Versiones 33

Agosto - Setiembre  2000 - Año del Dragón

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Director: Diego Martínez Lora


la aventura de compartir la vida, las lecturas, la expresión...


Editorial 33

El diario de Marta María Masta(*):


Impromptus


Vicente te vi y los ojos se  me salieron de la cara, se cayeron, se volvieron líquidos, un agua viscosa, salada, mar, mar muy movido, y en olas incesantes te alcancé como lamiéndote el pie. Tú me pisaste como una hormiga y ni mi grito escuchaste. Tus oídos iban cerrados por dos minúsculos auriculares que te repetían y repetían aquella música pegajosa y llorona que todos bailábamos en ese tiempo. Pero tú no llorabas, tu te odiabas tanto por estar con esa enamorada especialmente antipática, pero que se había atrevido a proponerte algo que yo ni siquiera sospechaba cómo es que se tenía que proponer. La propuesta bien hecha tenía sus buenos resultados, carne, carne fresca, flaca, pero fresca y sobre todo muy eléctrica. Y yo quería quedarme electrocutada en ti, pero no sabía, ni tenía ninguna idea en cómo hacerlo. Me bastaba tu compañía cercana, el ligero roce de tu brazo en el cinema y tu aliento agradable respondiéndome en el oído alguna pregunta estúpida mía acerca de la película. Me subía al ecran e invisible te miraba y me hacía de yeso para sacarte una réplica exacta con mi cuerpo, y era de anís el caramelo que me crecía en la boca porque te hacía dulce y abría mis brazos imaginarios para abrazarte como un Papa Noel. Y te abrazaba con todas mis fuerzas. Te necesitaba para pegar mis estampillas, quería tu lengua húmeda para contar mi dinero. Vicente no tenía palabras ni lengua para hablarte, no me salía ni boca, estaba herméticamente envuelta en un papel de idiota, inanimada, perpleja, hecha una estatua emocionada, paralizada, en espera de una palmadita o tres sobre la cabeza, yo te ladraba, y aullaba sin parar y enterraba tu cariño en cualquier rincón de mi corazón para que nadie se lo comiera más que yo, y puse marcas muy ocultas para que nadie te encontrara más que yo.

Sentía cariño total, para decirlo en otras palabras, quería tu afecto para proponerte locuras, que tú te fueras conmigo en barco sobre las nubes, y que nuestros brazos remaran hacia un estrella y nos quedáramos estrellados como una bombilla de luz sobre mi sueño duro y sin vacío. Te lo propuse una tarde del modo más repentino sin pensar en las consecuencias. Sólo te agarré de los hombros, no me dejaste hablar y me aceptaste sin ninguna condición. En esa eternidad tu enamorada y toda su historia de porquería desaparecieron de ti. Fui feliz. Muy feliz. Nunca te vi tan feliz. Fuimos egoístamente felices por primera vez. Y tú volviste con tu enamorada al día siguiente. Ella olía a sedentaria. Tú rapidamente te diste cuenta que yo era de esos especímenes que nunca podrían dejar de ser nómades y dormían con zapatos para escapar de cualquier realidad que no fuera un sueño. Tu enamorada que era mi profesora nunca supo que te compartimos, ella se quedó con la vela, yo me llevé tu fuego.

Este texto forma parte del libro inédito: Textos y otros textos para deletrear el amor.


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