Las
mentiras de siempre
Nuevo
milenio ¿nueva economía?
Francisco Soberón Valdés
Si a principios de la década del 90 se hubiera hecho
una encuesta para predecir el estado de la economía
mundial al terminar el milenio, muy pocos hubieran vaticinado
un escenario ni siquiera cercano al actual. Se aseguraba que
los países que habían renunciado al socialismo
tendrían un rápido y exitoso tránsito
a la economía de mercado y que en una década
serían un deslumbrante ejemplo de desarrollo capitalista
neoliberal.
En cuanto a América Latina, se aseveraba que las causas
de todos sus conflictos sociales no eran la desigualdad, ni
el saqueo de sus riquezas, ni sus problemas estructurales,
sino "la subversión" introducida en la región
como secuela de la guerra fría, que con la desaparición
de la URSS también finalizaba.
La euforia llegaba al extremo de tratar de imponer como una
verdad irrefutable la idea de que el mercado era capaz de
resolver por sí mismo todos los problemas del mundo
y que lo mejor que podía hacer el Estado era, en lo
externo, dedicarse a promover las relaciones con otros países
como un mero ejercicio protocolar; y en lo interno, tener
organizada una policía brutal y eficiente, con equipamiento
inspirado en los diseños de las películas de
ciencia-ficción, para reprimir eventuales manifestaciones
de descontento de algunos "inconformes de siempre" que tuvieran
dudas de la "divinidad" del nuevo orden y osaran expresarlas
con demasiada vehemencia.
El informe del FMI sobre el ejercicio cerrado en abril de
1997, publicado el 9 de julio de ese año, afirmaba
que "la situación seguía siendo favorable para
que se mantuviera una expansión satisfactoria de la
producción y del comercio a escala mundial". En ese
mismo documento, los directores del FMI se congratulaban de
haber "adoptado varias medidas para lograr una supervisión
más eficaz, especialmente en lo que se refiere a la
detección precoz de las posibles crisis financieras".
Paradójicamente, todos sabemos que una semana antes,
exactamente el 2 de julio de 1997, ya se había producido
la devaluación de la moneda tailandesa, y empezaba
así lo que ahora conocemos como la más terrible
crisis financiera de los últimos 50 años, de
cuyo comienzo, los "detectores precoces de crisis" del FMI
se enteraron por los periódicos.
La historia de lo sucedido es harto conocida y para medir
su alcance solamente hay que recordar que cinco gobiernos
cayeron; varias monedas y bolsas perdieron más de la
mitad de su valor; los capitales dejaron de fluir a los mercados
emergentes y la recesión se hizo presente prácticamente
en todas las regiones del mundo creando más pobreza
y desempleo.
AUGURIOS FALLIDOS
El auge sostenido de la economía norteamericana evitó
que la crisis alcanzara dimensiones mundiales, pero el escenario
al comenzar el nuevo milenio no puede ser más distinto
del que se auguraba hace tan sólo 10 años.
En los países exsocialistas, la inestabilidad y los
problemas económicos y financieros de todo tipo que
han confrontado alejaron la inversión extranjera, la
cual les resulta imprescindible ante la ausencia de ahorro
interno que pueda financiar sus proyectos de desarrollo. En
1999, el monto total de inversión extranjera directa
captado por todos los países exsocialistas de Europa
Oriental y Central, con una población de más
de 300
millones de habitantes, fue apenas la tercera parte de la
recibida por Suecia, cuya población es de aproximadamente
9 millones de habitantes. Esto indica claramente que el entusiasmo
con que Occidente acogió la caída del socialismo
en estos países, no ha tenido una expresión
en términos de interés económico.
La Unión Europea, con una tasa de desempleo cercana
al 9 por ciento, altos precios del petróleo y una inflación
por encima de las expectativas, no ha podido estabilizar su
nueva moneda única, que desde su surgimiento hasta
sus peores momentos en el año 2000, llegó a
perder el 29 por ciento de su valor. Japón, en los
últimos 4 años se ha movido entre la recesión
y crecimientos mínimos, y los problemas de su sistema
bancario han costado a los contribuyentes cerca de 128 billones
de yenes (más de 1 millón de millones de dólares)
desde 1993. En noviembre se observó un ligero crecimiento
en la tasa de desempleo que produce particular inquietud en
este país que por muchos años gozó casi
de pleno empleo. En América Latina, 1999 fue un año
de crecimiento casi nulo (0,3 por ciento); en el 2000, creció
aproximadamente un 4 por ciento, pero con problemas que
originan incertidumbre y temores justificados.
