El entrenamiento autógeno está constituido por dos series de ejercicios.  El primero de ellos definido como inferior (o somático) y el segundo como superior (o psíquico).  En el primero, la concentración mental esta dirigida a sensaciones corporales concretas, en el segundo se actúa por medio de representaciones psíquicas. 
Un proceso substancial del entrenamiento autógeno es la "somatización", es decir, que se establece un contacto con algunas partes del cuerpo, hasta el punto de conseguir percibir físicamente el propio cuerpo (...)
El principio de la ideoplasia nos demuestra que el pensamiento es capaz de provocar modificaciones físicas.  Una imagen, un pensamiento, una representación pueden influir a nivel somático.  En el E.A., las representaciones mentales expresadas en fórmulas verbales interiores son capaces de inducir modificaciones somáticas reales y apreciables. 
Este principio ideoplástico fue el que llevó a Schultz a plantear la hipótesis y demostrarla, que con el pensamiento es posible disminuir no sólo la tensión de las fibras musculares, sino también el tono de la musculatura lisa (y, por tanto, influir en los aparatos respiratorio, circulatorio, digestivo, etc.) (...)
Los acontecimientos de la vida actúan sobre el individuo influyendo en su equilibrio psicofísico (a nivel neurovegetativo, hormonal, inmunitario).  Una acumulación de acontecimientos particularmente estresantes, y sobre todo la incapacidad de éste de administrar adecuadamente las emociones que derivan de ellos pueden predisponer al individuo a la enfermedad.  Por consiguiente, no son los acontecimientos en sí mismo los que favorecen la enfermedad psicosomática, sino el modo de vivirlos y de reaccionar ante ellos (...)
Y tal es, la razón de que la prevención de la enfermedad pase inevitablemente también por la psiquis.  Aprender a modificar las emociones, vencer la confusión y el estrés, dirigir la atención hacia un estado de serenidad interior que permita restablecer un diálogo intimo con uno mismo.  Tal es el objetivo principal de las técnicas distensivas autógenas (...)  Es necesario librar al pensamiento de interferencias nocivas, limpiarlo de viejas y pesadas adherencias.  Alcanzar la serenidad interior no quiere decir, por lo tanto, quedarse empantanado en un estado de clama inmóvil, sino que indica, por el contrario, el despertar de las potencialidades bloqueadas o atrofiadas por emociones negativas.   
A continuación te brindamos un ejemplo de relajación fraccionada:
"Elige una postura cómoda que deberá conservarse en el curso del ejercicio.  Cierra lentamente los ojos mientras haces cualquier pequeño ajuste para sentir el máximo de comodidad.  Respira unas pocas veces hondo y luego vuelve al ritmo respiratorio normal.  Centra a continuación la atención en un punto situado entre las cejas.  Lentamente haz que tu pensamiento se deslice por todo el cuerpo, como si estuvieras trazando una línea recta imaginaria, y luego llega hasta la punta de los pies, percibe cómo éstos comienzan lentamente a relajarse (haz una pausa de 10 segundos), vuelve a subir por los tobillos hasta llegar a las pantorrillas, y deja que se relajen también (has una pausa de 10 segundos).  Sigue subiendo con el pensamiento y detente en los grandes músculos de los muslos, imaginando que se relajan poco a poco (has una pausa de 10 segundos).  Ahora puedes pensar en la pelvis y en los músculos del abdomen (pausa de 10 segundos), deteniéndote primero en los más superficiales para llegar a continuación hasta las vísceras más profundas (pausa de 10 segundos).  Siempre sin dejar de subir, concéntrate en el tórax que con su lento subir y bajar recuerda un poco a la ola marina (pausa de 10 segundos).  Deja que tu atención, al ritmo de la respiración, se detenga en los músculos de los hombros para comenzar a deslizarse por los brazos hasta llegar primero a los codos y seguidamente a las muñecas (pausa de 10 segundos).
Prosigue hasta llegar a las yemas de los dedos, y trata de percibirlos (pausa de 10 segundos).  Siguiendo en todo momento al ritmo de la respiración, comienza lentamente a subir desde la punta de los dedos hasta los hombros:  falanges arriba, por el dorso, las muñecas, hasta los codos (pausa de 10 segundos).  Ahora puedes dejar que el pensamiento se detenga en los músculos del cuello, específicamente en los posteriores (pausa de 10 segundos).  Concéntrate ahora en los pequeños músculos del rostro, alrededor de la boca, de la nariz, de las mejillas, de los ojos, de los músculos de la frente y todo el cuero cabelludo (pausa de 30 segundos).
Con el cuerpo ahora totalmente relajado, distendido, abandonado (pausa de 10 segundos), repite de forma totalmente pasiva la formula "estoy tranquilo y distendido..."
Tomado del libro:  "El ABC de la Relajación" de Paolo Abozzi y Pina Silvestri

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