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El viento frío Debo saludar la tarde desde lo alto, poner mis palabras del lado de la vida y confundirme con los hombres por calles en donde empieza a caer la noche. Debo buscar la sonrisa de mis camaradas y tocar en el hombro a una mujer que lee revistas mordiendo un cigarrillo; ya no es hora de contar sordas historias episodio de irremediable llanto, todo perdido, terminado... Ahora estamos frente a otro tiempo del que no podemos salir hacia atrás estamos frente a las voces y las risas, alguien alza en sus brazos a un niño, otros hay que destapan botellas o buscan entretenidamente alguna dirección, una calle, una casa pintada de verde con balcones hacia el mar... Debo buscar a los demás, a la muchacha que cruza la ciudad con extraños perfumes en los labios, al hombre que hace vasijas de metal, a los que van amargamente alegres a las fiestas. Debo saludar a los camaradas indiferentes y a los que viajan hacia otra parte del mundo, porque todo ha cambiado de repente y se ha extinguido la pequeña llama que un instante nos azotó, quemó las manos de alguien, el cabello, la cabeza de alguien. Ahora se acaban aquellas palabras, se harán ceniza del corazón, se quedarán para uno mismo... Es hermoso ahora besar la espalda de la esposa, la muchacha vistiéndose en un edificio cercano, el viento frío que acerca su hocico suave a las paredes, que toca la nariz, que entra en nosotros y sigue lentamente por la calle, por toda la ciudad... ni tendrás esos ojos que hoy pueden ver el Lincoln Center, la Plaza Roja o el Astrodome de Houston, y llorar una mañana camino a tu trabajo en una avenida llena de árboles y carros... Otras muchachas vendrán con veinte años y la cartera llena de lápices de labios, y el café de las cinco en la calle El Conde será para otros jóvenes que no tendrán por qué recordarnos cuando Rusia haya enviado su nave 240 pasajeros a la luna Entonces los satélites CCCP y USA, "sin llorar jamás desde sus órbitas" estarán a muchos miles de kilómetros por sobre la cabeza de los amantes despreocupadamente alegres que en las calles del mundo cortarán con sus rostros la llovizna y llorarán, tal vez, por alguien que murió con un tiro en la frente en algún sitio. Otras muchachas vendrán, otros amantes, que cantarán en Grecia por las noches o irán a los teatros de Moscú, de Praga, Lima, Chile, Buenos Aires o se estarán aquí tristemente con las manos cogidas pensando en que mañana todo concluirá con un gran estallido. Pero ya, antes de todo esto, habrán muerto millones de soldados en las primeras planas de los diarios, el hambre habrá perdido su importancia, los Beatles, Paulo VI, el Klu-Klux-Klan, estarán enterrados para siempre junto a las declaraciones de guerra, los delegados de la ONU, y las muchachas que, como tú, perderán lentamente la sonrisa y morirán también en las últimas tardes de un tiempo en el que tuvimos nuestra correspondiente parte de llanto, de miedo, de alegría... Resulta, en cambio, simple esta verdad: No estaremos tú y yo, sencillamente!... |
René del Risco Bermúdez |
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