CREDO
O CRISTO
por
Max
Heindel
Ningún hombre
ama a Dios si aborrece a sus semejantes,
Quien
pisotea el corazón o el alma de su hermano;
Quien busca
encadenar, nublar o ensombrecer la mente
Con
miedos del infierno, no ha percibido nuestra meta.
Dios nos envió
todas las religiones benditas;
Y
Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida,
Para dar
descanso al de pesada carga
Y
paz para el dolor, el pecado y la lucha.
Contemplad al
Espíritu Universal que ha llegado
A
todas las iglesias, no a una solamente;
En la mañana
de Pentecostés una lengua de fuego
Rodeando
a cada apóstol como un halo brilló.
Desde entonces
como buitres famélicos y voraces,
Hemos
combatido a menudo por un nombre sin sentido,
Y buscando
dogmas, edictos o credos,
Para
enviarnos los unos a los otros a la hoguera.
¿Está Cristo
dividido entonces? ¿Fue Pedro o Pablo,
Para
salvar al mundo, clavado al madero?
Si no, ¿por
qué, entonces, tales divisiones?
El
amor de Cristo abarca tanto a vosotros como a mí.
Su puro dulcísimo
amor no está confinado
Por
credos que segregan y levantan una muralla.
Su amor
envuelve y abraza a toda la humanidad,
No
importa lo que nosotros nos llamemos de Él.
Entonces, ¿por
qué no aceptar Su palabra?
¿Por
qué sostenemos credos que nos separan?
Sólo una cosa
importa ser oída;
Que
el amor fraterno llene todos los corazones.
Sólo hay una
cosa que el mundo necesita saber,
Sólo
hay un bálsamo para todos los dolores humanos,
Sólo hay un
camino que conduce hacia los cielos,
Este
camino es: humana compasión y amor.
La
Necesidad del Vínculo o de Re-ligarse
por
Juan Angel Moliterni
¿Has
observado la prisa que tiene el mundo? ¿Qué puede ser tan importante? Al final
del día son muy pocas las horas libres que tenemos. Apenas nos levantamos por
la mañana solemos tomar un rápido desayuno y además pensando en los problemas
de la oficina o lo que vamos a hacer luego. Vivimos en la “producción”, nos
estamos volviendo incapaces de detenernos un instante a tomar una taza de té en
las mañanas, o de desayunos compartidos. Y la vuelta a la casa, la hora de
reunirnos con los familiares o amigos, o simplemente de estar en silencio,
terminamos mirando la televisión o con la computadora. Nos estamos olvidando
del placer y la belleza del compartir, de contemplar una puesta de sol en
silencio, de una comida que nos vincule a un amigo, al universo. Así, el hombre
adquiere un comportamiento de autómata, ya no es responsable, ya no es libre,
ni reconoce a los demás. El hombre no se puede mantener humano a esta
velocidad, si vive como autómata será aniquilado.
Estamos
en camino pero no caminando. Cuando somos sensibles (no sensibleros), la cercanía
con la presencia humana nos moviliza, nos alienta, comprendemos que es el otro
el que siempre nos salva, nos realiza. Y si llegamos a una avanzada edad es
porque otros nos han ido salvando la vida, incesantemente. Toda vez que nos
perdemos un encuentro humano algo queda atrofiado en nosotros. Muchas veces
somos incapaces de un encuentro real objetivo porque sólo reconocemos a los
otros en la medida que definen nuestro ser y nuestro modo de sentir, o que nos
son propicios a nuestros proyectos. Uno no puede detenerse en un encuentro
porque está atestado de trabajos, de trámites, de ordenadores, de ambiciones,
del “consumo”. Entonces el otro ser humano no nos llega, no lo vemos. Uno se
relaciona en lo abstracto, en lo subjetivo con los otros pero en lo objetivo y
concreto tratamos a los demás como a “ordenadores funcionales”. No vivimos
esta relación de modo afectivo, es como si tuviésemos una “armadura”
contra los acontecimientos humanos “desviantes” de la atención. Los otros
nos molestan, nos hacen perder el tiempo. Lo que deja al hombre espantosamente
solo, como un autista.
Para
relacionarnos objetivamente con alguien, debemos aprender a escuchar. Y esto requiere fuerza emocional (inteligencia
emocional). El escuchar requiere tener cualidades del carácter altamente
desarrolladas tales como paciencia, estar abiertos y desear comprender. Es mucho
más fácil actuar desde un nivel emocional bajo y dar consejos de alto nivel.
