20 DE NOVIEMBRE: DÍA DE LA SOBERANÍA 

·       Introducción: Rosas, el nacionalismo bonaerense y el equilibrio en  la Confederación.

·       Ley de Aduanas: prólogo de la Vuelta de Obligado.

·       Causas y consecuencias de las medidas soberanas de 1835: bloqueo francés.

·       San Martín: el vigía de la soberanía.

·       Resultado final de la política soberana de 1835: bloqueo e invasión anglo-francesa de 1845.

·       Vuelta de Obligado y Lucio V. Mansilla.

·       Conclusiones: la soberanía en la Argentina semicolonial del siglo XXI. La presión tricentenaria de los mercados. El dilema histórico: falta de desarrollo o falta de soberanía?

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Rosas, el nacionalismo bonaerense y el equilibrio en   la Confederación

 Cuando Rosas llega al poder, existían tres sectores fundamentales en el país: primero, las provincias mediterráneas cuya debilidad económica era irrefutable; segundo, las provincias del litoral, con una producción ganadera similar a la de la pampa bonaerense, pero sin el puerto ni la aduana, tendiendo en consecuencia a una política de compromiso crónico con los ricos librecambistas porteños. Por último, el frente de Buenos Aires, y con él, sus dos fuerzas fundamentales, los ganaderos de la provincia y los comerciantes e importadores de la ciudad.

 Rosas tomó el poder en nombre del litoral exportador –los ganaderos–  y creó un equilibrio que, por más inestable que fuese, duró casi veinte años. Así fue como El Restaurador comprendió que la única salida del caos era equilibrar las pretensiones de los sectores enfrentados, es decir, encontrar un punto intermedio entre las políticas proteccionistas de las provincias mediterráneas –auténtico foco de nacionalismo genuino– y las políticas librecambistas de las provincias ganaderas del litoral, coincidentes en este aspecto con los librecambistas bonaerenses.

Su accionar para con el Interior fue de renuncia a la intervención militar, dejando a los caudillos el control de las situaciones lugareñas, aunque con paciencia y sutileza los iba enfrentando y corrompiendo. En síntesis, la política suprema de Rosas consistió en una alianza entre el Litoral exportador y la Provincia-Metrópoli para traicionar las provincias del interior. Paralelamente a ello, doblegaba la resistencia de la burguesía comercial porteña, reservando para su clase el control de la Aduana, patrimonio de todos los argentinos. Esto último, coincidía con los unitarios y la burguesía comercial porteña ya que Rosas siempre se negó a nacionalizar los ingresos aduaneros[1].

 A escala nacional, el sistema “federal”[2] ideado por Rosas para gobernar por casi 20 años la tumultuosa patria, lo obligaba a defender el conjunto de la Confederación frente a las amenazas y bloqueos organizados por las potencias europeas colonialistas, en alianza con la emigración unitaria. A falta de una burguesía industrial con visión nacional de sus problemas, antítesis de lo que ocurría en la emergente norteamérica, los ganaderos ocuparon ese lugar predominante y su jefe los defendió, primero a ellos, luego a su provincia y en último lugar al país. Rosas, encarnó un nacionalismo defensivo, restringido, bonaerense, insuficiente sin duda, pero el único posible para la clase estanciera bonaerense[3]

La ley de Aduana de 1835: prólogo de la Vuelta de Obligado

 Tan tergiversada está nuestra historia que enseña como apotegma incontestable una revolución de mayo librecambista desde sus orígenes. Para la falaz versión Mariano Moreno, genial revolucionario de 1810, hacedor conjuntamente con Belgrano del Plan de Operaciones[4], también resultaba librecambista. De esta manera, se oculta a las nuevas y viejas generaciones de argentinos la verdadera historia: la política librecambista no pertenece al año 10 ni a Moreno, sino al año 11 y a Rivadavia.

