versiones, versiones y versiones...renovar la aventura de compartir la vida con textos, imágenes y sonidosDirector, editor y operador: Diego Martínez Lora    Número 55 - Abril - Mayo 2004


Carlos Amézaga(*)

1975 - 1976: Una Nueva Perspectiva


 1975 (39 películas)

¿Cómo se puede empezar a decir algo sobre lo que significa estar cerca de la mayoría de edad y tener un mundo nuevo a descubrir?. Esto es más o menos lo que ocurrió ese año. Era ya un universo recién estrenado y cada película lo iba ampliando, lo iba enriqueciendo, nos iba mostrando no sólo lo que implicaba  el séptimo arte en sí, sino que también nos empezaba a dar lecciones de vida.

Es que en esos tiempos ya empezamos a ser un poco selectivos, los números señalan que vimos un numero inferior de películas, pues algunas de ellas empezaron a ser cuidadosamente seleccionadas. La concepción empezó a variar, ya no se trataba solamente de “ir al cine”, sino de ir a ver tal o cual película en especial.

Esto significó un cambio radical en la aproximación a la cinematografía, pues lo importante paso de ser el mero hecho de estar en la sala oscura,  a intentar disfrutar una película en particular. Los criterios, por supuesto, sobre lo que deberíamos ver han ido cambiando durante los años, de hecho, cada vez nos hicimos más y más selectivos, pero lo importante  de este año es que fue allí cuando empezó este cambio fundamental.

Es así entonces que aparecen nuevos rubros, o nuevas formas de encarar la visita al cine. Uno de ellos por ejemplo: el director. Anteriormente, las razones que nos llevaban al cine eran, como hemos señalado, básicamente el  género y la censura, en algunos casos incluso la inclusión de algún actor o actriz de moda también podía influir.

Ahora no, más bien, no sólo eso, sino que se incorporó el criterio de la dirección. Por ejemplo, algunos directores empezaron a ser más importantes que otros, algunos fueron ya imprescindibles, es decir, teníamos que ver de todas maneras todas sus películas, como sea. Para ello, ayudó un nuevo modelo de cine que ya existía de antes pero que empezamos recién a descubrir: el cine club.

El cine club era una institución que nos permitía ver películas que habían salido de la explotación comercial o presentaban ciclos  o retrospectivas de autores, países, directores, etc. En general,  lo que ofrecía era precisamente ensanchar esa visión que mencionábamos hacia otros horizontes de la cinematografía mundial. Fue, sin duda, gracias a estos cine clubes que pudimos acceder a ciertas joyas del cine, cosa que no hubiéramos podido hacerlo de otro modo.

El problema era, eso sí, que normalmente las condiciones eran muy malas. Las copias siempre muy antiguas, así como los equipos que las proyectaban (a veces un solo proyector lo que implicaba esperar con la luz prendida a cada cambio de rollo) y las salas a veces sólo tenían de ello el nombre, pues había incluso que buscar alguna silla o traerla con uno para sentarse. Eran por supuesto tiempos heroicos y se sufría así por amor al cine.

Quisiera en este punto recordar algunos de ellos: El Don Bosco; el del Ministerio de Trabajo, el de la YMCA; el Santa Elisa; el Raymondi; la Alianza Francesa; y, luego, años después vendrían El Cinematógrafo de Barranco y el Museo de Arte.

Ese año de 1975 vi en cine clubes algunos filmes notables: El Acorazado Potemkin, (Alianza Francesa) la obra maestra de Eisenstein, muda y en blanco y negro, casi incomprensible para la época pero con una fuerza que nos dejó impresionados por mucho tiempo. La escena antológica esa de las escaleras de Odesa en la que van cayendo los muertos la tengo todavía en la retina (Brian de Palma nos la recordó años después en Los Intocables). Otra de ellas fue Serpico (Ministerio de Trabajo). El joven Al Pacino comenzaba su larga carrera al estrellato con un personaje sombrío, raro, pues era un policía honesto y eso se pagaba, por ejemplo, recibiendo un disparo en la cara.

