LOS PRIMEROS PASOS DE LA "SANTA HERMANDAD".
A mediados del siglo xv, la actividad de los foragidos en Galicia, protegidos por los señores, era tan grande que su resonancia llega hasta el mismo Papa Calixto III. En una bula,extendida,el 14 de mayo de 1455, excomulga a los hombres que, como asesinos, en el reino de Galicia alquilan a otros para asesinar seculares y clérigos, para apoderarse de sus bienes, cometen robos de iglesias, ganado y otras maldades que por ausencia del monarca o de los gobiernos temporales quedan impunes.
Posteriormente, Pablo II, en la bula expedida en Roma, en 1466, ratifica la penas de Calixto III, puesto que los hechos que este tenía ordenado siguen sin remediarse: Los sacrílegos y criminales del reino de Galicia se apoderan de las propiedades de los monasterios, quitándoles las tierras y los vasallos e imponiéndoles su propio vasallaje, en la más completa impunidad; por otro lado , en los lugares rurales expolian los animales y raptan a la gente. La actitud papal obedece, sobre todo, al afán de la iglesia por conservar sus posesiones. Las coincidencias de ambos Papas, en la urgencia de intervenir, puede ser un indicio de lo grave que se juzgaba la situación en Galicia, incluso fuera del mismo reino.
Tenemos que poner en relieve que el control de Galicia se le escapaba a la Corona. Enrique IV intenta paliar un poco la situación por medio de cartas a los principales señores, en las que les recomienda la concordia. Al mismo tiempo, se esfuerza por establecer un poco de orden político. No pretende un enfrentamiento con los nobles, pero si mantenerlos a su servicio. Mantiene una relación estrecha con el Conde de Lemos, el señor más importante de la región, y, en ciertas ocasiones, le ruega que pacifique las discordias entre los obispos y los principales señores feudales. Más tarde , en 1464, le encomienda guardar toda la tierra de Galicia. Según el rey, el colocar las principales ciudades bajo el control de un solo señor evitaría las guerras y enfrentamientos; Esto tenía más efectividad cuando el Conde no poseía la jurisdicción de estas ciudades, sino que las tenía en nombre del monarca. Paralelamente, ordena al corregidor de La Coruña, García de Busto, que esté siempre a las órdenes del Conde de Lemos.
En realidad esta medida no tuvo ninguna eficacia: Los funcionarios del gobierno quedaron sometidos al Conde; el mando de este sobre las ciudades fue puramente honorífico, y sus antiguos poseedores siguieron disfrutando de ellas. La cédula dada al Conde Lemos no fue suficiente para que este pudiera, o quisiera, evitar las guerras entre los de su misma condición; tenemos una buena muestra en el mismo hecho de la prisión del arzobispo Fonseca, por Bernal Yañez de Moscoso y el consiguiente cerco a la Catedral.
Para Lope García de Salazar es un noble, Alonso de Lanzós, el que canaliza el descontento de sus paisanos pidiendo a Enrique IV unos capítulos de " hermandad" para Galicia; si bien esta noticia no tiene el respaldo de otras fuentes documentales.
En el pleito Tabera - Fonseca hay declaraciones que permiten considerar que las quejas al monarca y la petición de la "hermandad" fue cosa conjunta de varios concejos, entre ellos Betanzos, Santiago, La Coruña, Ferrol, Lugo, Pontevedra. Ni siquiera sabemos quienes fueron los representantes, sólo consta el nombre del escribano Xoán Blanco de Betanzos, que después fue capitán de la Hermandad de Betanzos. Como los que fueron a entrevistarse con el rey, se les da el nombre de procuradores, algunos autores piensan que ya existía en Galicia una organización de la Hermandad, y que lo que se pide a Enrique IV, no es su formación, sino la legalización de ya existente cono parte integrante de la " Santa Hermandad" de todo el reino de Castilla.
