VIDA PASIÓN Y MUERTE DEL INOCENTE

 

La Madre Teresa de Calcuta se lo dijo a Clinton: Si aceptamos que una madre pueda matar a su propio hijo, ¿cómo podremos decirle a otros que no se maten? (...) El país que acepta el aborto no está enseñando a su pueblo a amar sino a aplicar la violencia para conseguir lo que se quiere.” En las vecindades del clásico 25 de marzo –la fiesta del Niño por Nacer, el ser más inocente de cuantos existen en la tierra—  el panorama se presenta más que siniestro para los homenajeados. Los susodichos no-natos, gracias a los avances de la tecnología están ahí a la vista y paciencia de cuanto curioso quisiera acercarse a los monitores que captan sus imágenes para maravillarse de su maravillosa vida en el vientre de sus madres: ora chupándose el pulgar, ora agitando sus pies y brazos, etc.; como presintiendo la violencia demencial con que la política y los Estados quieren impedir que lleguen a ver la luz del día.

 

Algunas de las más sofisticadas y violentas amenazas contra su Derecho a la Vida  es el empleo del Derecho Internacional. La “Convención para la eliminación de toda forma de discriminación contra la Mujer” (1979) ha urdido un “Comité” con atribuciones para imponer recomendaciones a los Estados, los que deben modificar su legislación interna, para adaptarla a esas recomendaciones. Por ejemplo, el Comité recriminó a Paraguay en enero del 2005, el no haber derogado la penalización del aborto. Todo con la aprobación de la ONU que -¡quién lo creyera!-  se estableció para defender los Derechos Fundamentales.

 

Concordantemente, abundan los Ministros de Salud que vociferan, como el de Argentina, que hay que despenalizar el aborto. Esta violencia ideológica contradice las  normas constitucionales y legales, y los criterios fijados por el Estado en foros internacionales. Pese a todas las alharacas de los políticos que, supuestamente, defienden los Derechos Fundamentales, el Niño por Nacer encuentra cada día menos defensores de su Derecho a la Vida. Y ¿para qué sirven los demás derechos si no se respeta el Derecho a la Vida? Cada día son menos los que quieren oír que la vida del ser humano comienza con la fecundación, es decir, con la unión de los dos gametos, espermatozoide y óvulo. Por tanto, el aborto es un crimen, y está entre los delitos contra la vida. Este tema afecta directamente a las mujeres, a quienes, según la Convención,  se pretende defender de toda discriminación, pero, al mismo tiempo, se le adjudica la absurda responsabilidad, el fascista “derecho” de decidir si mata o permite vivir al niño que lleva en su seno.

 

Entre los foros de la ONU que se jactan de la violencia contra los Derechos Humanos del Niño por Nacer destacan por su agresividad la OMS, el PNUMA y la UNESCO. La OMS (Organización Mundial de la Salud), en 1992, aprobó un Nuevo Paradigma de la Salud. Su lógica simplista sostiene que: en supervivencia infantil poco sentido tendría para un niño sobrevivir a la poliomielitis tan sólo un año, para morir de paludismo al año siguiente...”. (Nakajima). Su única prioridad absoluta es la Salud Reproductiva, que considera que el embarazo es una peste. Por ello, no hay que sorprenderse que desde 1995 la OMS esté promoviendo con frenesí digno de mejor causa la “píldora del día siguiente”, que impide el anidamiento del embrión en el endometrio femenino, lo que tiene un efecto abortivo.

 

El Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), y la UNESCO concuerdan en  unos Principios para vivir de modo sostenible. Uno de estos principios, arbitrariamente compuestos, sostiene que la decisión sobre el tamaño de la familia no depende de los esposos, sino ¡del Estado! Mismo Hitler: como esta decisión tiene consecuencias en toda la sociedad, nacional o internacional, es “imperativo moral” de los estados fomentar la familia pequeña.

Hay otros Ministros de Salud que sostienen que un mundo donde valga la pena vivir no tendría que tener más de 700 millones de habitantes. Claro que como somos 6.300 millones, habrá que decidir que hacer con los 5.600 millones que sobran...; pero callan que todos cabríamos cómodamente en una superficie menor que Canadá.

 

En su día, el Niño por Nacer, por ende, tiene que enfrentarse, casi solo, al imperialismo demográfico: No hay que idear programas de lucha contra la injusticia en el crecimiento económico y la distribución de la riqueza, contra inequidad y la pobreza; sólo hay que aplastar a los pobres para que los ricos vivan confortables. Los ricos difunden la ideología antinatalista, a través de ONGs, políticos inescrupulosos o ignorantes y de los organismos internacionales; e imponen  a los países subdesarrollados la condición de reducir los nacimientos –para recibir empréstitos y seguir endeudándose con cargo a las generaciones por venir.

© 2005. RAMIRO  VALDIVIA  CANO

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