Otras películas que destacaron ese año fueron: Amarcord, del genial Fellini. Gozamos mucho con las aventuras de esos muchachos pueblerinos y el encuentro de uno de ellos con aquella mujer con los pechos más generosos que recuerdo haber visto alguna vez en pantalla. También conocimos a Laura Antonelli en Malicia e iniciamos un largo romance que duraría mucho tiempo y varias películas. Woodstock nos hizo conocer como eran en realidad aquellos que llamábamos “hippies” y cuales eran los ritmos que los inspiraban para buscar paz y amor. Dustin Hoffman y la música de Paul Simon nos hicieron soñar con la mujer mayor en El Graduado y nos rendimos ante uno de los mejores spaguetti-westerns de la historia: Lo bueno, lo Malo y lo Feo, aun no se puede olvidar la escena del duelo entre los tres protagonistas con el silencio cómplice del viento que silba el tema de la película.

Fue también un año de terror. Empezó nada menos que con El Exorcista. Atroz película, absolutamente terrorífica, o por lo menos ese es el recuerdo que me queda: unos ojos que se salen de sus órbitas, un vómito verde, una cabeza que voltea 360 grados, nos quitaron el sueño por varias semanas. El Bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby) de Roman Polansky, fue otra de aquellas que no podían dejarnos insensibles, ésta dejaba además una sensación de que lo que ocurría en la pantalla era posible, a lo cual contribuía enormemente la fragilidad del personaje de Mia Farrow. De manera distinta Terremoto, nos asustó bastante pues se estrenó en Lima el sistema sensurround, el cual hacía temblar la sala mientras se proyectaban las imágenes del devastador sismo.

Concluimos con tres otros filmes notables: Papillon, basada en el libro del mismo nombre, la historia de ese hombre que nunca pudo ser retenido por ninguna prisión. Un Hombre llamado Caballo (A man called Horse), con Richard Harris, cuya escena inolvidable es aquella en que es colgado del pecho para poder volver a ser considerado hombre entre la tribu de pieles rojas que lo han capturado. Por último, Tiburón (Jaws) nos volvió a mostrar la magia de su director, un gran creador de historias y emociones.

Así pues,  1975 nos dejaba huella con nombres que empezaban a ser importantes: Fellini, Polansky, Leone, Eisenstein y, por supuesto Spielberg, a quienes seguiríamos fielmente en los próximos años.


 

1976  (34 películas)

Ese año ingresamos a la universidad, fue por ello un año distinto. El hecho de ser universitario significó un cambio sustantivo en la manera de enfocar nuestros gustos y aficiones. Nuevos compañeros y amigos, un ambiente de estudio y preocupación por la realidad circundante,  empezaron a influir en la manera de aproximarnos a las cosas, entre ellas al cine. De allí que la selección se hacía más cuidadosa y se buscaban películas que pudieran aportar algo más que un simple momento de entretenimiento, nos hicimos un poco “intelectuales” y exigentes al momento de evaluar lo que habíamos visto.

Seguimos frecuentando los cine clubes y alcanzamos a ver, todas en el “Don Bosco”: Amor y Anarquía, italiana, de Lina Wertmüller. con  Giancarlo Giannini; Una noche en la Opera, con los hermanos Marx, una de sus obras más risueñas; otra de Fellini, Satiricon,  difícil de entender en su momento, sobretodo cuando teníamos el buen recuerdo de Amarcord; y, MASH, la ingeniosa sátira de la guerra de Vietnam.

También vimos Tarde de Perros (Dogday Afternoon), una de las actuaciones más dramáticas de Al Pacino, como un asaltante de bancos frustrado y homosexual, lo cual rodeó la película de un aura de malditismo que alcanzó también a su principal actor. Otro de lo grandes filmes fue La Naranja Mecánica (Clockwork Orange). Causó conmoción por la dureza de muchas de sus escenas, las cuales nos impactaron profundamente, aunque nos enseñó a admirar a Beethoven casi tanto como su protagonista. Esta película marcó una época y la tuvimos presente por mucho tiempo como lo más impresionante que habíamos visto hasta entonces.

