Cerro La Copa, Montalbán


¡Impresionante! Era la única palabra que pronunciaba cada uno de los integrantes del grupo al divisar desde la plaza Bolívar de Montalbán el gigantesco peñón de cuarzo  que adorna el cerro La Copa.

Montalbán es uno de los pintorescos pueblos del occidente de nuestro querido y desconocido estado Carabobo al que invadimos un grupo de estudiantes universitarios llamados por la aventura de pararnos sobre El Peñón y quedarnos maravillados por la inmensidad del verde en los valles y montañas, de riachuelos libres de contaminación y de parajes que llaman a la reflexión y al reencuentro con la naturaleza, aunque algunas veces y en algunos sitios del paseo, irrespetada por la indolencia de quienes no se miden a la hora de dejar tirados papeles, bolsas y latas en los senderos del cerro.
El viaje comenzó en la plaza Bolívar, frente a la magnífica iglesia de San José, con una mezcla de entusiasmo y miedo al ver el tamaño del reto que nos habíamos planteado: coronar la cima de El Peñón y más allá, llegar a "La Neverita" que bien ganado tiene ese nombre.
Bien, comienza la caminata y al llegar al final de la calle, quienes dejan todo para última hora podrán abastecerse en una bodeguita bien surtida antes de la senda que cruza el primer río. Nos encontramos y conocimos a un guardabosque que nos sirvió de acompañante y de guía mientras nos narraba con alegría los nombres de los cerros y las curvas de la carretera, y con tristeza el mal aspecto que da la basura que dejan quienes suben a "pasear".
En la primera parada nos encontramos con varias piedras acostadas, casi escondidas en la maleza que nos mostraron los primeros petroglifos. Más arriba, estaba la mejor muestra de estos singulares dibujos.
Luego de varias horas de camino llegamos al riachuelo donde nos abastecimos de agua mineral, pura, cristalina y gratis. Seguimos la subida para luego llegar al Mirador, enfrente de la capilla, desde donde hay una hermosa vista de Montalbán y los sembradíos de alrededor.
A cinco minutos del Mirador vadeamos el río en el lugar donde se precipita por una profunda garganta cortada entre grandes rocas para formar unos pozones que llaman a bañarse, pero nuestra meta estaba todavía muy lejana, así que seguimos caminando.
A 20 minutos más de camino está El Peñón. Es una roca de cuarzo inmensa que desde abajo parece amenazar con caerse; se escala por dos lados: uno muy empinado y otro un poco más suave, pero sólo se llega desde "La Neverita", así es que vamos para allá.
Más o menos en 20 minutos llegamos por fin al refugio, ahora mejor cuidado que la vez anterior. Esta vez nos encontramos un sistema de riego que mantiene verde la grama, unos señores que construyeron baños públicos -eso sí, bien rudimentarios, para que no contrasten con el paisaje-. Además hay unas parrilleras para quien quiera llegar en vehículos rústicos pueda pasar un agradable día de campo familiar.
Desde el refugio se toma un senderito que en cinco minutos nos pone enfrente de un lugar que parece sacado de un cuento: una cascada de más de tres metros de altura corriendo por enormes piedras para caer y formar un pozo donde cabíamos todos al mismo tiempo y todo esto rodeado por una altísima y frondosa vegetación que casi deja entrar los rayos del sol.
¿Se acuerdan de "La Neverita" que nombramos al principio? Pues aquí es, y ¿adivinen por qué le dicen así? El agua es tan fría que aun el calor más sofocante no le da el valor a uno para darse un baño en este pozo.
Al pueblo de Montalbán nos queda pedirle que cuide su hermosa montaña para que otras generaciones puedan experimentar lo que nosotros en este paseo.

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