El Conde SISEBUTO

A veinte leguas de Pinto
y treinta de Marmolejo
existe un castillo viejo
que edificó Chindasvinto.
Perteneció a un gran señor
algo feudal y algo bruto;
se llamaba Sisebuto
su esposa, Leonor;
su hijo, Sindulfo;
su hermana, Berengüela
y una tía de su abuela
que atendía por Mariana.
Era una noche de invierno,
noche oscura y tenebrosa
! noche atroz, noche de infierno!
Cabalgando en un corcel
de color verde botella
raudo como una centella
llega al castillo un doncel.
Salta el foso, llega al muro
La poterna está cerrada,
"¿Me habrá engañado mi amada?"
Exclama, !vaya un apuro¡
De pronto siente sobre su cabeza
una cuerda que resbala
tiende la mano y tropieza
con la cuerda de una escala.
"Ah!", dice con un fiero acento,
"Ah!", vuelve a decir furioso,
"Ah!", repite victorioso,
"Ah!", otra vez...
y así, hasta ciento.
Sube que sube que sube
trepa que trepa que trepa
cae en brazos de un querube,
la hija del conde, !La Pepa¡.
"Lisardo, mi amor, mi anhelo,
único ser al que yo adoro
el de los cabellos de oro
y el de los ojos de cielo,
que sientes, di, tu, a mi lado?
que sientes, tu, junto a mí?"
"Siento frío"
"Frío has dicho?
Eso me inquieta.
Frío has dicho?
Eso me espanta.
!No llevarás camiseta¡
Pues toma, ponte esta manta..."
y le dió una servilleta.

Empapadas trae las ropas
por efecto de las aguas
como no lleva paraguas
viene el pobre hecho una sopa
y al notar que va mojado
va y le seca con serrín.
"Y ahora , hablemos del cariño
que nuestras almas disloca.
Yo te amo como una loca"
"Yo te adoro como un niño"
"Mi amor es un arrebato"
"El mío es una locura"
"Si no me quieres me mato!"
"...si me olvidas me hago cura!"
"Hija soy de Sisebuto
desde mi más tierna infancia
y aunque mi padre es muy bruto
y aunque no sé lo que digo,
pero sí a lo que me expongo,
¡huyamos! ¡vamos al Congo!
a ocultar nuestros amores!...
si algún día nos encuentran
que nos quiten lo bailao !!!"
Más, de pronto, se oye un potente ladrido.
Por una puerta excusada
y cual terrible huracán
entra el conde, luego un can
luego nadie, luego nada...
"Hija infame!", ruge el conde
"Donde has dejado mi honor?
Dónde, donde, donde, donde?
Y tu, cobarde villano, ¡antipático!
repara como señalo tu cara
con la palma de mi mano!"
De un soberbio puñetazo
le hizo tragarse las muelas
y le abrió el cráneo en canal.
El pobre, naturalmente,
se murió como un conejo.
Ella frunció el entrecejo
y enloqueció de repente.
También quedó el conde loco
de resultas del espanto.
El perro, no llegó a tanto,
pero le faltó muy poco.
Y aquí acaba la leyenda
verídica, emocionante,
estremecedora, horrenda,
que ocurrió en un castillo viejo
que edificó Chindasvinto
a veinte leguas de Pinto
y treinta de Marmolejo.


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Puedes escribirme a la siguiente dirección Carlos de la Vega


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Last Updated: 13/09/97 0:06:13 (sábado)