![]() |
![]() |
![]() |
SEMANA SANTA Felicitaciones, halagos, críticas, comentarios, por favor a Kafda EMAIL: Kive5@hotmail.com _________________________________________________________________________________ "SEMANA SANTA" Semana Santa I. Viernes Santo “Dedicado a todos aquellos que no le ponen careta a Dios” Viernes Santo, 2 de abril de 1999. 20:35 h En la habitación de un motel de tercera categoría, yacían en la cama, completamente desplomados, dos agentes especiales del F.B.I: una no tenía ni idea de dónde estaba; el otro, todavía no se recuperaba de la agitación del día. Los extraños incidentes de ese Viernes Santo, más que un simple dolor de cabeza, le provocaron a Mulder una verdadera condición catártica: El extraño estado de Scully, mas la temible imagen de su iracundo hermanito, Skinner, el envenenador, el doctor, el otro tipo, y para colmo de males, una fuga. Todo en su conjunto pesaba demasiado en el cuerpo y en la mente de nuestro pobre agente. Pero el mayor calvario estaba justo al lado de él: Era Scully, o más bien, sus condiciones actuales. Se encontraba inconsciente, pálida, y sin que él se diera cuenta, ardiendo en fiebre. -“Aaaaayyy... ¡Demonios!”- Se decía mientras volvía a cerrar los ojos -“Ni siquiera me acuerdo cómo rayos comenzó todo”- Ese mismo día, pero a las 18:45 h. Scully no dejaba de pensar en Mulder. En la iglesia de St. John, el padre Mc Cue pronunciaba con pasión el sermón de ese día tan especial para los católicos, sin darse cuenta que una de sus feligreses dirigía la atención a sus propios pensamientos. -“No debí dejar a Mulder solo” - Se decía -“Habían muchos informes que entregar y prácticamente se los dejé todos a él, como si fueran de su exclusiva responsabilidad. Fui una tonta al preguntarle si podía con todos ellos... El nunca diría que no... ¡Cielos!”- -“¡Cómo pretendemos alcanzar el cielo sin valorar el amor que nuestro Señor Jesucristo nos mostró en su paso por esta pecaminosa Tierra!”- Exclamó el sacerdote, e hizo que Scully se asustara lo suficiente como para prestarle un poco de atención. -“Todo cristiano que se considere como tal, debe tener siempre presente al hijo de Dios en la cruz. Ese sacrificio, hijos míos, fue su mayor prueba de amor hacia los hombres”- -“No es justo”- Pensaba Scully -“Todos los años se refieren a lo mismo. Hablan de Jesús y la religión como si hubiera que guardar un luto permanente. La muerte, siempre la muerte. ¿Y la vida? ¿Acaso no tiene el mismo valor? ¿Será válido no sólo sufrir, sino hacer sufrir por nuestra causa?”- Nuevamente Mulder llegaba a sus neuronas pensantes -“No. Definitivamente, un rito religioso no es excusa para recargar mis deberes a otros... Mulder...”- En eso dio un pequeño sobresalto, provocado por sus propios temores y pesares. -“Oh! ¡Dios mío, perdóname!”- Se lamentaba -“Debes estar enojado conmigo por pensar así en Viernes Santo. Bueno, de hecho, tu sabes más que nadie que no he sido una buena cristiana. He rechazado muchas veces la veracidad de los misterios de la iglesia y he cometido muchos pecados, sobre todo contra los que más amé”- En ese momento, el recuerdo de Melissa, su padre... Emily, hizo que Dana cerrara los ojos y tristemente inclinara la cabeza, sintiéndose la penitente número uno del día. Quiso llorar, pero su fuerte raciocinio le dio el temple para no hacerlo. Decidió entonces sobreponenrse, levantar la mirada, secar sus ojos y comportarse como la persona razonable que era. Sin embargo, ni su lógica-matemática logró zafarla de un pensamiento complejo y enigmático: un pensamiento llamado Mulder. -“¡Y sí que tengo razón! Ni siquiera soy una buena profesional. ¿Qué culpa tiene Mulder de ser judío? Hubiera podido tomarse el día al igual que yo. Y pensar que me llevé el informe del decreto 819 para la casa sin decirle nada. De enterarse, se enojaría conmigo. ¿Habré hecho bien? Bueno, mi intención fue buena...”