La mediación familiar dentro o fuera del sistema:Recomendaciones para la formación de mediadores.
por Salvador Puentes Guerrero
"Si definimos una situación como real, serán
reales sus consecuencias"
Al hablar de como ha de ser la formación para ejercer la mediación familiar he de remitirme, parafraseando a W. I. Thomas, a la situación real de la mediación familiar, es decir al terreno de las cosas concretas, para prever y quizás provocar cuales serán las consecuencias a partir de esta realidad para la mediación, para las partes que la utilizan, para los mediadores y su profesionalización, y para la misma sociedad. Cuando hablamos de formación, de profesionalización y de competencia de los mediadores familiares no podemos, a mi criterio, apoyar o quedarnos pasivos ante ciertos discursos que actualmente se hacen sobre la mediación, donde se pide que ésta disfrute de todas las ventajas que la sociedad otorga a los profesionales que prestan servicios necesarios para la misma (reconocimiento profesional, prestigio personal, espacio social delimitado para la práctica, recursos económicos públicos y privados, etc.), pero sin aceptar al mismo tiempo ningún tipo de marco legal y normativo de la mediación y de los mediadores, ya que estas regulaciones son vividas como limitaciones en nombre de los más que cuestionables valores "alternativos" o "transformadores" que se aplican a la mediación. En relación con la paradoja anterior, tener el reconocimiento social pero no sufrir las limitaciones, quisiera comentar que en foros europeos muy reconocidos hay en la actualidad un debate sobre la mediación y el control social que afecta muy directamente a la necesidad y el tipo de formación de los mediadores familiares. Las posiciones (miedos) de este debate podrían resumirse en:
Si la práctica de la mediación que imaginamos teme las posiciones anteriores y las identifica como consecuencias indeseables de un proceso de profesionalización de la mediación familiar, entonces podemos pensar, volviendo a Thomas, que las consecuencias reales de esta mediación "outsider" estarán mas cerca de los rituales sectarios que de una verdadera profesión. Y, en estos rituales el proceso de formación es más un proceso iniciático de dependencia del líder que un verdadero proceso de adquisición y transformación de conocimientos. Este posicionamiento personal por la institucionalización de la mediación familiar no menosprecia, antes al contrario, aquellas escuelas o corrientes cercanas al humanismo, al valor de la mediación como motor de cambio social a través del respeto a la dignidad de las personas y de una verdadera asunción de su protagonismo en la gestión de sus vidas. Las personas son los sujetos de la mediación y olvidarlo conlleva el volver a favorecer los procedimientos sobre los actores, la uniformidad sobre la diferencia, las ganancias o las pérdidas sobre las necesidades y deseos.
Aquí y ahora, la sociedad catalana y la española otorgan a las poderes públicos la responsabilidad de regular la prestación de los servicios profesionales, bien a través de normas específicas bien a través de las corporaciones de derecho público. Este control es tanto una garantía para los usuarios de los servicios como para los profesionales acreditados que los prestan. La primera consecuencia de este marco regulador, al cual me adhiero, es una definición funcional de la mediación familiar. La mediación familiar es un servicio profesional, privado o público, que se basa en el paradigma de la intervención de un tercero imparcial sin poder de asesoramiento ni decisión sobre las partes, dirigido a familias que tienen dificultades para gestionar i/o resolver los conflictos que afectan o afectaran a sus responsabilidades (jurídicas y culturales) socialmente establecidas (cuidar de los hijos, administración y reparto de patrimonio, protección y respeto a sus miembros, satisfacción del bienestar, etc.) A partir de esta definición funcional de la mediación familiar se extraen, para mí, unas consecuencias prácticas:
Estas cuatro consecuencias prácticas me llevan, en el seno de esta ponencia, a plantear un conjunto de recomendaciones referidas a la formación de los mediadores familiares para que éstos puedan cumplir con garantías las demandas que la sociedad les planteará. Permítanme antes una breve reflexión. Actualmente la formación para intervenir como mediador familiar se imparte aquí desde las universidades dentro de programas de tercer ciclo, masters y postgrados. En otros países como Gran Bretaña, EUA, Canadá, Italia y Francia, son las asociaciones y corporaciones profesionales quienes asumen preferentemente esta formación. Estos programas de tercer ciclo universitario tienen unas características organizativas y pedagógicas concretas: reducido número de horas y participantes; experiencia profesional previa de los mismos; clases participativas; alto nivel de intercambio de experiencias i/o conocimientos entre los docentes y los participantes; prácticas. A mi parecer, estas características harán inviable la formación en mediación familiar cuando la demanda sea más numerosa o se reduzca notablemente la edad de los participantes, por el efecto seductor de un nuevo mercado de trabajo. Es decir, la herramienta que nos es útil en la actualidad, master y postgrado, puede quedar desfasada en un futuro cercano si alguna norma legal instaura la mediación como un servicio que facilite la gestión de los conflictos en el seno de las relaciones familiares. Quizás, ahora que hablamos de la formación especializada ya deberíamos pensar en una formación de segundo ciclo, donde el tercero sirviera para profundizar y especializar. Hecha esta reflexión, mis recomendaciones para los programas de formación serían las siguientes:
La mediación familiar tiene que ser una profesión homologable dentro de los diferentes sistemas y servicios de ayuda a las personas y familias. Para que esto sea asi, la formación de los mediadores familiares tiene que tener por objetivos la competencia profesional, la ambición por la investigación y, sobre todo la humildad del mediador delante de sus colegas y de las personas con conflictos.
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