FUTURO PREOCUPANTE
Pero lo más preocupante no es el panorama actual, sino
su posible evolución futura.Los analistas coinciden
en que un aterrizaje brusco de la economía norteamericana
puede ser desastroso para Latinoamérica por dos razones:
primero porque podría tener un efecto devastador en
los precios de los productos básicos y segundo porque
precisamente el crecimiento de la región en el año
2000 estuvo determinado fundamentalmente por un incremento
del 20 por ciento en sus exportaciones, de las cuales el 66
por ciento tienen como destino los EE.UU. Una desaceleración
de la actividad económica en este país, traerá
aparejada una disminución de sus importaciones de Latinoamérica,
y el golpe para la economía de la región sería
demoledor.
Cuatro factores se destacan al analizar el impacto que pudiera
tener una brusca disminución de las exportaciones de
Latinoamérica a EE.UU. El primero, que la región
depende hoy más que nunca de los ingresos de su sector
externo para crecer económicamente y encarar los problemas
sociales que se derivan de contar con 224 millones de pobres
y 90 millones de indigentes.
El segundo, que los ingresos que se obtuvieron en la década
pasada por concepto de ventas de activos estatales al sector
privado, en algunos casos se esfumaron en estériles
defensas de las monedas y en otros pagando deuda. Además,
en la mayoría de los países queda ya muy poco
por privatizar, de manera que las privatizaciones no forman
hoy parte de la solución, sino de los problemas creados
por la falta de liquidez, pues al vender activos que antes
eran públicos y al ser estos adquiridos principalmente
por entidades extranjeras, los dividendos que antes constituían
un ingreso del sector
público y quedaban en el país, son ahora convertidos
en divisas y remesados al exterior como parte del rubro de
"renta" de la Balanza de Pagos. Las transferencias netas de
América Latina al exterior por concepto de renta, desde
1990 hasta el 2000, ascienden a casi 450 000 millones de dólares.
El tercero, que la deuda externa de la región (750
000 millones de dólares) es hoy más del doble
que la existente en 1982. Cualquier reducción en sus
ingresos externos creará nuevas situaciones de impago,
contraerá el acceso a sus fuentes financieras, y hará
necesarias nuevas y difíciles renegociaciones. Y el
cuarto, que las perspectivas de problemas económicos
atraen a los especuladores, portadores del caos financiero,
cuyo paraíso son los mercados volátiles e inciertos
y que para lograr sus objetivos muchas veces contribuyen a
precipitar las crisis. Pero, ¿por qué se habla de un
posible aterrizaje brusco de la economía norteamericana?
EL PELIGROSO "EFECTO CONFIANZA"
Al tratar de contestar esta pregunta, lo primero que hay que
tener presente es que el auge económico de EE.UU. depende
peligrosamente del llamado "efecto confianza" que a partir
de una percepción optimista del futuro, estimula no
sólo el gasto relacionado con el consumo sino también
la inversión financiera.
Aunque sea algo difícil de razonar, detrás de
los valores estratosféricos que han alcanzado los activos
financieros (bonos, acciones, etc.) en los EE.UU., está
precisamente esa ciega confianza en el futuro, sobre todo
a partir de una creencia que se puso de moda en la segunda
mitad de los 90, que una "nueva" economía acíclica
había surgido, representada por las empresas de alta
tecnología, sobre todo las asociadas a la informática
y las telecomunicaciones.
La fiebre de auge económico eterno que contagió
a muchos en los EE.UU., ha originado que cada día el
norteamericano promedio no solo ahorra menos sino que se endeuda
más. Esto significa que como país, el déficit
de la balanza comercial de los EE.UU. crece incesantemente
(1997= 105931 millones; 1998= 166 897 millones 1999= 264 971millones
y 2000= cerca de 400.000 millones de dólares). En términos
comunes estas cifras expresan en valores los bienes y servicios
que los norteamericanos consumen por encima de lo que producen.
Como se ha explicado en otros artículos, después
de la 2da. Guerra Mundial EE.UU. impuso al mundo el patrón
dólar-oro. De esta manera logró que el dólar
fuese aceptado como moneda de reserva por los demás
países y en 1971 le retiró el respaldo en oro.
