San Cristóbal de La Habana, fundada en mil quinientos quince, se desarrolló        teniendo como centro a lo que es actualmente la Plaza de Armas.
  Poco a poco se extendió a todas direcciones, a pesar de los ataques de que fuera objeto por parte de los enemigos de España, y para defenderla de los piratas y      corsarios se levantó primero un castillo, el de la Fuerza, y luego el del Morro y el  de la Punta.
  Debido a la importancia que iba adquiriendo la ciudad, en mil seiscientos
sesenta y siete se le rodeó de una muralla que se extendía desde el actual  parque de Máximo Gómez hasta las inmediaciones de la Estación Central de los
Ferrocarriles.
La urbe siguió creciendo y llenó por completo la parte amurallada y        empezaron
entonces las construcciones fuera de la muralla, y a principios del siglo
diecinueve ya se levantaba una ciudad extramuros.

  Los primeros barrios de extramuros de fines del XVIII alrededor del      Campo de Marte (actualmente Parque de la Fraternidad), se fueron          sumando las parcelaciones de Peñalver, San Nicolás, Chávez, La Punta, Monserrate y Dragones, apoyadas por las regulaciones urbanísticas de 1818 que normaban el trazado de calles rectas. Un año mas tarde comenzaría a dar servicio un barco vapor, el primero en América Latina..
Una historia que merece
ser conocida.
La Habana posee un importante puerto en la bahía que lleva su nombre, la que
durante la dominación colonial sirvió de escala entre países de tierra firme y
España, y ha sido llamada la llave del Nuevo Mundo.
Del siglo dieciséis al diecinueve, la historia de La Habana es la del esplendor
de la rada más rica de América, a cuya función comercial se sumó la de un
poderoso puerto militar.
Es también la historia de una nación surgida de la convergencia de las culturas
y las razas, que crean una nueva cultura y un espacio original por un proceso de
simbiosis, adición y mezcla.
A lo largo de cuatro siglos nació otro espacio, a partir de la ciudad colonial,
así como un estilo al que no haría mella la expansión, más allá de las antiguas
murallas, de la vieja urbe que hoy arriba a sus cuatrocientos ochenta y cinco
años.
De esa manera, el centro se fue desplazando desde el puerto hasta la zona que hoy ocupan el paseo del Prado, el Parque Central y el Parque de la Fraternidad, sobrepasando las murallas que ya eran militarmente obsoletas y comenzarían a demolerse en 1863. Esta zona de ensanche continuó aumentando en población durante la segunda mitad del XIX, donde además se produjo un verdadero aluvión de innovaciones urbanas, como el alumbrado público por gas (1848), el telégrafo (1851-1855), el transporte público de tracción animal (1862), el acueducto de Albear (1874-1893), premiado con medalla de oro en la exposición de París en 1889; el servicio telefónico (1881), con el antecedente de su invención en La Habana por el italiano Antonio Meucci; y el alumbrado eléctrico, en 1890.
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