la
democracia participativa. Nuevas relaciones que se logran como efecto de
la distribución social, cuando ésta se entiende como mecanismo de
autogestión, más que como asignación de excedente.
Son estos mismos colectivos quienes garantizan, a
través de la capacidad efectiva para modificar la situación de vida y
sus expectativas, el mecanismo de autogestión participativa. Como
exigencia, nos referimos a un desarrollo humano sustentable fuera del
alcance de cualquier asistencialismo. Y como preconcepto, a la necesidad
de considerar a estos pueblos y comunidades como entidades que valoran su
pasado, pueden dar cuenta de su presente y son capaces de proyectar su
futuro.
Y aún otro interrogante más, ¿quién o quiénes
poseen las partes del rompecabezas que permitan construir, desde el
respeto mutuo y el reconocimiento de la diversidad, las relaciones capaces
de transformar esa realidad homogeneizada, en contraparte de la
diferenciación y de la heterogeneidad? Quién o quiénes se dispondrán a
asumir los desafíos que devienen de nuevas construcciones sociales y de
nuevas valoraciones sociales.
Desde aquí nos preguntamos "si es posible
recuperar la problemática del bien común y la solidaridad o si el Estado
solo debe garantizar reglas y la primacía del mercado en la fijación de
las mismas."
La respuesta evidentemente no pertenece al ámbito del
voluntariado, sino al núcleo de las definiciones y políticas federales.
Y es de esas respuestas que se construyen en el ejercicio diario de la
soberanía nacional, de la lucha por la dignidad más allá de la
subsistencia, en el reconocimiento de los legítimos derechos de los
pueblos y de las comunidades asumidos por el conjunto de la sociedad del
país.
Algunos datos y muy generales
Según Luis Enrique López, en América Latina los
indígenas representan el 10% de la población total de la región,
alrededor de 40 millones.
En diferentes países existen movimientos con capacidad
de interlocución nacional. A la vez, se evidencia una mayor conciencia
internacional sobre la diversidad y la postergación de la población
indígena.
Se van logrando avances jurídicos y reformas
constitucionales que dan cuenta de la multietnicidad, la pluriculturalidad
y el multilingüismo.
En Brasil, donde los aborígenes apenas llegan al 1,7%
de los habitantes, tienen vigencia más de 170 lenguas de 10 familias
lingüísticas diferentes.
El patrimonio de lenguas autóctonas en toda América
Latina significa más de 500 idiomas. Su existencia y uso se vincula con
los patrones culturales que ellos vehiculizan.
Como parte de los avances que se van logrando, la
mayoría de los países acuerdan en reconocer la educación para la
población indígena a través de un enfoque intercultural y bilingüe
(EIB). Las reformas educativas son contextos favorables para llevarla a la
práctica.
En la actualidad va tomando fuerza un nuevo discurso
político que reconoce y valora toda esta diversidad.
En Argentina habitan doce grupos étnicos diferentes,
de los cuales once mantienen su propia lengua con diferente grado de
vitalidad.
La población se pondera en 346.560 aborígenes
(ENDEPA, 1987) que habitan las zonas más pobres y empobrecidas de catorce
provincias argentinas. A esta cifra se opone la del único censo oficial
citado reiteradamente (Ministerio del Interior, 1966) que habla de 75.837
indígenas en todo el país.
En el Departamento Ramón Lista, provincia de Formosa,
el 85% de la población es wichí (gente, en lengua materna),
perteneciente a la familia aún denominada por las ciencias sociales
mataco-mataguaya. De este mismo tronco provienen también los nivaclé,
los chorotes y los maká, pequeño grupo actualmente asentado en
territorio paraguayo a unos cincuenta kilómetros de la frontera.
Las hoy llamadas comunidades wichí viven desde
comienzos del siglo XX en situación de cambio como consecuencia de
contactos interétnicos e interculturales iniciados con la llegada de los
primeros misioneros anglicanos al Gran Chaco. Con la instalación de los
ingenios azucareros en Salta y Jujuy también las zonas de ese monte que
hasta entonces era desconocido e impenetrado se sembraron de senderos,
llamados picadas, que favorecieron los exilios periódicos de los
más o menos numerosos clanes familiares. La literatura oral de la etnia
habla de días y noches inacabables en difíciles caminos que ancianos y
niños no siempre lograban vencer. Los relatos se tiñen de nostalgia por
quienes no alcanzaban a ver de nuevo sus tolderías. Y allí se hace
silencio porque el dolor todavía está vivo.
