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TERCER ACTO

Primer Acto

Segundo Acto

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En la cumbre de una montaña rocosa

A la derecha, un bosque de abetos ¡imita la escena. A la izquierda, la boca de una gruta que forma una sala natural: Por encima de ella se eleva la pena hasta su picacho mas alto. Hacia detrás la vista se extiende completamente libre: rocas de diferente altura flanquean la orilla de la cuesta que - como es de suponer- desciende escarpadamente hacia el foro. Masas de nubes dispersas corren por delante del borde de las rocas, como empujadas por la tormenta. Gerhilde, Ortlinde, Waltraute y Schwertleite han acampado en el picacho que hay encima de la gruta; van completamente armadas.

 

PRIMERA ESCENA

GERHILDE, acampada en lo mas alto, llamando hacia el foro, desde donde llega un espeso nubarrón.

¡Hojotoho! ¡Hojotoho! ¡Hejaha! ¡He¡aha!

¡Helmwige! ¡Aquí!

¡Para acá con el corcel!

VOZ DE HELMWIGE en el foro. ¡Hojotoho! ¡Hojotobo! ¡Hojotoho! ¡Hojotoho!

¡Hejaha!

En el nubarrón estalla el resplandor de un rayo; en él se hace visible una walkyria a caballo: sobre su silla cuelga un guerrero muerto. La aparición, cada vez mas próxima, pasa de izquierda a derecha por delante del borde de las rocas.

GERHILDE, WALTRAUTE Y SCHWERTLEITE, llamando a la que llega.

¡Hejaha! ¡Hejaha!

La nube con la aparición ha desaparecido a la derecha detrás del abetal.

ORTLINDE, llamando hacia el abetal Lleva tu garañón junto a la yegua de Orflinde:

con mi ruana pace a gusto tu bayo.

WALTRAUTE, llamando igual ¿Quién cuelga de tu silla?

HELMWIGE, entrando procedente del abetal. ¡Sintolt, el heguelingo!

SCHWERTLEITE. Conduce tu bayo lejos de la ruana: le yegua de Ortlinde lleva a Wittig, el irmingo.

GERHILDE ha bajado un poco mas cerca. ¡Sólo vi como enemigos a Sintolt y Wittig!

ORTLINDE se pone en pie. ¡Heiaha! ¡Hejaha! ¡A la yegua me golpea el garañón!

Corre al abetal Gerhilde, Helmwige y Schwertleite ríen ruidosamente.

GERHILDE. ¡La querella de los héroes enemista aún a los corceles!

HELMWIGE, llamando hacia el abetal ¡Calma, bayo! ¡No rompas la paz!

WALTRAUTE, en lo alto, donde ha relevado la guardia a Gerhilde, llamando hacia la derecho, en el foro.

¡Hojoho! ¡Hojoho! ¡Siegrune, aquí! ¿Dónde te demoraste tanto?

Escucha hacia la derecha.

VOZ DE SIEGRUNE, viniendo del lateral derecho del foro. ¡Hubo que hacer!...

¿Están ya las otras ahí?

SCHWERTLEITE Y WALTRAUTE, llamando hacia la derecha, en el foro. ¡Hojotoho! ¡Hojotoho! ¡Heiaha!

GERHILDE. ¡Hejaha!

Sus gestos, así como un claro resplandor detrás del abetal, indican que Siegrune acaba de alcanzarlo. Desde abajo se oyen dos voces al mismo tiempo.

GRIMGERDE Y ROSSWEISSE, a la izquierda, en el foro. ¡Hojotoho! ¡Hojotoho!

¡Hejaha!

WALTRAUTE Y SCHWERTLEITE. ¡Grimgerde y Rossweisse!

SCHWERTLEITE. ¡Cabalgan emparejadas!

En la masa de nubes relampagueantes, que pasa de izquierda a derecha, aparecen Rossweisse y Grimgerde, asimismo a caballo, cada una llevando un muerto en la silla. Helmwige, Ortlinde y Siegrune han entrado viniendo del abetal, y desde el borde de las rocas hacen señas a las que llegan.

HELMWIGE, ORTLINDE Y SIEGRUNE. ¡Salve, aguerridas!

¡Rossweisse y Grimgerde!

VOCES DE ROSSWEISE Y GRJMGERDE.

¡Rojotoho! ¡Hojotoho! ¡Hejaha!

La aparición desaparece detrás del abetal.