Todo esto le permite gozar del irritante privilegio de poder
financiar una gran parte de estos gigantescos déficits
comerciales contrayendo obligaciones financieras (emisión
de billetes, venta de títulos del Tesoro, toma de depósitos
bancarios, etc.) en su propia
moneda, que en virtud del actual diseño del sistema
monetario internacional es aceptada por las demás naciones
como un valor cierto y seguro.
Tratemos de imaginar qué podría pasar si los
inversores extranjeros que poseen títulos del Tesoro
norteamericano por un monto de 1,3 billones de dólares
pierden su confianza en el futuro económico de este
país y los tratan de vender masivamente en los mercados
financieros; o si los bancos centrales del resto del mundo
que mantienen reservas en dólares por cerca de 1.4
billones las convierten a yenes o euros; o si quienes poseen
aproximadamente entre 250 000 y 350 000 millones de dólares
en billetes que permanecen en el exterior, los cambian por
otras monedas aceleradamente. Simplemente, los EE.UU. se quedarían
sin sus principales fuentes de financiación para su
enajenante consumismo y el golpe al nivel de vida del norteamericano
promedio y a la economía de ese país sería
anonadante.
Es por todo esto que la confianza que exista nacional e internacionalmente
sobre el futuro de la economía norteamericana es tan
importante como preocupante resulta cualquier información
que pueda afectarla negativamente. Y en los últimos
meses las malas noticias sobre la economía de los EE.UU.
"no vienen una a una sino en legiones" como dice el Rey en
Hamlet. Proyecciones de incremento del desempleo para el 2001;
caída de más del 50 por ciento del mercado NASDAQ
desde marzo del 2000; encarecimiento del crédito para
las empresas "tecnológicas"; menor tasa de crecimiento
en 4 años para el tercer trimestre del 2000; actitud
más pesimista de los estadounidenses sobre la economía
desde el gobierno de Bush padre; disminución de la
venta de automóviles; crecimiento de los inventarios;
caída de la actividad industrial
a su nivel más bajo desde 1991; son, entre otras, noticias
que han acaparado últimamente la atención de
los medios informativos.
Como resultado de esta situación, el estreno de los
mercados el primer día laboral del nuevo milenio fue
tan desastroso que poco después del mediodía
del miércoles 3 de enero, la Reserva Federal (Banco
Central) de EE.UU. anunciaba una drástica reducción
del 0.5 por ciento en las tasas de interés del dólar,
con el fin de reducir los costos financieros y estimular la
inversión. La medida produjo un fuerte repunte en los
mercados, pero para el viernes ya se estaban moviendo de nuevo
a la baja de una forma pronunciada. Un comentario de un ejecutivo
de un banco de inversiones norteamericano
resumía un temor subyacente: "Lo que nos asusta es
¿qué ha visto la Reserva Federal para moverse de una
manera tan repentina? "
CONSEJEROS MAL ACONSEJADOS
Afortunadamente para los cubanos, aun cuando cualquier crisis
generalizada siempre tendría efectos negativos inevitables
en nuestra economía, su influencia sería mucho
menor y nuestra capacidad de resistencia mucho mayor. En Cuba
no seguimos los consejos de quienes se sumaban con irreflexivo
entusiasmo o fanática obediencia a las políticas
del FMI, afirmando a pie juntillas que la única fórmula
válida para evitar el colapso de la economía
era la renuncia al socialismo, la privatización total
y la desregulación indiscriminada de la economía
y las finanzas.
Muy contrariamente a las predicciones y deseos de nuestros
enemigos, en este durísimo período Cuba ha crecido
a un ritmo más dinámico que el resto de Latinoamérica;
y la economía cubana se moderniza y se hace cada día
más eficiente sin vender nuestro decoro ni ser un nombre
más en la lista de países que se ven precisados
a permitir que un especialista del FMI, desde su lejano despacho
en Washington, decida con inhumana frialdad y disfrazada ignorancia
el destino de sus pueblos.
Nota: Cuando se utiliza el término billones se refiere
a millones de millones, según su acepción en
idioma español, y dólares significan Dólares
de los Estados Unidos de América.
Juventud Rebelde /2001
Enorme
inequidad en América Latina
La
evidencia empírica del 50% de la población en
condiciones de pobreza y 200 millones de pobres absolutos,
nos está demostrando que el crecimiento económico
es una condición necesaria, pero no suficiente para
reducir la pobreza y la desigualdad social.
Por:
Eduardo Medina Sánchez- Economista- El Espectador
Se
percibe una redefinición del Estado y de "lo público",
más allá de las dinámicas impuestas en
la lógica Estado-mercado.
