Versiones 31

Director: Diego Martínez Lora

Vila Nova de Gaia - Portugal

La aventura de compartir la vida, las lecturas, la expresión...

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Cuento africano:


*)

Los hijos de la culebra Bona(*)


Una mujer que vivía sola fue fecundada por una culebra. Ya era de edad avanzada y no esperaba tener hijos, pero quedó embarazada. Todo el pueblo hablaba de aquel caso. Es que la gente no sabía que Bona había venido en el silencio de la noche, y cogiendo dormida a la mujer le había hecho los hijos. Fueron dos. Los hijos nacieron. Eran exactamente igualitos. A uno le puso el nombre de Donsa y al otro el nombre de Chicote. Y los hijos fueron creciendo. Y aprendían las cosas que los hombres podían hacer en el pueblo. Cazaban, pescaban y jugaban con los otros niños. Pero, desde luego que la madre se dio cuenta que Donsa tenía el corazón duro y que Chicote, su hermano, era bondadoso.

Al llegar el momento en que los muchachos tenían que ir lejos para tratar de sus propias vidas y de trabajar, la madre los llevó donde un hechicero. Éste los trató y ellos se quedaron a salvo de muchos peligros que en este mundo acechan al que trabaja. Pero el hechicero dijo:

-Mi tratamiento es seguro. Por eso quien no siga mis recomendaciones, tendrá un castigo muy severo. Mi tratamiento exige que tengan un corazón bondadoso, que amen a los desgraciados, que sean los últimos en meter la mano en el plato y los primeros en socorrer a la virgen que corra peligro. Nunca escogerán las mejores cosas, guarden lo peor porque de allí sale siempre el premio. No deben comer pescado Nsomba que habita en las cavernas de Bona, nuestro creador . Vayan y ganen mucha riqueza para su madre.

Regresaron a su casa y luego Donsa dijo:

-Madre, ya llegó mi hora, yo iré primero para poder ganar algo, Chicote se quedará contigo.

La madre le dijo que sí. Donsa plantó un arbusto y le dijo a Chicote:

-Todos los días ven a regar esta planta. Mientras ella tuviera hojas abiertas y flores bonitas, no te tendrás que preocupar. Pero cuando veas que ella se comience a marchitar, será una señal de que me encuentre en peligro. Ven por mí y sálvame.

Donsa partió. Anduvo tres días y tres noches. No bebió ni comió. Encontró una cabaña en cuya puerta había una vieja que tenía un único diente, apenas un ojo y sólo un hueco por nariz.

Donsa le dijo a la vieja:

-Buenos días, abuela.

La vieja no le respondió y le mandó extender una estera sobre un montecito donde había muchísimas hormigas.

Donsa le dijo:

-¿Oh, abuela, pero no ves que las hormigas te podrían picar?

Y no hizo lo que la vieja le había dicho para hacer. Agarró la estera y la extendió debajo de un frondoso árbol. Fue a traer a la vieja y la puso en la sombra. Y luego cayeron del árbol unos frutos enormes que mataron a la vieja. Donsa prosiguió el viaje. Anduvo tres días más y tres noches sin comer ni beber. Encontró otra vieja llena de hambre. Donsa le dijo:

-Buenos días, abuela.

La vieja no le respondió y le mandó que fuese a buscar el afrecho para preparar el almuerzo. Donsa le dijo:

-Eh, abuela. El afrecho no llena la barriga.

Y mató una gallina, fue a buscar harina de mapira, la cocinó y se la dio a la vieja. Ésta que estaba sin fuerzas para alcanzarse la comida a la boca, al intentarlo se atoró y murió. El muchacho solo comió todo.

Donsa continuó su viaje, anduvo tres días más y tres noches y se encontró con una vieja en la orilla de un río. El río corría fuerte. La vieja tenía sólo una pierna. Donsa le dijo:

-Buenos días, abuela.

