El marxismo y la insurrección

V. I. Lenin
EL MARXISMO Y LA
INSURRECCION 


  EL MARXISMO Y LA
     INSURRECCION[306]
  (Carta al Comité Central del POSDR) 



      Entre las más malignas y tal vez más difundidas tergiversaciones del 
  marxismo por los partidos "socialistas" dominantes, se encuentra la mentira 
  oportunista de que la preparación de la insurrección, y en general, considerar 
  la insurrección como un arte, es "blanquismo". 
      Bernstein, dirigente del oportunismo, se ganó ya una triste celebridad 
  acusando al marxismo de blanquismo, y, en realidad, con su griterío acerca del 
  blanquismo, los oportunistas de hoy no renuevan ni "enriquecen" en lo más 
  mínimo las pobres "ideas" de Bernstein. 
      ¡Acusar a los marxistas de blanquismo, porque conciben la insurrección 
  como un arte! ¿Es posible una más flagrante distorsión de la verdad, cuando 
  ningún marxista niega que fue el propio Marx quien se pronunció del modo más 
  concreto, más claro y más irrefutable acerca de este problema diciendo 
  precisamente que la insurrección es un arte, que   hay que tratarla como tal arte, que es necesario conquistar un primer triunfo 
  y seguir luego avanzando de triunfo en triunfo, sin interrumpir la ofensiva 
  contra el enemigo, aprovechándose de su confusión, etc., etc.? 
      Para poder triunfar, la insurrección debe apoyarse no en una conjuración, 
  no en un partido, sino en la clase más avanzada. Esto en primer lugar. La 
  insurrección debe apoyarse en el auge revolucionario del pueblo. Esto en 
  segundo lugar. La insurrección debe apoyarse en aquel momento de viraje en la 
  historia de la revolución ascensional en que la actividad de la vanguardia del 
  pueblo sea mayor, en que mayores sean las vacilaciones en las filas de los 
  enemigos y en las filas de los amigos débiles, a medias, indecisos, de la 
  revolución. Esto en tercer lugar. Estas tres condiciones, previas al 
  planteamiento del problema de la insurrección, son las que precisamente 
  diferencian el marxismo del blanquismo. 
      Pero, si se dan estas condiciones, negarse a tratar la insurrección como 
  un arte equivale a traicionar el marxismo y a traicionar la revolución. 
      Para demostrar que el momento actual es precisamente el momento en que el 
  Partido está obligado a reconocer que la insurrección ha sido puesta al orden 
  del día por la marcha objetiva de los acontecimientos y que la insurrección 
  debe ser considerada como un arte, para demostrarlo, acaso sea lo mejor 
  emplear el método comparativo y trazar un paralelo entre las jornadas del 3 y 
  4 de julio[307] y las de septiembre. 
      El 3 y 4 de julio se podía, sin faltar a la verdad, plantear el problema 
  así: lo justo era tomar el Poder, pues, de no hacerlo, los enemigos nos 
  acusarán igualmente de insurrectos y nos tratarán como a tales. Pero de aquí 
  no se podía hacer la conclusión de que hubiera sido conveniente tomar el Poder 

