¿QUÉ PIDE UN NIÑO EN SITUACIÓN DE RIESGO?
-Tía, dime algo; tengo miedo porque está muy oscuro. -¿De qué te serviría; ya que no puedes verme? -Eso no importa: apenas alguien habla, se hace la luz. Sigmund Freud
No se trata de una temática fácil de dilucidar la que nos convoca este curso a los aquí presentes. Las problemáticas ligadas a las personas en Riesgo Social y desde este problema planteado, la búsqueda de algunas soluciones, intento algo ambicioso pero que creo, vale la pena intentar. Las respuestas pueden ser disímiles y seguramente cada uno de nosotros tiene más interrogantes que soluciones encontradas y en principio es mejor así, porque esto va abrir el debate y veremos como el secreto no se encuentra en nosotros en tanto individualidades, sino en el confronto y la unión de las ideas.
Cuando fui invitado me pregunté, qué puede decir un psicoanalista, es decir, qué puede aportar el psicoanálisis a la problemática aquí planteada. Diría que algo puedo decir, aunque la función que encarno tenga más que ver con el escuchar, pero justamente de la escucha del sufrimiento, que es inherente a la práctica, es que como analista me autorizo a decir algo acerca del padecimiento.
Si bien hay varias Organizaciones, teorías y ciencias que intentan dar respuesta a las problemáticas de Personas en Riesgo Social –que cada vez son más-, lo que se ve es que cada una de aquellas, las que intentan abordar a la niñez en riesgo, miran con su propio cristal, sin encontrarse entre ellas en un campo común, de modo que el sujeto sufriente permanece abordado desde diferentes lugares, pero sin un criterio común, al modo de la medicina contemporánea, donde las especialidades desmenuzan al sujeto, perdiéndose así su unidad orgánica.
Veamos que puede aportar, en tanto herramientas, el psicoanálisis en el abordaje integral de las Personas en Riesgo.
La gran diferencia del hombre con respecto al mundo animal, está signada por lo simbólico, con el uso de la palabra, en su trasmisión oral o escrita, en las obras de arte, es decir, la producción cultura en general.
La palabra preexiste al sujeto por nacer y por lo tanto se va a incluir en su universo, con un nombre y un apellido, una lengua, religión y diversos símbolos que operarán –como veremos- de modo diverso en cada sujeto. Al nacer ocupará un lugar determinado y en principio determinante, que estará dado por los padres que estén o no allí y la relación que se establezca entre y con ambos, pero fundamentalmente, y al principio, con la madre o sustituto materno.
Los aportes de Jacques Lacan presentan a un sujeto hablado, que se constituye en el campo del Otro en tanto es hablado antes que hablante y es allí donde yace el gran dilema: Todo lo que haga el sujeto naciente pasará por el tamiz de la palabra, pero de la palabra del Otro, cada acto que realice el bebé será significado por el Otro y por lo tanto ya nada será natural sino producto de la proyección de los adultos, que a partir de allí, en el mejor de los casos, significarán todo acerca de lo que "diga" el bebé. El niño se irá reflejando en las palabras que emitirá el Otro, reflejando como sujeto. En aquello que el Otro diga acerca de él, es que irá armando la imagen de sí. A modo de ejemplo: "que bueno que es", "es igual al padre", "no sirve para nada", etc. Frases, significantes, que harán marca en el psiquismo del niño y que a medida que crezca, irá actuando sin saberlo, ya que estará inscripto en su inconsciente, entonces será bueno, igual al padre y sentirá que no servirá para nada, por efecto de la palabra representará el papel estipulado, y porque así fue vestido cargará con esas ropas mientras no se detenga a pensar en ello, para intentar desprenderse de esas marcas que impiden que juegue su propio juego..
