LA CONFESION DEL GITANO
Dos gitanos cierto día
oyeron que cierto abade
las medalla repartía al
que fuese a confesarse.

Vamos allá de contado,
a ver qué medallas son.
Puede darnos resultado
la primera confesion.

¿Cuándo usted se confesó?
Como primera medida
el cura le preguntó.
-Más o menos quince días-

Tal contestó sin reserva,
creyendo que se aludió
a la confesión que diera
al Juzgado de Intrucción.

Dígame, pues, sus pecados;
sean cuatro, sean ciento,
Dios los deja perdonados
mediando arrepentimiento,

-Señor cura, soy sincero;
tengo palabra de rey.
Son tres, si mal no recuerdo,
las gallinas que robé.-

Queda el robo perdonado.
Falta la restitución.
-Délo, señor, por pagado
en la primera ocasión.-

Ya por ultima palabra:
¿Quiénes a Cristo han matado?
-Le juro que no sé nada.
Soy inocente del caso.-

Suspendido mi juicio hoy,
porque usted debe saber
cómo la muerte ocurrió,
y luego debe volver.

Sudando de allí se fue,
pues, aún siendo causa ajena,
temió que le echasen a él
culpa de la muerte aquella,

Prguntóle el compañero
(ya que le estaba tardando):
¿Y las medallas que espero?
No me la estarás jugando.

-Calla, que hay que andar muy listo!
¿No ves cómo estoy sudando?
Por la muerte de un tal Cristo,
al autor andan buscando.-

-vamos, con toda premura!
Huyamos lejos de aquí,
porque a mí se me figura
que el cura sospecha en mí.-

Veloz, se echaron a andar
adonde solo Dios sabe,
y allí poder olvidar
las medallas del abade.

Eugenio Vazques Gundin