Versiones  41

Diciembre 2001 – Enero 2002

Director: Diego Martínez Lora

la aventura de compartir las vidas, las lecturas, las expresiones...

 

 

Cuento africano:

La liebre, la hiena y la cueva de la leona (*)


 

 

 

Una vez la liebre encontró a la hiena y le propuso para ir a caminar. Fueron juntas por un camino y luego se separaron, después la liebre fue a la cueva de las leonas y la encontró cerrada, entonces gritó:

- Ábrete piedra

Y la piedra rodó de la boca de la cueva. La liebre entró y dijo:

- Ciérrate piedra.

Y la piedra volvió a su lugar. La liebre fue de inmediato al cuarto donde la leona guardaba la grasa que sobraba de sus presas, luego pasó al cuarto de la carne y cuando comió lo suficiente, se dirigió a la entrada, le dijo  a la piedra que le abriera, salió y luego le pidió nuevamente a la piedra para cerrar la cueva.

Cuando le dio otra vez hambre, regresó a la cueva. En el camino encontró a la hiena, quien le preguntó de dónde venía y por qué tenía el hocico con grasa. La liebre negó que su hocico estaba con grasa, pero como la hiena fue tan insistente en su pedido, ella le dijo que frotara su hocico con cenizas para ponerse tan bella como ella. La hiena hizo lo que le recomendaron, pero su apariencia no cambió. Entonces, la liebre le sugirió que se lavase con agua y luego con orina, pero a pesar de hacer ambas cosas, la hiena no notó ningún cambio. Su boca continuaba tan seca como antes. La hiena le dijo a la liebre:

- ¿Por favor, dime adónde vas a comer?

Primero la liebre se rehusó a responderle, luego le dijo:

- Tú eres muy tonta y en cualquier momento te podrían capturar.

La hiena insistió e insistió que la liebre terminó por aceptar llevarla a la cueva de la leona.

- Hay cinco espacios dentro de esta cueva dijo la liebre-, dijo la liebre. – En el primero están guardadas las cenizas, en el segundo, los huesos; en el tercero la carne dura; en el cuarto, la carne tierna y en el último, la grasa.

La hiena gritó:

- Vamos de una vez, llévame allí.

Y partieron de inmediato.

Cuando llegaron a la cueva, la liebre le dijo a la hiena que para entrar tendría que decir: “ábrete, piedra” y para cerrarla: “ciérrate, piedra”. La hiena gritó:

- Ábrete, piedra.

Y la piedra rodó hacia un lado y luego la cerró.

La hiena entró al sector donde estaban guardadas las cenizas y la liebre fue a la zona de la grasa. Cuando la liebre comió lo suficiente fue hasta la entrada de la cueva y dijo que ella ya se iba. La hiena protestó y dijo que ella todavía no estaba satisfecha. Entonces la liebre antes de salir le volvió a explicar a la hiena cómo es que debía de hacer para abrir y cerrar la piedra.

La hiena se quedó sola dentro de la cueva y se fue al lugar donde los huesos estaban guardados, luego se metió al espacio de la carne dura y comió hasta hartarse. Volvió a la entrada de la cueva y dijo “ciérrate, piedra” en vez de “ábrete, piedra”. Repitió la frase “ciérrate, piedra” varias veces más y no entendía por qué es que la piedra no rodaba.

En ese momento la leona, la propietaria de la cueva, regresó y dijo:

- Ábrete, piedra.

La hiena al oírla, gritó:

- Pero, qué bruta que soy. Eso es lo que tenía que haber dicho. Pobre idiota que soy. Ábrete, piedra. Ábrete, piedra.

La leona entró y dijo:

- ¿Te como ya o prefieres ser mi sierva?

La hiena le pidió para ser su sirvienta y se le dijo que tenía que cuidar el cachorro de la leona. Se le dio un hueso y se le ordenó partirlo una vez que la leona hubiera atravesado cuatro ríos. La hiena contó los pasos de la leona y cuando creyó que ya habría atravesado los cuatro ríos, rompió el hueso. Una astilla saltó fracturando el cráneo del cachorro. Temiendo que al regresar la leona la mataría, él buscó algunos avispones y rellenó con ellos los huecos de la nariz del cachorro, para dar la idea de que habría sido picado hasta morir.

La leona regresó a su cueva poco después y llamó a la hiena para llevarle a su cachorro. La hiena dijo mentiras e inventó algunas excusas para no hacer lo que le estaban pidiendo, pero la leona se puso firme y la hiena tuvo que llevarle el cachorro. La leona al verlo muerto, le pidió que lo llevara afuera. Mientras cumplía la orden, la hiena se comió una pierna del cachorro.

Un poco más tarde la leona le ordenó que le llevara el cachorro nuevamente y luego que lo pusiera afuera. La hiena devoró otra pierna del cachorro. Y cuando la leona lo llamó por tercera vez para que le llevase al cachorro, la hiena le dijo que los pájaros se habían comido las dos piernas que le faltaban. Luego, al llevarlo afuera,  se devoró al cachorro entero.

La leona decidió castigar a la hiena por sus delitos. La amarró a un árbol y se fue a buscar algunos palos para golpearla. Entretanto otras hienas pasaron por allí y una de ellas le preguntó a la hiena mentirosa por qué razón estaba atada al árbol. Ella dijo que estaba siendo castigada por haberse rehusado a beber un aceite que tenía moscas. La otra hiena le propuso para ponerse en su lugar y después de desamarrarla, se dejó amarrar en vez de la otra,  así la hiena mentirosa quedó libre y se juntó al grupo de hienas que andaba de excursión.

Después de un tiempo, la leona regresó y comenzó a azotar a la hiena, y esta gritaba:

- Para, yo  beberé todo ahora.

- ¿Beber qué?-, dijo la leona y continuó a flagelarla

- ¡Ay, ay!-, la hiena se quejaba – Beberé todo el aceite con moscas.

La leona se dio cuenta que ella no era la hiena que se había comido a su cachorro.

A la mañana siguiente las hienas regresando de su excursión pasaron por la cueva de la leona y la hiena mentirosa que había matado al cachorro vio sobre el suelo pedazos de corteza, que la leona había esparcido para que con el reflejo de la luz del sol parecieran tiras de carne.

- Yo iré a la casa de mi amante-, dijo la hiena, - voy a ver si ha habido cacería.

Siguiendo el rastro, fue capturada por la leona, quien la amarró a un árbol otra vez y lo golpeó hasta matarla.

Después de esto la leona regresó a su cueva y dijo:

- Piedra, ábrete.

Cuando la piedra se hizo a un lado, ella entró y luego dijo:

- Ciérrate, piedra.

Y la piedra se cerró nuevamente.

 


 (*) Cuento proveniente de los masai, Kenia – Tanzania. (Trad. por DML)


 

 

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