Para ir arrimándonos a aquellas causas que podrían desencadenar que un niño quede en situación de riesgo, necesitábamos comenzar por el principio, por eso fue importante ubicar el valor y efecto de lo simbólico, de la palabra, del lugar que ocupará ese niño en tanto singularidad, en una dinámica familiar particular –donde es deseado o no- y en un espacio cultural, con variables que no debemos desechar para comprender la problemática en un sentido más amplio, aunque sobre esto no nos detendremos ya que no es el objetivo del presenta trabajo, hablo de las políticas económicas y sociales.
Ahora es tiempo de esquematizar un tiempo primero en la constitución subjetiva y a partir de allí avanzar en el intento por localizar dónde ubicaría la raíz de la problemática de los niños en situación de riesgo y finalmente anunciar una solución alternativa.
(1)GRITO--------------------LLAMADO(3)
(2)RECONOCIMIENTO------------------------RESUESTA(4)
Imaginemos un recién nacido que grita, para que otro acuda debe hacerse cargo de ese grito, si no lo hace acudirá la muerte. Ahora para que el grito se constituya en llamado, ese Otro (madre o cuidador) tendrá que acusar recibo, reconocerlo, dándole una significación a ese Grito, que así se convertirá en llamado. El reconocimiento es la base de la vinculación y base de las respuestas, si no hay reconocimiento el grito no significará nada y en ultima instancia podrá aparecer una madre que alimentará pero simplemente porque así se lo indicaron, impusieron; se acercará y alimentará pero mecánicamente sin que surja el deseo de cuidar.
A modo de ejemplo, el reconocimiento sería "ese –que grita- es mi hijo" es el primer estadio, luego "es mi hijo, tiene hambre" es el segundo momento, el de la respuesta. Por lo tanto aquel grito primero, quedó perdido, convertido en llamado. En el caso patológico más extremo ubicaríamos al autismo, donde la madre o sustituto materno, no logra descifrar aquel grito ya que permanece centralizada en su propio mundo (generalmente en un estado depresivo) sin poder mirar, tocar, establecer una comunicación fluida con su hijo, es decir que allí sucedió algo con el deseo al que no se lo reconoce en aquello que demanda.
Lo señalado no se da de una vez y para siempre, el grito (que queda estructuralmente perdido) una vez que fue reconocido como llamado y habilita a que surjan las respuestas, no va determinar que a todo llamado (demanda) posterior le concierna una respuesta. Todo el tiempo hay llamados, pero como veremos, no siempre hay deseo de reconocimiento y respuestas adecuadas.
Ahora intentare abordar aquello que sucede en los niños en situación de riesgo, quienes en un principio, fueron reconocidos ya que no se trata de niños autistas, pero luego, en el tiempo del crecimiento, dónde ya no hay grito pero sí recurrentes llamados, algo fundante ligado al deseo, falló, instaurándose un reconocimiento parcializado. Falla causa de respuestas deficitarias, lo que pudo propiciar, entre otras cosas, la fuga del hogar, la identificación a pares con características transgresivas, el consumo de sustancias tóxicas, es decir, la búsqueda de reconocimiento y respuestas en otros sitios. La falla se localizaría en el registro del deseo de los adultos de crianza, al nivel del reconocimiento en etapas fundamentales de la constitución subjetiva donde son necesarias respuestas concretas a los acciones primeras del niño.
LLAMADO----------------------------RECONOCIMIENTO (parcial) RESPUESTAS (deficitarias)
El psicoanálisis trabaja con la palabra, la que viene del sujeto sufriente, sufrimiento que mantiene reprimido lo que lo causó, es decir que su causa es inconsciente, hay una verdad no sabida que porta cada cual y se trata de arribar a ella, en el transcurso del análisis, para desprenderse de aquello que causa dolor. El sujeto que llega a la consulta vendrá con su síntoma, psíquico y/o corporal y es mediante la palabra, la que va indicando la dirección de la cura, que se arribará a esa verdad reprimida.
