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LA PATRIA DUELE

 

por Atilio Alvarez

 
El 17 de junio, mientras muchos recordaban el Día del Padre, la Argentina se ensombreció con los episodios de represión violenta que dejaron, en Gral Mosconi, Salta, dos muertos y multitud de heridos y detenidos . Un nuevo saldo fatal, y ya van siete caídos, desde el fueguino Choque y Teresa Rodríguez en Cutralcó, en esta especie de guerra social que vive nuestro país. Sin ingenuidad en el análisis, Infancia y Juventud no ignora ni desdeña la existencia de causas profundas y la utilización oportunista del conflicto, las provocaciones, los infiltrados y la violencia generada por la injusticia pero atizada en un espiral de difícil retorno.
 
Pero, a un mes del hecho, llama la atención el silencio de los responsables de la política sobre niñez y adolescencia de nuestro país respecto de la muerte de un jovencito de diecisiete años, y las graves heridas de bala, con médula espinal interesada , de otro niño de la misma edad.
 
Ni un gesto, ni una palabra. Como si para los declamadores de los derechos de los niños, estas víctimas no fueran niños. Quizás pensaron que estaban demasiado lejos. Para quienes todo ven a la sombra del Obelisco porteño, General Mosconi es un lejano confín de "este país" molesto y desprolijo. Lejos están ya los tiempos en que los chicos del Consejo Nacional del Menor y la Familia tocaban y cantaban en la plaza de Orán, hermanados en la alegría de los festejos del aniversario de la última ciudad fundada por España en nuestras tierras.
 
Quizás pensaron que eran demasiado criollos. ¿A quien se le ocurre salir a campear a la yegüita, en medio de los tiros? A los que hicieron la Guerra Gaucha... solamente. Sangre joven, como la de aquellos, volvió a correr en Salta.
 
Quizás pensaron que eran demasiado "grandes". Porque para los que quieren incriminar a los niños desde chicos los diecisiete años de un muchacho pobre ya son adultez, responsabilidad y tiempo suficiente para morir sin distingos con nadie Qué más! Eso es ser sujeto de derechos y ciudadano, a duras y maduras, ¡caray!
 
A esos criollitos con la infancia negada, al muerto y al lisiado, nuestro recuerdo. ¡Y también a ese joven que iba a visitar la tumba de la hijita muerta, con los hermanitos, en el Día del Padre cuando lo encontró la bala homicida.
 
A todos esos niños, a todas esas familias, nuestra promesa:
 
Seguir trabajando por los verdaderos derechos de los niños, no por la declamación hueca, las obras nulas y el silencio oportuno. Seguir gastando alma.
 
Seguir hablando cuando se callan los que tendrían que hablar.
 
Seguir sufriendo juntos.

Porque la Patria nos duele. Y nos duele más cuando matan a los chicos.

 

 

 

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