Vegania
La página
SIN LACTEOS


Sobre el suero de la leche y otros subproductos industriales
(extracto del libro "Vida Sana", de Harvey y Marylin Diamond)

Pregunta del público: ¿Cuál será el mejor momento para tomar levadura de cerveza?

El mejor momento para tomar levadura de cerveza será después de que el sol se haya convertido en hielo. Esto es una moda difundida en Norteamérica, y los pobres americanos somos irremediablemente crédulos, siempre estamos tragando materiales de desecho, y con frecuencia nos convencen para que paguemos por ese privilegio. Debido a la gigantesca cantidad de alimentos procesados en Estados Unidos, se genera una tremenda cantidad de productos secundarios de desecho. Normalmente es muy difícil desembarazarse de esos desperdicios, pero la solución está en etiquetarlos como «sanos» y venderlos a quienes han sido convencidos de que la salud puede comprarse envasada en bonitas latas.

Eche un vistazo al suero, el subproducto pútrido, amarillo verdoso, de la producción de queso. Sólo un 10 % aproximadamente de la leche empleada para fabricar queso acaba convertida en ese producto. El resto del desagradable liquido es el suero, de olor y sabor repugnantes. A fines de los años setenta se buscó frenéticamente la manera de deshacerse de esa sustancia. Antes de que el consumo de productos lácteos se duplicara, de 1960 a 1978, se llevaba a las granjas para alimentar a los cerdos, pero eso se ha hecho demasiado caro. Las estrictas regulaciones federal y estatal prohiben arrojar el suero a las alcantarillas. El suero es de 100 a 200 veces más contaminante que las aguas residuales, y la mayor parte de las plantas de tratamiento municipales no pueden tratarlo adecuadamente. Arrojarlo a los ríos es imposible, porque eliminan el oxígeno de las aguas, imposibilitando así la vida de la fauna acuática. Enterrarlo en terrenos baldíos o pozos de grava no suele ser conveniente, debido a las filtraciones en los suministros de agua. Muchas fábricas de queso se limitan a librarse del subproducto clandestina e ilegalmente. Un artículo publicadp por Los Angeles Times, el 4 de diciembre de 1978, anunciaba: «La solución a la que han llegado la industria y el gobierno es aplicar una alta tecnología y modernas técnicas de marketing para ofrecer esa sustancia como alimento humano».

¡Naturalmente! ¿De qué otra manera iban a librarse del suero? Puede que haya regulaciones estrictas que prohiben arrojar el suero al alcantarillado, pero nada prohibe que lo arrojen en nuestra comida. ¿No siente deseos de abrazar a los procesadores de alimentos y darles un beso? Están en el cielo. No sólo obtienen gratis el suero, sino que les pagan por llevárselo. Las fábricas que producen el suero están encantadas de pagar una pequeña cantidad a quienes se llevan el suero y les quitan de encima el problema de disponer de esos residuos. Pues bien, si usted empieza leer etiquetas de productos envasados, verá una increíble cantidad de los mismos que contienen suero: sopas preparadas, cacao, margarina, puré de patatas envasado, salsas para spaghetti, aderezos para ensalada, alimentos infantiles, pan, etc. El suero parece pus y huele a vómitos. No debería formar parte de nuestros alimentos.

Lo mismo sucede con las melazas, que es el producto secundario del refinado del azúcar, vendido por sus cualidades «saludables». Ja! Se usaba para alimentar a las vacas, hasta que resultó evidente que el público consumidor pagaría más por esos residuos que los granjeros.

La levadura de cerveza es el producto secundario de la producción de cerveza. Los cerveceros tampoco sabían que hacer con ese residuo, de modo que se recurrió a la solución más segura de todas: llamarlo «alimento saludable» y ofrecerlo a la crédula población. Qué solución tan pulcra, sencilla y beneficiosa a un problema tan repulsivo y hediondo.

Una vez participé en un seminario donde se comentó el tema de la levadura de cerveza. Una muchacha sentada ante mí, comentó: «Agg, levadura de cerveza. Tomo un poco cada mañana, pero toda la cocina apesta en cuanto abro la lata». Le di unos golpecitos en el hombro y le pregunté: «Si apesta en su cocina, ¿qué cree que hace en sus intestinos?» Ella me miró perpleja. Evidentemente, no se le había ocurrido establecer esa relación.

Tanto si el producto es suero, como melazas, levadura de cerveza, flúor o residuos radiactivos, no debemos permitir que las grandes industrias utilicen nuestros cuerpos para resolver sus problemas de desechos tóxicos.


Mantenido por David Román -