Versiones 32
Junio/Julio 2000 - Año del Dragón
Director: Diego Martínez Lora
Ana María Trelancia(*):
Ayúdate, que Dios te ayudará
No
sé si a ustedes también les pasa, pero últimamente, encuentro libros de
autoayuda hasta en la sopa.. Títulos como: "Maneje a su Jefe en Tres
Semanas", "Convierta a su Suegra en Su Mejor Amiga", "Venza
el Pánico", "Cúrese del Cáncer A Través de la Oración" y mil
más, inundan las librerías, las calles y los puestos de venta de diarios.
Obviamente,
vivimos épocas difíciles y de un pesimismo abrumador. El desempleo, la soledad,
las adicciones y la implacable globalización del mundo, cuelgan sobre nuestras
cabezas como espadas de Damocles. No sabemos más a quién ni a dónde
pertenecemos y esa desorientación nos hace aferrarnos a todas las promesas.
Como dice un amigo mío, "el mejor negocio hoy en día, es vender milagros...".
La gente necesita escuchar que su problema tiene solución y, sobre todo, que
"a alguien le interesa".
La
desesperación nos hace víctimas fáciles del "mercado de milagros".
Compramos cremas cosméticas que prometen quitarnos 10 años de encima en 15 días;
fajas abdominales que nos devolverán la cintura que lucíamos a los 18 años y
mil pócimas para adelgazar, para tranquilizarnos, para hacernos felices. En
cierta forma, estamos viviendo un retorno a nuestras raíces, pues provenimos de
comunidades que estaban regidas por hechiceros, oráculos y chamanes. Hoy en día,
consultamos al oráculo en las farmacias y librerías... Pero esta
"moda" va más allá de confiar en los ángeles o volver a la medicina
natural para curar ciertas dolencias.
Parece
que viviéramos una era "light", en la que estamos enfermos de prisa,
de apuro, de impaciencia. Más allá de la importancia de la ecografía durante
el embarazo, muchas de ellas se hacen porque las parejas "no pueden
esperar" nueve meses para saber si tendrán una hija o un hijo. Llamamos
por teléfono móvil a nuestra casa para preguntar si todo está bien y nos
encontramos a tres cuadras de distancia... ¡Pero no podemos esperar! No podemos
perder el tiempo. Pero tampoco "perdemos el tiempo" deteniéndonos a
pensar si es posible lo que nos promete el producto que estamos a punto de
adquirir. No sometemos a juicio las promesas porque, si no, el mundo se nos
desbarataría como cuando éramos niños y comprendimos que nuestros padres no
eran todopoderosos. O cuando nos enteramos que Papá Noel no existía y entonces,
los niños pobres no tenían quien les dejara un regalo por Navidad.
Queremos
creer porque necesitamos creer. Nos convertimos en una especie de "niños
artificiales" que no quieren ver al hombre detrás del disfraz pero no
desde la inocencia infantil, si no deliberadamente, desde nuestra ceguera
adulta. Entonces, compramos el libro de "auto-ayuda" sin darnos cuenta
de lo que significa la propuesta. ¿Para qué quiero un libro de autoayuda si,
precisamente, me encuentro en una situación desesperada en la que difícilmente
me puedo ayudar a mí mismo? Y si estoy en una situación crítica,
¿podré concentrarme en leer un libro?
Confieso
haber comprado no uno, si no varios libros de autoayuda. La mayoría de veces,
los adquirí impulsada por la curiosidad por comprobar si realmente eran tan
buenos como mis amigos o la crítica los calificaban. Otras veces, fue la
envidia la que me hacía comprarlos, para enterarme de la "receta" que
hacía llenarse de plata a más de un autor. Debo decir que, si bien algunos me
parecieron mejores que otros, en muchos, sólo encontré consejos trillados y anécdotas
sosas. Un autor mexicano muy elogiado por la crítica me pareció aburrido,
inverosímil y hasta peligrosamente fanático. Encontré sus libros tan mal
escritos que pasé un mes estudiándolos para ver cuál podía ser la razón de
su éxito. Sólo me queda reiterar que la gente necesita de estas telenovelas
baratas para poder identificarse y, de alguna manera, sentirse acompañada en el
dolor.
Una
vez más, creo que los libros de autoayuda son la expresión del vacío y la
necesidad de brújula de la gente del siglo XXI. Son una ayuda fácil, rápida y
barata. Más fácil que buscar a Dios. Más rápida que buscar dentro de
nosotros mismos y mucho, muchísimo más barata que una sesión con el
sicoanalista. Y si finalmente no nos ayudan mucho, sólo podemos culparnos
nosotros mismos pues ahí no falló el autor... ¡Recuerden que se trata de un
libro de "auto-ayuda"!.
(*)Ana María Trelancia, escritora y bióloga peruana. Vive en Lima.