 Hasta la sanción de la Ley Aduanera, la industria territorial argentina había estado bajo la amenaza del liberalismo económico vigente en los gobiernos porteños desde 1811. Las políticas antinacionales de entonces, similares a las actuales, no sólo estrangulaban al interior nacional por el monopolio del puerto y de la Aduana, sino por las tentativas unitarias constantes de inundar la Confederación con mercaderías extranjeras, privando a las poblaciones criollas de sus recursos tradicionales de subsistencia[5].

 En 1835, y para frenar nuevas embestidas del interior “bárbaro” sobre la orgullosa Buenos Aires, Rosas, que expresaba como vimos antes, cierta tendencia nacional, decreta la Ley de Aduana de 1835. Para no explayarnos sobre este tema, definiremos brevemente los alcances y consecuencias de la precedente Ley[6]

1.      Recibió el apoyo unánime de las provincias mediterráneas. Lo hacen de manera ostensible y abierta Salta, Catamarca y Tucumán, celebrando la medida y rindiendo homenaje a Rosas.

2.      Produjo una reanimación de nuestra industria artesanal pues prohibía la importación de ponchos, ceñidores, flecos y fajas de algodón o lana, jergas, jergones, artículos de zapatería, carruajes y ruedas, platería y talabartería; asimismo, protegía el cultivo del tabaco y los sucedáneos del mate.

3.      La carne salada que era transportada en buques argentinos estaba exenta de derechos de exportación, como se hacía con la lana y el carbón de Santa Fe y Corrientes. El resto de los productos de exportación, salvo para los productos bonaerenses, se les aplicaba una tasa del 4%, únicamente con fines rentísticos.

4.      Pasaba a manos del gobierno el control de la navegación de los ríos.

5.      Con el objeto de favorecer el comercio de las provincias interiores argentinas con Chile, los productos chilenos que llegaban por tierra no pagaban derecho alguno.    

A la caída de Rosas, existían en Buenos Aires 106 fábricas, entre ellas fundiciones, molinos de viento, de jabones, de licores, de cerveza, de pianos, de carruajes, carpinterías, ferreterías, talabarterías, lomillerías, mueblerías, etc. A propósito de esto preguntamos: ¿llegan a 106 las fábricas radicadas en Buenos Aires hoy en día? y ¿cuántas de ellas pertenecen a capitales nacionales o estatales?.  

Causas y consecuencias de las medidas soberanas de 1835: bloqueo francés

 Las primeras, muy sencillamente podrían dividirse en internas y externas. Las internas corresponden a los hechos puntualizados precedentemente en este mismo trabajo: las leyes aduaneras como decisión  de soberanía económica y política. Las externas –intrínsecas a Inglaterra y Francia–, obedecen a la convergencia entre las políticas proteccionistas del Restaurador y la etapa de exportación de mercancías que precedió a la aparición del imperialismo. La libre navegación de los ríos, debía ser impuesta a sangre y fuego[7].

 Las consecuencias: en función de lo expuesto con anterioridad, desde 1838 a 1849 las cancillerías francesa y luego inglesa[8] –esta última por temor a que los primeros adquirieran excesiva influencia en el Plata– trabajaron duramente para poner fin a las iniciativas de soberanía económica de las Provincias Unidas. Consecuencias parciales: por un lado, el bloqueo de 1838 por la escuadra francesa al mando del almirante Leblanc, previa firma del acuerdo de Montevideo con los cónsules franceses y una “Comisión Argentina” formada por los unitarios emigrados ligados al comercio de importación[9]. Por el otro, ese mismo año Rosas anularía él mismo la Ley de Aduanas de 1835 con sus ampliaciones de 1837[10]

San Martín: el vigía de la soberanía

 Escapa al propósito de este artículo reivindicar la ideología y el accionar de San Martín como político, faceta con la que contó desde un principio pero que se hiciera especialmente ostensible una vez pisada Europa en 1825[11].

