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19/04/00

Historia de Tristán e Isolda

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Casa de Wagner en Zurich

El día siguiente Devrient volvió a visitarlo. Además de los Wesendonk se encontró con el poeta suizo Gottfried Keller y discutieron la idea de estrenar Tristán e Isolda en el hermoso teatro de Karlsruhe. Wagner se aferró a ella no sólo por motivos idealistas. Abrigaba la esperanza de convencer a Wesendonk de sus brillantes perspectivas de futuro y de este modo obtener de él un nuevo "préstamo" de cierta importancia, aunque el experimentado psicólogo y comerciante sabia muy bien que, como en casos anteriores, sería un regalo.

La mesa de Wagner en torno a la cual se reunían personajes tan prominentes, ya no estaba en la céntrica Zeltweg donde últimamente un bullanguero vecindario, un hojalatero y variados instrumentos musicales hablan destrozado los nervios del músico, irritados al máximo. A comienzos de la bella estación, el 28 de abril de 1857, Richard y Minna se mudaron al hogar ideal que los generosos Wesendonk pusieron a su disposición por una renta simbólica. Era una casa pequeña pero espaciosa, erigida en medio de un gran parque tranquilo e idílico, con vista a las azules aguas del lago de Zurich y a los lejanos Alpes Suizos orientales, cubiertos de nieve, vecina al extenso bosque Sihlwald, meta predilecta de los paseos de Wagner. Este "asilo" - como lo bautizó -, lindaba, un gran jardín de por medio, con la lujosa mansión que los Wesendonk mandaron construir para ellos, muy suntuosa y de refinado buen gusto que pronto quedaría terminada.

Esto hizo que las relaciones entre Wagner y Mathilde se estrecharan mucho más. Podían verse a diario, más aún varias veces al día, ya fuera en el jardín que unía las dos casas o en el estudio del músico, donde Mathilde participó activamente en el nacimiento de Tristán. Wagner gozaba de todo corazón la presencia de la joven mujer, tan apegada a su obra. No se daba cuenta que tarde o temprano la situación acabaría en una crisis. El idilio en el suburbio de Enge desembocaría en uno de los grandes dramas en la vida de Wagner; más grave por cierto en la vida de Minna, pero en la historia sólo cuentan los destinos de los grandes.

Todo el mes de agosto, hasta el 18 de setiembre de 1857, Wagner lo dedicó a componer el texto de Tristán e Isolda. El 1º de octubre mandó a su casero Otto Wesendonk el importe del primer mes de alquiler, acompañado de una nota: "Querido amigo, aquí le mando el primer alquiler. Con el tiempo espero poder pagarle el valor real: tal vez ese día ya no está muy lejano. Entonces podrá decir usted: ¡¡¡Ea, cómo puede pagar el tributo nuestro héroe Tristán!!! ¡Por hoy y por siempre mi más rendida gratitud por todo lo bueno y cordial que me ha brindado!" La cita fue tomada del nuevo texto de Tristán, donde por supuesto tiene un significado del todo distinto. Pero, evidentemente, Wagner estaba de buen talante y le complacían esas bromas. ¿Volvía a creer una vez más que el día de su solvencia no estaba lejano? Habría de esperar aún siete años y para entonces la deuda con Wesendonk había asumido las proporciones de una enorme montaña, imposible de soportar.

Wagner leyó a Mathilde el nuevo drama, más aún discutió con ella en extenso mucho de él. Aparecen en la obra pensamientos y frases que podrían haber copiado de sus mutuas experiencias: el magnifico amor, pero en el fondo sin esperanzas, los encuentros secretos, los instantes de arrobamiento e íntimo pertenecerse, la evitación de todo lo terreno, la vivencia compartida de un mundo invisible, inaccesible al común de los mortales, pero también la situación cargada de tensión, el entorno incomprensivo que los espía con ojo malévolo, las persecuciones llenas de envidia. Mathilde sabia escuchar, sabia formular preguntas prudentes y razonables (lo que medio siglo más tarde Gustav Mahler calificaría en una carta a su novia Alma Schindler como lo más importante de una verdadera camaradería). También sabia guardar silencio llena de admiración cuando su ídolo desplegaba ante ella sus suñeos y visiones titánicas. Que lo escuchara tan dichosa, consistía para el compositor la mayor confirmación. Podía comunicarse como jamás lo había hecho y eso le daba una felicidad que quizá nunca había tenido en su vida.