  
  en aquel entonces, pues a la sazón no existían las condiciones objetivas 
  necesarias para que la insurrección pudiera triunfar. 
      1) No teníamos todavía con nosotros a la clase que es la vanguardia de la 
  revolución. 
      No contábamos todavía con la mayoría de los obreros y soldados de las 
  capitales. Hoy tenemos ya la mayoría en ambos Soviets[308]. Es fruto, sólo de 
  la historia de julio y agosto, de la experiencia de las "represalias" contra 
  los bolcheviques y de la experiencia de la kornilovada. 
      2) No existía entonces un ascenso revolucionario de todo el pueblo. Hoy 
  existe, después de la kornilovada. Así lo demuestra el estado de las 
  provincias y la toma del Poder por los Soviets en muchos lugares. 
      3) Entonces, las vacilaciones no habían cobrado todavía proporciones de 
  serio alcance político general en las filas de nuestros enemigos y en las de 
  la pequeña burguesía indecisa. Hoy, esas vacilaciones son gigantescas: nuestro 
  principal enemigo, el imperialismo de la Entente y el imperialismo mundial (ya 
  que los "aliados" se encuentran a la cabeza de éste) empieza a vacilar entre 
  la guerra hasta el triunfo final y una paz separada dirigida contra Rusia. Y 
  nuestros demócratas pequeñoburgueses, que ya han perdido, evidentemente, la 
  mayoría en el pueblo, vacilan también de un modo extraordinario, habiendo 
  renunciado al bloque, es decir, a la coalición con los kadetes. 
      4) Por eso, en los días 3 y 4 de julio, la insurrección habría sido un 
  error: no habríamos podido mantenernos en el Poder ni física ni políticamente. 
  No habríamos podido mantenernos físicamente, pues aunque por momentos teníamos 
  a Petersburgo en nuestras manos, nuestros obreros y soldados no estaban 
  dispuestos entonces a batirse y a morir por Petersburgo: les faltaba todavía 
  el "ensañamiento", el odio hirviente tanto 
  
  contra los Kerenski, como contra los Tsereteli y los Chernov. Nuestros hombres 
  no estaban todavía templados por las persecuciones contra los bolcheviques, en 
  que participaron los eseristas y mencheviques. 
      Políticamente, los días 3 y 4 de julio no habríamos podido sostenernos en 
  el Poder, pues, antes de la kornílovada, el ejército y las provincias podían 
  marchar y habrían marchado sobre Petersburgo. 
      Hoy, el panorama es completamente distinto. 
      Hoy, tenemos con nosotros a la mayoría de la clase que es la vanguardia de 
  la revolución, la vanguardia del pueblo, la clase capaz de arrastrar detrás de 
  sí a las masas. 
      Tenemos con nosotros a la mayoría del pueblo, pues la dimisión de Chernov 
  no es, ni mucho menos, el único indicio, pero sí el más claro y el más 
  palpable, de que los campesinos no obtendrán la tierra del bloque de los 
  eseristas (ni de los propios eseristas), y éste es el quid del carácter 
  popular de la revolución. 
      Estamos en la situación ventajosa de un partido que sabe firmemente cuál 
  es su camino en medio de las más inauditas vacilaciones, tanto de todo el 
  imperialismo como de todo el bloque de los mencheviques y eseristas. 
      Nuestro triunfo es seguro, pues el pueblo está ya al borde de la 
  desesperación y nosotros señalamos al pueblo entero la verdadera salida: le 
  hemos demostrado, "en los días de la kornilovada", el valor de nuestra 
  dirección y, después, hemos propuesto una transacción a los bloquistas, 
  transacción que éstos han rechazado sin que por ello hayan terminado sus 
  vacilaciones. 
      Sería el más grande de los errores creer que la transacción propuesta por 
  nosotros, no ha sido rechazada todavía, que la 
  
  Conferencia Democrática[309] puede aceptarla todavía. La transacción era una 
  oferta hecha de partido a partidos. No podía hacerse de otro modo. Los 
  partidos la rechazaron. La Conferencia Democrática es sólo una conferencia, y 
  nada más. No hay que olvidar una cosa: la mayoría del pueblo revolucionario, 
  los campesinos pobres, irritados, no tienen representación en ella. Trátase de 
  una conferencia de la minoría del pueblo ; no se debe olvidar esta verdad 
  evidente. Sería el más grande de los errores, el mayor de los cretinismos 
  parlamentarios, que nosotros considerásemos la Conferencia Democrática como un 
  parlamento, pues aun suponiendo que se hubiese proclamado parlamento 
  permanente y soberano de la revolución, igualmente no resolvería nada: la 
  solución está fuera de ella, está en los barrios obreros de Petersburgo y de 
  Moscú. 
      Contamos con todas las premisas objetivas para una insurrección 
  triunfante. Contamos con las excepcionales ventajas de una situación en que 
  sólo nuestro triunfo en la insurrección pondrá fin a unas vacilaciones que 
  agotan al pueblo y que son la cosa más penosa del mundo; en que sólo nuestro 
  triunfo en la insurrección dará inmediatamente la tierra a los campesinos; en 
  que sólo nuestro triunfo en la insurrección hará fracasar todas esas maniobras 
  de paz por separado, dirigidas contra la revolución, y las hará fracasar 
  mediante la oferta franca de una paz más completa, más justa y más próxima, 
  una paz en beneficio de la revolución. 
      Por último, nuestro Partido es el único que, si triunfa en la 
  insurrección, puede salvar a Petersburgo, pues si nuestra oferta de paz es 
  rechazada y no se nos concede ni siquiera un armisticio, nos convertiremos en 
  "defensistas", nos pondre mos a la cabeza de los partidos de guerra, nos 
  convertiremos 
  