Diría que hay un recorrido de la palabra que enfermó a la que cura, porque como veíamos más arriba, desde que el sujeto nace es vestidos con las palabras que los otros le imprimen. Sujeto que es hablado antes que hablante habiendo un largo camino que lleva la toma de la propia palabra.
El título, que se me anunció luego de ser puesto, de algún modo deja entrever la lógica del psicoanálisis y de lo que intento trasmitir con relación al abordaje de la niñez. Podría haberlo llamado: ¿qué piden los niños en situación de riesgo?, pero no fue así, quedó por título lo qué pide un niño, porque si bien se trata de una problemática general, no todos llegan de igual modo ni les afecta de igual manera, se trata entonces de abordar que le pasa a cada niño en tanto singularidad.
Veamos ahora que acontece con aquellas personas o agentes institucionales que se ocupan – y preocupan- por la niñez en riesgo. Quienes trabajan con niños y también con adolescentes en riesgo social, demasiado a menudo se conectan exclusivamente con la Carencia, intentando satisfacerla. Intento que es fallido, porque es sabido, siempre algo va a faltar, de algo siempre se carece. Precipitadamente tapan dando una respuesta en lo que creen que es el problema; a saber: la necesidad, la que el niño vehiculiza mediante la demanda. En relación a lo ante desarrollado diría, que el niño es reconocido, por quien se acerca luego a él, pero que hay una respuesta apresurada al llamado, a la demanda y creo que es necesario profundizar en el llamado sin taponar con la respuesta. Al igual que si el bebe llorara y se lo pusiera a la teta, cuando en realidad se tratara de un dolor que la teta solo calma por un instante y el dolor más tarde estallaría con mayor prominencia.
El intento por tapar la carencia en su satisfacción, opera como modo de evitar conectarse con lo que la carencia del niño denuncia. En ese terreno, de satisfacción de la demanda, del llamado, lo que se está haciendo es alimentar, vestir, aconsejar, que está bien, pero que no hace bien.
Es verdad, la niñez en riesgo angustia, pero hay que asumir otro riesgo, avanzar por sobre la carencia, bordearla, porque detrás de ella permanece oculta la demanda real del niño y la posibilidad de que se constituya en sujeto del deseo, sin quedar estigmatizado en el lugar de objeto de la necesidad.
Se trata entonces de un cambio de registro, avanzando más allá de lo que el niño pide, sosteniendo su carencia, alentándolo a hablar de su desnudez, de su hambre, de su historia de vida, lejos de esa papilla asfixiante que impide vociferar lo que se padece, que no es –solamente- necesidades básicas.
El adulto surge auxiliando al niño en su primer carencia, la de adaptación a la vida, de la indefensión naciente. A diferencia del mundo animal, la criatura humana no está preparada para la vida sino que va preparándose. En los niños en situación de riesgo, esa primera inadaptación a la vida social se mantiene, si bien el auxilio se constituyó, pero de modo fallido, alguien apareció pero solamente para evitar la muerte y no para alentar a la vida. El grito fue reconocido y significado como llamado, pero el reconocimiento y las respuestas que fueron apareciendo mantuvieron cierta indefensión, dejando bizarra la línea que hace de borde entre la vida y la muerte.
Entonces los analistas que nos acercamos a estos niños estamos llamados para intentar localizar al niño en la dirección de su deseo, en un trabajo de subjetivación o personalización, para que el niño de la calle no sea de la calle sino de él, es decir, de la niñez en la calle, a la niñez en el niño. Para ello es importante reconocer aquello que no fue reconocido en su tiempo, a saber: que el niño está demandando que alguien se ocupe de él desde el deseo. El niño demanda amor, pero a no engañarse, aquello que el niño demanda no se puede dar, está perdido, pero se puede hacer semblante de aquello, representante del deseo descentrado de aquellos que debían criarlo.
¿Qué pide un niño en situación de riesgo? ¿Saciar su necesidad?