El
ajuste y la modernización del Estado que se llevó
a cabo en los últimos 10 años, según
la información empírica, trajo como resultado
la concentración del ingreso, de activos y del crédito.
En el caso colombiano, el 60% del ingreso se queda en manos
del 20% de la población, presentándose así
una mayor acumulación de riqueza y aumentando anualmente
el número de pobres; la tierra y el capital se encuentran
en posesión de un grupo reducido de personas generándose
una inequitativa distribución de la renta que agrava
las condiciones para la exclusión económica
y social de millones de colombianos.
El
modelo de desarrollo basado en el mercado y el efecto del
‘derrame’ como condición para reducir la pobreza y
las desigualdades en lo social a través de un crecimiento
acelerado, no fue suficiente. Los países del área
crecieron a unas tasas moderadas, se incrementaron las tasas
de desempleo, el sector informal provee actualmente casi un
60% de la ocupación de la mano de obra, el autoritarismo
político ha permanecido en muchos países, se
han debilitado las culturas nacionales y aumentado la criminalidad.
Todo este tipo de factores ha generado un cúmulo de
tensiones que son espacios favorables para el debilitamiento
y ruptura del tejido social, cuyas víctimas más
vulnerables son los niños, los jóvenes y la
famiila.
Como
resultado de las limitaciones y carencias de la población,
se están constituyendo círculos perversos de
pobreza que acumulan los efectos de desnutrición, marginación
del mercado de trabajo, limitaciones para permanecer en la
escuela conformando una situación de exclusión
social que se reproduce constantemente.
Los
resultados del aumento de la pobreza, concentración
del ingreso y exclusión nos deben remitir a redefinir
el papel y el diseño de lo social en los estados latinoamericanos.
¿Qué pasó con el paradigma de que realizando
grandes sacrificios para conseguir metas macroeconómicas
–que implicaban equilibrios económicos y financieros–
habría prosperidad económica y progreso para
todos los ciudadanos? La evidencia empírica del 50%
de la población en condiciones de pobreza y 200 millones
de pobres absolutos, nos está demostrando que el crecimiento
económico es una condición necesaria, pero no
suficiente para reducir la pobreza y la desigualdad social.
Parece
que las relaciones entre lo económico y lo social son
mucho más complejas de lo que suponía el modelo
que nos vendieron en la década de los 90. En el mundo
actual las revalorizaciones del capital humano y social y
el replanteo de las relaciones entre inequidad y crecimiento
son temas centrales que están alcanzando la orientación
global de los modelos de desarrollo, se requiere crecimiento
económico, estabilidad monetaria, equilibrios económicos
y financieros, todo ello para apoyar el desarrollo social
y la inclusión del conjunto de la sociedad. Muchos
propagandistas del modelo "derrame" todavía lo ven
como un proceso cruel, cuya base es la moral que invoca sangre,
sudor y lágrimas; este enfoque del sacrificio vinculado
con un bajo nivel de bienestar y de desigualdad de las mayorías
ciudadanas ha entrado en crisis. El punto del debate es: si
es posible o no lograr una articulación integral entre
lo económico y lo social, que potencie sus complementariedades.
Muchas sociedades han podido combinar ambos tipos de desarrollo
obteniendo unos avanzados resultados macroeconómicos
y de desarrollo humano.
El
papel del Estado en lo social tiene que ver con su desempeño
global, restaurando las funciones sociales del mismo, construyendo
una comunidad nacional que incluya a todos los ciudadanos
en los procesos políticos y económicos, reduciendo
las diferencias regionales y las desigualdades entre los ciudadanos
y coadyuvando a la implementación de un modelo sustentable
de desarrollo social y económico. Se percibe, entonces,
una redefinición del Estado y "lo público" más
allá de las dinámicas impuestas en la lógica
Estado-mercado.
Ahora
que el país se apresta a reiniciar los procesos de
negociación con los grupos insurgentes y se abre una
nueva campaña presidencial, es necesario abordar estos
temas que necesariamente se involucran en la gobernabilidad
y viabilidad de la sociedad colombiana.
BALANCE
EN CIFRAS
La
economía latinoamericana en el 2000
José Antonio Ocampo * El Tiempo.