Mathilde se convirtió en poetisa. Wagner puso música a cinco de sus poemas: "Der Engel" (El ángel); "Träume" (Sueños), "Schmerzen" (Dolores), "Stehe still!" (¡Quédate en silencio!), "Im Treibhaus" (En el invernadero), que aparecen en esta sucesión y se apartan de aquella que figura en su posterior tomo de cantos. A dos de ellos Wagner les hace la siguiente acotación Studie zuTristan und Isolde: la canción "Im Treibhaus" contiene ya la idea principal para el preludio del tercer acto y "Träume" la oscura afinación La bemol mayor de la arrobada noche de amor del segundo acto. En el libreto de Wagner las palabras de Mathilde: "Dime, ¿qué sueños maravillosos/ tienen rodeados mis sentido/ para que no se pierdan en la desierta nada / cual vacuas espumas?" (Sag, welch' wunderbare Träume/ halten meinen Sinn umfangen,/ dass sie nicht wie leere Schäume / sind ind ödes Nichts vergangen) se convierten en "Oh, desciende, noche de amor, hazme olvidar que vivo..." (O sink hernieder Nacht der Liebe, gib Vergessen, dass ich lebe...) Wagner trabaja como presa de delirio, del éxtasis que hace experimentar a sus personajes. Dispone de todo lo que necesita para crear: el estudio provisto de cortinados y alfombras, en el que por añadidura brotan agradables aromas, la tranquilidad y el aislamiento del mundo, la proximidad de una mujer que mantiene con él una especial relación de veneración.

El 5 de setiembre de 1857 sucede algo casi increíble, ningún escritor, ningún dramaturgo lo hubiera podido idear así. Wagner toca fragmentos de su Sigfrido para cuatro mujeres. Una de ellas es Eliza Wille, a quien conoce hace muchos años ya, que a menudo lo ha ayudado, pero que no le interesa como mujer. En cambio, a las otras tres lo atan hilos invisibles de otra naturaleza. Allí está Minna, el malhumor pintado en el rostro porque le desagradan las exhibiciones de su marido, en ocasión de las cuales se muestra tan distinto a como lo conoce hasta el hartazgo en su prosaica vida diaria. La segunda es Mathilde: ella tiene la sensación de que la creación de Wagner - y con ella, en realidad todo el individuo- le pertenecen, de que ha sido escogida para extraer de su fuerza creadora lo máximo. La tercera se llama Cosima, es la hija de Franz Liszt y se ha casado recientemente con el fanático wagneriano Hans von Bülow, quien a la sazón goza de renombre como director de orquesta. La novel pareja había aprovechado su viaje de bodas para visitar al maestro y frente a la joven damita, Wagner tiene la sensación por momentos profética, de que ella posee una sensibilidad especial y una capacidad poco común para comprender su obra. Pronto ve confirmada su sospecha: cuando al final de la ejecución le pregunta qué impresión le ha causado lo que acaba de escuchar, Cosima rompe en llanto.

El 18 de setiembre de 1857, Mathilde recibe de manos del compositor el libreto original de Tristán e Isolda, el poema completo que sólo espera que le pongan música. A los diez días, Bülow parte con su esposa y se lleva consigo una copia de la obra. Todavía no barrunta que un día él será el escogido para hacer escuchar por primera vez la partitura de la misma; y menos aún que a través de esa obra perdería definitivamente a su amada Cosima. El 1º de octubre de 1857 Wagner inicia la composición del primer acto y el preludio al que confiere especial importancia. ¿Tiene ya clara conciencia de que dará vida a una música totalmente nueva y por ende difícil? Cosa curiosa, todavía no. De lo contrario, no hubiera podido escribir a la editorial Breitkopf & Härtel de Leipzig lo de "marcos exteriores muy modestos", "ninguna dificultad para los decorados y el coro", "promisoria posibilidad de una presentación perfecta y perspectivas de una rápida difusión por los teatros".