- Y así, de reflexión en reflexión, Dana Katherine Scully se iba encerrando más y más en su mundo interior. -“Dana”- El repentino llamado de su madre la despertó. -“Dana, cariño, ¿Estás bien? Te noto un poco distraída”- -“No me pasa nada mamá”- Dijo Scully -“Pensaba en Mulder y en el trabajo”- -“Dana, es normal que te preocupes por tu compañero, pero debes dejar tus compromisos a un lado en Viernes Santo. Es un día de recogimiento, meditación...”- -“Sí mamá, ya lo sé”- Interrumpió Scully con cierto desgano. -“¡Dana! No te pongas así. Acuérdate que vas a recibir el cuerpo de Cristo y debes ir limpia de pecado”- Ese regaño, más que motivarla, hizo que Dana cayera aun más en la tristeza. Meditó en lo que su madre había dicho por un momento, y con un aire de decepción, Dana respondió: -“Mamá, entonces es mejor que no vaya”- -“¡Dana!”- Margaret iba a continuar sus reproches cuando el padre irrumpió: -“La paz de Dios esté siempre con todos ustedes”- -“Y con su espíritu”- Respondió la multitud, incluyendo una madre y una hija que estaban un poco asustadas. -“Démonos fraternalmente el saludo de la paz”- Las personas entonces comenzaron a darse la mano. Margaret aprovechó la ocasión para abrazar a su hija y decirle dulcemente: -“Hija, no seas injusta contigo misma. Amé a tu padre y amo a tus hermanos, pero tú eres la persona más buena y honesta que jamás haya conocido en toda mi vida. Sólo te pido que tengas un poco más de fe”- Lo que la abnegada madre no pudo notar es que un extraño hombre se acercaba cada vez más hacia ellas. Después de hacer un gesto de resignación, Dana se separó de su madre, con la intención de desearle paz a los otros feligreses. Fue entonces cuando el extraño se le acercó, tomando con fuerza su brazo izquierdo. Dana lo miró confundida. No entendía la actitud agresiva de ese grotesco desconocido. Inmediatamente, él acarició la mejilla derecha de Scully con la mano que tenía libre. La tersura de su piel contrastaba con la dureza de esa mano y ese gesto que no presagiaba nada bueno para la joven agente. Acercó su rostro al de ella y la besó fríamente en la mejilla izquierda; y con un toque bastante siniestro, el hombre susurró: -“La paz sea contigo”- Como es de suponerse, esto desconcertó totalmente a Scully, que no dejó de ver a aquel hombre mientras se alejaba y se perdía entre la multitud. -“Qué extraño, ¿Porqué hizo eso?”- La misa transcurriría sin más novedades, al menos, eso era lo que Scully pensaba, hasta que llegó el momento de repartir la hostia. -“Vamos Dana, ve a recibir a Jesús en tu corazón”- Scully hizo la fila de la eucaristía sin dejar de pensar en aquel individuo. -“¿Quién sería?”- Esa manera de dar la paz había sido muy extraña. La línea seguía avanzando... -“Corpus Cristi”- -“¿Eh?”- -“¡Corpus Cristi, Dana!”- Le repitió el padre Mc Cue. -“A... ahhh...”- fue lo último que dijo Scully antes de caer desfallecida al suelo. En la iglesia se formó un gran alboroto. La primera en alterarse fue la Sra. Scully al empujar a todo el que tenía enfrente para sostener a su hija. Dana se veía pálida, inerte, sin vida. -“¡Rápido, pidan una ambulancia!”- -“¿Una ambulancia?”- Dijo una vieja con cierta ironía. -“Vamos, no puede ser tan grave. La gente a veces se desmaya por fatiga”- -“No señora, usted no entiende. Mi hija es muy fuerte. Cuando algo así le sucede debe ser atendida inmediatamente”- Respondió Margaret mientras volteaba la mirada a su hija, a la persona que realmente le importaba. -“¡Ah!, ¡Entonces debe estar encinta!”