Versiones 32

Junio/Julio 2000 - Año del Dragón

Página principal


Director: Diego Martínez Lora


la aventura de compartir la vida, las lecturas, la expresión...

 

Renato Sandoval(*)

El revés y la fuga

 4 fragmentos(**)


¿DEBERÉ acaso

atravesar todas las edades

para por fin estar del otro lado?

Los ríos

partieron de aquí hace mucho tiempo,

ni rastro queda

de lo que llamaban el último mar;

un infante pasa

cojeando a mi costado

y con un gesto me indica

que él también se marcha.

Estiro mi mano para detenerlo,

pero a lo mejor

es momento de que yo lo siga;

un camino es un camino

si es que uno lo detiene

y una meta

si es que nunca se termina.

Hoy no he visto las montañas

recostadas contra el horizonte,

también ellas partieron

como la tarde y la perla

engastada en la corteza de un sicomoro.

Había una vez..., sí

era entonces y sin embargo hoy

las cornejas rasgan la tarde

y se precipitan con vuelo inverso

contra la tierra;

de pronto todo parece más temprano

y al soslayo miro atrás por si un golpe

me derriba

antes de que me ponga la cabeza;

con mis ojos busco la intersección

de un paralelo con un meridiano

a la búsqueda de un punto

de refugio;

me doy cuenta de que soy la cruz

de un tiempo voraz que me corona

ahora que tres veces canta el gallo

y me desplomo.



ANTES DE VOLVER a casa

-a dónde, dónde-

me recosté contra un terebinto

y soñé que de pronto moría.

Una niña pernituerta pintaba mis labios

con su sangre

mientras cantaba una copla

que me hacía olvidar el mar.

Un alce rozagante descendió del árbol

como un querubín navideño

y en su cornamenta vi inconmensurables calcetines

rezumando miel y mil regalos.
La niña

hurgó en uno de ellos, extrajo

un paquetito y me lo entregó dándome un abrazo.

Era una clepsidra de esparto que en vez de agua

tenía sangre coagulada;

lo supe porque aunque la agitaba

con todas mis fuerzas

ese rojo negruzco de ningún modo se movía.

En ese magma, por cierto, estaba yo

diluido como en los tiempos en que era sólo un germen,

sin temor ni lágrimas entonces,

un humor sencillo y apaciguado.

Si seré un inicio promisorio, pensé

con la rebanada de mi frente;

tantas aventuras me esperaban

en este bosque que ahora me parece umbrío;

tantos goces,

suplicios

y fragores,

como cuando voy al trabajo

cada mañana.


 


UN CIEGO ME ama

y está a la puerta de la iglesia

con su alcancía de luz

y la mirada hecha un nudo

de mundo sin mañana.

Es el futuro que brilla sin temores

oscurecido apenas por el desierto empozado

en mis ojos.

Tener es perder, me dijo

Drummond el día que dejó Itabira

para siempre,

y yo que llevaba mi casa en los bolsillos

y a una mujer dormida

a mis espaldas.

Y dijo también que el amor estaba en otra parte,

ahí donde las muchedumbres palidecen

cuando de pronto saben

que en el perjurio y el afán

ya nadie puede entender nada

ni levantar siquiera la cabeza.

Pero dijo además

que el amor y la distancia son iguales,

es colocar un vacío estelar

entre las partes, no poseer,

estar ahí, plantado, bajo la campana

de una iglesia, tan sólo oír

una moneda cayendo

sorda

en tu alcancía.


 

Y HOY NO ha habido nadie a quien

pueda dar la mano; los sucesos

se han producido de tal manera

que ya es difícil saber si es un órgano el que ingresa

a rastras por la ventana o si es el aire

el que pide a gritos que se le perdone.

Me pongo a contar los días desde que

decidí dejar atrás el destino

que me había sido impuesto, pero

por los periódicos

ahora sé que la muerte es lo único que me sostiene.

Dos niños conversan dentro de un círculo

de greda que han trazado con sus dientes;

hablan del país, del número creciente de accidentes

ferroviarios, de la bolsa de valores en la que a toda costa

habría que treparse si se quiere saber en carne propia

lo que es una Montaña Rusa;

los escucho decir que al tirano, en sus ratos de ocio,

le encanta Bach con un poco de Schönberg

y que por las noches lee a Cisneros

tomándose un mate de zarzaparrilla.

No estamos tan mal, después de todo, concluye uno

cuando el otro replica que las inundaciones -que ya cobraron

miles de muertos- son definitivamente todo un problema

para sus barcos de papel;

el mundo ya no es el de antes:

han corregido las tablas de sumar

y de restar porque se han dado cuenta

de que los números siempre estuvieron equivocados;

no hay que permitir que los doctores

nos huaqueen los cuerpos

en nuestras narices;

un sindicato de enfermos terminales debe ser

nuestro objetivo más perentorio.

La economía es un juego de azar

donde gana quien menos tiene

y será tan fácil saber quién es en verdad

nuestro padre si jugamos a la ruleta.

Los tiempos ya no están como para

darnos esos lujos; la sociedad

es un juguete que a Papa Noel se le ha caído

de las manos. Un poco más de consideración, exigía

César, que pronto será tarde

si no es ya temprano como para borrar

de un solo soplo este círculo

de miedo y arrasar con todo.


(*)Renato Sandoval Bacigalupo, poeta, traductor y profesor universitario. Actualmente vive en Lima. Es director de la revista de creación y crítica literaria peruana Fornix. Como poeta ha publicado Singladuras, Luces de Talud y  Nostos. (**) Estos cuatro fragmentos forman parte de un poema largo titulado : El revés y la fuga, de próxima publicación.


Ir al Índice de Versiones 32