El
auge de las exportaciones, facilitado por el crecimiento norteamericano
y el aumento de los precios internacionales del petróleo
y los minerales (no así de productos agrícolas),
permitieron superar la coyuntura crítica que se inició
con la crisis asiática. El aumento de las exportaciones
(20 por ciento) jalonó la recuperación de las
economías latinoamericanas, cuyo crecimiento alcanzó
4 por ciento. La expansión regional fue compatible,
además, con un avance adicional en materia de reducción
de la inflación y de los déficit fiscales, en
algunos casos en cuantías considerables.
El
crecimiento regional fue liderado por México, que tuvo
un año extraordinario, y por Brasil. También
tuvieron un crecimiento rápido República Dominicana,
Belice, Chile, Cuba y Nicaragua. Por el contrario, varios
países suramericanos fueron incapaces de recuperar
plenamente en el 2000 las caídas que experimentó
su producción en 1999.
Aunque
el ambiente externo resultó en general favorable en
el frente exportador, no aconteció lo mismo en el mercado
de capitales. Nuevamente la inversión extranjera directa
proporcionó la mayor parte de los recursos, pero se
redujo frente a los montos extraordinarios de 1999. Tres años
y medio después de la perturbación financiera
generada por la crisis asiática, es evidente que los
mercados crediticios internacionales siguen siendo inestables,
su costo elevado y los plazos medios de los préstamos,
bajos. La idea de que las crisis financieras internacionales
de hoy son intensas pero cortas ha quedado desvirtuada por
los hechos. Por segundo año consecutivo, los flujos
de capitales fueron insuficientes para compensar los pagos
de intereses y las remesas de utilidades de la inversión
extranjera.
Las
mayores preocupaciones de la coyuntura económica del
2000 se encuentran en el desempleo y la inversión.
El desempleo se estancó en niveles elevados: 9 por
ciento en promedio contra un 6 por ciento hace una década.
La experiencia latinoamericana indica que se requiere crecer
más del 4 por ciento para reducir las tasas de desocupación.
La inversión se mantuvo en niveles bajos, inferiores
a los de 1994 y 1997.
a
tasa de inversión se mantiene en montos deprimidos,
que siguen significativamente por debajo de los guarismos
de los años setenta, la última década
de rápido crecimiento en Latinoamérica. El acceso
irregular y en condiciones desfavorables al crédito
externo es uno de los determinantes de este comportamiento,
como lo es la cautela que muestran los intermediarios financieros
a prestar. Esto es especialmente intenso después de
crisis financieras nacionales, desafortunadamente muy frecuentes
en la década que termina.
El
año 2001 mostrará una ligera caída en
el crecimiento de la región, al 3,8 por ciento según
los pronósticos de la Cepal. La desaceleración
de la economía mexicana no estará acompañada
de una aceleración significativa en el resto de la
región. Por supuesto, dicho desempeño dependerá,
ante todo, de que se materialice el deseado "aterrizaje suave"
de la economía norteamericana y de que dicho proceso
no desate nuevas fuentes de inestabilidad financiera internacional.
Los
resultados del 2000 y los pronósticos para el 2001
plantean tres interrogantes fundamentales en relación
con América Latina: ¿cómo puede la región
superar los registros de crecimiento, más bien pobres
(entre el 3,5 y el 4 por ciento anual) en que parece haberse
estabilizado después de las reformas? ¿Cómo
puede reducir la excesiva vulnerabilidad externa que la ha
caracterizado durante la década que termina? Y, ¿cómo
se pueden aumentar los efectos favorables del crecimiento
económico sobre el empleo? He aquí las preguntas
que deben atraer la máxima atención en el futuro
inmediato.
(*)
Secretario Ejecutivo de la Cepal
Las
fusiones como síntoma
Un organismo de la ONU llama "dueñas del mundo"
a las cien mayores empresas del planeta
JOAQUIN RIVERY
El jolgorio es fenomenal. Uno camina por una calle tercermundista
acuciado por los gritos de los vendedores, ansiosos por endilgarle
algún artículo para obtener una ganancia con
la cual alimentar a sus familias. Son comerciantes diminutos,
integrados forzosamente a la aventura económica mundial
como eslabón débil, siempre al borde de la bancarrota.
Son el producto de la llamada economía de mercado,
con su extremo opuesto situado en las grandes empresas, los
monopolios, las multinacionales.
La etapa actual de globalización neoliberal se caracteriza
por la proliferación de esas ínfimas unidades
de la economía informal, cuyo papel es realmente disimular
la creciente ola de desempleo. Pero también distingue
a nuestra época la creación de empresas descomunales,
cada vez más grandes, con más poder, provistas
de la enorme influencia otorgada por su peso económico,
que ejercen sobre los gobiernos inmisericordemente.