¿O es que ese pedido es un llamado que está intentando denunciar otra cosa que los adultos y sus instituciones tapan (con su "tener") para no confrontarse con la angustia de lo que la carencia es metáfora?
El saciar la carencia, que la voz del niño anuncia –y denuncia-, en general, aparece como el intento por tapar la angustia que genera un sujeto excluido, niño carente de adultos continentes. En esta línea más que hacer algo por el otro, se busca el alivio que genera el supuesto alivio y supuesto porque en esta vía lo que se está instalando en el psiquismo del niño es la rutina de que el pescado va a aparecer y no el trabajo de pescar. Lo paradójico es que así se contribuye más en el sentido de instalarlo en la carencia cristalizándose en el lugar "del carente", quedando alienado al Otro y del otro lado, el Otro "no carente", el que tiene. En fin armándose así el par de opuestos: el que "TIENE" y el que "NO TIENE".
NO TENGO (tiene)--------------TE DOY (no tiene) CARENTE NO CARENTE
Con los niños en situación de riesgo es importante insistir con el trabajo de subjetivación, conectándolo, vía la demanda que emite, con lo que es mas allá de lo que demanda. Hay algo que le faltó y que seguirá buscando y que nada tiene que ver con la necesidad, con lo material, sino con el registro del deseo. En la clínica institucional de cada día se constata la dimensión trágica del deseo, de niños y jóvenes que finalmente llegan a poner su vida en riesgo ofreciéndose al Otro, para ser algo en la vida de ese Otro, de padres que no plasman el deseo en la función que les atañe.
No está de más recordar que al hablar de qué pide un niño en situación de riesgo hay que detenerse en "un", en lo uno de cada niño, ya que no hay dos historias idénticas sino historias con situaciones en común. Lo que la clínica nos muestra usualmente, son las fallas en el cuidado, el reconocimiento y en las respuestas dadas, de funciones paternas que por diversos motivos (seguramente por algo ligado a sus propias posiciones como hijos) no pudieron situarse allí donde eran llamados.
Cuando diversos agentes institucionales se acercan a estos niños y adolescentes, surgen cierto mecanismo defensivo que intenta evitar la angustia, reduciendo y degradando el deseo al registro de la necesidad. Insistiendo en que lo demandado es eso y no otra cosa. Pero se puede constatar fácilmente, que los niños siguen demandando, se muestran inconformes y he sabido de varios casos a quienes les fueron abiertas las puertas de casas luego saqueadas, abandonando el hogar ofrecido. Es que si la historia no ha sido elaborada retornará incesantemente, se repetirá. El abandonado abandona, lo pasivo cobra forma activa. Permanecer en el mismo lugar o invertirlo, es más de lo mismo, para producir algo diferente hay que poner la historia a trabajar, percibir como se llegó a ese lugar.
Lo que los niños demandan, bajo el nombre de la necesidad, enmascara el deseo de conmover al adulto, buscando que el adulto lo reconozca efectivamente, ensayo que viene insistiendo desde el nacimiento. A su vez, el adulto para no ser conmovido hasta las raíces, hace pasar por la vía de la necesidad, lo que los niños desean ¿y que desea un niño en situación de riesgo?.
SER DESEADO.
Ser deseado, ser para el otro, porque hasta allí tal vez no fue nada. De eso esencialmente son carentes desde el inicio de sus vidas, no hubo un otro deseante, un deseo consistente y por lo tanto el reconocimiento fue parcial, pero la angustia que se asocia a este descubrimiento, por parte de quienes se acercan luego a ellos, es taponada con un dar algo, pero lo que el niño pide casi siempre, es otra cosa, como vemos, es ser deseado.