La vieja no le respondió y lo mandó a entrar en una cabaña para buscar un perro y una azagaya. Donsa entró en la cabaña y vio un perro lleno de tiña y una azagaya muy oxidada. Al lado había un caballo bonito que estaba a los saltos y una escopeta con muchos cañones. Donsa pensó, pensó y pensó. Creyó que lo mejor era llevar el caballo y la escopeta. La vieja le dijo:

-Cuando pases el río verás dos caminos, uno tiene muchas flores y es ancho, el otro está lleno de heces y apesta.

Donsa atravesó el río y el caballo comenzó a levantar las patas cuando intentó ir por el camino estrecho y pestífero. Metió al caballo por el camino ancho y fue a toda velocidad. Llegó a una aldea en donde todas las casas había personas que estaban llorando. Donsa les preguntó:

-¿Qué es lo que está pasando?

Los del pueblo le respondieron:

-Todas las muchachas vírgenes y bonitas de nuestro pueblo están siendo entregadas al gigante de siete cabezas. Hoy vamos a entregarle a la hija del rey, la única que quedó para el fin.

Donsa prometió salvar a la muchacha y mostró su escopeta de varios cañones. Fue conducido hasta el rey. El rey estaba sentado en una estera cuando escuchó que allí había un muchacho que quería salvar a su hija. Se levantó de inmediato y se dirigió hacia él, le prometió mucha riqueza y que se casaría con su hija.

Mientras tanto Chicote comenzó a regar la planta que el hermano había dejado y ya en el tercer día de su partida observó que se estaba marchitando levemente. Fue donde su madre y le dijo:

-Tendrás que quedarte sola por un tiempo.

La madre le preguntó llorando:

-¿A dónde vas?

-Voy a ganarme la vida, ya no aguanto más esperar a que mi hermano regrese para yo poder ir después también.

Fingió Chicote para no decir que Donsa estaba corriendo peligro. La madre se resignó y le dijo que sí. Chicote partió andando velozmente. Y allí donde Donsa se había demorado tres días y tres noches, Chicote apenas lo hizo en un día y una noche. Y encontró a la misma vieja con un ojo, un diente y un hueco por nariz. Chicote le dijo:

-Buenos días, abuela.

La vieja no le respondió y lo mandó a que extendiera una estera sobre un montecito lleno de hormigas. Chicote no la contrarió y la obedeció. Las hormigas se devoraron a la vieja. La jefa de las hormigas le dijo:

-Cuenta con nosotras.

Chicote partió y anduvo de prisa un día y una noche. Encontró otra vez una vieja. Chicote no comía ni bebía, tenía mucha prisa. Pero paró al ver a la vieja. Chicote le dijo:

-Buenos días, abuela.

La vieja no le respondió y lo mandó a cocer un poco de afrecho para almorzar. Chicote no le preguntó nada ni estuvo en desacuerdo. Listo el afrecho, la vieja desapareció. Y Chicote no se hizo problemas, agarró la harina de mapira que había y se la guardó, tomó el afrecho y lo guardó también. Siguió su viaje. Anduvo y anduvo un día y una noche, y llegó al río. Vio a una tercera vieja. Chicote no sabía que esas tres viejas eran la misma persona y que aparecían para ver si él obedecía las órdenes de los más viejos. Pero Chicote obedecía en todo y estaba superando muy bien todas las pruebas. Y Chicote le dijo a la vieja:

-Buenos días, abuela.

La vieja no le respondió, apuntó hacia la cabaña y le dijo:

-Si quieres atravesar el río entra en la cabaña y escoge los medios.

Chicote entró y vio un perro sarnoso y flaco, lleno de hambre, una azagaya medio partida. Vio también un lindo caballo lleno de pelos y una escopeta con varios cañones, los cartuchos para meter al frente y todo. Chicote vaciló, pero se acordó de las enseñanzas del hechicero. Escogió al perro tiñoso y la azagaya. Cuando los agarró parecía que se deshacían de podridos. Pero no se desanimó. La vieja le dijo:

-Vete y no temas, atraviesa el río y verás dos caminos, uno lleno de flores y otro lleno de heces, escoge el que te convenga.

Chicote se fue. Del otro lado del río, el perro estaba limpio, sin tiña. El río había lavado al perro. La azagaya estaba brillante. Chicote estaba contento. Y escogió el peor camino. El mal olor era tan fuerte que estaba por vomitar, pero se esforzó y no vomitó.