LAS OTRAS SEIS WALKYRIAS. ¡Hojotoho! ¡Hojotoho!

¡Hejaha! ¡Hejaha! ¡Hojotoho! ¡Hojotoho! ¡Heiaha! ¡Hejaha!

HELMWIGE Y ORTLINDE. ¡Hojotoho! ¡Hojotoho! ¡Hojotoho! ¡Hejaha!

LAS OTRAS CUATRO, con las anteriores. ¡Hejaba! ¡Hejaha! ¡Hejaha! ¡Hejaha! ¡Hejaha! ¡Hejaha!

GERHILDE, llamando hacia el abetal. ¡Al bosque con los caballos, que descansen y pasten!

ORTLINDE, asimismo llamando hacia el abetal. ¡Llevad los corceles lejos unos de otros, hasta que se aplaque el odio de nuestros héroes!

Gerhilde, Siegrune, Waltraute y Schwertleite ríen ruidosamente.

HELMWIGE, mientras las otras ríen. ¡La furia de los héroes expió ya la ruana!

Las seis walkyrias vuelven a reír ruidosamente.

ROSSWEISSE Y GRIMGERDE, viniendo del abetal. ¡Hojotoho! ¡Hojotoho!

LAS OTRAS SEIS WALKYRIAS. ¡Bienvenidas! ¡Bienvenidas! ¡Bienvenidas!

SCHWERTLEITE. ¿Estuvisteis juntas, osadas?

GRIMGERDE. Cabalgamos separadas, y nos encontramos hoy.

ROSSWEISSE. Si estamos todas reunidas, entonces no nos demoremos más.

GRIMGERDE Y SCHWERTLEITE. Partamos para el Walhall a llevarle a Wotan el botín.

HELMWIGE Y ORTLINDE. Sólo somos ocho: aun falta una.

GERHILDE. Aún debe de estar Brünnhilde con el trigueño Welsungo.

WALTRAUTE. Tendremos que esperarla aún aquí; ¡el Padre de los Combates nos diera colérico saludo si nos viera acercarnos sin ella!

SIEGRUNE, en la atalaya rocosa, desde donde escruta la lejania. ¡Hojotoho! ¡Hojotoho!

Llamando hacia el foro.

¡Para acá! ¡Para acá!

A las otras.

En frenética cabalgada, corre Brünnhilde hacia aquí.

LAS OCHO WALKYRIAS, todas arriba, en la atalaya. ¡Hojotoho! ¡Hojotoho!

¡Brünnhilde! ¡Hei!

Observan con creciente asombro.

WALTRAUTE. Hacia el abetal conduce el tambaleante corcel.

GRIMGERDE. ¡Cómo resopla Grane del rápido galope!

ROSSWEISSE. ¡Jamás vi a walkyrias cabalgar tan veloces!

ORTLINDE. ¿Qué cuelga de su silla?

HELMWIGE. ¡Eso no es un héroe!

SIEGRUNE. Trae una mujer.

GERHILDE. ¿Cómo la encontró?

SCHWERTLEITE. ¡Con ningún grito saluda a las hermanas!

WALTRAUTE, llamando hacia abajo. ¡Heiaha, Brünnlilde, ¿no nos oyes?

ORTLINDE. ¡Ayudad a la hermana a bajar del corcel!

HELMWIGE, GERHILDE, SIEGRUNE, ROSSWEISSE. ¡Hojotoho! ¡Hojotoho!

ORTLINDE, WALTRAUTE, GRIMGERDE, SCHWERTLEITE. ¡Heiaha! ¡Hejaha!

Gerhilde y Helmwige se precipitan al abetal. Siegrune y Rossweisse corren tras ellas.

WALTRAUTE, mirando hacia el abetal. ¡Al suelo se precipita Grane, el fuerte!

GRIMGERDE. De la silla baja ella veloz a la mujer.

ORTLINDE, WALTRAUTE, GRIMGERDE, SCHWERTLEITE. ¡Hermana! ¡Hermana! ¿Qué ha sucedido?

Todas las walkyrias regresan al escenario; con ellas viene Brünnhilde, sosteniendo y guiando a Sieglinde.

BRÜNNHILDE, sin aliento. ¡Protegedme, y ayudad en la extrema necesidad!

LAS OCHO WALKYRIAS. ¿De dónde cabalgas aquí con furiosa prisa? ¡Así vuela sólo quien huye!