 La historia oficial reza que el prócer, una vez terminada la entrevista con Bolívar en Guayaquil –Mendoza y Buenos Aires mediante–, se retira a Europa traicionado y abatido para vivir en el ostracismo más absoluto. El motivo de su viaje se reducía exclusivamente a la educación de su hija Mercedes Tomasa. También nos lo quiere presentar como un guerrero que ha abandonado la causa de la independencia en manos de Bolívar, con quien tuviera después una frondosa correspondencia de entredichos y desencuentros.

 Nada más alejado de la realidad. San Martín no sólo no se “retiró” abatido ni traicionado a Europa sino que su actividad se centró en una política activa y estratégica con vistas a lograr el reconocimiento de la independencia de la América del Sur por parte de Inglaterra, entre otras potencias Europeas, y a destruir la Santa Alianza, enemigo nato de la independencia hispanoamericana[12].

Y aquí un breve paréntesis para explicar el por qué de las relaciones entre los libertadores e Inglaterra. La primera potencia marítima de la época, convenía y mucho a la causa emancipadora de aquel entonces. Pero esto cuesta entender a muchos que, equivocadamente, miden o juzgan el pasado con la regla del presente o del pasado inmediato. Bolívar, San Martín, O´Higgins y otros grandes prohombres de nuestra historia recurrieron repetidas veces al imperio inglés: necesidad táctica no implica sumisión incondicional, sobre todo si se tiene en cuenta que los verdaderos enemigos de la patria intrigaban desde las ciudades-puerto u otros lugares relacionados con el comercio de importación-exportación allende el mar, siendo en su gran mayoría, por no decir completa, hijos del nuevo mundo. En otras palabras, el enemigo estaba adentro, claro que complotaba a escondidas con los de afuera, pero el cáncer estaba en el propio cuerpo, y desde allí irradió maquinaciones eternas y disgregantes. La dependencia hoy, responde exactamente a lo mismo: se nutre por igual de factores externos e internos. Si no son abordados ambos, enmarcados en un plan estratégico regional, revolucionario, nacional y popular, todo seguirá empeorando.

 En relación a su supuesta enemistad con Bolívar, el sólo hecho de las relaciones cordiales, firmes y concurrentes entre San Martín y Hurtado –representante de Bolívar en Europa–, hacia fines de 1825 ponen de manifiesto que los dos campeones de la independencia, lejos de odiarse, seguían unidos en la acción y en la ideología. Prueba de esa afinidad durable en el tiempo, fue sin lugar a dudas la litografía de Bolívar sobre la puerta de entrada de la residencia de San Martín en Gran Bourg, 1846[13].

 Volviendo al propósito del presente, daremos a conocer el desconocido papel del gran hispanoamericano frente a la invasión anglo-francesa. Esto refuta en gran parte el ostracismo malévolo con el que la historia antinacional lo condena. Del aislamiento y el silencio pasamos a un San Martín consecuente con sus épocas de militar, siempre a favor de la independencia de su tierra natal.

 El historiador argentino A. Pérez Amuchástegui[14], a la sazón experto en San Martín nos cuenta que:

“Cuando se enteró [San Martín] por los periódicos del bloqueo francés de 1838 sobre los puertos de Bueno Aires, se apresuró a escribir al general Rosas para manifestarle que, si el resultado de tal agresión fuera la guerra, su sable estaba dispuesto a cumplir órdenes para salvaguardar la soberanía del país.[15]

”Luego, con el bloqueo anglo-francés de 1845, sintiéndose enfermo y hasta impedido físicamente, prestó sus eficientes servicios profesionales mediante una carta a Federico Dickson, cónsul general de la Confederación Argentina en Londres.