- Exclamó la señora con una risa bastante maliciosa. Obviamente, esa fue la gota que derramó la jarra de paciencia de la Sra. Scully. La miró con un gesto de dolor y rabia; y muy severamente le contestó: -“¡Y usted qué sabe vieja impertinente!, ¡Qué daría yo porque mi hija tuviera un bebé!”- El rostro iracundo de Margaret Scully ahuyentó a la rezandera indiscreta, dándole paso a la camilla que conduciría a la agente Scully al hospital general de Washington. Margaret no vaciló entonces en tomar el celular de su hija y hacer una llamada. 18: 57 h Mulder ya casi terminaba de redactar el último informe oficial de aquel día tan agotador. Pero no se los iba a mostrar a Kersh aún. Quería utilizar el tiempo restante para examinar el informe del decreto 819 que muy disimuladamente había extraído de la oficina de Skinner. No podía entender aun porqué su ex jefe no quiso continuar con la investigación; así es que decidió seguir la pesquisa por él mismo. Lo curioso es que no lo encontraba... En eso se escuchó sonar su celular. Su cara se llenó de alegría. Asumía que lo llamaba Scully, pero no era precisamente Dana. -“Mulder”- Contestó sonriendo. -“¿Mulder? Habla la mamá de Dana. Algo raro pasó hoy en la iglesia...”- 19:18 h Mulder llegó con el corazón en la mano al hospital. Decirle que algo le había pasado a Scully era suficiente para hacerlo correr. Se olvidó por completo de informes y de decretos. Había volado por las calles hasta llegar al hospital. Allí preguntó como loco por Dana Scully. Las enfermeras, al conocerlo ya, no le prestaban la más mínima atención. Se hubiera desesperado más de no ser porque vio a la Sra. Scully en una esquina. Suspiró entonces y se le acercó apresuradamente. -“¡Oh Mulder! Qué bueno que llegaste”- -“¿Qué le pasó a Scully? ¿Dónde está?”- -“Está arriba, en la sala de desintoxicación”- -“¡¿Desintoxicación?!!!!”- Mulder desorbitó los ojos -“¿Estaba drogada acaso?”- -“No precisamente Mulder; yo diría que más bien envenenada”- Los ojos de Margaret contenían el llanto -“Según el doctor, Dana recibió dosis bastante elevadas de algún tipo de anestésico poco conocido. Es por eso que no despierta. Están tratando de limpiar su sangre...”- La pobre madre no pudo más. Sus copiosas lágrimas expresaban todo el dolor de su alma. Mulder no sabía qué decir para consolarla. Al igual que ella, también se encontraba confundido e impotente. Agachó la cabeza. En el fondo, se sentía culpable del dolor que Margaret estaba padeciendo; o mejor dicho, de todo lo que le ocurría a su hija. Sin embargo, mantuvo la calma. Sabía que con desconsolarse no iba a arreglar nada. Scully necesitaba ayuda y él tenía que actuar rápido. Apoyó suavemente su mano en el hombro de Margaret y comenzó entonces a preguntarle: -“¿Pero, no estaba ella con usted en la iglesia?”- -“Sí, y es lo que más me extraña de todo esto”- Dijo Margaret tratando de calmarse. -“Ella estaba muy tranquila... bueno, no tanto. Pensaba en su trabajo y también en ti. Cuando fue a tomar la hostia, cayó de repente. No lo entiendo”- En ese momento, Mulder recordó lo que había sucedido con el envenenamiento de Skinner hace unas semanas atrás. Comenzó realmente a asustarse, pero no quería inquietar más a la madre de Scully. Por eso, preguntó con discreción: -“¿Estuvo siempre con usted? ¿No habló con más nadie?”- -“No que yo recuerde. Tú conoces a Dana. Ella no tiende a ser muy sociable”- El desconcierto de Mulder aumentó. Ahora su corazón latía más fuerte y rápido. La vida de su compañera podía estar en juego y él no tenía ni siquiera un indicio de cómo proceder. Su mirada ahora se fijaba en un punto indefinido del pasillo. En eso, vio a Skinner que se subía al elevador del fondo. Extrañado y preocupado, decidió seguirlo, despidiéndose de la mamá de Scully con un apresurado -“¡Con permiso!”