BRÜNNHILDE. Por primera vez huyo y soy perseguida: el Padre de los Ejércitos me da caza.

LAS OCHO WALKYRIAS, sumamente asustadas. ¿Estás en tu juicio? ¡Habla! ¡Dinos!¿Te persigue el Padre de los Ejércitos? ¿Huyes de él?

BRÜNNHILDE, se vuelve angustiada, para escrutar el horizonte, y regresa. ¡Oh, hermanas, vigilad desde el pico de la roca! Mirad al Norte si se acerca el Padre de los Combates.

Ortlinde y Waltraute corren a la atalaya en el picacho.

¡De prisa! ¿Le veis ya?

ORTLINDE Y WALTRAUTE. Una tormenta se acerca desde el Norte. ¡Densos nubarrones se acumulan allí!

LAS OTRAS SEIS WALKYRIAS. ¡El Padre de los Ejércitos monta su sagrado corcel!

BRÜNNHILDE. ¡El salvaje cazador que furiosamente me da caza se acerca, se aproxima por el Norte! ¡Protegedme, hermanas! ¡Salvad a esta mujer!

SEIS WALKYRIAS, sin Ortlinde y Waltraute. ¿Qué pasa con la mujer?

BRÜNNHILDE. Oídme aprisa: es Sieglinde, hermana y novia de Siegmund: contra los welsungos brama de rabia Wotan; al hermano debía arrebatarle hoy Brünnhilde la victoria; pero protegí a Siegmund con mi escudo, desafiando al dios...: él mismo lo atravesó allí con la lanza; Siegmund cayó, pero yo huí lejos con la mujer. Para salvarla, corrí con vosotras..., ¡y también, atemorizada,

Desalentada.

para que me ocultéis al golpe punitivo!

SEIS WALKYRIAS, sin Ortlinde ni Waltraute.

Enloquecida hermana, ¿qué hiciste? ¡Ay de ti! ¡Brünnhilde! ¡Ay de ti! ¿Rompió desobediente Brünnhilde la sagrada orden del Padre de los Ejércitos?

WALTRAUTE, desde la atalaya. La oscuridad desciende desde el Norte.

ORTLINDE, igual. Furiosamente se dirige hacia aquí la tormenta.

ROSSWEISSE, GRIMGERDE, SCHWERTLEITE. ¡Salvaje relincha el corcel del Padre de los Combates!

HELMWIGE, GERHILDE, SIEGRUNE. ¡Terrible resopla hacia aquí!

BRÜNNHILDE. Ay de la mísera si Wotan la encuentra: ¡amenaza aniquilar a todos los welsungos!. ¿Quién de vosotras me dejará el más ligero corcel, que veloz le aleje a la mujer?

SIEGRUNE. ¿También nos aconsejas loco desafío?

BRÜNNHILDE. ¡Rossweisse, hermana, préstame tu caballo!

ROSSWEISSE. Jamás huyó el volador ante el Padre de los Combates.

BRÜNNHILDE. ¡Helmwige, oye!

HELMWIGE. Obedezco al padre.

BRÜNNHILDE. ¡Grimgerde! ¡Gerhilde! ¡Cededme vuestro corcel! ¡Schwertleite! ¡Siegrune! ¡Ved mi angustia! ¡Oh, sedme fieles, como yo os lo fui a vosotras! ¡Salvad a esta triste mujer!

SIEGLINDE, que hasta ahora ha permanecido, sombría y fila, con la mirada fija delante de sí, se sobresalta con un gesto de rechazo cuando Brünnhilde la abraza vivamente como para protegerla.

No sufras preocupación por mi: sólo me conviene la muerte... ¿Quién te ordenó, virgen, sustraerme al combate? Allí, en la liza, hubiera recibido yo el golpe de la misma arma que abatió a Siegmund: ¡el fin encontrara yo junto con él! ¡Lejos de Siegmund. Siegmund, de ti! ¡Oh, cobijárame la muerte con solo pensarlo! Si no debo maldecirte, virgen, por la huida, oye, entonces, sagradamente mi súplica: ¡clávame tu espada en el corazón!

BRÜNNHILDE. ¡Vive, oh, mujer, por amor del amor! Salva la prenda que recibiste de él:

Fuerte y apremiante.

¡un welsungo te crece en el seno!