El
tiempo de la vida no es el de la prisa de los relojes sino que guarda espacio
para los momentos sagrados y para los grandes rituales. Un ritmo pausado en el
que las experiencias y los acontecimientos marcan la vivencia fundamental de la
existencia. Un acontecimiento esperado como la llegada de una celebración, por
ejemplo la Navidad, donde todos participan de esa celebración. Ahora la
humanidad carece de espacios recreativos, se ha acostumbrado a medir el tiempo
de modo utilitario, en términos de producción. Y cuando no hay “nada que
hacer”, entonces: “hay que matar el tiempo”.
En
alguna parte del planeta todavía hay hombres que trabajan a un nivel más
humano, frecuentemente en oficios y artesanías, y mientras lo hacen conversan
entre ellos. En este sentido, son más libres que el hombre incapaz de
resistirse a la televisión. Ellos tienen “momentos” en que se reúnen,
simplemente, a contemplar el atardecer. Donde se preguntan sobre el sentido de
la vida y de la muerte o se cuentan “historias”.
“Historias”
cargadas de significados, que son la experiencia de una vida remota intemporal,
que iluminan el presente. Eliade
dice: “cada concepción del mundo necesita ser vivida desde dentro para
comprenderla, y el hecho de compartirla afianza la pertenencia y el vínculo
entre los hombres”. Cuando multitudes de seres humanos andan por las calles de
las grandes ciudades sin saber de qué historia son parte, hacia dónde se
dirigen y quiénes son (como “clonados”), el hombre pierde el vínculo
delante del cual sucede su existencia.
Antes
la gente cantaba por la calle, en las familias; los trabajadores cantaban en los
andamios. La música se encontraba por todas partes. Sin embargo, paradójicamente,
nunca se consumió tanta música como ahora. Paradójicamente, este “exceso”
evita que la gente cante (palanca vital).
Se
trata de compartir, de relacionarnos, relación es vida y la vida es relación.
Compartir es dar de lo tuyo sin perder de lo tuyo. Esto se manifiesta por
ejemplo, en la solidaridad, pero cuando la vida se siente como un caos (que no
lleva a un nuevo orden, el caos humano genera más desorden, más de lo mismo),
cuando ya no hay un PADRE a través del cual sentirnos Hermanos, el sacrificio
pierde el fuego del que se nutre. Krishnamurti
decía: “A causa de que no amamos la Tierra y las cosas de la Tierra, sino que
meramente las utilizamos, hemos perdido contacto con la Vida. Hemos perdido el
sentido de la ternura, que es la respuesta a las cosas bellas, y sólo si
renovamos esa sensibilidad podremos comprender en qué consiste la verdadera
relación”.
Cuando
está el “otro”, el “otro” me libra de mi. Y cuando vuelvo en sí,
vuelven los miedos, los condicionamientos. El “otro” es quien me hace a mi,
me construye. Siempre llevamos todo hacia uno. Vivimos en un universo virtual
egocéntrico donde todo gira alrededor del propio ego. Digo virtual porque el
universo real gira alrededor de la Luz, donde el amor es precisamente llevar la
luz del sol a la vida del otro. Es por eso que juzgamos, comparamos, aceptamos o
rechazamos, interpretamos, argumentamos, etc. Sin embargo, a la persona no le
suceden cosas (visión ego–céntrica) sino que a un hecho le sucede una
persona...
Pasamos
años esperando minutos. Lo más importante de la vida, el YO SOY no me lo di,
me lo dieron... Es por eso que le tememos al nacimiento y a la muerte. Son cosas
que no se pueden controlar, por eso nos angustiamos frente a la muerte (y el
nacimiento es tan traumático que no lo recordamos). No aceptamos el don. Y si
lo recibí, lo tengo que dar. El don también obliga. La vida no da ni quita
nada, la vida está dentro de uno. Si ganas la lotería, no significa que la
lotería te lo dio sino que estaba dentro de ti ganarte la lotería (conciencia
de prosperidad). Y si algo no está dentro de ti, lo puedes construir.
Tu
eres un arquitecto de tu destino. Un arquitecto es más que su obra. Cuando una
persona marcha por un camino, su sombra cae indistintamente sobre los montículos
y las depresiones del suelo, las espinas y el polvo del camino (experiencias) no
le afecta en nada a la sombra. Tú eres la sustancia y no la sombra. Tú eres la
Chispa Divina que está encerrada en el cuerpo, no eres el cuerpo. Imagina una
palmera erguida sobre el terreno; su sombra se extiende por él. La sombra es el
mundo; el árbol es la Realidad. Se imaginan si a un carpintero lo llaman
“banco”. Si a un actor lo llaman por su “personaje”. En el teatro como
en la Vida, la obra la completa siempre el otro, nunca uno. Entonces, uno
empieza a Ser. Del vínculo con el otro viene tu rol. Uno se completa afuera,
con el “otro”. Gracias al «vínculo con la realidad», uno se está
completando y adquiriendo sentido. Y debido a esto mismo, uno no debe tener las
cosas resueltas, hay que buscar meterse en “dificultades” –confrontar.