Las ciudades son, por lo tanto, los centros motores del movimiento, y, una vez formado fueron las coordinadoras. De Lugo partió la iniciativa "irmandiña" a toda la provincia, con subcentro en Melide en contacto con los núcleos de Betanzos de Betanzos-Cruña. Santiago, Cruña-Betanzos y Pontevedra son los grandes centros "irmandiños" de estas dos provincias. A ellos hay que añadir los subnúcleos de Pontedeume y Padrón. La misma función cumple en su provincia la ciudad de Orense. Cuando la hermandad se expande a las comarcas rurales, lo hace siempre a partir del núcleo comarcal de mayor entidad de población; no es de extrañar que así ocurriera , debido al carácter extraordinariamente diseminado que siempre tuvo el campo gallego.
Así pues , cabe preguntarse hasta que punto se puede calificar a los "irmandiños"como una rebelión casi exclusivamente campesina, como quieren ver la mayoría de los historiadores. La forma de organización en Hermandad es de arraigo típicamente ciudadano, y en las ciudades y sus alrededores se reúnen las Juntas y Asambleas generales de la "Hermandad". No obstante , la participación campesina fue la que dio a la rebelión "irmandiña" su carácter de hecho de masas. La incorporación de las comarcas rurales fue prácticamente total. La intensidad del levantamiento está en relación directa con el apoyo que le prestó la mayoría de la población campesina y ciudadana.
LA ACTUACIÓN DE LA HERMANDAD.
La primera mención documental del funcionamiento de la Hermandad es del 13 de marzo de 1467, en Tui. El día 30 del mismo mes se verifica el juramento de 33 capitulares de Santiago de guardar los secretos de la Hermandad. Las primeras actuaciones se llevan en secreto. Se celebró una asamblea en Melide, antes del ataque a las fortalezas; pero hay contradicciones sobre el mencionado plan de derribar las fortalezas. Algunos prefirieron conservarlas y entregarlas a un caballero adicto, previo pleito al concejo.
En la primavera de 1467 comienza la acción contra todas las fortalezas de Galicia; la primera derruida fue las del Castillo Ramiro, el 25 de abril de este año. Al comenzar la guerra contra los señores, la dirección de las operaciones militares queda encomendada a los tres jefes más grandes: Osorio, Lanzós y Lemos, que por su condición de nobles tenían más conocimientos sobre el planteamiento de una guerra abierta.
Pedro de Osorio cubre con su ejército el centro de Galicia, teniendo como centro a Santiago. Alonso de Lanzós se apodera , con sus huestes , de Pontedeume, hace huir a Fernán Pérez; se une con los Irmandiños de Mondoñedo; presenta batalla a Pedro Pardo de Cela, vence y mata a su primo Xoán Nuñez Pardo. Diego de Lemos opera en la extensa región del río Ulla al río Limia, y recorre con un ejército de unos 15000 hombres las tierras de Lemos, Sarria y Chantada . Estos tres ejércitos , al mismo tiempo que se apoderan de las posesiones de los nobles, organizan el levantamiento del pueblo.
El proceso de el desmantelamiento de las fortalezas llega a la elevada cifra de 130.
Los nobles no pueden hacer frente a la revuelta; algunos emigran a Portugal; otros se esconden entre vasallos fieles; el monasterio de Samos pudo ser un lugar de refugio. También unos pocos señores le hacen frente a los irmandiños y conquistan algún éxito parcial. Alonso López de Lemos, padre del sublevado Diego de Lemos, vence a los irmandiños en la batalla de Pedrosa y recupera la villa de Monfoarte. En Allariz el caballero Luis de Abreu fracasa al ataque irmandiño.