- -“Sí, Mulder. Ahora subo. Estoy esperando a Bill”- Mulder casi ni escuchó a la señora Scully. Corrió hasta el final del pasillo tratando de alcanzar a su ex jefe. No se explicaba su presencia allí. Sólo él sabía lo de Scully... bueno; al menos eso era lo que él creía. Logró ver que las luces del ascensor se detenían en el 6to piso. No iba a esperar más. Subió por las escaleras dando grandes brincos. -“No me gusta todo esto: veneno, 819 perdido, Skinner... Scully... ¡Dios mío!”- Aunque a él le pareció una eternidad, llegó presto al piso 6. Sus sentidos ahora se dirigían a encontrar la habitación de Scully; pero no tuvo que buscar mucho, ya unos ruidos de disputa le dieron la dirección a seguir. Al caminar unos cuantos metros, Mulder encontró a Skinner forcejeando con un sujeto que ya conocía: Era él; el mismo cara de diablo que había envenenado a Skinner. -“¡Suéltame maldito!”- Gritaba Skinner. -“¡Agente del F.B.I. ¡Suéltelo o disparo!”- Gritó Mulder al tiempo que desenfundaba su arma. El hombre hacía caso omiso a las palabras del agente. Se ensañaba contra Skinner como si le quisiera partir el cuello. En eso, lo azotó con violencia contra la pared y no le dio tiempo a Mulder de disparar, ya que también lo empujó, haciendo que cayera al piso. El hombre desapareció por las escaleras como por arte de magia. Mulder trató de incorporarse lo más rápido posible para seguirlo, pero Skinner, que también se incorporaba, lo detuvo con fuertes palabras: -“¡No sea tonto, agente Mulder! ¿Para dónde va?”- -“¡Señor, él es el hombre...”- -“¡Ya sé quién es él, agente Mulder! ¡Lo que yo no sé es cómo usted hace para meterse en tantos problemas! Ahora dígame, ¿Dónde demonios metió el informe?”- -“¿El informe, señor?”- Dijo Mulder titubeando. -“¡No es hora de hacerse el imbécil, Mulder! Por su necedad y desobediencia ahora la vida de todos nosotros está en peligro; incluyendo la de la agente Scully. Unos minutos más y su compañera muere. ¿Acaso le satisface eso?”- -“¡Lo que no me satisface es ver que un superior no se interese en aclarar la verdad de un hecho criminal del cual él mismo es víctima! ¿Qué está ocultando, SEÑOR!”- le gritó Mulder muy alterado. -“¡Usted no es quién para cuestionar mis acciones!”- Respondió Skinner con igual intensidad -“¡Si no quiere complicar más las cosas le sugiero que no despegue los ojos de la agente Scully, que me devuelva ese informe y que olvide lo que aquí sucedió!”- Fue lo último que dijo Skinner antes de sacudir a Mulder hasta arrinconarlo a la pared y esfumarse por una salida alterna del piso en cuestión. Mulder a todo esto todavía se sentía aturdido. Quería ordenar sus ideas. Todo estaba ocurriendo muy rápido. Pero no demoró mucho en reaccionar y darse cuenta que en algo Skinner tenía razón: Debía ver a Scully, vigilarla, protegerla, porque fuerzas oscuras merodeaban el ambiente. “Hemodiálisis” Decía un gran letrero que estaba ubicado casi debajo de Mulder. Caminó apresurado mirando al interior de cada cuarto. Nada en el primero, nada en el segundo... Lo curioso de todo esto es que siendo un hospital no se veía personal rondando por ese piso. Pero Mulder no reparó en eso. Él sólo quería encontrar a Scully. Finalmente allí estaba: en el tercero. Acostada aun en una camilla y conectada a dos venoclisis. Aunque pensó estar ya acostumbrado, Mulder no dejó de conmocionarse. Temía verla porque imaginaba lo peor. Pensó en la posibilidad de verle las venas hinchadas y la cara deformada producto del carbono letal de aquel veneno nanotecnológico. Para su fortuna, y para la de Scully, no era así. Tomó valor y la vio. Aunque inconsciente, esa era la bella Dana que él quería ver. Luego de tomar un respiro, acarició tímidamente una de sus manos. Estaban blancas y frías; aun así, llenaban de calor el corazón de Mulder -“Tal parece que duermes tranquila, compañera”- En eso, se aproximó el doctor encargado de la sala. -“¿Conoce usted a la paciente?”