  en el partido "de guerra " más encarnizado de todos los partidos y libraremos 
  una guerra verdaderamente revolucionaria. Despojaremos a los capitalistas de 
  todo el pan y de todas las botas. No les dejaremos más que migajas y los 
  calzaremos con alpargatas. Y enviaremos al frente todo el pan y todo el 
  calzado. 
      Y, así, salvaremos a Petersburgo. 
      En Rusia, son todavía inmensamente grandes los recursos tanto materiales 
  como morales con que contaría una guerra verdaderamente revolucionaria: hay un 
  99 por 100 de probabilidades de que los alemanes nos concederán, por lo menos, 
  un armisticio. Y, en las condiciones actuales, obtener un armisticio equivale 
  ya a triunfar sobre el mundo entero. 
  *       *       * 
      Luego de haber reconocido la absoluta necesidad de la insurrección de los 
  obreros de Petersburgo y de Moscú para salvar la revolución y para salvar a 
  Rusia de un reparto "separado" por los imperialistas de ambas coaliciones, 
  debemos: primero, adaptar nuestra táctica política en la Conferencia 
  Democrática a las condiciones de la insurrección creciente; segundo, debemos 
  demostrar que no sólo de palabra aceptamos la idea de Marx de que es necesario 
  considerar la insurrección como un arte. 
      Inmediatamente debemos unir en la Conferencia Democrática la minoría 
  bolchevique, sin preocuparnos del número ni dejarnos llevar del temor de que 
  los vacilantes continúen en el campo de los vacilantes; allí, son más útiles a 
  la causa de la revolución que en el campo de los luchadores firmes y 
  decididos. 
  
      Debemos redactar una breve declaración de los bolcheviques, subrayando con 
  energía la inoportunidad de los largos discursos y la inoportunidad de los 
  "discursos" en general, la necesidad de proceder a una acción imnediata para 
  salvar a la revolución, la absoluta necesidad de romper totalmente con la 
  burguesía, de destituir íntegramente al actual gobierno, de romper de una 
  manera absoluta con los imperialistas anglo-franceses, que están preparando el 
  reparto "separado" de Rusia, la necesidad del paso inmediato de todo el Poder 
  a manos de la democracia revolucionaria, con el proletariado revolucionario a 
  la cabeza. 
      Nuestra declaración deberá formular esta conclusión en la forma más breve 
  y tajante y de acuerdo con los proyectos programáticos: paz a los pueblos, 
  tierra a los campesinos, confiscación de las ganancias escandalosas, poner fin 
  al escandaloso sabotaje de la producción por los capitalistas. 
      Cuanto más breve y tajante sea la declaración, mejor. En ella deben 
  señalarse claramente dos puntos de extraordinaria importancia: el pueblo está 
  agotado por tantas vacilaciones, que está harto de la indecisión de los 
  eseristas y mencheviques; y que nosotros rompemos definitivamente con esos 
  partidos porque han traicionado a la revolución. 
      Una cosa más: la oferta inmediata de una paz sin anexiones, la inmediata 
  ruptura con los imperialistas aliados, con todos los imperialistas, o bien 
  obtendremos en seguida un armisticio, o bien el paso de todo el proletariado 
  revolucionario a la posición de la defensa, y toda la democracia 
  revolucionaria, dirigida por él, dará comienzo a una guerra verdaderamente 
  justa, verdaderamente revolucionaria. 
      Después de dar lectura a esta declaración y de reclamar resoluciones y no 
  palabras, acciones y no resoluciones escritas, 
  