De aquellos primeros contactos devienen parentescos
entre etnias, sistemáticas epidemias diezmadoras y la noción práctica
de un trabajo forzado. Quien representaba el interés del dueño era,
además, dueño de las personas y de sus vidas.
De allí las primeras experiencias colectivas de
vulnerabilidad y el primer acercamiento a la diferencia como disvalor.
Otros vulnerables y "otros" vulnerabilizadores. Allí empezaron
a darse cuenta de que ser diferentes tenía un alto costo y que el precio
podía ser la vida.
Para relacionarlo con la línea de tiempo, hablamos de
las primeras cuatro décadas del último siglo.
Acudamos a otros datos. Trasladándonos al campo de la
sociolingüística, se pueden establecer distintas zonas dialectales con
sus variaciones características. La primera macro diferencia que hacen
los mismos wichí es entre quienes pertenecen al río Pilcomayo y quienes
provienen de las riberas del Bermejo. Continúan por
"arribeños" y "abajeños" de ambos cauces; y luego,
según el habitat de traslación más cercano, los del monte y los del
río.
La lengua de comunicación social y familiar es la
materna en todos los contextos. Aunque la gran mayoría de los varones se
desenvuelven, no sin dificultad, en un bilingüismo sustractivo, las
mujeres siguen siendo monolingües, con excepción de las poquísimas que
han llegado a cursar el nivel medio.
A grandes rasgos, los wichí de Ramón Lista
Según el Ministerio de Desarrollo Humano de Formosa,
el Departamento Ramón Lista tiene una población de 9.261 habitantes. El
85%, unos 7.900, son wichí, agrupados en 37 comunidades con núcleos
poblacionales que varían entre 50 y 2.500 personas, con una organización
política propia. Del 15% restante, el 14% son criollos provenientes en
segunda generación de Salta y Santiago del Estero, como pequeños
ganaderos; y el 1% está compuesto por pobladores no estables: docentes no
aborígenes, profesionales de la salud y comerciantes semiambulantes
La zona abarca 3.871 km2 , lo que significa
una densidad de 2,4 habitantes por km2.
Entre 1989 y 1990, los wichí recibieron de parte del
gobierno provincial los títulos en propiedad comunitaria de las tierras
que habitan ancestralmente. Esto equivale a 116.975 hectáreas. La
mayoría de ellas tiene alto riesgo de desertización, con continuas
erosiones, vegetación degradada y escasez de recursos aprovechables.
Tierras sometidas a los vaivenes del errático curso del río Pilcomayo, y
el riesgo permanente frente a la divisoria de aguas con el vecino país.
Alguien podría preguntarse qué cambia con la tenencia
del título de propiedad. Aún a costa de que parezca obvia la respuesta,
se podrían recordar expresiones como las siguientes: "Como ya ha
sucedido, pueden quitarnos lo poco que tenemos. Necesitamos estar
legalmente seguros." "Como el árbol, nuestra seguridad es la
tierra. De ella vivimos."
Se hace evidente que contar con alguna seguridad
jurídica nos hace menos vulnerables. La preocupación por hitos como la
tierra, la salud, la educación y la vivienda reiteran en contextos
aborígenes nacionales la necesidad del reconocimiento de los derechos
reales, consuetudinarios y constitucionales, en lo individual y colectivo.
No se trata simplemente de roles y de servicios diferentes, se trata de
reconocimiento de poderes.
Los títulos de propiedad se lograron a partir de una
empecinada organización que abarcó a las tres etnías de Formosa, q’om,
(toba es considerado despectivo por el conjunto), pilagá y wichí.
La posesión legal es un paso. Poseer, conservar y
administrar los recursos naturales y el medio ambiente en beneficio de
todos e iniciarse en una nueva propuesta de autosubsistencia y
autosostenibilidad, a la vez que apropiarse de tecnologías sencillas de
posible aplicación, para interrelacionarlas y enriquicerlas con los
conocimientos, tecnologías y saberes milenarios, son aspectos que
competen y complejizan un mismo desafío.