- preguntó. -“Sí doctor. Los dos somos agentes del F.B.I. Por favor dígame, ¿Cómo es su estado?”- -“Bueno, le daré mi opinión médica: su amiga fue expuesta a un anestesiante muy poderoso. Pero si la intención del atacante era causarle un daño permanente, creo que se equivocaron de sustancia”- -“¿Está consciente de que fue envenenada?”- -“Sí. Además de la naturaleza poco conocida del químico y del testimonio de su madre, hay fuertes indicios de que esta sustancia se le administró por vía cutánea. Pero no se inquiete. Las reacciones neurológicas de la señorita Scully son buenas. Puedo asegurar que despertará en cuestión de horas.”- -“Gracias doctor, se lo agradezco. Iré a decírselo a su madre”- Mulder salió tranquilamente de aquella habitación dejando a Scully al cuidado del doctor. Se dirigió a mano derecha, sin ver que del costado izquierdo un auxiliar de enfermería entraba por donde él salió. Encontrándose ya casi listo para tomar el elevador, el joven agente escuchó unos extraños quejidos que apenas se podían escuchar. -“¡Vienen del cuarto de Scully!”- Regresó portando su arma y listo para cualquier cosa. Al entrar, ve al supuesto auxiliar inyectando algo en la intravenosa de su compañera y al doctor tirado en el piso sangrando por la cabeza. -“¡Alto ahí!”- Gritó. Pero a Mulder no le quedó más que tirarse para esquivar el falaz disparo del sujeto; aun así, consiguió alcanzarlo con su pistola por la pierna; y a pesar de cojear, el hombre logró escapar. Se dirigió hacia el doctor. -“ Ah, ah...”- Decía quejándose. -“Bueno, por lo menos está vivo”- Pensó Mulder. Fijó entonces su atención en Scully. Con susto observó cómo su cuerpo empezó a sudar copiosamente. Algo fuera de lo normal le pasaba. No dudaba que fuera a causa de eso que se le inyectó. -“¡Esto se acabó!”- Pensó Mulder con severidad -“¡Scully, te sacaré de aquí!”- Como si alguien lo hubiera escuchado, se oyó un ruido que parecía ser de sirena. Mulder no perdió más el tiempo. Tomó la camilla de Scully y salió despavorido de ese cuarto. Mulder avanzaba rápidamente hacia el elevador. El personal del hospital, que reapareció de pronto, lo observaba con sorpresa y temor; no obstante, nadie se atrevía a decir nada. Nadie, hasta que el ascensor se abriera y saliera de él Bill Scully, el corpulento hermano de Dana, que chocaba como un muro contra la camilla. Por reacción inmediata, el corazón paranoico de Mulder aumentó sus latidos. -“Pero, ¡Qué ocurre aquí!”- -“¡Bill, no hay tiempo de explicarte. Dana está en peligro. Me la llevo de aquí!”- -“¿Se la lleva? ¿Para qué? ¿Con qué derecho? ¡Devuelva a mi hermana donde estaba, loco!”- La cordura de Mulder estaba llegando casi al límite. El tiempo se agotaba. Pronto llegaría la seguridad del hospital y aunque se ocupara de explicarle algo a Bill, de seguro no le creería nada; y eso si tenía la suerte de que le entendiera algo. No le quedaba otra salida. Tomó su arma y se la apuntó al desconcertado hermano mayor. -“¡Muy bien, marinerito. Si quieres conservar tu vida y la de tu hermana, será mejor que te eches a un lado y me dejes pasar!”