Llegó a la aldea. Toda la gente estaba llorando. Preguntó por lo que estaba pasando y le dijeron:

.Hoy vamos a entregar a la hija del rey.

-¿A quién?-, preguntó Chicote.

Los de la aldea le respondieron:

-Desde hace largos años, de seis en seis meses tenemos que entregarle una doncella al gigante de las siete cabezas. Él vive en las profundidades del río. En una noche de tormenta él viene y exige la doncella más bonita del pueblo. Si no se la entregamos, él destruye todo, casas, cultivos, hombres, mujeres, niños, viejos, cabritos, gallinas, todo, todo. Ya le entregamos todas las muchachas. Solo queda la hija del rey. Hoy es su turno. Después de eso, sólo nos espera la destrucción. Felizmente que apareció un muchacho con caballo y una escopeta que está dispuesto a matar al gigante.

Chicote se dio cuenta de inmediato que aquel muchacho era Donsa, su hermano, y que no tenía ni la mínima hipótesis de vencer al gigante. Pero no dijo nada. Pregunto si había algún sitio para descansar, pues anduvo tres veces más rápido que el hermano para llegar a la aldea. Los del poblado le dijeron:

-No nos aborrezcas. Tenemos otros problemas en qué pensar. Vete de una vez.

Y agarraron unas piedras. Y los perros del lugar atacaron también a su perro. Y Chicote tuvo que refugiarse en la orilla del río. Vio una cabaña y entró en ella. Sacó el afrecho que tenía, comió un poco y otro poco le dio a su perro, Era medianoche y había mucho viento y mucha lluvia. En el cielo los relámpagos aumentaron. Era el gigante que salía de las profundidades del río para buscar a la doncella. La noche se puso tan oscura que Chicote pensó que estaba ciego. Y el gigante cantó:

-Soy el dueño de los ríos y de las lluvias

Soy el gigante de las siete cabezas

Hoy quiero a la hija del rey

 

Soy el dueño de todas las doncellas

Soy el gigante de la siete cabezas

Hoy quiero a la hija del rey.

 

Soy el dueño de los relámpagos y de los truenos

Soy el gigante de la siete cabezas

Hoy quiero a la hija del rey

 

Toda la población estaba asustada. La hija del rey lloraba porque le había llegado su hora. Donsa agarró su escopeta y se ubicó en la margen del río donde el gigante emergería para coger a la doncella. La primera cabeza surgió de las aguas. Donsa disparó su escopeta: ¡pam, pam! El gigante clamó:

-¿Qué hormiga es esa que me está haciendo cosquillas? ¿Qué hormiga es esa que me está haciendo cosquillas? ¿Qué hormiga es esa que me está haciendo cosquillas?

Y Donsa disparó: ¡pam, pam! El gigante avanzaba. Toda la gente se daba cuenta de que Donsa no conseguiría matar al gigante. Las esperanzas se desvanecían y los llantos se duplicaban.

Mientras tanto Chicote consiguió un saco, cogió su azagaya y le dijo al perro:

-Vamos, ya nos llegó nuestra hora.

Y fue. El gigante ya tenía seis cabezas afuera. Le faltaba una y luego los brazos que eran enormes para atrapar a la doncella. Chicote dejó que Donsa gastara los cartuchos que no le hacían nada al gigante. Donsa huyó y se fue a esconder. Chicote tiró por primera vez la azagaya, cortó la primera cabeza del gigante y las hormigas la devoraron en seguida. El gigante gritaba:

-¡Qué hormiga es esa que me está picando! ¡Qué hormiga es esa que me está picando!