Tenemos que generar, construir espacios para vincularnos. En
el arte de la vida hay “tensión”. Si no hubiera tensión, no habría vida.
Ésta es la tensión del Yin y el Yang.
El
hombre puede recurrir a la TECNICA para acceder al trabajo CREATIVO. Sin
embargo, la técnica no es a lo que tenemos que sujetarnos. Es algo de lo que
hay que olvidarse. Ahora, para poder olvidar hay que tener «qué»... Sería
muy ridículo andar por la calle, durante todo el día, cepillándose los
dientes. Tienes que abandonar el cepillo en algún momento.
Un
anciano va a ver a su doctor:
“Tengo problemas con el baño” (se queja).
Doctor: - Bien,
veamos: ¿Cómo está tu orina?
Anciano:
- Todos los días a las siete, como un beebé.
-
Bien: ¿Y cómo va su evacuación?
-
A las ocho en punto, todas las mañanas, como un reloj.
-
Entonces, ¿cuál es el problema? (Pregunta el doctor).
-
Es que no me despierto hasta las nueve.
Estás
durmiendo, y es el momento de despertar. Donne
decía que nadie duerme en la carreta que lo conduce de la cárcel al patíbulo,
y que, sin embargo, todos dormimos de la cuna a la sepultura; o no estamos
enteramente despiertos.
El
camino del despertar es un viaje interior. La pregunta es: ¿Cómo saber viajar
interiormente? Se trata de establecer un “puente” (antakarana) entre lo
interno y lo externo, entre el cielo y la tierra. Y lo podemos hacer a través
de la ética del carácter. La búsqueda de una vida más humana debe comenzar
por la educación. Gandhi llama a la
formación espiritual, la educación del corazón, el despertar del alma. La técnica
es la capacidad de la persona de eliminar el “oficio” (lo aprendido,
condicionante) a través de la relajación, la observación pasiva y sin juicio,
la imaginación creadora, el recuerdo de sí (o auto-recuerdo) y el sentido de
la verdad. La técnica es importante pero no es principal. Los valores humanos
son lo principal. Debes confiar en que algo va ha acceder al exterior (de tu cúmulo
de impresiones o recursos internos depositados en tu interior), basta con estar
presente. Hacer es una acción con contenido, no es algo mecánico. Es por eso
que para hacer realmente antes hay que ser, y para ser antes hay que saber. Se
trata entonces de saber ser, comprender y saber hacer. Así, al igual que un
buen artista, cada vez es diferente, cada concierto es diferente, aunque sea la
misma obra. Lo que hace falta es un “instrumento” adecuado y afinado. Para
el buen artista no importa si la cosa es profunda o no, lo importante es contar
la realidad, el hecho tiene su propia profundidad. Algo de adentro pugna por
salir. Es nuestro impulso religioso, la necesidad del vínculo. Un Nuevo Tiempo
espiritualmente muy rico está a las puertas de la humanidad, es hora de tomar
una decisión.
Aprender a través
del espejo de los demás significa que al reconocer la perfección del otro, te
pondrás en contacto con la tuya. Al poner a los demás en contacto con su
potencial de integridad, percibes la tuya. Al reconocer la profundidad del otro,
descubres tu propia profundidad. Al reconocer la singularidad del otro (en vez
de controlar a los demás) te permitirá reconocer y demostrar tu propia
singularidad.
“Lo
humano del hombre es desvivirse por el otro hombre” decía E.
Levinas. El conocimiento de otras culturas otorga la perspectiva necesaria
para mirar desde otro lugar, para agregar (integrar) otra dimensión y otra
salida a la vida. Es vital que el hombre vuelva a encarar los valores humanos y
trascendentes, eligiéndolos con la libertad interior. La sabiduría es
fidelidad a la condición humana. Finalizando inicialmente: “Lo que busca con
el bastón el ciego es la Luz no el camino” (H.
Mujica).
El Despertar
por
Juan Angel Moliterni
Llega
un momento a veces en el que el pasado parece un largo sueño y el presente una
gozosa transformación.