Busco mi Destino (Easy Rider), fue otro de los entrañables filmes del  mismo año, siguiendo con la onda de lo que había sido Woodstock, el escape, la droga, el sexo libre, eran la imagen de la América de los 70, muy bien encarnada por Denis Hopper,  Peter Fonda y sus magníficas Harley-Davidson, sin dejar de lado la no tan fugaz aparición de Jack Nicholson, compañero de ruta en parte de la cinta. Más o menos en esa misma tónica de la presentación de la realidad norteamericana de una forma cruda, Lenny, con Dustin Hoffman, nos mostró un ejemplo de la América profunda a través de la vida y milagros del comediante Lenny Bruce. Quizás podemos agregar aquí, aunque en un género distinto, a Tommy, la ópera rock llevada al cine por el grupo The Who, donde se luce Roger Daltrey, un cantante realmente espectacular.

El cine italiano era una constante presencia en las salas limeñas de entonces y lo disfrutábamos bastante. Ese año, además de las reseñadas anteriormente,  vimos: En nombre del Pueblo Italiano, de Dino Risi, historia de un juez incorruptible; Venga a tomar Café con Nosotros, una divertidísima comedia, se hizo muy famosa en su momento, sobre un tipo que es invitado a casa de tres solteronas que se disputan sus favores hasta dejarlo completamente agotado; nuestro romance con Laura Antonelli continuó con El Mirlo Macho, cuyo marido, interpretado por Lando Buzzanca,  la obliga a mostrase desnuda frente a otros hombres; no faltó tampoco el humor grueso del mismo Buzzanca en El Doméstico.

Hubo otras tres comedias muy buenas: La Pantera Rosa Ataca de Nuevo (The Pink Panther Strikes Again), a través de la cual conocimos a Peter Sellers y a su genial personaje del Inspector Clouzot; Se me subió la Mostaza (La Moutarde me Monte au Nez), con el francés Pierre Richard, dando vida a un personaje totalmente disparatado; y, El Joven Frankenstein (Young Frankenstein), una deliciosa sátira a la famosa novela de Mary Shelley dirigida por Mel Brooks.

En los años anteriores habíamos visto y disfrutado muchas películas chinas, de aquellas de artes marciales y mucha acción. Este año nos tocó ver una de la cual seguimos manteniendo el mejor de los recuerdos. Bruce Lee encarnó lo mejor (y quizás también lo peor) del cine de aventuras made in Hong Kong, fue un héroe para sus millones de seguidores en todo el mundo, no sólo como el fiel Kato de la serie del Avispón Verde, sino también a través de sus filmes. Operación Dragón (Enter the Dragon) sigue siendo, creo yo, lo más grande que hizo este casi inexpresivo pero magnífico actor y atleta. El tema musical de la película fue el complemento perfecto para una cinta de aventuras, algunas de cuyas escenas siguen siendo de antología, como aquella en la que Bruce Lee gira 90 grados haciendo pivote en una sola pierna y con la otra levantada casi en ángulo recto con su cuerpo.

Así acabó 1976, con nuevos nombres, especialmente de directores ya famosos entonces y otros que serían verdaderamente grandes en los años venideros. Empezábamos a formar un criterio más definido en cuanto a lo que nos gustaba, pero no despreciábamos todavía algunas cintas de acción y ciertas comedias de corte picaresco que animaban las salas de la época. Estábamos seguros que lo mejor todavía no llegaba y que lo veríamos en lo sucesivo y ya empezábamos a pensar como sería ver cine en el extranjero, en Europa o Norteamérica, donde llegaban todas las películas que en nuestra ciudad no podíamos ver.


(*)Carlos Amézaga, escritor, abogado y diplomático peruano. Actualmente vive entre Lima y Viena.  Ganó el concurso de las 2000 palabras de la Revista Caretas, Lima - Perú. 2002/3


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