SIEGLINDE primero se asusta violentamente; pero de inmediato su rostro resplandece con sublime alegría. ¡Sálvame, osada! ¡Salva a mi hijo! ¡Guardarme, vírgenes, con la más poderosa protección!

En el foro crece una tormenta cada vez mas negra.

WALTRAUTE, en la atalaya. ¡Ya llega la tormenta!

ORTLINDE, igual. ¡Huya quien la tema!

LAS OTRAS SEIS WALKYRIAS. ¡Fuera con la mujer, si la amenaza un peligro! ¡Ninguna de las walkyrias osará protegerla!

SIEGLINDE, de rodillas ante Brünnhilde. ¡Sálvame, virgen! ¡Salva a la madre!

BRÜNNHILDE levanta a Sieglinde con enérgica decisión. ¡Así, huye entonces de prisa..., y huye sola! Yo me quedo, me ofreceré a la venganza de Wotan: retendré aquí junto a mí al airado mientras tú escapas a su rabia.

SIEGLINDE. ¿A dónde debo dirigirme?

BRÜNNHILDE. ¿Cuál de vosotras, hermanas, erró hacia el Este?

SIEGRUNE Y ROSSWEISSE. Hacia el Este, a lo lejos, se extiende un bosque: el tesoro del nibelungo llevó hasta allí Fafner.

SCHWERTLEITE Y HELMWIGE. Figura de reptil adoptó el salvaje; ¡en una cueva guarda la sortija de Alberich!

GRIMGERDE. No es aquél lugar seguro para una mujer indefensa.

BRÜNNHILDE. Pero seguramente el bosque la protegerá de la furia de Wotan: el poderoso lo teme, y evita el lugar.

WALTRAUTE, en la atalaya. ¡Terrible viene allí Wotan hacia la roca!

SEIS WALKYRIAS, sin Ortlinde ni Waltraute. ¡Brünnhilde, oye el fragor de su llegada!

BRÜNNHILDE, apremiante. ¡Corre, pues, lejos, rumbo al Este! Con valiente obstinación soporta todas las fatigas..., hambre y sed, zarzas y piedras; ¡ríe si la necesidad, si el sufrimiento te roe!... Pues sabe una cosa y defiéndela siempre: ¡al más sublime héroe del mundo cobijas tú, oh mujer, en el seno protector!

Extrae los pedazos de la espada de Siegmund de debajo de su coraza y se los alarga a Sieglinde.

Guárdale bien los fuertes pedazos de espada: del campo de batalla de su padre los sustraje felizmente. El que, de nuevo forjada, blandirá un día la espada, reciba de mí el nombre: ¡"Siegfried" alégrese de la victoria!

SIEGLINDE, sumamente emocionada. ¡Oh, prodigio sublime! ¡Virgen magnífica! ¡A ti, fiel, debo sagrado consuelo! Por él, por el que nosotras amábamos, salvaré yo lo más amado: ¡sonríate algún día la recompensa de mi gratitud! ¡Adiós! ¡Te bendice el dolor de Sieglinde!

Corre fuera por el proscenio a la derecha. La montaña rocosa está rodeada de negros nubarrones tormentosos; terrible tempestad ruge desde el foro; creciente resplandor ígneo a la derecha, también en el foro.

VOZ DE WOTAN. ¡Detente, Brünnhilde!

Brünnhilde, después de haber seguido a Sieglinde con la mirado unos instantes, se vuelve al foro, mira hacia el abetal y retrocede de nuevo, angustiada.

ORTLINDE Y WALTRAUTE, descendiendo de la atalaya. ¡La roca alcanzaron corcel y jinete!

LAS OCHO WALKYRIAS. ¡Ay de ti, Brünnhilde! ¡La venganza arde!

BRÜNNHILDE. ¡Ay, hermanas, ayudadme, me tiembla el corazón! Su cólera me destrozará, si vuestra protección no lo aplaca.

LAS WALKYRIAS escapan angustiados picacho arriba; Brünnhilde se deja arrastrar por ellas.

¡Por aquí, perdida! ¡No te dejes ver, arrímate a nosotras y calla a la llamada!

Esconden a Brünnhilde entre ellas y miran angustiados hacia el abetal, que ahora esta iluminado por un vivo resplandor ígneo, mientras el foro se ha oscurecido totalmente.

¡Dolor!

¡Furiosamente descabalga Wotan del corcel! ¡Hacia aquí apresura sus vengativos pasos!

