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"… dejemos de estar parados y empecemos a andar…"

 

por Mónica López

 

Mi nombre es Mónica López y soy discapacitada desde los 8 meses de vida. Hoy, a los 44 años esto debiera ser antecedente suficiente como para hablar de discapacidad. Sin embargo ¿qué es lo que se supone que debo contarles? Ninguna experiencia es igual a otras y seguramente lo que yo pueda decir hoy diferiría en mucho de lo que les contaría alguien en mi misma situación, con una discapacidad diferente o un contexto de vida distinto.

 

Tal vez lo que pueda contarles es lo significa para mi vivir sentada ya que ese es mi caso. Vivir sentada es muy diferente a sentarse a ver pasar la vida. Así es que desde el comienzo tanto mi familia como yo tuvimos que sortear diferentes obstáculos tanto por barreras mentales como por la barrera del prejuicio o del miedo a lo diferente. Recuerdo, por ejemplo, el largo peregrinar de mis padres para buscar una escuela primaria con brazos y corazón abiertos como para permitirme incorporarme por fin a una vida normal. Pero la búsqueda fue difícil. Cuando ya todo parecía inútil mis padres dieron con la escuela "Grecia", donde hicieron todo lo que estaba a su alcance como para que mi integración fuera exitosa. No puedo dejar de mencionar que esta bienvenida tuvo que ver con que la vicedirectora también tenía secuelas de polio. Cuando hubo que recomenzar la búsqueda todos pensamos que esta vez sería más sencillo. Ya habían pasado siete años y por qué no suponer que en algo se había mejorado. Pero no fue así. El peregrinaje fue igual de difícil sin distinción entre colegios laicos o religiosos, estatales o privados. Sólo me aceptaron en el "Liceo 9 de Belgrano", lejos de donde yo vivía, pero el esfuerzo valió la pena, pues cual no fue mi sorpresa al ver que yo ya no era la única con alguna discapacidad. Allí ya estaban cursando otros con discapacidad motora e incluso no videntes. Ojalá los demás colegios hubieran visto con que facilidad todos se integraban con todos. Yo terminé la secundaria en 1974. Me pregunto como será esa integración ahora.

 

En otros aspectos tampoco fue fácil; quise hacer deporte y elegí como actividad la natación. Eso implicaba que necesitaba piletas climatizadas todo el año para no interrumpir el entrenamiento. Otra vez comenzaron los obstáculos. En un de las primeras piletas a las que fui para aprender a nadar me pidieron que fuera a las 7 de la mañana, antes de que llegara la gente. Tanto era mi entusiasmo que acepté y vi como sucedía algo que se repitió en cada nueva pileta a la que fui; en vez del rechazo, la gente sintió curiosidad y hasta algunos llegaban antes para ver como progresaba. Obviamente la limitación horaria duró poco.

 

También en aquel tiempo, costaba mucho conseguir sponsor. Un atleta discapacitado no daba imagen saludable que las empresas pretendían. Pero como en todo la insitencia y el mutuo conocimiento fueron provocando cambios. Lentos quizás, pero cambios al fin.

 

Yo ya no compito, pero sé que las paraolimpíadas son un poquito más familiares para la gente. Como verán, vivir sentada está muy lejos de significar tener una vida inmóvil. Implica, por el contrario, un movimiento constante, estar alerta y abrirse a todas las posibilidades que se nos presenten para lograr lo que queremos.

 

Alguna vez leí: "Rompe las barreras de tu pensamiento y romperás las de tu cuerpo". De eso se trata vivir sentada, de romper barreras mentales y de buscar la forma de llegar a lo que se quiere, quizás por un camino más lento o más largo, pero no menos valioso. Aunque tal vez también esto sirva para quienes viven parados, o ¿no es verdad que a cada momento hay alguna barrera de pensamiento que romper para desatarnos de cadenas que nosotros mismos nos imponemos? Al fin y al cabo, ya sea sentados o parados, el desafío de la vida pareciera ser el mismo: aceptarnos tal cual somos y liberarnos de nuestros propios límites.

 

Cuando, como sociedad nos demos cuenta de que integrar al diferente implica permitirle producir y colaborar en la construcción de nuestro mundo; cuando, como sociedad nos demos cuenta de que integrar al diferente significa permitir que alguien nos acerque a realidades que nunca de otro modo podríamos conocer, entonces sí, quizás, como sociedad, dejemos de estar parados y empecemos a andar.

 

 

 

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