POESIA

No podía faltar en mi página un poco de alimento para el espiritu, así que he recogido algunos fragmentos poeticos de los pocos autores que se pueden leer sin vomitar.

Puedes elegir entre estos :

Charles Bukowski :

         - Cisne de primavera
         - Se amable
         - La vida feliz de los cansados

Oscar Wilde

        - Sin titulo

Allen Ginsberg

        - Aullido ( fragmento )
 

CHARLES BUKOWSKI
 
CISNE DE PRIMAVERA
 
también en primavera mueren los cisnes
y allí flotaba
muerto un domingo
girando de lado
en la corriente
y fui hasta la rotonda
y distinguí
dioses en carros,
perros, mujeres
que gritaban
y la muerte
se me precipitó garganta abajo
como un ratón,
y oi llegar a la gente
con sus cestas de merienda
y sus risas,
y me sentí culpable
por el cisne
como si la muerte fuese algo vergonzoso
y me alejé
como un idiota
y les dejé
mi hermoso cisne.
 
SÉ AMABLE
 
siempre nos piden
que entendamos el punto de vista
de los otros
sin importar si es
anticuado
necio
asqueroso.
a uno le piden
que entienda
amablemente
todos los errores de los otros
sus vidas desperdiciadas
sobre todo si son
de edad avanzada.
pero su edad es lo único
en lo que nos fijamos.
han envejecido
mal
porque han
vivido
sin enfoque,
se han negado
a ver.
¿que no es culpa suya?
¿culpa de quién? ¿mía?
se me pide que oculte
mi opinión
ante ellos
por miedo a su
miedo.
la edad no es un crimen
pero la vergúenza
de una vida
deliberadamente
desperdiciada
entre tantas
vidas
deliberadamente
desperdiciadas
sí lo es.
 
LA VIDA FELIZ DE LOS CANSADOS
 
esmeradamente sintonizado con
la canción de un pez
estaba en la cocina
a medio camino de la locura
soñando con la España
de Hemingway.
hace bochorno, como se suele decir,
no puedo respirar;
he cagado y
he leído las páginas de deportes,
he abierto la nevera,
he visto un trozo de carne
morada
y la he vuelto a dejar
allí.
el lugar en el que encontrar el centro
es en el límite
ese repiqueteo en el cielo
no es más que una cañería
que vibra.
cosas terribles avanzan por las
paredes; flores de cáncer crecen
en el porche; a mi gato blanco
le arrancaron un ojo
y sólo quedan 7 días
de carreras de la temporada veraniega.
la bailarina nunca llegó del
Club Normandy
y Jimmy no trajo a la
furcia,
pero hay una postal desde
Arkansas
y un impreso retornable de Food King:
10 días gratis en Hawai,
todo lo que hay que hacer
es rellenarlo
pero no quiero ir a
Hawai
quiero la furcia con ojos de pelicano
ombligo de bronce
y
corazón de marfil.
saco el trozo de carne
morada,
lo echo a la
sartén.
entonces suena el teléfono.
caigo sobre una rodilla
y ruedo bajo
la mesa. allí me quedo
hasta que deja de sonar.
después me levanto y
pongo
la radio.
no me extraña que Hemingway fuera
un borracho, ¡maldita España!
yo tampoco puedo
soportarla.
hace un bochorno
tan grande.
 
 
OSCAR WILDE
 
Ya no vestía su casaca escarlata,
porque rojos son la sangre y el vino
y sangre y vino había en sus manos
cuando lo sorprendieron con la muerta,
la pobre muerta a la que había amado
y a la que asesinó en su lecho.
Entre los reos caminaba
con un mísero uniforme gris
y una gorrilla en la cabeza;
parecía andar ligero y alegre,
pero nunca vi a un hombre que mirara
con tanta avidez la luz del día.
Nunca vi a un hombre que mirara
con ojos tan ávidos
ese pequeño toldo azul
al que los presos llaman cielo
y cada nube que pasaba
con sus velas de plata.
Yo, con otras almas en pena,
caminaba en otro corro
y me preguntaba si aquel hombre habría
hecho
Algo grande o algo pequeño,
cuando una voz susurró a mis espaldas:
 <<¡A ese tipo lo van a colgar!>>
¡Santo Cristo! Hasta los muros de la cárcel
de pronto parecieron vacilar
y el cielo sobre mi cabeza se convirtió
en un casco de acero ardiente;
y, aunque yo tambien era un alma en pena,
mi pena no podía sentirla.
Sólo sabía que idea obsesiva
apresuraba su paso, y por qué
miraba al día deslumbrante
con tan ávidos ojos;
aquel hombre había matado lo que amaba,
y por eso iba a morir.
Aunque todos los hombres matan lo que
aman,
que lo oiga todo el mundo,
unos lo hacen con una mirada amarga,
otros con una palabra zalamera;
el cobarde con un beso,
¡el valiente con una espada!
Unos matan su amor cuando son jóvenes,
y otros cuando son viejos;
unos lo ahogan con manos de lujúria,
otros con manos de oro;
el más piadoso usa un cuchillo,
pues así el muerto se enfría antes.
 
