Las olas vienen y van,
la noche oscura se asoma
mientras un hombre se echa al mar.
En el puerto está su amor
que ve como ,en una barca,
se va alejando con tesón.
Piensa en que volverá,
lo piensa y se lo pide a Dios,
y sonríe al pensar
en su nombre como una inscripción
en la barca que arrastra el mar.
Sus manos llenas de cortes
despiden a su marinero,
mientras su silueta se va ,
ella va entonando un credo.
Cuando él desaparece
vuelve a coser sus redes
allí, junto al muelle,
conversa con otras mujeres.
El faro levanta su luz
y alumbra altivo, galante,
el faro es buen amigo
y guía del navegante.
Las horas pasan sin detenerse
y hay un marinero que no vuelve,
dioses invocados, mar embravecido,
se oyen gritos desde el muelle.
En la playa una mujer
que enlutada se vuelve
recoge sus pertenencias:
grandes redes y botas verdes;
mientras, una pregunta en sus labios floreciente:
"Padre mar , si tú eres simiente,
¿por qué le siegas la vida
por qué te lo llevas , Muerte?
Dicen los más antiguos,
que el mar ríe estridente,
cuantas más lágrimas saladas
su caudal aumenta , impunemente.