Villa 21
por Soledad Barrera Oro
La UCA está comenzando a abrir sus puertas al mundo de la pobreza. A través de la materia de Política Social de 5to año, los alumnos de ciencias políticas pueden llegar a descubrir otros aspectos de la carrera y en consecuencia elegir un camino más comprometido con la sociedad.
A través de la elaboración de proyectos y en discusión con profesores y especialistas, los alumnos aprenden a desarrollar proyectos y llevarlos a la práctica.
Esta vez, nos tocó ir a la villa 21 en Barracas, donde el padre Pepe, párroco de la iglesia Cacupeé desde 1996, con la ayuda de otro sacerdote, de un asistente social, Miguel Sorbelo, un encargado de Cáritas, un equipo del Patrocinio de San José y jóvenes voluntarios, trabajan conjuntamente para mejorar la realidad del barrio.
Uno de los problemas al cual deben enfrentarse es la violencia. Los primeros habitantes de estos terrenos vinieron a mediados de los cincuenta, buscando en Buenos Aires una mejor calidad de vida. La villa 21-24 tiene una población de 35.000 habitantes, de los cuales 14.000 son jóvenes. Hay 30 manzanas entre las villas 21 y 24. La población, de mayoría paraguaya, migra constantemente. La mayoría son albañiles y empleadas domésticas, pero existe un alto nivel de desocupación. Muchas de las mujeres son jefas de hogar.
En el mes de junio, se elaboró un plan de capacitación para jóvenes mayores de 18 años, con el objetivo de instruirlos a fin de que puedan brindar sus conocimientos a sus familias y a toda la comunidad. El proyecto se está ejecutando en Cacupeé, Tierra Amarilla y en una capilla de la villa 24.
Mate de por medio, el padre Pepe (así se lo conoce en el barrio), nos cuenta acerca del proyecto y de los efectos que éste ha generado en sus jóvenes.
–¿Qué aspectos fueron importantes a la hora de la implementación del proyecto de capacitación a los jóvenes del barrio?
–El proyecto tiene un doble alcance. Por un lado los adolescentes se ven incentivados a terminar sus estudios secundarios, y por el otro lado los beneficiarios indirectos son los niños que se capacitan con el apoyo escolar.
–¿Cómo llegan los jóvenes a la parroquia?
–Los jóvenes fueron convocados y fui observando sus capacidades para a partir de allí poder potenciarlas. Entre ellas pintar, ser catequista, y se pudo armar un grupo de exploradores. Estos jóvenes, fueron trayendo a otros jóvenes y así se fue formando un grupo interesante, tanto es así, que cada capilla tiene su grupo juvenil desde el mes de septiembre de 1997.
–¿Qué grado de escolarización tienen los jóvenes?
–Son muchos los jóvenes que no terminan el secundario. Pero lo más grave, es la sensación de fracaso de los chicos al no poder terminar sus estudios, generando una falta de confianza en ellos mismos.
–¿Como ves a la capacitación como instrumento de la política social?
–Es acercarles un objetivo muy práctico para que lo puedan realizar. Los chicos aprenden a que pueden dar algo de sí a la comunidad, se ordenan en sus actividades y puedan ver un futuro. Los distintos servicios que prestan a la parroquia lo sacan de la realidad de la violencia cotidiana que a muchos les toca vivir.
–¿Cómo ven los padres la capacitación en sus hijos?
–Confían en la Iglesia. Están tranquilos de que sus chicos no están en la calle y que tienen una cierta contención. Es importante recalcar la importancia que le dan a la iglesia. Sin embargo, no logran entender completamente el fin de la capacitación porque no lo ven como algo práctico (en términos económicos).
–¿Qué grado de integración podría existir entre los jóvenes de la villa 21 y los estudiantes de la UCA?
–Sería muy bueno que se diera. Los chicos están muy abiertos a recibir. Se abren nuevos horizontes tanto para los jóvenes del lugar como para los estudiantes. Se puede pensar y ver la realidad desde otra perspectiva. Incluso por qué no pensar en brindar otro servicio desde lo profesional. Es definitiva descubrir otra parte de la Argentina de la que muchos jóvenes –futuros profesionales– desconocen. El intercambio es un enriquecimiento mutuo hasta crear una amistad.
–¿Cómo es la relación entre la villa con el resto del barrio?
–Son dos culturas diferentes. Nosotros ayudamos a la gente para que se quede. Aunque existen casos de integración, no deja de verse a la villa con ojo crítico.
–Partiendo desde la realidad de la villa. ¿Cuáles son las actividades que crees importante para mejorar su realidad?
–De la vida en la villa, hay valores que pueden rescatarse y que sería bueno poder aplicarlos en nuestra sociedad. En la villa todos se conocen y hay un espíritu de solidaridad que se comparte. A diferencia de la vida de la ciudad, individualista, de corte materialista y carente de espiritualidad. Hay muchas cosas positivas que la gente puede aportar a la sociedad. En cuanto a la acción, es difícil determinar qué hacer frente a la crisis político y social en que se encuentra inmersa hoy la Argentina. La iglesia intenta acompañar a la gente a través de distintas acciones concretas. Esta parroquia tiene un hogar de día de niños, una casa de adolescente para ayudar en el tema de drogadicción, un servicio para la tercera edad. Se trata de crear comunidad a través de encuentros para generar un compartir. Hoy en día se hace difícil pensar en el desarrollo de microempredimientos, especialmente para ellos que no cuentan con ningún subsidio del estado para desarrollar cualquier iniciativa económica. En definitiva, hacer de la iglesia un lugar de vida solidaria.
La implementación de los proyectos, no siempre es tarea fácil. La mayoría de las veces, depende de la ayuda del gobierno.
–¿Tienen algún vínculo con ONG´s?
–Se trabaja mucho con un centro de salud, con los colegios del estado que están relacionadas con la población. Se ha creado una red entre la iglesia y estos dos actores, evitando intereses políticos que no contribuyen al mejoramiento de la villa sino más bien a intereses personales.
– En el caso de poder pensar en otros proyectos. ¿Cuáles crees son las prioridades que deberían tomarse en cuenta para elaborarlos?
–En un primer momento, apuntar a las jefas de hogar y a los niños. En este último caso, se tiene pensado un proyecto de deporte para poder desarrollar en los chicos distintos valores, desde la disciplina que requiere un deporte hasta la confianza, el sentido de compartir y de aceptar al otro, entre otros valores. Se trata de crear una "escuela de vida". Asimismo, se están haciendo proyectos con los exploradores y relacionarlos con la naturaleza y el medio ambiente. Es importante también, mantener los comedores escolares.
En una segunda línea, pensar en microempredimientos que den rédito a la gente, ya sean artesanales, manufacturas y crear un sentimiento de solidaridad.
Después de hablar y ahondar en el tema de los jóvenes –herramienta indispensable para el crecimiento social–, se concluyó que lo ideal sería capacitarlos y a través de ellos al resto de los habitantes, para así mejorar su calidad de vida.
Muchas veces podemos caer en la tentación de medir los logros por lo material, pero es importante resaltar el papel que tiene la iglesia de acompañar a la gente en sus necesidades.
Por nuestra parte, desde la universidad, considero necesario seguir apostando por el interés en lo social.
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