  debemos lanzar todo nuestro grupo a las fábricas y a los cuarteles: allí está 
  su lugar, allí está el pulso de la vida, allí está la fuente de salvación de 
  nuestra revolución y allí está el motor de la Conferencia Democrática. 
      Allí debemos exponer, en discursos fogosos y apasionados, nuestro programa 
  y plantear el problema así: o la aceptación íntegra del programa por la 
  Conferencia, o la insurrección. No hay término medio. No es posible esperar. 
  La revolución se hunde. 
      Si planteamos el problema de ese modo y concentramos todo nuestro grupo en 
  las fábricas y los cuarteles, estaremos en condiciones de determinar el 
  momento justo para iniciar la insurreccion. 
      Y para enfocar la insurrección al estilo marxista, es decir, como un arte, 
  debemos, al mismo tiempo, sin perder un minuto, organizar un Estado Mayor de 
  los destacamentos de la insurrección, distribuir las fuerzas, enviar los 
  regimientos de confianza contra los puntos más importantes, cercar el Teatro 
  de Alejandro y ocupar la Fortaleza de Pedro y Pablo, arrestar el Estado Mayor 
  y al gobierno, enviar contra los cadetes militares y contra la "división 
  salvaje", aquellas tropas dispuestas a morir antes de dejar que el enemigo se 
  abra paso hacia los centros de la ciudad; debemos movilizar a los obreros 
  armados, haciéndoles un llamamiento para que se lancen a una desesperada lucha 
  final; ocupar inmediatamente el telégrafo y la telefónica, instalar nuestro 
  Estado Mayor de la insurrección en la central telefónica y conectarlo por 
  teléfono con todas las fábricas, todos los regimientos y todos los puntos de 
  la lucha armada, etc. 
      Todo esto, naturalmente, a título de ilustración, como ejemplo de que en 
  el momento actual no se puede ser fiel al 
  
  marxismo, a la revolución, sin considerar la insurrección como un arte. 










      From Marx to Mao
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      Desde Marx
      hasta Mao
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  NOTAS 



    [306] EI marxismo y la insurrección:  carta que escribió Lenin al CC del 
  Partido para preparar la insurrección armada por el Poder. El 15 (28) de 
  septiembre de 1917, el CC del Partido discutió esta carta y la otra titulada 
  Los bolcheviques deben tomar el Poder. (Obras Completas, t. XXVI.) Kámenev, 
  adversario de la orientación del Partido de la revolución socialista, propuso 
  su proyecto de resolución en contra de las directivas de Lenin sobre la 
  insurrección armada expuestas en estas históricas cartas. J. Stalin dio 
  respuesta al ataque traidor de Kámenev y el CC rechazó el proyecto de Kámenev. 
  Las cartas de Lenin fueron enviadas por el CC a las más grandes organizaciones 
  del Partido bolchevique según la proposición de Stalin.    [] 
    [307] Lenin se refiere a la manifestación del 3-4 (16-17) de julio de 1917 
  en Petrogrado. El 3 (16) de julio comenzaron manifestaciones espontáneas 
  contra el gobierno provisional en el barrio Viborg. El primero en salir a la 
  calle fue el 1.er regimiento de ametralladoras. A él se unieron otras unidades 
  y los obreros de fábricas y talleres. La manifestación amenazaba transformarse 
  en una acción armada contra el gobierno provisional. 
      El Partido bolchevique estaba en ese momento en contra de una acción 
  armada, por considerar que la crisis revolucionaria no había madurado aún y 
  que el ejercito y el interior del país no estaban preparados todavia para 
  apoyar el levantamiento en la capital. El CC, reunido el 3 (16) de julio a las 
  4 de la tarde junto con el Comité de Petrogrado y la Organización Militar del 
  POSDR (b) resolvió abstenerse de manifestar. Idéntica resolución adoptó la II 
  conferencia de bolcheviques de la ciudad de Petrogrado que se realizaba al 
  mismo tiempo. Los delegados de la conferencia se encaminaron a los talleres y 
  distritos para disuadir a las masas de la manifestación, pero ésta ya había 
  comenzado y resultó imposible detenerla. 
      Teniendo en cuenta el estado de ánimo de las masas, el CC junto con el 
  Comité de Petrogrado y la Organización Militar, muy avanzada la noche del 3 
  (16) de julio, adoptó la resolución de participar en la manifestación para 
  conferirle un carácter pacífico y organizado. Lenin no se encontraba en aquel 
  entonces en Petrogrado. Después de haber sido informado de los acontecimientos 
  llegó a Petrogrado en la mañana del 4 (17) de julio. Más de 500.000 personas 
  tomaron parte en la manifestación del dia 4, realizada bajo la consigna de los 
  bolcheviques "¡Todo el Poder a los soviets!" 
  
