versiones, versiones y versiones...renovar la aventura de compartir la vida con textos, imágenes y sonidosDirector, editor y operador: Diego Martínez Lora    Número: 48 / febrero - marzo 2003


Cuento africano: El antropófago y la mujer que apestaba bien.


Una vez un viejo antropófago vivía en la selva. Vivía completamente solo en su casa y se paseaba para atrapar personas. Un día una mujer huyó de su marido porque la maltrataba y siempre la golpeaba. Ella tomó consigo a sus dos hijos (el tercero lo llevaba todavía en su vientre), y corrió, y corrió, y corrió de regreso hacia la casa de sus padres. Al anochecer ella y sus hijos estaban muy cansados. A lo lejos se notaba un fuego. Corrió hacia él y llegó donde un hombre que estaba sentado junto a su fogata. Él la invitó cortesmente a sentarse y a descansar. Luego le trajo una porción grande de carne asada que olía de una manera muy especial. ¡Eso no podía ser más que carne humana! Le entró un miedo tan grande que no pudo comer. Quiso huir, pero estaba tan muerta de cansancio que no fue capaz ni de cargar a sus hijos. Se acostó junto con sus niños y se durmió muy rápido.

En la noche se despertó y se dio cuenta de que sus niños ya no estaban con ella. Palpó a su alrededor. Se incorporó en vano. Habían desaparecido. Al mirar hacia el fuego vio que el hombre había acabado de cocinar a sus hijos. Con mucho cuidado, pero don mucho cuidado, se levantó y se fue coriendo. El antropófago se dio cuenta de que había huído y de prisa la persiguió. La mujer corrió y corrió. Cuando no pudo más y ya casi el antropófago estaba a punto deatraparla, ella simplemente se detuvo. Se agachó, cubrió su cabeza con la falda y no se movió para nada. El antropófago se le acercó, y corrió varias veces alrededor de ella:
.-¿Qué pasó con la mujer?-, dijo él. -No le veo ninguna cabeza. Ella está realmente muerta.
Le veía solo el trasero y se lo olió. Ella se tiró un pedo.
.-¡Uh, qué rico apesta! ¡Mmmmmm! Ya quiero meterla en mi olla y cocinarla aquí mismo.
El antropófago regresó corriendo a su casa para recoger una olla.
Mientras tanto la mujer se alejó de nuevo. Corrió y corrió. Cuando el antropófago volvió con la olla vio que la mujer había desaparecido. Vio sus huellas y las siguió hasta llegar a un llano. Allí pudo ver a la mujer que corría. Ella no sabía qué debía de hacer para salvarse. Se trepó a un árbol y esperó allí arriba. El hombre vino a los pies del árbol y le gritó:
-
¡Ven, baja!
Ella lo orinó encima.
- Mmmm,
¡qué bien  que sabe esto!-, habló el hombre y se lamió los labios. Después de un tiempo él volvió a llamarla:
-
¡Ven, baja.
La mujer permaneció arriba y se cagó.
-Mmmm,
¡
qué bien que sabe esto!-, dijo otra vez.
El caníbal al ver a la mujer que continuaba subiendo se dijo a sí mismo:
- Tendré que ir a traer mi hacha para derribar este árbol, así podré atrapar a esta mujer.
Corrió a su casa y aprovechando el momento, la mujer bajó del árbol y se alejó nuevamente.
Cuando el antropófago llegó al árbol con el hacha, la mujer ya no se encontraba. Él corrió y corrió tras ella, pero la mujer había logrado llegar hasta la casa de su familia y allí se escondió.
El antropófago le siguió las huellas hasta su misma casa. Allí lo atraparon los perros y lo mordieron hasta debilitarlo. Después los hombres lo golpearon hasta matarlo y lo quemaron. De esa manera no quedó nada de él.


(*)Este cuento es de los Dama, Namibia. Forma parte del libro "Cien vacas por una esposa y otros cuentos del África Negra" (Seleción y traducción de Diego Martínez Lora).


Índice de Versiones 48

Página principal de Versiones