 

SEGUNDA ESCENA

 

Wotan entra viniendo del abetal con extrema excitación colérica, y avanza impetuoso hacia el grupo de walkyrias, en lo alto, buscando entre ellas a Brünnhilde.

 

WOTAN. ¿Dónde está Brünnhilde? ¿Dónde, la criminal? ¿Osáis ocultarme a la malvada?

LAS OCHO WALKYRIAS. ¡Terrible ruge tu furia! ¿Qué hicieron, padre, tus bijas, que te excitaron a enfurecida rabia?

WOTAN. ¿Queréis burlaros de mi? ¡Guardaos, insolentes! Lo sé: me ocultáis a Brünnhilde. Apartaos de ella, de la eternamente infame, como ella arrojó de sí su estima.

ROSSWEISSE. Hasta nosotras huyó la perseguida.

LAS OCHO WALKYRIAS. ¡Imploró nuestra protección! Tu cólera la llena de temor y espanto: por la angustiada hermana nosotras rogamos ahora que domines tu primera cólera. ¡Déjate ablandar por ella, modera tu enojo!

WOTAN. ¡Blandengue ralea de mujeres! ¿Tan débil ánimo recibisteis de mi? ¿Os crié arrojadas, educándoos para la lucha, hice vuestros corazones duros y fieros, para que ahora, salvajes, lloréis y gimoteéis cuando mi cólera castiga a una infiel? Sabed, pues, lloronas lo que cometió ésa por la que, cobardes, se inflaman vuestros llantos:nadie conocía como ella mi intimo pensar; ¡nadie conocía como ella la fuente de mi voluntad! Ella misma era el activo seno de mi deseo... ¡Y así ahora rompió la dichosa unión, pues infielmente se opuso a mi voluntad, de mi orden soberana se burló abiertamente, contra mí volvió el arma que mi deseo hizo para ella sola!. ¿Oyes, Brünnhilde? ¿Tú, a quien presté coraza, yelmo y arma, gozo y favor, nombre y vida? ¿Oyes elevarse mi acusación y te ocultas, medrosa, al acusador, para escapar al castigo cobardemente?

BRÜNNHILDE se abre paso entre el grupo de walkyrias, desciende del picacho humildemente, pero con firme paso, y avanza hasta quedar a cortar distancia de Wotan.

¡Aquí estoy, padre! ¡Impón el castigo!

WOTAN. No soy yo quien te castiga, tu castigo lo produjiste tú misma. Existías sólo por mi voluntad: pero contra mí has querido; ejecutabas únicamente mis órdenes: pero contra mí has ordenado; virgen del deseo eras para mí: pero contra mí has deseado; portadora del escudo eras para mí: pero el escudo contra mí levantaste; electora del destino eras para mi: pero el destino contra mí elegiste; provocadora de los héroes eras para mí: ¡pero a los héroes contra mí provocaste! Lo que antes fuiste, te lo dijo Wotan. Lo que ahora eres, eso dítelo a ti misma. Nunca más serás virgen del deseo, has sido walkyria...: ¡sé de ahora en adelante lo que aun eres!

BRÜNNHILDE, muy asustada. ¿Me repudias? ¿Entiendo el sentido?

WOTAN. Nunca más te enviaré desde el Walhall; nunca más te indicaré héroes para el combate; nunca más guiarás vencedores a mi sala: en el íntimo banquete de los dioses nunca más me presentarás familiarmente la cuerna; nunca más te besaré la boca virginal; de la divina tropa estás separada, apartada de la estirpe de los eternos:¡rota está nuestra unión, de mi vista estás desterrada!

LAS WALKYRIAS abandonan su posición con excitado movimiento al tiempo que descienden un poco.

¡Dolor! ¡Desdicha! Hermana, ay, hermana!

BRÜNNHILDE. ¿Me quitas todo lo que un día me diste?

WOTAN. ¡Quien te fuerce, te lo arrebatará! Aquí en la montaña te encantaré; en sueño indefenso te sumiré: ¡después, tome a la virgen el hombre que en el camino la encuentre y la despierte!

LAS OCHO WALKYRIAS descienden completamente de las alturas rocosas, sumamente agitadas, y rodean en angustiado grupo a Brünnhilde, la cual está medio arrodillada ante Wotan.