Al finalizar el año, el 31 de diciembre, concluye el primer acto, es decir que la labor no le insumió sino tres meses. Se lo hace llegar a Mathilde con una dedicatoria en verso: Hochbeglückt,/ schmerzentrückt,/frei und rein/ ewig dein-/ was sie sich klagten/ und versagten,/ Tristan und Isolde,/ in keuscher Töne Golde,/ ihr Weinen und ihr Küssen/ legi ich zu deinen Füssen,/ dass sie den Engel loben,/ der mich so hoch erhoben! (Enormemente feliz,/ lejos de todo dolor,/ libre y puro/ siempre tuyo-/lo que se demandaron/y se negaron,/ Tristán e Isolda/en castos tonos de oro/ su llanto y sus besos/ a tus pies dejo/ alabado sea el ángel/ que tan alto me ha elevado.) Lo del "ángel" y "haber sido elevado" proviene de las poesías de Mathilde. El resto, tal vez con pequeñas miradas de soslayo a lo personal, se refiere a Tristán e Isolda. El ano 1858 que despunta ya, traerá la crisis, la catástrofe que debía producirse alguna vez. No la desencadenará Wesendonk, sino Minna.

El 7 de abril de 1858 Wagner le escribe a Mathilde uno de esos billetes que tan a menudo eran llevados de una casa a la vecina: "...Al amanecer recobré mis sentidos y pude rezar desde lo más recóndito del corazón a mi ángel y esta oración fue amor. ¡Amor! ¡Profundo gozo del alma por este amor, la fuente de mi redención! Llegó el día con su mal tiempo, y me privó de la alegría de verte. No pude trabajar. Toda la jornada fue, pues, una lucha entre el mal humor y mi añoranza por ti. Sé buena conmigo, el tiempo parece mejorar. Hoy volveré a tu jardín tan pronto te vea. Espero encontrarte en un momento de tranquilidad. Hasta entonces, mi alma entera como saludo matinal. R. W." Minna le sale al paso al recadero, abre la carta y se espanta ante tanta intimidad que sale a luz. Lo que había temido durante tanto tiempo se alza ante ella con atroz claridad. Por espacio de semanas se producen entre los implicados las más penosas escenas. Minna enferma de gravedad. A partir de ese momento su corazón ya no tendrá más un sereno latir. La separación del matrimonio Wagner es irrevocable. Pero, igualmente, queda corroborada también la suerte del "asilo", la casa sobre la hermosa colina verde que domina el lago. El músico recibe aún una serie de huéspedes veraniegos, hace gala de buen humor, aunque ya sabe que cuando parta el último huésped también habrá de marcharse él. Lo que Mathilde reprocha a Wagner es tanto todo el hecho de no haberle dicho jamás a su esposa la verdad sobre su íntimo apego a la bella y mucho más joven vecina. En cuanto a ella, siempre fue sincera con Wesendonk que la amaba entrañablemente y esa franqueza hizo crecer su tolerancia, al parecer, hasta generó renunciamientos esenciales. De una carta que Wagner escribió más tarde a su hermana para darle cuentas de los sucesos ocurridos en "el asilo", se desprende que llegadas las relaciones entre Wagner y Mathilde al punto culminante, Wesendonk renunció a toda intimidad conyugal con su esposa. ¿Fue verdad? ¿Le dijo Mathilde la verdad a Wagner? ¿Fue una ilusión que él se forjó? Este punto sólo tiene importancia a través de su paralelo en Tristán e Isolda. Mientras que en la antigua epopeya se habla con bastante crudeza que Isolda pasaba todas las noches en brazos de su esposo para no proporcionarle ningún motivo de sospecha, en tanto de día no desaprovechaba una sola oportunidad para tener sus apasionados encuentros con Tristán, Wagner hace aparecer la relación del rey Marke respecto a Isolda, absolutamente platónica: "El que nunca osó acercarse a mí voluntad, él que reverente renunció a mi deseo, la tan magnífica, excelsa que mi alma alababa..." (Der mein Wille nie zu nahen wagte, der mein Wunsch ehrfurchtsscheu entsagte, die so herrlich, hoch erhaben mir die Seele musste laben...) reza muy claro en el libreto. Tristán e Isolda contiene mucho de la biografía de Wagner, mucho de verdad, mucho imaginado, soñado, idealizado. Fuese lo que fuere lo acertado, carece de importancia. Lo significativo es que Wagner no consideró que había "perdido" definitivamente a Mathilde sino cuando, mucho después de su separación y del "asilo", volvió a verla en Venecia, del brazo de Wesendonk y en estado de gravidez...

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