”Allí el viejo estratega puso de manifiesto que ni la edad ni los achaques habían disminuido su genio, puntualizando que graves inconvenientes tendría que superar, en las condiciones existentes, cualquier invasión que quisiera llevarse contra la Confederación con tropas europeas, pues, según San Martín “8000 hombres de la caballería del país y 25 ó 30 piezas de artillería, fuerzas que con mucha facilidad puede mantener el general Rosas, son suficientes para tener no solo en un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aires, sino también impedir que un ejército europeo de 2000 hombres salga a 30 leguas de la capital sin exponerse a una completa ruina por falta de todo recurso.

”Los argumentos eran sólido, como que San Martín, en 1813, había tenido a su cargo el plan de defensa de Buenos Aires. Esta carta fue usada con habilidad por Dickson, quien la hizo publicar en el Morning Chronicle de Londres (12 de febrero de 1846). Rosas, por su parte, agradeció vehementemente a San Martín por “la influencia moral de sus votos americanos”, que representaba “un distinguido servicio a la independencia de nuestra patria y del continente americano”.

 De esta manera y en pocas palabras, Rosas explica lo que la historia oficial calla: lo que San Martín no podía tolerar ni había tolerado jamás, era la ingerencia armada de Europa en los asuntos hispanoamericanos, y menos aun, en el país de su nacimiento.

 Años más tarde, el libertador de Chile y Perú devolverá la gentileza al Restaurador con este invaluable obsequio: el artículo tres de su testamento ordena el heredero de su sable libertador y unificador: Juan Manuel de Rosas, quien produjera en San Martín la satisfacción de“ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.

 El glorioso guerrero de la independencia e incansable vigía de la soberanía nacional vivió y murió en su ley.       

 Resultado final de la política soberana de 1835: bloqueo e invasión anglo-francesa de 1845  

Lenta pero progresivamente, los ingleses comienzan a cobrar protagonismo en el conflicto con Rosas. Los intereses comerciales que traficaban con la región del Plata presionaban al gabinete británico para que lo solucionara de cualquier forma.

“Peel vióse en 1844 –escribe Cady– ante el pedido insistente de plazas como las de Liverpool y Manchester, que urgían al gobierno británico para que conjuntamente con el de Francia, adoptase medidas para limitar las restricciones puestas al comercio en el Plata. Solicitaban también se asegurara el acceso de los comerciantes británicos a los mercados del Paraguay y regiones del interior”.

  Respaldando estas reclamaciones, estaban diez memoriales de los centros industriales de Yorkshire, Liverpool, Manchester, Leeds, Halifax y Bradford, sumados a 1500 banqueros, comerciantes e industriales de las ciudades citadas. Además, la opinión generalizada en Gran Bretaña era que ni siquiera el comercio libre con Buenos Aires y Montevideo tendría plena importancia sin las comunicaciones con el interior sudamericano.

De esta manera, se llegó hasta la invasión internacional de los ríos argentinos, que originó el heroico combate de Obligado[16].  

Vuelta de Obligado y Lucio V. Mansilla

 Pérez Amuchástegui nos relata así el heroico combate:

“18 de noviembre de 1845, al atardecer. A la vista de la Vuelta de Obligado y fuera del alcance de las baterías allí instaladas por el General Lucio Mansilla, sobre la margen derecha del Paraná, se detienen los vapores que componen la vanguardia de la escuadra anglo-francesa.

”A las 8 y media se inicia el avance y Mansilla proclama a la tropa: “Allá los tenéis! Considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país. Pero no lo conseguirán impunemente! ¡Trémola en el Paraná el pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea”

 Entre cañonazos cruzados y frustrados intentos de los invasores por cortar una y otra vez las cadenas que impedían su paso por el Paraná, la defensa del territorio nacional prosiguió hasta las 4 de la tarde. A esa misma hora, los patriotas agotan sus municiones: Obligado ya no respondía el fuego. La defensa argentina enfrentará ahora el desembarco de 325 infantes de marina inglés, dando lugar así a la cuarta invasión inglesa en suelo argentino[17]. Mientras tanto, las cadenas extendidas por Mansilla sobre el Paraná a modo de barrera eran destruidas por los cañonazos de la poderosa flota anglo-francesa. Al pasar saquearon Gualeguaychú, bombardearon e incendiaron puerto Colonia y se apoderaron de la isla Martín García.