- Gritó Mulder casi al borde del delirio. El hermano de Scully en verdad se sintió asustado, perplejo. Aunque su orgullo era muy grande, sus piernas le temblaban como gelatina. Nunca antes había visto tanta locura y demencia en los ojos de alguien. No le quedó otra que obedecer al mandato y dejar que Mulder tomara el elevador con la camilla y su hermana en ella. No obstante, le dijo a Mulder antes que las compuertas se cerraran: -“¡Esto no se queda así, agente Mulder. Pagará por esto! ¡Ya lo verá!”- La puerta se cerró. Mulder sólo contaba los segundos para llegar a la planta baja. Para su infortunio, el contador se detuvo en el número tres. Al abrirse el ascensor, se topó con tres miembros de la seguridad. Mulder estaba histérico. Disparó tres veces continuas, pero con dirección al techo. Logró con esto retirar a los guardias de su camino, que de por sí ya estaban bien asustados con el peligro que representaba aquel maniático del F.B.I. Salió del ascensor y corrió con la camilla hasta las escaleras de emergencia. Sabía que por el ascensor no podía seguir. Lo estarían esperando abajo. Tomó a Dana entre sus brazos, cuidadosamente, temiendo hacerle algún daño entre tanta adrenalina suelta. Corrió como un demente por las pequeñas escalinatas hasta finalmente salir por la parte de atrás del recinto. Llegó a los estacionamientos, encontró su auto, acostó a su compañera en el asiento trasero, tomó el volante; y prácticamente, desapareció. Y ahora... -“Y ahora, ¿Qué hacer?”- Se preguntaba una y otra vez, tirado en aquella cama de ese espantoso cuarto de motel. -“Estoy en serios problemas. Supongo que ahora mismo, todo el mundo debe estar tras mi cabeza. El F.B.I, los hombres del decreto, la familia de Scully... ¡AAAAAYYYYY!”- Se lamentó de pronto mientras cerraba los ojos y fruncía el ceño. -“Pero qué egoísta soy”- Reflexionó por un momento -“No he pensado en lo mal que puede estar mi compañera”- Esto hizo que se volteara de un costado para poder observar a Scully. Pensó en que debía ser fuerte para verla. Sus mayores angustias radicaban en el estado de aquella mujer de la cual dependía tanto. Un aura de temor invadió el azul de sus ojos. Pero el paisaje que contempló, no sólo lo tranquilizó, sino que también le llenó de un profundo e inexplicable placer. Dana yacía ausente; como si el estar viva fuera tan sólo un sueño; no obstante, su rostro estaba limpio y risueño; y la palidez resplandeciente de la piel le daba un aire etéreo, fresco y angelical. Todas estas características hicieron que Mulder volviera a sentir paz. Una paz que en ese momento tan difícil representaba sin lugar a dudas su redención eterna. Pensó en contenerse, pero la ternura que lo invadía era más fuerte que sus pensamientos conscientes. Se acercó a ella, tomó una de sus frías manos y, acariciando esta con sus labios, la besó sin cesar; y la dulzura de cada beso se enjuagaba con las lágrimas que ahora brotaban copiosamente de sus ojos. -“Scully, perdóname...”- Le dijo mientras sollozaba y rozaba con cariño algunos de sus dedos por su frente -“Tú sabes que yo haría cualquier cosa por ti. Es sólo que... es sólo que, en vez de ayudarte, pareciera que te estuviera exponiendo más a nuestros enemigos... Scully... ¿Ah? ¿Qué sucede? ¿No te había bajado ya la fiebre?”- Mulder posó entonces toda la palma de su mano en la frente de su compañera. Ahora sí que tenía de qué asustarse. Scully estaba tan caliente que se le podía calcular sin dificultad los 40º C o más. Mulder se levantó de la cama. Rápidamente, retiró las sábanas que cubrían a Scully. Buscaba la manera de refrescar su cuerpo. Al hacerlo, se topó con otro problema más: para sorpresa de Mulder, tanto la parte inferior de la bata de hospital de Scully, como sus muslos y el cubre cama, estaban considerablemente manchados de sangre. -“¡Oooohhhh noooo! ¡Sólo esto faltaba!”- CONTINUA Por Kafda, envíen comentarios y sugerencias. |