      Con el consentimiento del Comité Ejecutivo Central en manos de los 
  mencheviques y socialistas revolucionarios fueron lanzados, contra los obreros 
  y soldados que manifestaban pacíficamente, destacamentos de junkers y 
  oficiales que abrieron fuego sobre los manifestantes. Habían sido llamadas 
  tropas contrarrevolucionarias del frente para sofocar el movimiento 
  revolucionario. 
      En la noche del 4 (17) de julio el CC de los bolcheviques tomó la 
  resolución de suspender las manifestaciones. Ya avanzada la noche Lenin llegó 
  a la Redacción de Pravda para revisar los materiales del número a publicarse, 
  y media hora después de su partida la redacción fue asaltada por un 
  destacamento de junkers y cosacos. 
      Los mencheviques y los socialistas revolucionarios resultaron, de hecho, 
  cómplices de la matanza. Una vez reprimida la manifestación, ellos se 
  lanzaron, de concierto con la burguesía, contra el Partido bolchevique. Los 
  periódicos bolcheviques Pravda, Soldátskaia Pravda y otros, fueron clausurados 
  por el gobierno provisional. Empezaron las detenciones en masa, allanamientos 
  y pogroms. Las tropas revolucionarias de la guarnición de Petrogrado fueron 
  retiradas de la capital y enviadas al frente. 
      Después de las jornadas de julio el Poder en el país pasó por completo a 
  manos del gobierno provisional contrarrevolucionario, en el cual los soviets 
  no fueron más que un apéndice impotente. Terminó la dualidad del Poder. Tocó a 
  su fin el período pacífico de la revolución. Ante los bolcheviques se planteó 
  la tarea de preparar la insurrección armada para derrocar al gobierno 
  provisional.    [] 
    [308] Se alude a la transformación de los soviets en manos bolcheviques: de 
  Petrogrado -- 31 de agosto (13 de septiembre) y de Moscú -- 5 (18) de 
  septiembre de 1917.    [] 
    [309] La Conferencia Democrática de toda Rusia: convocada por los 
  mencheviques y eseristas para debilitar el creciente movimiento revolucionario 
  en el país, transcurrió del 14 al 22 de septiembre (27 de septiembre a 5 de 
  octubre) de 1917 en Petrogrado. Asistieron a ella los representantes de los 
  diferentes partidos pequeñoburgueses, de los soviets conciliadores, 
  sindicatos, zemstvo, círculos comerciales e industriales y de unidades 
  militares. 
      La Conferencia Democrática tomó la resolución de formar el Anteparlamento 
  (Consejo Provisional de la República). Utilizando éste, los mencheviques y 
  eseristas trataban de desviar el país del camino revolucionario de los soviets 
  para seguir el burgués y constitucional. El CC del Partido bolchevique 
  insistió categóricamente en el boicot al Anteparlamento. Unicamente los 
  capitulacionistas Kámenev y Zinoviev exigían que el proletariado rechazara su 
  actividad preparatoria para la insurrección 
  
  armada y permaneciera en el Anteparlamento. Los bolcheviques desenmascararon 
  las acciones traidoras del Anteparlamento llamando a las masas a preparar la 
  insurrección armada. Para una apreciación sobre el Anteparlamento véase los 
  artículos de Lenin "Los héroes del fraude y los errores de los bolcheviques" y 
  "Del diario de un publicista". (Obras Completas, t. XXVI.)    [] 




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