 La hostilidad general, la ausencia de fuerzas de tierra y el carácter de guerra nacional que la descarada intervención internacional otorgaba a la resistencia de Rosas, obligaron a los piratas civilizadores a retroceder primero y a negociar después.

En 1849 los intervensionistas firmaban con Rosas un tratado por el cual se reconocía que la navegación fluvial argentina estaba únicamente sujeta a sus leyes y reglamentos; las potencias se obligaban a evacuar la isla Martín García, previamente ocupada, devolver los barcos argentinos apresados y saludar la bandera nacional[18].  

Conclusiones: la soberanía en la Argentina semicolonial del siglo XXI

 Allá por 1840-1850, los zapatos, tejidos y las pieles de cabra curtidas de Córdoba y  Tucumán eran las delicias de los viajeros. Al compás de medidas proteccionistas francesas ante la amenaza de la exportación de pieles de cabra argentinas, los viñedos mendocinos sobrepasaban las 500ha. y los vinos y aguardientes sanjuaninos eran conocidos en los mercados de todo el país.

 Sin embargo y por desgracia para ese pueblo en desarrollo y crecimiento, se terminó imponiendo el modelo antinacional. Rivadavia primero, Mitre y Sarmiento después fueron los destructores de la insipiente y creciente industria autóctona.

 Casi 80 años más tarde regresamos a la soberanía económica y política con Yrigoyen, luego la profundizamos con Perón, quien retomó las ideas del Plan de Operaciones de Moreno y las medidas proteccionistas de la Ley de Aduanas de 1835 y 37. Una vez más la contrarrevolución: primero en el 30 y después en el 55, ambas con el modelo de la  dependencia a cuestas para involucionar a la Argentina. Los adelantos del yrigoyenismo y particularmente los del peronismo en materia de justicia social, política, economía, estatal, industrial, así como de comercio y política exterior con muchos de los Estados latinoamericanos[19], fueron gradualmente desmantelados y eliminados.

 Martínez de Hoz, continuador de Mitre y Rivadavia, imprimió una ascendente monumental al deterioro de la soberanía a todo nivel. Más tarde, bajo el manto protector de una falsa careta democrática, los herederos del unitarismo librecambista regalaron y entregaron el patrimonio de todos los argentinos. Menem y Cavallo coronaron el gran banquete antinacional. Los comensales se repartían entre argentinos y extranjeros: la misma combinación explosiva de siempre, la misma que desestabilizó a Rosas desde Buenos Aires y Montevideo. Ya en sus últimas, el modelo antinacional prosiguió con De la Rúa. Hoy, herido de muerte, tambalea con Duhalde. 

La presión tricentenaria de los mercados

 El reclamo que otrora hicieran los 1500 banqueros, comerciantes e industriales ingleses a sus cancilleres y gobernantes ante la política proteccionista de Rosas, recuerda en mucho a los insistentes reclamos y amenazas que reciben nuestros gobernantes por parte de banqueros, especuladores e inversionistas  frente a cualquier amague de política nacional, es decir, proteccionista. Sucede lo mismo con aquellas declaraciones de suspensión de pago de la deuda externa, o con cualquier tipo de medidas incompatibles con la colocación de capitales improductivos en nuestra plaza financiera.