Cada oportunidad de distribución más equitativa en un
proceso real y efectivo de desarrollo humano integral apuesta al
crecimiento de la solidaridad social, haciendo parte de las fortalezas que
se construyen a diario y, en la mayoría de las veces, a partir de las
mismas debilidades que se protagonizan. La convivencia cotidiana con estas
prácticas permite afianzar la legitimidad y fortaleza de la organización
que las mismas comunidades se fueron dando en búsqueda de la tenencia
legal de las tierras, de un sistema educativo mejor organizado y más
allá de la escolaridad obligatoria, de una mejor atención en la salud,
la alimentación, la vivienda y los servicios, lejos de meras
compensaciones y sustituciones aleatorias o coyunturales.
Acudir a la expresión de una indígena quiché de
Guatemala nos ayudaría a entender estos aspectos desde una clave cierta
de contexto: "En la cultura indígena, la comunidad rige nuestras
relaciones, lo que marca una diferencia sustancial con los no indígenas.
Nuestra formación y educación está guiada por un sentido de
colectividad. (...) La búsqueda del bien común es una manera de ser, de
vivir. De ahí que un valor muy grande para nosotros sea la organización
que tenemos en nuestras comunidades, así como el sentido que le damos a
la participación y a la relación con los otros."
En los últimos 20 años se viene generando un proceso
en estas comunidades wichí que exige, por una parte, una permanente
autoevaluación del camino emprendido y, por otra, la presencia requerida
como respetuoso acompañamiento de quienes se consustancian con la
realidad y aportan desde los conocimientos técnicos y profesionales a la
consolidación de los pequeños pero efectivos cambios comunitarios.
Algunas claves para reducir la vulnerabilidad
En el aspecto de la salud, el Ministerio organiza en
cuatro Áreas Programáticas la cobertura preventivo asistencial y la
capacitación específica que da paso a la conformación de una red de
agentes sanitarios y parteras wichí para todo el Departamento,
coordinados a través de una supervisión zonal, a cargo de un supervisor
wichí de agentes sanitarios, y una supervisión de distrito. No
abundaremos sobre las últimas estadísticas porque en este ámbito muchos
colectivos del país son cada vez más vulnerables. Pero sí veremos datos
que reflejan el aporte de la Atención Primaria de Salud como estrategia
de trabajo en favor de un sistema que busca ser más justo y solidario,
respetuoso de la cosmovisión y reconocedor de los saberes y prácticas
medicinales, de manera de ajustar la oferta del sistema a las necesidades
de las comunidades.
La estadística de 1999, en el Programa Materno
Infantil, da los siguientes resultados: Control de embarazos, 73,6%
en el Hospital de El Potrillo, 93,9% en El Chorro y 87,7% en Lote 8 y
María Cristina. Control de niños sanos, de 1.031 controlados en
el Área de El Potrillo, el 9,8% son desnutridos. Adviértase que no son
resultados demasiado pesimistas si se toma como media nacional el 18%.
El sistema de Atención Primaria, como sistema
institucional, incorporó el rol de agente sanitario aborigen
considerándolo fundamental en el camino de una mejor respuesta a las
necesidades básicas de la salud. Las primeras capacitaciones comenzaron
en 1982, se reiteraron en 1986 y 1988, cuando nuevos agentes se sumaron al
Equipo. En 1993, otro grupo, por primera vez jóvenes egresados del nivel
secundario, pasó a fortalecer el Programa en Ramón Lista. En la
actualidad 16 agentes sanitarios y tres parteras dependen del Ministerio
de Desarrollo Humano de la provincia, y 31, de los azares de alguna beca o
Plan Trabajar.
Los objetivos de trabajo son los enunciados desde hace
varios años: disminuir la mortalidad infantil, disminuir la
morbimortalidad en niños de 0 a 4 años por enfermedades vulnerables,
establecer las causas de mortalidad proporcional agrupada por grupos
etarios. El propósito de mejorar la calidad de vida aún está
altamente comprometido por la urgencia de salvarla. Otro motivo más de
brecha y vulnerabilidad. Pero el esfuerzo de todos sigue apuntando a la
prevención y promoción de la salud. Resta nada más esperar que el
ámbito académico y técnico profesional en su conjunto las asuman.