Cada existencia es única e irrepetible. Así hay quienes prefieren una vida
estable y sin sobresaltos, hay aventureros empedernidos, y hay otros que, con
moderación y tal vez más realismo, adoptan para sí la máxima budista de que
“lo único constante es el cambio”. Eso si creemos en que se puede planear cómo
vivir la propia vida. Pero también existen acontecimientos extra-ordinarios,
DESPERTARES inesperados de la conciencia que marcan un giro, un desvío
definitivo del rumbo que se había fijado de antemano. Y estos son los que dan
lugar a las experiencias que han dado en llamarse “cambios de vida”. Cambios
que pueden ser dramáticos, gozosos, sufridos o exultantes, pero que marcan el
momento a partir del cual nada es lo que era. Estas son algunas de las historias
de los adelantados de la tribu.
Si
pensamos en un cambio de vida, podemos creer que requiere el empeño de una
voluntad drástica. Que es un “borrón y cuenta nueva” o una decisión que
permite deshacerse de los lastres del pasado. Pero si prestamos atención a las
historias de estos cambios se descubre que el voluntarismo y la determinación
no cumplen un rol protagónico en los hechos, y que el cambio de vida es para
las personas un proceso necesario como para algunas especies lo es un cambio de
piel: una renovación gestada en la más absoluta intimidad del ser, una
restauración de sí, una muda, lejos de toda grandilocuencia. Nada más ni nada
menos que un natural cambio de naturaleza. Luego llegará la ocasión de
comprobar la diferencia entre lo que se ha sido y lo que se es. Porque el cambio
no es un trauma sino una transformación, un devenir cuyos contrastes perciben
mejor los otros: quien cambia de vida no siente ruptura alguna sino la
experiencia de una recreación, una autocreación. ¿Qué es lo que suscita este
proceso? Es casi imposible decirlo. O es tal vez algo que podría calificarse
solo como misterio. Que desencadena un poderoso impulso, un modo nuevo de la
conciencia que implica transformarse de acuerdo a la imperiosa necesidad de
actuar de manera tal que el mundo cambie. Probablemente este sea el poder más
revolucionario del cambio de vida. El poder de un cambio capaz de operar en la
propia vida y en la de los otros, el poder de los inicios. Los ejemplos hablan
por sí solos.
El
Príncipe
En
el norte de la India hacia el siglo VI a.C., en el reino de los Sakyas –en el
moderno Nepal-, nació el príncipe Siddartha Gautama, hijo de Maya y Suddhoana.
Como correspondía a su condición, el joven heredero vivía rodeado de todos
los lujos conocidos. Disponía de séquitos de esclavas y sirvientes, recibía
homenaje en banquetes y ceremonias y gozaba de palacios y recreos en que pasar
los días ociosos. A los 16 años, según lo indicaban las costumbres, Siddartha
fue animado a contraer matrimonio con una princesa de dotes semejantes a las
suyas; la elegida fue la hermosa y devota Yasodhara. Tuvo el privilegio de un
matrimonio dichoso. Pero al cumplir los 29 años y poco después del nacimiento
de Rahula, su único hijo, el príncipe presintió una fuerza inesperada que lo
llevaría a cambiar su vida y la de muchos otros, a lo largo del mundo y de los
siglos.
Siddartha
se sintió llevado a abandonar los privilegios y la vida que llevaba hasta
entonces para dedicarse a vagar como un asceta e intentar descubrir las causas
del sufrimiento humano. Así lo hizo. Pasó seis años errando por el valle del
Ganges y consultando a los más famosos maestros espirituales de la época.
Estudió todos los sistemas de creencias y practicó todos los ejercicios
sagrados que fue encontrando en su camino, sin encontrar satisfacción. Entonces
creyó que lo mejor sería seguir su propia senda. Y una noche en que estaba
sentado al pie de un árbol plantado a orillas del río Neranjara –conocido
con el nombre de árbol Bodhi, “árbol de la sabiduría”- Siddartha alcanzó,
a los 35 años de edad, la iluminación. En ese momento conoció lo que había
buscado. Los principios esenciales del budismo –de Buddha, en sánscrito:
“el iluminado”- le fueron revelados. Pero esta revelación no procedió de
lo divino, tal como sucedió en las religiones más importantes de la historia,
sino del misterioso obrar del alma y la mente humanas. Por esto, el budismo no
es considerado formalmente una religión sino una doctrina de salvación
personal que tiende, a través del reconocimiento de las causas del dolor –lo
que en términos budistas se denomina “las cuatro nobles verdades”- a
trascender las apariencias que rigen el mundo de las convenciones humanas para
adoptar una regla de vida en que pensamiento, palabra y acto concuerden.