 Esta claro que tenemos gobernantes y gobernantes: por un lado el grupo de los que acceden a las presiones externas –las más de las veces claudican ante meras sugerencias de los mercados, sin que estas tengan necesidad de convertirse en “presiones”–, por ejemplo el pedido “patriótico” de Duhalde a los representantes provinciales para firmar un nuevo acuerdo genocida, terrorista y antinacional con el FMI. Por el otro, aquel que obedece más bien a una política nacionalista de masas, donde la soberanía del pueblo no se negocia sino que se reivindica y protege; ejemplos de este otro grupo fueron Rosas, Yrigoyen y Perón. El caso más reciente: la política soberana esgrimida por Rodríguez Saá durante su breve estadía en la casa de gobierno. Los mercados, banqueros y grandes comerciantes no aplaudieron el desfault; en cambio sí lo hizo el pueblo, festejando y acompañando la justa y noble decisión. El mismo apoyo que recibiera Rosas del Interior, igual apoyo que recibió y recibe Rodríguez Saá del pueblo soberano.

 Los organismos internacionales con el FMI a la cabeza, repiten las viejas recetas inglesas del siglo XIX: todas ellas negociados y medidas de política   financiera tendientes a socavar la soberanía nacional y aumentar la dependencia, empobreciendo países ricos con la contratación de empréstitos que consientan o justifiquen la intervención represiva de los Estados capitalistas extranjeros. A modo de ejemplo, los factores externos que más hicieron para balcanizar la patria grande, antes, durante y después de las históricas epopeyas del Congreso de Panamá convocado por Bolívar, residían en los distintos empréstitos extranjeros. De 1822 a 1826 la banca inglesa concede diez de ellos a distintos Estados latinoamericanos. Uno arrastraba al otro, y en el último eslabón, oligarquía y pueblo eran atadas con igual fuerza al coloniaje liberal.

 Así se nutrió la dependencia desde el comienzo de nuestra historia. El entretejido, la red de dominación, el plan maestro para frenar el propio desenvolvimiento, la industrialización, autosuficiencia y explotación de nuestros recursos era un juego de ajedrez sobre los escritorios del Foreign Office primero y de Washington después.

 Hoy en día, los opulentos “mercados” continúa haciendo de las suyas: el poder del establishment de turno sumado a las presiones externas terminaron con los pequeños y grandes ensayos de soberanía argentina.Y hasta tanto no erradiquemos sus intereses, sus fuentes de enriquecimiento y parasitismo, y pongamos término a sus herramientas económicas y políticas de dominación, la conspiración contra la Argentina seguirá en pié: el Pacto de Olivos transmutará en otros más oscuros y destructivos.

 Una reflexión al paso: ¿Acaso somos tan pobres que desde la más mínima ayuda hasta los cuantiosos planes de asistencia social necesitemos de préstamos externos? ¿Es que no podemos costearlos nosotros transformando las riquezas minerales y científicas propias en capital y trabajo?      

El dilema histórico: falta de desarrollo o falta de soberanía?

 El grupo de unitarios emigrados en Montevideo ligados al comercio de importación, firmaban con los cónsules franceses y el almirante Leblanc, una alianza contra las provincias Unidas a cuyo frente se encontraba Rosas. Una de las actas decía textualmente: “Y considerando...3°: la conveniencia de no dejar escapar esta ocasión favorable, sea de llevar a Rosas a pactar con nosotros, sea de ocasionar su caída, y por consiguiente, de establecer la influencia de Francia a la vez en Buenos Aires y Montevideo, y de preparar aquí a nuestros compatriotas y nuestro comercio un porvenir tranquilo y próspero[20]...”

 Desde épocas tan añejas existieron argentinos que vivían y parasitaban del país y de su pueblo. Argentinos que, aliados a los intereses extranjeros y en sinergia con sus intrigantes operaciones políticas y económicas, negociaban y conspiraban contra la nación.