¡Deténte, oh, padre! ¡Detén la maldición! ¿Debe palidecer y marchitarse la virgen ante el hombre? ¡Oye nuestra súplica! ¡Terrible dios! ¡Ay, aparta de ella el mortificante ultraje! ¡Como a la hermana, a nosotras mismas nos alcanzara su afrenta!

WOTAN. ¿No oísteis? lo que dispuse? De vuestra tropa está separada la hermana desleal: con vosotras no correrá a caballo nunca más por los aires; la flor virginal se marchitará en la doncella; un esposo ganará sus favores femeninos; ¡en adelante obedecerá al hombre que sea su dueño, junto al hogar se sentará e hilará, objeto y juego de todos los escarnecedores!

Brünnhilde cae al suelo con un grito; espantadas, las walkyrias se apartan de ella con gran alboroto.

¿Os asusta su destino? ¡Entonces, escapad de la perdida! ¡Apartaos de ella y manteneos lejos! Quien de vosotras osara quedarse con ella, quien desafiándome defendiera a la desdichada, esa loca compartiera su suerte: ¡esto advierto a la temeraria! ¡Ahora, fuera de aquí, evitad la roca! ¡Lejos de aquí huid prestas; si no, aquí os aguarda la desdicha!

LAS WALKYRIAS. ¡Dolor! ¡Dolor!

Se dispersan con salvajes gritos y se precipitan en rápida huida al abetal. Negro nubarrón se adensa en el borde de la roca: en el abetal se oye furioso estrépito. Cruza el nubarrón la vívida luz de un relámpago; en ella se ve a las walkyrias escapar furiosamente de aquí, en apretado tropel y a rienda suelta. Pronto se calma la tormenta; poco a poco se disipan las nubes tormentosas. Durante la escena siguiente, por fin con buen tiempo, cae el crepúsculo, al que finalmente seguirá la noche.

 

TERCERA ESCENA

Wotan y Brünnhilde, que todavía yace tendida a sus pies, se han quedado solos. Largo y solemne silencio: actitud inalterada.

BRÜNNHILDE comienza a levantar lentamente un poco la cabeza. Empieza tímidamente y sigue con creciente intensidad.

¿Fue tan infame lo que cometí, ya que castigas tan vergonzosamente mi crimen? ¿Fue tan bajo lo que te hice, ya que me humillas tan profundamente? ¿Fue tan deshonroso lo que perpetré, ya que mi falta me roba ahora la honra?

Se incorpora poco a poco hasta ponerse de rodillas.

¡Oh, di, padre! Mírame a los ojos: calma la cólera, reprime el furor, y explícame claramente la oscura culpa que con rígida obstinación te obliga a repudiar a tu más querida niña.

WOTAN, en la misma actitud, grave y sombrío. Pregunta a tu acción: ¡ella te explicará tu culpa!

BRÜNNHILDE. Ejecuté tu orden.

WOTAN. ¿Te ordené yo pelear por el welsungo?

BRÜNNHILDE. ¡Así me lo ordenaste como señor del combate!

WOTAN. ¡Pero de nuevo retiré mi orden!

BRÜNNHILDE. Cuando Fricka te enajenó el propio pensamiento: pues al someterte tú al suyo, fuiste tu propio enemigo.

WOTAN, en voz baja y con amargura.

Que me habías comprendido, imaginaba yo, y castigaba el desafío consciente: ¡pero tú me juzgabas cobarde y necio! Así no tuviera yo que vengar la traición; ¡demasiado pequeña fueras para mi cólera!

BRÜNNHILDE. No soy sabia, pero yo sabía lo Uno, que tú amabas al welsungo. Yo sabía el dilema que te obligaba a olvidar eso Uno completamente. Tuviste que ver únicamente lo Otro, lo que laceraba tan acerbamente tu corazón: que hubieras de negar a Siegmund tu protección.

WOTAN. ¿Lo sabías así y, no obstante, osaste protegerlo?

BRÜNNHILDE, comenzando en voz baja. ¡Porque por ti tenía yo en los ojos lo Uno, aquello a lo que, dolorosamente dividido por la coacción de lo Otro, volvías tú la espalda, desconcertado! La que en el combate a Wotan le guarda la espalda, ella vio ahora sólo Esto que tu no veías...: yo tenía que ver a Siegmund. Anunciándole la muerte, comparecí ante él, descubrí sus ojos, oí sus palabras; percibí la sagrada necesidad del héroe; resonante sonó en mí la queja del más bravo: ¡la terrible pena del más libre amor, el pujante desafío del valor más desdichado! Resonó en mis oídos, mis ojos vieron lo que hondo, en el pecho, me encontró el corazón con sagrado temblor. Tímida y asombrada, estaba allí, avergonzada. En servirle pude sólo ya pensar: compartir con Siegmund victoria o muerte; ¡sólo esto podía yo elegir como destino! Lo que inspiró este amor en mi corazón, íntimamente fiel a la voluntad que me unió al welsungo, eso opuse a tu orden.