Unos aman muy poco, otros demasiado,
algunos venden, y otros compran;
unos dan muerte con muchas lágrimas
y otros sin un suspiro:
pero aunque todos los hombres matan lo que
aman,
no todos deben morir por ello.
No todo hombre muere de muerte infamante
en un día de negra vergüenza,
ni le echan un dogal al cuello,
ni una mortaja sobre el rostro,
ni cae con los pies por delante,
a través del suelo, en el vacío.
No todo hombre convive con hombres callados
que lo vigilan noche y día,
que lo vigilan cuando intenta llorar
y cuando intenta rezar,
que lo vigilan por miedo a que él mismo robe
su presa a la prisión.
No todo hombre despierta al alba y ve
aterradoras figuras en su celda,
al trémulo capellán con ornamentos blancos,
y al director, de negro brillante,
con el rostro amarillo de la sentencia.
No todo hombre se levanta con lastimera prisa
para vestir sus ropas de condenado
mientras algún doctor de zafia lengua disfruta
y anota cada nueva crispación nerviosa,
manoseando un reloj cuyo débil tictac
suena lo mismo que horribles martillazos.
No todo hombre siente esa asquerosa sed
que le reseca a uno la garganta antes
de que el verdugo, con sus guantes de faena,
franquee la puerta acolchada
y le ate con tres correas de cuero
para que la garganta no vuelva a sentir sed.
No todo hombre inclina la cabeza
para escuchar el oficio de difuntos
ni, mientras la angustia de su alma
le dice que no está muerto,
pasa junto a su propio ataúd
camino del atroz tinglado.
No todo hombre mira hacia lo alto
a través de un tejadillo de cristal,
ni reza con labios de barro
para que cese su agonía
ni siente en su mejilla estremecida
el beso de Caifás.
 
 
ALLEN  GINSBERG
 
AULLIDO ( fragmento )
 
He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas
  desnudas, arrastrándose de madrugada por las calles de los negros buscando el pico rabioso,
  ángeles rebeldes quemando por la vieja conexión celestial hacia la dinamo estrellada en la
 maquinaria de la noche,
     que pobres y andrajosos y ojerosos y colocados se pasaron la noche fumando en la
 sobrenatural oscuridad de agujeros flotando sobre las azoteas de las ciudades contemplando el
jazz,
    que vaciaron sus cerebros al Cielo bajo el metro elevado y vieron ángeles musulmanes
                    vacilando sobre edificios iluminados,
   que pasaron por las universidades con radiantes ojos descarados alucinando Arkansas y la
               trágica visión de Blake entre los eruditos de la guerra,
    que fueron expulsados de las academias por locos y por publicar odas obscenas en las
ventanas del cráneo,
  que en calzoncillos y escondidos en sucias habitaciones, quemaron su dinero en las papeleras
                  y escucharon el Terror a través de la pared,
 que fueron cogidos por sus barbas púbicas cuando regresaban a Nueva York desde Laredo con
       marihuana en el cinturón,
    que comieron fuego en hoteluchos o bebieron trementina en Paradise Alley, matando o
 flagelando sus torsos noche tras noche
       con sueños, con drogas, soñando despiertos, alcohol y polla y huevos sin fin,
  incomparables calles sin salida de nubes vibrantes y relámpagos en la mente saltando hacia
    los polos de Canadá y Paterson, iluminando a todo el mundo inmóvil del Tiempo por
entremedio,
  solideces de peyote por los pasillos, madrugadas de árbol verde en el jardín del cementerio,
  borracheras de vino en las azoteas, barrios de almacenes cruzados con coche drogados con el
    neón de los semáforos parpadeando, vibraciones de sol y luna y árbol en los rugientes
  atardeceres invernales de Brooklyn, cubos de basura ruidosos y bondadosa luz de la mente,
   que se encadenaron en el metro para el interminable trayecto de Battery al Bronx sagrado
  cargados de benzedrina hasta que el ruido de las ruedas y de los niños les hizo bajar con los
  dientes podridos temblando y la mente hecha polvo y seca de inteligencia en la triste luz del
Zoo...
 
 
 
 
Cranberry Sauce