Y Chicote tiró por segunda vez la azagaya. La segunda cabeza rodó por el suelo y las hormigas la devoraron de inmediato. Esas hormigas eran las mismas que Chicote había ayudado antes. Y el gigante continuaba avanzando y clamando. Chicote terminó de lancear todas las cabezas que faltaban y las hormigas se encargaron de devorarlas de inmediato. El perro recogía todas las calaveras y las metía en el saco que Chicote había conseguido. De este modo hasta que cayó la última cabeza, el gigante fue vencido y se desplomó a los pies de la hija del rey. Chicote, entretanto, había desaparecido llevándose las siete cabezas en el saco. En el saco también metió las ropas ensangrentadas. Donsa reapareció todo vanidoso. Hubo gran algarabía en la población. Donsa fue llevado en los hombros por la población. El rey hizo fiesta y dio en matrimonio a sus hija. Pero la hija del rey había visto que quien había luchado y vencido al gigante no había sido aquel muchacho de la escopeta. Se quedó muy triste por el hecho de el verdadero héroe haber desaparecido y tuvo que someterse a la voluntad del padre: Pero ella lloraba día y noche, inconsolable. Una vieja, a quien la muchacha le había contado el secreto de su desconfianza en relación al autor de la hazaña, fue a buscar al rey y le dijo:

-Señor rey, todo cazador que regresa del mato y trae alguna caza, tiene el orgullo de mostrar la cabeza de los animales muertos. Este que va a ser tu yerno, mató al gigante y nos libró de la desgracia y de la muerte. Sería bueno que en el día de la boda él presentara las cabezas del gigante para que todo el pueblo las vea.

El rey pensó que era una excelente idea y le comunicó su deseo a Donsa. Éste se quedó afligido, porque sabía que nunca sería capaz de mostrar las cabezas. Y en la víspera de la gran fiesta, Donsa desapareció.

Toda la gente estaba en la plaza para la fiesta, pues nadie sabía que Donsa había desaparecido y que la fiesta de la boda corría el riesgo de no realizarse. El rey mandó llamar al novio y éste no aparecía, La hija del rey se quedó contenta porque sabía que aquel muchacho no era su héroe. Y el rey les comunicó a todos los que asistían a la fiesta que el muchacho había ido a buscar las cabezas del gigante. Pero Donsa no aparecía. Las personas comenzaron a inquietarse. Entonces el rey mandó comunicar que daría su hija al primer muchacho que le presentara las cabezas del gigante, ya que Donsa había desaparecido.

Muchos jóvenes aparecieron. Cuando vaciaban el saco, salían cabezas de gacela, conejos, monos, culebras, todo, menos las cabezas del gigante.

El rey mandó matar a todos los impostores.

Mientras tanto Chicote estaba en la cabaña junto al río. Y escuchó decir que el rey estaba pidiendo las cabezas del gigante. Chicote le dijo al perro:

-Vamos, ya llegó nuestra hora.

Y partieron. Cuando llegó a estar al frente del rey, éste lo miró despreciándolo:

-Si ya vinieron tantos valientes para mostrarme las cabezas de animales vulgares, ¿cómo tú te atreves, so polluelo, a incomodarme presentándote como el presumible vencedor del gigante?

Los consejeros trataron de calmar al rey que estaba muy enojado. Y el rey le dijo a Chicote:

-Si tus cabezas fueran falsas, te mando matar dos veces. (El rey quería decir que lo mandaría matar con crueldad)

Chicote abrió su saco y vaciándolo aparecieron las siete cabezas del gigante y la ropa ensangrentada. Toda la gente aclamó a Chicote. El rey se puso contento. La hija del rey lloró de alegría y se casó con Chicote. Chicote se llevó a su mujer y mucho dinero así como otras riquezas y se fue a vivir junto a su madre.

Por otro lado, Donsa anduvo perdido en medio de la selva durante seis meses. Su caballo había muerto. Estaba lleno de hambre cuando se encontró con una vieja que estaba comiendo harina y pez Nsomba. Donsa le dijo:

-Oh, viejota. Dame comida.

La vieja le dijo:

-Es harina y pez Nsomba.

Donsa se olvidó que no podía comer pez Nsomba. Lo comió y se quedó transformado en pez sin escamas.

Por eso es que hoy hay mucha gente que no come pescado sin escamas.


(*)Este cuento proviene de los Sena, Mozambique. Fue sacado del libro: A narrativa Africana, de Lourenço Joaquim Da Costa Rosário. Forma parte del libro inédito La gorda que se derretía y otros cuentos del África Negra, (Selección y traducción de Diego Martínez Lora).


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