 Por tal motivo, resulta crítico comprender y aprehender de la historia verdadera, pues de esta manera, el abordaje al dilema nacional no recaería en sostener que el problema de la Argentina reside en la estupidez, la viveza criolla, la permanente traición, la mentalidad piola y corrupta de los argentinos[21], tal cual nos intentan demostrar los progresistas entre muchos otros,  sino que pasa por la necesidad de resolver la cuestión nacional y popular en un país semicolonial que aun no logró su independencia. Es decir, hasta que no nos constituyamos como un país libre y soberano, y en un primer momento hasta que no retomemos el programa nacional histórico, el de San Martín, Mariano Moreno, Artigas, el de Rosas en la defensa de la soberanía nacional, el de Yrigoyen y Perón, no cesará la proliferación de argentinos del tipo de los que eligen como modo de vida aquel que las potencias imperialistas necesitan para subsistir a costa de nuestro subdesarrollo y dependencia. Unos y otros,  fagocitan en perfecta armonía nuestra libertad, dignidad y soberanía. En este contexto de opresión, la corrupción hace estragos pues es la herramienta que posibilita los negociados y maquinaciones a espaldas del pueblo. Por tal motivo, el flagelo de la corrupción también deberá ser combatido desde la óptica de la cuestión nacional.

 Y aquí nos despedimos, por medio de esta breve síntesis de historia verdadera y pensamiento crítico, en franco y solemne homenaje a los caídos en Obligado y a todos los que dieron su vida por la soberanía de nuestra querida Argentina.

 Por respeto a los 250 héroes del Paraná, en la patria dominada del siglo XXI los argentinos libres festejamos el día de la soberanía; el resto, los conspiradores del pueblo, los mercenarios de los centros de poder mundial, los Cavallo, Martínez Hoz, Menem, Duhalde y demás genocidas  festejarán el “soberanía day”, aquel que permite y perpetua la dominación que está pronta a terminar.

 ¡Viva la soberanía nacional!

 ¡Viva la República Argentina soberana y libre!

 Documento elaborado por las compañeras y compañeros de la Mesa Política “Raúl Scalabrini Ortiz” y Nuevo Proyecto Nacional, juventud del MNyP, Gran Bs As y Capital Federal, en humilde homenaje a los argentinos que desde siempre dieron y continúan dando sus vidas en defensa de la soberanía nacional.


[1] De igual manera que para las provincias del interior, el Paraguay también era perjudicado por dicha política aduanera. Asimismo,  el sistema antes planteado, negaba a la provincia paraguaya toda posibilidad de importar o exportar sus productos si no era pagando tributo al Puerto de Buenos Aires. El Paraguay de López era forzado así a declarar su independencia como una tentativa de amparar su economía. Rosas rehusaba reconocer esa independencia; esa política empujaba al Paraguay a un frente con las provincias argentina perjudicadas e incluso con los unitarios, debilitando así la unidad argentina y contribuyendo a la balcanización del Sur.

[2] Léase sistema “Federal Porteño”.

[3] Jorge Abelardo Ramos, Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, tomo I.

[4] Recomendamos la lectura del Plan Revolucionario de Operaciones, Mariano Moreno, Colección Política e Historia, Plus Ultra.

[5] Antecedente a la Ley de Aduanas: Artigas, tiempo antes, había especificado en el Reglamento Provisional de derechos aduaneros para las provincias Confederas de la Banda Oriental del Paraná, 9 de septiembre de 1815, una graduación de los derechos de importación para estimular la industria nacional, con tasas de un 40% para la introducción de ropas hechas y calzados; caldos y aceites, un 30% y un aforo de un 25% para todo efecto de ultramar, salvo el azogue, las máquinas, los instrumentos de ciencia y arte, libros e imprentas, pólvora y azufre y armamento de guerra, lo mismo que el oro en todas sus formas. Todavía iba más allá, cuando definía que para los productos de exportación estaban libres de derechos. El Ciclo Artiguista, tomo II, Reyes Abadie. 

[6] Defensa y pérdida de nuestra independencia económica, José María Rosa, 1954.