Las victorias de los señores son esporádicas. En marzo de 1468, Alvaro Páez de Soutomaior muere en su refugio de Tui, y antes de morir ordena que la ciudad sea entregada a los irmandiños que la cercan. Podemos decir que la Hermandad gobierna a lo largo de Galicia, hasta la primavera de 1469.EL CONTRAATAQUE FEUDAL.La revuelta irmandiña supuso un gran peligro para los señores, con la pérdida de sus haciendas. Los irmandiños no se contentaron sólo con demoler sus haciendas; para Gutiérrez Nieto , pusieron "el acento igualmente que en Castilla se manifestó más menguadamente: no sólo detener el proceso señorial, sino operar incluso una rectificación... de las cargas y derechos señoriales". Se puede considerar como una manifestación antiestamental de significación específicamente gallega la obligación impuesta por los irmandiños de que ningún campesino mantuviese a hijo de hidalgo.
Para contrarrestar estos peligros, en los primeros años de los Reyes Católicos, se hace el concierto de los condes de Lemos, Monterrei, y Altamira, Diego de Andrade y los mariscales Suero Gómez de Soutomaior y Pedro Pardo de Cela, para tratar de conservar sus estados, y prepararse contra los vasallos que se revelen contra ellos o se nieguen a pagar las rentas. Pero aquí nos interesa el movimiento anti-irmandiño que surgió en la primavera de 1469; después de las gestiones llevadas a cabo por el arzobispo Fonseca, Pedro Álvarez de Soutomaior y Xoán de Pimentel, se realiza la contraofensiva de los nobles, coronada con la victoria de Framela. Pedro de Osorio tiene que retirarse de Santiago. Fernán Pérez de Andrade, Gómez Pérez das Mariñas, Sancho Sánchez de Ulloa y Lope Sánchez de Moscoso se unen con las huestes de Soutomaior y todos juntos comienzan la recuperación de sus dominios. Alonso de Lanzós queda resistiendo, pero es cercado en Castro Gundián, y la deserción de Diego de Lemos lo deja aislado. Al no poderse mantener contra el asedio, hace entrega de Pontedeume al arzobispo Fonseca. Después es perseguido por Fernan Pérez de Andrade y hecho prisionero.
Con la desaparición de los grandes jefes, la revuelta irmandiña queda vencida; sólo quedan pequeños núcleos rebeldes en tierras de Santiago. El último reducto irmandiño, fue la derruida torre de la Lanzada, donde unos treinta hombres, dirigidos por Xoán García de Barca y Xoán García de Chinchón, resisten hasta su captura.CONSECUENCIAS DE LA DERROTA IRMANDIÑA.Los irmandiños no llegaron a superar la mentalidad medieval de una sociedad basada en el perfecto equilibrio de los tres estados; Por un lado, es un hecho de masas, de intervención del pueblo; por otro lado, un oportunismo político de los nobles segundones, y unos intereses del clero, preocupados por detener el proceso señorial de carácter laico y por la posibilidad de recuperar tierras y vasallos.
Mientras existió la hermandad, sus componentes practicaron una justicia ejemplar, a veces dura; tomaron medidas encaminadas a la supresión de impuestos abusivos; exigen la devolución de tierras monásticas usurpadas por algunos nobles, prohibieron mantener a hijos de hidalgos,
L represión no fue muy fuerte. Alonso de Lanzós pasó el resto de sus días en prisión; en cambio, Diego de Lemos tuvo mejor fortuna. Respecto a los combates populares, los señores prefieren respetar sus vidas, para no verse privados de mano de obra suficiente, con el fin de reedificar las fortalezas y también cultivar las tierras.
Las razones de la derrota irmandiña son diversas. En la coalición de los nobles entraron fuerzas de Castilla , león y Portugal. El final se impone con la superioridad militar , ya que los nobles disponen de artillería, arcabuces y colubrinas , con el impulso de Pedro Madruga; frente a ellos los irmandiños utilizaban saetas, catapultas, escopetas, ballestas y lanzas. Las propias quiebras que debieron abrirse en el campo sublevado fueron otro factor decisivo; el testimonio de Salazar nos habla de los hidalgos que tuvieron cierto miedo a su apoyo. Estas mismas fisuras se debieron producir en el campo popular, entre los bandos moderados y los más radicales.
No cabe duda que la solidaridad de los señores feudales funciona una vez más, como años antes funcionara para la revuelta de Rui Xordo.