En estrecho vínculo con este deseo de mejorar la vida
y las expectativas de futuro están las necesidades básicas educativas y
las problemáticas que de ellas se derivan. Acudimos otra vez a palabras
autorizadas para entender la educación en el amplio contexto del
conocimiento: "Aspiramos a poner los conocimientos al servicio de la
comunidad para que ésta se desarrolle y a partir de ahí trascienda al
desarrollo individual integral. Creemos firmemente que el conocimiento es
producto de la creación colectiva y que, por lo tanto, sus logros deben
servir al desarrollo colectivo. Sin embargo, la cultura dominante a nivel
mundial camina en sentido contrario. (...) Se impulsa y estimula, a todo
nivel, la concentración del conocimiento científico en pocas
manos."
Aquí sería bueno plantearnos cómo y desde dónde el
sistema educativo acepta el desafío de lo que ha dado en llamarse en los
últimos años la educación intercultural bilingüe (EIB). Este enfoque
educativo pone en juego la revaloración, estudio y potenciamiento de las
lenguas y culturas aborígenes a la vez que articula y relaciona los
saberes escolares, científicos, técnicos y artísticos, que competen a
cada nivel del sistema. Presenta los conocimientos del propio contexto
cultural como contenidos previsibles de los currículos y asume la
organización y los modos de participación comunitaria como uno de los
ejes que dan vida a la institución educativa. Sin embargo, según H.
Muñoz Cruz "... la hora de la constitución formativa y
comprensiva de la enseñanza-aprendizaje en el aula indígena todavía no
ha llegado, en la inmensa mayoría de los casos.". Aunque es
mucho el camino que todavía debemos andar en nuestro país, ya se han
dado pasos importantes. Y ya hay quienes dan cuenta de ello.
Para los wichí la respuesta al derecho de
escolarización aparece con fuerza a partir de 1985, cuando también
comienza la capacitación de auxiliares docentes en Ramón Lista. Así
como decir aborígenes equivale a pensar en mayor pobreza, hablar de
educación para aborígenes es referirse a una etapa que no va más allá
del nivel primario. Una escuela para cada comunidad y un auxiliar aborigen
junto al maestro en cada escuela fue el resultado de un fuerte y pertinaz
reclamo ante las autoridades correspondientes. En 1986 con la creación
del CENM N°2 en El Potrillo se abre la primera oportunidad de una
educación secundaria, que quiere pensarse y proyectarse desde y para el
contexto de pertenencia. Se presentan distintas alternativas en relación
a los ámbitos que requieren nuevas respuestas (Ley Pcial. 718/87). La
especialidad de Orientación Docente abrió paso a la formación
específica de Maestros Especiales para la Modalidad Aborigen (MEMA), con
desempeño en el 1er Ciclo (EGB1), en áreas de lengua y
cultura materna, ciencias naturales y ciencias sociales. En la actualidad,
37 MEMA trabajan en distintas escuelas del Departamento. Los egresados de
la especialidad llegan a 69, mientras que otros 72 provienen de la carrera
de Recursos Naturales cuya finalidad es aportar a un incipiente
autodesarrollo a partir de tecnologías alternativas, culturalmente
compatibles, y de posible aplicación en miniemprendimientos familiares y
comunitarios.
Estos números nos indican que en 9 años el 1,5% de la
población total ha llegado a terminar estudios secundarios. Un dato
interesante es que el 20% son mujeres y que la estimación actual de
matrícula por género habla de un 26% de ellas, mientras que la primera
cohorte supuso el 6% de la inscripción.
Si volvemos a EGB1, sobre diez escuelas evaluadas a
partir de la 1ª cohorte que se escolarizó con la intervención de la
pareja pedagógica MEMA–maestro no aborigen, se manifestó un aumento
del 11% en la retención de matrícula. La incorporación de materiales
didácticos en lengua materna permite un cambio de estrategias y
metodologías en el trabajo escolar y favorece la participación de la
comunidad en la marcha institucional.
Otro aspecto que muestra una nueva fortaleza y un
desafío más asumido es la implementación desde el CENM N° 2 de El
Potrillo de cuatro Centros de EGB3 Rural que nuclean en red a unos 300
adolescentes de 27 comunidades de Ramón Lista. La estrategia fundamental
para el desarrollo de este Ciclo en comunidades rurales aborígenes se
basa en la propuesta educativa intercultural bilingüe, tal como lo
expresa el Consejo Federal de Educación (Res. N° 107/99): "La EIB
se constituye como estrategia de equidad educativa porque estriba en el
postulado de la plena participación de las lenguas y culturas indígenas
al proceso de enseñanza y aprendizaje."