WOTAN. Así, hiciste lo que yo deseaba hacer de tan buen grado: ¡eso que la necesidad me obligaba doblemente a no hacer! ¿Tan fácilmente creías conseguidas las delicias del amor, donde, ardiente, el dolor me rompía el corazón, donde atroz necesidad me causaba la rabia de detener, por amor de un mundo, la fuente del amor en el corazón torturado? Donde contra mí mismo me volvía yo hiriéndome, donde yo hervía de rabia por el dolor de la impotencia, y abrasador deseo de furioso anhelo producía en mí la terrible voluntad de poner fin a mi eterna aflicción entre las ruinas del propio mundo..., allí te confortaba dulcemente divino deleite; ¿la voluptuosa embriaguez de la deliciosa emoción bebiste riente del filtro del amor, cuando divina necesidad mezclaba para mí amarga hiel?

Seco y conciso.

Déjate guiar, pues, por tu despreocupado juicio: te separaste de mí. Tengo que evitarte; contigo ya no puedo tomar íntimo consejo; separados, no podemos obrar de común acuerdo; ¡en ningún lugar de la vida podrá encontrarte ya el dios!

BRÜNNHILDE, con modestia. Tal vez no te fue útil la alocada muchacha que, asombrada, no te comprendió en tu consejo, cuando el mío propio sólo me aconsejaba lo Uno: amar lo que tú amabas. Si tengo, pues, que separarme de ti y evitarte, temerosa, si tienes que dividir lo antes indivisible, mantener lejos de ti a la propia mitad... -¡qué además te pertenecía por entero, tú, dios, no lo olvides!-, ¡no deshonrarás a tu eterna parte, no querrás la vergüenza que te ultraje! ¡Tú mismo te hundieras si me vieras objeto de escarnio!

WOTAN. Seguiste dichosa el poder del amor: ¡sigue ahora a él, al que habrás de amar!

BRÜNNHILDE. Si debo abandonar el Walhall, nunca más obrar y dominar contigo, obedecer en adelante al hombre altivo..., no me des en premio al jactancioso cobarde: ¡que no sea insignificante quien me gane!

WOTAN. Te separaste del Padre de los Combates...: no puede elegir él por ti.

BRÜNNHILDE, en voz baja y con secreta confianza.

Tú engendraste una noble estirpe, de ella jamás podrá nacer un cobarde: el más sagrado héroe - yo lo sé- le florecerá al tronco de los welsungos.

WOTAN. ¡No hables del tronco de los welsungos! Separado de ti, me separé de él; ¡tenía que aniquilarlo la envidia!

BRÜNNHILDE. La que se separó de ti lo salvó.

En sigilo.

Sieglinde cuida el más sagrado fruto; entre dolores y penas como jamás sufrió mujer alguna, dará ella a luz lo que cobija temerosa.

WOTAN. ¡Jamás busques en mí protección para la mujer ni para el fruto de su cuerpo!

BRÜNNHILDE, en sigilo. Ella conserva la espada que le hiciste a Siegmund.

WOTAN, violento. ¡Y que le rompí en pedazos! No pretendas, oh, virgen, turbar mi ánimo; aguarda tu destino tal como vendrá a ti. ¡no puedo elegírtelo! Pero ahora tengo que partir, marchar lejos; demasiado me demoré ya aquí: me aparto de la descarriada, no puedo saber lo que ella desea para si; ¡sólo tengo que ver cumplido el castigo!

BRÜNNHILDE. ¿Qué has pensado que yo sufra?

WOTAN. Te ataré en profundo sueño: ¡así, quien despierte a la indefensa la hará, vuelta a la vida, su mujer!

BRÜNNHILDE. Si debe atarme encadenador sueño como fácil botín del más cobarde de los hombres, al menos tienes que atender esto que te suplica sagrada angustia: ¡protege a la durmiente con ahuyentador horror, para que sólo un héroe sin miedo, el más libre, me encuentre un día aquí, en la roca!