Cuando un niño está en la calle o institucionalizado, si bien es importante que alguien se constituya en dador, es imprescindible que también surja quien ponga en juego la falta, que la eche a rodar, porque en los rodeos de la falta se constituye el ser. No bajando el telón que cubre la demanda, antes que la escena se despliegue, es instalando la pérdida en la escena que se posibilita la búsqueda verdadera, la constitución subjetiva y la apertura del campo del deseo. Pero fundamentalmente en los niños que sufrieron abandonos y privaciones tempranas, es importante llegar hasta la raíz de las demandas que masiva e indiscriminadamente emiten, para que opere, si el sujeto lo quiere (y lo puede), un pasaje del Ser el que no tiene nada (ser nada), al Ser que algo le falta pero que también algo tiene, aún y precisamente, porque algo le falta. Para ello es necesario tomar la demanda y que el Niño hable de lo que necesita -puerta al mundo del deseo- sin que prontamente aparezca quien sacie, taponando lo que la demanda encubre y posibilita. Que quien esté delante no se muestre en su completud, el que todo lo tiene, que todo lo sabe. Solución alternativa en el sentido de ofrecer la posibilidad de salida de la posición carente, descubriendo que quien se dirige a él también es "carente", algo le falta y por lo tanto algo desea, precisamente porque algo le falta. Esto posibilitará el pasaje de la posición objeto de la necesidad, de la carencia, a la de sujeto deseante, en el punto en que es deseado.
1 carente no carente 2 DEMANDA-----------------------RESPUESTA Y DEMANDA 3 Algo tengo algo le falta
La palabra es la herramienta esencial. Con el primer grito el recién nacido convoca a su madre, quien, en el mejor de los casos, lo alimentará. Pero velozmente el inteligente bebé gritará sabiendo que vendrá la madre, aunque ponga la teta, el grito se constituirá en el modo de llamado y no solamente por hambre, la necesidad primera queda estructuralmente perdida, ahora se trata del llamado de una presencia, la de la madre.
El grito, la palabra, los actos, las enfermedades, se van constituyendo en modos para llamar, convocar al Otro.
De algún modo, ya el niño aprende, por la vía de la demanda, a movilizar al Otro, a conmoverlo, y tal vez lo que la madre decodifique del llanto como: "es hambre"o "le duele la pancita", se trate de otra cosa, del deseo de su presencia. Pero el tiempo y las palabras que van apareciendo, no logran resolver esta cuestión, todo lo contrario, igualmente los adultos, pondrán palabras que el niño no dirá, hablarán por él, dirán lo que los niños "necesitan" posiblemente equivocándose.
Los niños tienen su propio saber, su experiencia, a la que hay que darle curso y no tapar su cauce, cauce que de algún modo siempre encuentra salida, aunque no siempre sea una salida feliz.
En los niños y adolescentes en situación de riesgo, hay llamados no decodificados, carencias tempranas que luego hallaron respuestas en la calle, el consumo de drogas, las exposiciones al riesgo, como tentativas (al modo del grito) de que asome quien desee y reconozca, intentos para movilizar al Otro, convocar su atención, porque así se hace desde que se nace. Pero todo tiene un tiempo bajo el sol. Si un recién nacido grita y nadie acude, muere. Si un niño llama y los que acuden son padres incontinentes, que lo reconocen parcialmente, muere la niñez naciendo un manejo seudo-adulto en la calle y sus añadiduras, que nada tiene que ver con el mundo de los niños.
Si no aparece una madre o sustituto que reconozca y que diga movilizada por su deseo: "ese es mí hijo" lo dirá la calle, la droga, el encierro. Esos son "los chicos de la calle, del riesgo, de los institutos".
No quiero ser el que concluye este escrito, sino un adolescente que atendí durante unos meses en un instituto de máxima seguridad, él como otros paciente, me trasmitieron esto que, ahora y desde otro lugar, intento trasmitir yo.
"…Yo hubiese querido, aunque sea, que un papá me pegara, para saber que es tener un papá…"
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SARLANGUE, G y MELICCHIO, P: "Del menor objeto a Sujeto del sistema". Material de Trabajo Nro. 62, Publicado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de Madrid, España, año 2000.
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