Deberíamos señalar aún aquellos aspectos que, a
nuestro parecer, constituyen las debilidades más evidentes en este
ámbito. Los docentes exógenos no han sido preparados para una acción
pedagógica con niños de culturas diversas, que llegan a la escuela con
diversos modos de concebir, conocer y pensar la realidad. El sistema en
nuestro país va reaccionando con mucha lentitud. Sólo quedan dos países
en América Latina donde la formación de docentes aborígenes es todavía
de nivel secundario, Guatemala y Argentina. Y debemos agregar, ¡menos mal
que se entreabrió una puerta para aquella formación inicial en la
provincia de Formosa!
En rigor podemos decir que en pocos años los cambios
han sido importantes. Pasar de una propuesta castellanizadora, cuya
consecuencia es el bilingüismo substractivo, a una práctica con enfoque
comunicativo para el logro de competencias lingüísticas bilingües
indica una respuesta concreta a necesidades básicas sentidas. Enseñar y
aprender el idioma materno en el aula habla de su vitalidad y del lugar de
prestigio que el sistema reconoce a sus hablantes.
Para fortalecer y potenciar este proceso educativo,
para que sea válido y calificado es indispensable pensarlo y diseñarlo
con la intervención de la comunidad y desde su capacidad de
autoafirmación y autogestión.
El documento institucional (PEI) del CENM N° 2 de El
Potrillo expresa como uno de sus objetivos "Propiciar(...) el
desarrollo de una formación integral que capacite:
Es impensable iniciar el camino de un desarrollo
autónomo sin capacidad de producir, ni lograr ésta sin capacitación
pertinente. La fundamentación es innecesaria. Actividades como el manejo
racional de colmenas y de productos apícolas es hoy entre los wichí una
instancia incipiente pero firme de autonomía económica. A partir de la
capacitación técnica ofrecida en el Nivel Medio, fueron varios egresados
los que se animaron a acercarse al desafío de miniemprendimientos. En
1993, son 12 los nuevos apicultores apoyados por Organismos
Gubernamentales. En 1997, el grupo había crecido a partir de pequeños
créditos del P.S.A.. Llegaron a ser 24, asociados para compras de insumos
y comercialización. La producción local se había instalado y se
recuperó la miel como alimento de consumo diario en la familia.
En la actualidad unos 50 apicultores acceden a la
actividad a través de la capacitación técnica sistemática y, también,
por la más apropiada de las metodologías: "a hacer se aprende
haciendo", base de la pedagogía wichí. Con el acompañamiento del
equipo técnico-docente del CENM N° 2 afianzaron la organización y
mediante una red de acciones con distintos organismos provinciales están
logrando autofinanciar a quienes corren la aventura del pequeño
emprendimiento familiar. Al abrigo de esta actividad han surgido pequeños
talleres para la fabricación de cajones para colmenas, con el mismo
sistema de financiamiento. Podríamos hacer el cálculo de que unas 150
familias, esto es alrededor de 900 personas, están involucradas en un
trabajo productivo, vinculado a los recursos naturales de la zona y a la
actividad ancestral. Supone algo así como el 11% de la población wichí
de Ramón Lista.
También las mujeres, desde su propio proceso de
capacitación, se agrupan y organizan. En la actualidad, unos 100 grupos
familiares conformados por madre, hijas y nueras producen creativamente y
comercializan las artesanías elaboradas con fibra de una planta de la
zona, el chaguar.
"El proceso de creación de este nuevo marco de
relaciones entre pueblos y culturas debe ser un punto común en la agenda
de todos, mujeres y hombres, indígenas y no indígenas, pueblos y
gobiernos, sociedades y Estados. Porque es necesario (...) trabajar por el
logro y mantenimiento de un justo equilibrio en las relaciones humanas que
propicien el desarrollo integral de todos y que desemboquen en la
convivencia armónica y pacífica. Y vale la pena trabajar arduamente para
construir esa hermosa utopía."
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