WOTAN. ¡Pides demasiado, demasiada gracia!

BRÜNNHILDE, arrojándose a los pies de Wotan. ¡Al menos tienes que atender esto! Aplasta a tu hija, que abraza tus rodillas; pisotea a la fiel, destruye a la virgen, los restos de su cuerpo deshaga tu lanza: ¡pero no la entregues, cruel, al más ultrajante oprobio!

Con salvaje exaltación.

¡A tu orden arda un fuego, rodee la roca ardiente llamarada!

Entusiasmada.

¡Lama su lengua, muerdan sus dientes al cobarde que, insolente, se atreva a acercarse al amedrentador peñasco!

WOTAN, vencido y profundamente emocionado, se vuelve con vehemencia haca Brünnhilde, la levanta y la mira, conmovido, a los ojos. ¡Adiós, osada, magnífica niña! ¡Tú, de mi corazón el más sagrado orgullo! ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Adiós!

Sumamente apasionado.

Si he de evitarte, y no puede saludarte más, amoroso, mi saludo; si ahora nunca más debes cabalgar a mi lado, ni presentarme el hidromiel en la comida; si he de perderte, a ti, a la que amo, riente gozo de mis ojos...: ¡debe arder ahora para ti un fuego nupcial como jamás ardió para novia alguna! Ardiente llama rodee la roca; con devorador horror ahuyente al pusilánime: ¡el cobarde huya de la roca de Brünnhilde! ¡Pues sólo uno pretenda a la novia, el más libre que yo, el dios!

Brünnhilde cae, conmovida y entusiasmada, sobre el pecho do Wotan; él la tiene abrazada largo rato. Ella vuelve a levantar la cabeza y, siempre abrazada a él y con solemne emoción, mira a Wotan a los ojos.

Estos dos luminosos ojos que a menudo acariciara yo, sonriente, cuando un beso te recompensaba la alegría en el combate, cuando, ingenuamente balbuciente, fluía de tus divinos labios la loa de los héroes; estos dos radiantes ojos que a menudo me iluminaron en el ataque, cuando el anhelo de esperanza me abrasaba el corazón, cuando a las delicias del mundo aspiraba mi deseo desde el temor furiosamente meciente: ¡por última vez me solazo hoy en ellos con el último beso del adiós! Para el hombre afortunado brille su estrella; para el desdichado eterno, despidiéndose, tienen que cerrarse.

Toma la cabeza do ella entre las manos.

¡Pues así se aparta de ti el dios, así te quita con un beso la divinidad!

La besa largamente en ambos ojos. Con ellos cerrados, Brünnhilde cae en sus brazos en dulce laxitud. El la guía con delicadeza y la deposita, tendida, en una pequeña elevación musgosa, sobre la que extiendo su amplia enramada un abeto. La contempla y le cierra el yelmo: sus ojos se detienen después en la figura de la durmiente, que ahora ha cubierto totalmente con el gran escudo metálico de la walkyria. Se apana lentamente; pero aún se vuelve con una doliente mirado lanzado alrededor. Después avanza con solemne decisión al centro del escenario y dirige la punta de su lanza contra una poderosa peña.

¡Loge, oye! ¡Escucha hacia aquí! Cual te encontré por vez primera, como ígneo luego; cual después te me desvaneciste, como errabunda llama; ¡cual entonces te até, hoy te conjuro! ¡Arriba, oscilante llama! ¡Rodéame de fuego la roca!

Con lo que sigue golpea tres veces en la peña con la lanza.

¡Loge! ¡Loge! ¡Hacia aquí!

De la piedra brota un rayo ígneo que poco a poco crece formando una llamarada más clara. Estalla un brillante fuego flameante. Luminoso arder rodea con salvajes llamaradas a Wotan. Este indica con la lanza imperiosamente al mar de fuego que rodee el círculo del borde rocoso formando una corriente; inmediatamente ésta se arrastra hacia el foro, donde ahora arde continuamente alrededor del borde de la montaña.

¡Jamás atraviese el fuego quien tema la punta de mi lanza!

Extiende la lanza como para el conjuro. Después, mira dolientemente a Brünnhilde, se vuelve lentamente para partir, y aún mira una vez más hacia atrás hasta que desaparece a través del fuego.


Last Revision:19/04/00

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