Entonces Buda se consagró a entregar su verdad a todo el que quisiera
recibirla.
Si
bien la historia de Buda es ejemplar, afortunadamente hubo y hay muchos otros
cambios de vida que agregan luz a este mundo. Baste mencionar como prueba los
nombres de Sócrates, Agustín de Hipona, Francisco de Asís, Marie Curie,
Simone Wel o Víctor Frankl. De hecho, actualmente hay personas que pueden dar
testimonio más próximo sobre cómo han vivido estos cambios, cómo fueron
creadas sus condiciones y recibidas sus consecuencias.
Espiritualidad-Materia
Es
de vital importancia llegar a transformar el dolor en creación, como suelen
hacer algunos artistas, encontrarle un orden. La vida educa a la gente, pero
nosotros elegimos el cómo, si por la vía del sufrimiento, por la del
aprendizaje o por la del propósito. El verdadero cambio siempre es hacia lo
desconocido, nunca puede ser hacia lo conocido, porque éste es producto del
pasado y el pasado nunca puede ser creativo, solo lo nuevo es creativo.
Entonces, tal vez avanzar-cambiar, a muchos le produzca temor, pero entonces es
el temor lo que necesitamos cambiar-transformar en amor, puesto que el
avance-cambio es verdadero si es a través del amor. Lori Hard decía: “No
temas avanzar hacia lo desconocido porque existe el riesgo. También existe la
recompensa”. Hasta una empresa puede conducirse de una manera moral y puede
ganar dinero realzando los valores espirituales en el lugar de trabajo. ¿Por qué
debería actuar en mi trabajo de una manera distinta a como lo hago en mi casa,
con mi familia? ¿Por qué crear separatividad entre espiritualidad y vida
cotidiana? ¿Por qué crear sufrimiento innecesario? Las empresas del futuro
seguramente rescatarán del olvido los principios femeninos de la ética, la
armonía y el amor por lo que nos rodea. Sin embargo, para que esto último se
haga realidad es el propio individuo el que tiene que producir el cambio.
Cambiar el paradigma de la administración científica (basado en el estómago o
chakra del plexo solar) que dice: “Págueme bien”, por el de relaciones
humanas (basado en el chakra del corazón) que dice: “Tráteme bien”.
Este
mundo que vemos es tan poco importante y efímero como un sueño. Tomarlo en
serio sería absurdo. Pensemos mejor en los cielos que nos rodean. El cielo, las
estrellas inducen a re-flexiones sobre la naturaleza de lo infinito y relativo.
Así, notarás la tierra que hay bajo tus pies, la vegetación y los animales;
todo el poder parece concentrado en la tierra. La tierra deja de ser un elemento
tan importante del paisaje porque te descubres levantando constantemente la
vista para mirar el cielo. El cielo es el árbitro final. Cuando comprendes eso,
no de un modo intelectual sino emocional, comprendes también por qué las tres
religiones monoteístas –el judaísmo, el cristianismo y el islam-, que
desplazaron el origen del poder terreno a espacios fuera de la tierra,
evolucionaron en religiones desérticas. Y de las tres, el islam, quizá por ser
la más reciente, actúa del modo más directo y con la máxima fuerza sobre las
actividades cotidianas de sus creyentes. Hemos nacido, generalmente, en una
cultura en la que la religión hace tiempo que se convirtió en algo
completamente al margen de la vida cotidiana.
La
verdad no es lo que se percibe con los sentidos, sino lo que sentimos en el
corazón. Y muchos exclaman: “¡Pero también existe algo que es la verdad
objetiva!, ¿O es que esa no tiene importancia?” Esa es la verdad oficial. Sí
interesa, pero únicamente como un medio de llegar a la verdad real que se
oculta debajo. Para muchos hay muy poca verdad visible en el mundo estos días.
La
humanidad se halla frente a un hecho inexorable: “la transformación del
sistema solar”. La realidad tiene sutiles maneras de abrirse paso en la
conciencia humana y tarde o temprano deberemos reconocer que nuestra relación
con la VIDA es íntima, compleja y primordial, de CAMBIOS CONSCIENTES. NADA es más
importante que la VIDA, ni siquiera la verdad. Si abusamos de ella,
inevitablemente sufriremos las consecuencias. Debemos ser nosotros quienes nos
adaptemos a ella, y no a la inversa. La RELACION es el fundamente mismo de la
VIDA. RELACION ES VIDA. Y donde el AMOR sigue siendo una fuerza potencialmente
sanadora.
Tu cambio es necesario para el CAMBIO!!!
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