[7] “El Foreign Office estaba prácticamente inundado de cartas, memoriales y solicitudes, en los que se sostenía que para el bien del comercio británico y la causa de la civilización sudamericana, debía mantenerse en su integridad la independencia del Estado Oriental (Uruguay). Por sobre todo, debía arrancarse de las manos funestas de Rosas el control de la navegación de los ríos”. La intervención extranjera en el Río de la Plata, John F. Cady.

[8] En un comienzo, Inglaterra apoyaba la Ley de Aduanas pues favorecía a los comerciantes argentinos e ingleses radicados en Buenos Aires. Pero a partir de 1837, con la ampliación de la Ley, Inglaterra pondrá el grito en el cielo, para recién intervenir directamente en 1844, luego de la reclamación hacia Peel. Distinto fue el caso de Francia, que desde un primer momento se colocó en contra de la medida proteccionista de 1835 al no contar con una clase importadora-exportadora en Buenos Aires como sí contaban los ingleses. El núcleo comercial de Francia radicaba en Montevideo, pero los altos gravámenes que impone Rosas en la Ley de Aduana a algunos productos extranjeros determina el desembarco de éstos en Montevideo para transportarlos luego a Buenos Aires. Para desbaratar esta maniobra, el 4 de marzo de 1836 dispone Rosas que los productos de ultramar reembarcados en Montevideo pagarán al ser introducidos en Buenos Aires una cuarta parte más sobre los derechos fijados por la Ley. Esto provoca el descontento de los comerciantes franceses que controlan el giro de Montevideo, pues ven afectados sus intereses. Así es como los franceses, con anterioridad a los ingleses, comienzan a favorecer las actividades antirrosistas para apoyar luego con entusiasmo el bloqueo de Buenos Aires y del litoral argentino dispuesto por el contralmirante de la flota francesa Leblanc.

[9] <<Ah! –concluirán no sin sorpresa algunos descuidados lectores–, miren desde qué temprano los argentinos éramos traidores y estúpidos!>>. Ver al final en Conclusiones.

[10] El 31 de agosto e 1837, también se prohíbe la exportación de oro y de plata, facilitando, en consecuencia, la salida de frutos y artículos del país en pago de los que se importen.

[11] Razón tuvo, pues, Rufino Ortega, cuando afirmó, en 1858, al donar al Museo Histórico Nacional las cartas cambiadas entre San Martín y Molina: “El general San Martín trabajó siempre, aun en Europa, por la consolidación de la independencia y la libertad del nuevo mundo, a la que consagró los mejores años de su vida”.

[12] Recomendamos muy especialmente el libro de A. Pérez Amuchástegi, Accionar e ideología de San Martín.

[13] San Martín íntimo, Carlos Ibarguren.

[14] Ideología y accionar de San Martín, A. J. Pérez Amuchástegui

[15] Carta de San Martín a Rosas, fechada el 5 de agosto de 1838. Luego le escribiría otra el 10 de julio de 1939.

[16] Jorge Abelardo Ramos, Ob. Cit.

[17] Primera y segunda invasión: 1806-7, ciudad de Buenos Aires; la tercera y quinta tienen como escenario el mismo lugar: Las Malvinas, 1833 y 1982, respectivamente.

[18] Vida de Don Juan Manuel de Rosas, 1949, 3era edición, Manuel Gálvez. 

[19] Normalmente, cuando se aborda el tema del Mercosur y sus orígenes, nada se dice sobre el Tratado de Complementación Económica firmado entre Chile y la Argentina (Ibáñez y Perón), al que luego adhirieron Bolivia, Paraguay, Colombia, Ecuador y Venezuela con la finalidad de intentar una Comunidad Económica Sudamericana. Juan Perón, Tercera Posición y Unidad Latinoamericana.

[20] John F. Cady, Ob. Cit.

[21] Para elevar la moral y confianza de los lectores suponiendo hayan caído en esta trampa, recomendamos leer a A. Jaurteche, Manual de Zonceras Argentinas, especialmente “zoncera de la autodenigración”.