La historia cotidiana de la economía y la política
está regida por un fenómeno ya viejo, pero de
nuevas dimensiones, de una dinámica más acelerada
y peligrosa: la concentración y centralización
del capital en niveles nunca vistos, algo que ahora recibe
el nombre de fusiones.
Un informe de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio
y Desarrollo (UNCTAD) llama "las dueñas del mundo"
a las cien empresas más grandes del planeta. La mayor
de todas es —cualquiera lo adivina— norteamericana: la General
Electric, un grupo de grandes compañías que
tiene activos fuera de Estados Unidos por valor de dos billones
de dólares.
Este monopolio desmesurado no se formó por la simple
expansión de sus productos, sino creció gracias
a la absorción de otras empresas que fueron engrosando
al gigante en busca de la reducción de la competencia
y la ampliación de sus mercados.El fenómeno
de los monopolios comenzó a fomentarse a fines del
siglo XIX, pero nunca había adquirido los niveles actuales.
Es frecuente encontrar hoy entre las noticias, la unión
de dos gigantes para constituir un ente nuevo. En diciembre
pasado, por ejemplo, la Pepsicola compró la Quaker
Oats. En estas operaciones se suele hablar de comprador y
vendedor, pero realmente se trata de una unión en persecución
de mayor competitividad y mayores ganancias.
Cuando se escucha que la American On Line compró la
Time Warner por 155 000 millones de dólares, lo que
está ocurriendo es una enorme concentración
de poder para dominar mejor el mundo, y lo mismo ocurre si
se fusionan la Chevron y la Texaco por 36 000 millones, pues
la finalidad es abarcar un espacio mayor en el universo petrolero.
En verdad, en esas fusiones de gigantes todos están
de acuerdo, los que dicen "comprar" y los que afirman "vender",
pues ambos bandos participan en la formación y operación
del nuevo monstruo sediento de ganancias.
El citado informe de la UNCTAD reconoce que los cien mayores
monopolios del mundo abarcan el 60 por ciento de las operaciones
de fusión y estima que en este movimiento general del
sistema capitalista "se está formando un mercado mundial
de empresas. Las compras y ventas internacionales de compañías
alcanzan un nivel sin precedentes".
El concepto de inversiones ha degenerado de esta forma. Usualmente,
la inversión está asociada en la mente de la
población de cualquier latitud como una operación
dedicada a crear nuevas instalaciones, bienes y empleos; pero
en la práctica capitalista moderna puede tratarse de
una simple compra de acciones de una entidad por otra, o de
un intercambio de papeles.
Así, si las estadísticas señalan un monto
de 865 000 millones de dólares en inversiones directas
en 1999, no olvide que no se trata de nuevas fábricas
ni servicios en su mayor parte, sino de una nueva denominación
para un poder mayor que seguirá produciendo las mismas
cantidades de mercancías.Aquí sucede también
una mayor internacionalización del capital. La noticia
de la fusión de la alemana Daimler Benz con la Chrysler
norteamericana produjo un monopolio nuevo, Daimler-Chrysler,
que domina un montón de marcas de
automóviles.
En las dos décadas que nos precedieron, el crecimiento
de estas fusiones-adquisiciones ha sido del 42 por ciento
anual y transitó de unos 100 000 millones de dólares
en 1987
a 720 000 millones en 1999, con la característica,
además, de que el proceso se reduce a países
altamente desarrollados y la atracción principal es
el mercado norteamericano.Dejaron para el Tercer Mundo una
cifra mucho menor dentro de la cual Africa, el continente
con mayor atraso económico, quedó prácticamente
al margen.
Los gobiernos de los países altamente industrializados
defienden a capa y espada a sus transnacionales. Esta práctica
del sistema capitalista actual muestra claramente por qué
hay tanto interés en reducir el papel del Estado. Simplemente
los gigantes empresariales desean la menor cantidad posible
de regulaciones, libre tránsito de capitales, libre
acción de los monopolios, territorio libre de sindicatos.
Los grandes grupos económicos del mundo son los más
fuertes propulsores de las políticas neoliberales.
Ellos que ganan siempre, cuando la economía anda bien,
cuando hay crisis en el sudeste asiático o cuando hay
hambre en el mundo subdesarrollado. El mercado es el ídolo
de su adoración; las ganancias son la recompensa por
su fe en el egoísmo.
http://www.granma.cubaweb.cu/5ene01/interna/articulo7.html
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