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Economia

Las mentiras de siempre
Nuevo milenio ¿nueva economía?

Francisco Soberón Valdés

Si a principios de la década del 90 se hubiera hecho una encuesta para predecir el estado de la economía mundial al terminar el milenio, muy pocos hubieran vaticinado un escenario ni siquiera cercano al actual. Se aseguraba que los países que habían renunciado al socialismo tendrían un rápido y exitoso tránsito a la economía de mercado y que en una década serían un deslumbrante ejemplo de desarrollo capitalista neoliberal.

En cuanto a América Latina, se aseveraba que las causas de todos sus conflictos sociales no eran la desigualdad, ni el saqueo de sus riquezas, ni sus problemas estructurales, sino "la subversión" introducida en la región como secuela de la guerra fría, que con la desaparición de la URSS también finalizaba.

La euforia llegaba al extremo de tratar de imponer como una verdad irrefutable la idea de que el mercado era capaz de resolver por sí mismo todos los problemas del mundo y que lo mejor que podía hacer el Estado era, en lo externo, dedicarse a promover las relaciones con otros países como un mero ejercicio protocolar; y en lo interno, tener organizada una policía brutal y eficiente, con equipamiento inspirado en los diseños de las películas de ciencia-ficción, para reprimir eventuales manifestaciones de descontento de algunos "inconformes de siempre" que tuvieran dudas de la "divinidad" del nuevo orden y osaran expresarlas con demasiada vehemencia.

El informe del FMI sobre el ejercicio cerrado en abril de 1997, publicado el 9 de julio de ese año, afirmaba que "la situación seguía siendo favorable para que se mantuviera una expansión satisfactoria de la producción y del comercio a escala mundial". En ese mismo documento, los directores del FMI se congratulaban de haber "adoptado varias medidas para lograr una supervisión más eficaz, especialmente en lo que se refiere a la detección precoz de las posibles crisis financieras". Paradójicamente, todos sabemos que una semana antes, exactamente el 2 de julio de 1997, ya se había producido la devaluación de la moneda tailandesa, y empezaba así lo que ahora conocemos como la más terrible crisis financiera de los últimos 50 años, de cuyo comienzo, los "detectores precoces de crisis" del FMI se enteraron por los periódicos.

La historia de lo sucedido es harto conocida y para medir su alcance solamente hay que recordar que cinco gobiernos cayeron; varias monedas y bolsas perdieron más de la mitad de su valor; los capitales dejaron de fluir a los mercados emergentes y la recesión se hizo presente prácticamente en todas las regiones del mundo creando más pobreza y desempleo.

AUGURIOS FALLIDOS

El auge sostenido de la economía norteamericana evitó que la crisis alcanzara dimensiones mundiales, pero el escenario al comenzar el nuevo milenio no puede ser más distinto del que se auguraba hace tan sólo 10 años.

En los países exsocialistas, la inestabilidad y los problemas económicos y financieros de todo tipo que han confrontado alejaron la inversión extranjera, la cual les resulta imprescindible ante la ausencia de ahorro interno que pueda financiar sus proyectos de desarrollo. En 1999, el monto total de inversión extranjera directa captado por todos los países exsocialistas de Europa Oriental y Central, con una población de más de 300
millones de habitantes, fue apenas la tercera parte de la recibida por Suecia, cuya población es de aproximadamente 9 millones de habitantes. Esto indica claramente que el entusiasmo con que Occidente acogió la caída del socialismo en estos países, no ha tenido una expresión en términos de interés económico.

La Unión Europea, con una tasa de desempleo cercana al 9 por ciento, altos precios del petróleo y una inflación por encima de las expectativas, no ha podido estabilizar su nueva moneda única, que desde su surgimiento hasta sus peores momentos en el año 2000, llegó a perder el 29 por ciento de su valor. Japón, en los últimos 4 años se ha movido entre la recesión y crecimientos mínimos, y los problemas de su sistema bancario han costado a los contribuyentes cerca de 128 billones de yenes (más de 1 millón de millones de dólares) desde 1993. En noviembre se observó un ligero crecimiento en la tasa de desempleo que produce particular inquietud en este país que por muchos años gozó casi de pleno empleo. En América Latina, 1999 fue un año de crecimiento casi nulo (0,3 por ciento); en el 2000, creció aproximadamente un 4 por ciento, pero con problemas que
originan incertidumbre y temores justificados.

FUTURO PREOCUPANTE

Pero lo más preocupante no es el panorama actual, sino su posible evolución futura.Los analistas coinciden en que un aterrizaje brusco de la economía norteamericana puede ser desastroso para Latinoamérica por dos razones: primero porque podría tener un efecto devastador en los precios de los productos básicos y segundo porque precisamente el crecimiento de la región en el año 2000 estuvo determinado fundamentalmente por un incremento del 20 por ciento en sus exportaciones, de las cuales el 66 por ciento tienen como destino los EE.UU. Una desaceleración de la actividad económica en este país, traerá aparejada una disminución de sus importaciones de Latinoamérica, y el golpe para la economía de la región sería demoledor.

Cuatro factores se destacan al analizar el impacto que pudiera tener una brusca disminución de las exportaciones de Latinoamérica a EE.UU. El primero, que la región depende hoy más que nunca de los ingresos de su sector externo para crecer económicamente y encarar los problemas sociales que se derivan de contar con 224 millones de pobres y 90 millones de indigentes.

El segundo, que los ingresos que se obtuvieron en la década pasada por concepto de ventas de activos estatales al sector privado, en algunos casos se esfumaron en estériles defensas de las monedas y en otros pagando deuda. Además, en la mayoría de los países queda ya muy poco por privatizar, de manera que las privatizaciones no forman hoy parte de la solución, sino de los problemas creados por la falta de liquidez, pues al vender activos que antes eran públicos y al ser estos adquiridos principalmente por entidades extranjeras, los dividendos que antes constituían un ingreso del sector
público y quedaban en el país, son ahora convertidos en divisas y remesados al exterior como parte del rubro de "renta" de la Balanza de Pagos. Las transferencias netas de América Latina al exterior por concepto de renta, desde 1990 hasta el 2000, ascienden a casi 450 000 millones de dólares.

El tercero, que la deuda externa de la región (750 000 millones de dólares) es hoy más del doble que la existente en 1982. Cualquier reducción en sus ingresos externos creará nuevas situaciones de impago, contraerá el acceso a sus fuentes financieras, y hará necesarias nuevas y difíciles renegociaciones. Y el cuarto, que las perspectivas de problemas económicos atraen a los especuladores, portadores del caos financiero, cuyo paraíso son los mercados volátiles e inciertos y que para lograr sus objetivos muchas veces contribuyen a precipitar las crisis. Pero, ¿por qué se habla de un posible aterrizaje brusco de la economía norteamericana?

EL PELIGROSO "EFECTO CONFIANZA"

Al tratar de contestar esta pregunta, lo primero que hay que tener presente es que el auge económico de EE.UU. depende peligrosamente del llamado "efecto confianza" que a partir de una percepción optimista del futuro, estimula no sólo el gasto relacionado con el consumo sino también la inversión financiera.

Aunque sea algo difícil de razonar, detrás de los valores estratosféricos que han alcanzado los activos financieros (bonos, acciones, etc.) en los EE.UU., está precisamente esa ciega confianza en el futuro, sobre todo a partir de una creencia que se puso de moda en la segunda mitad de los 90, que una "nueva" economía acíclica había surgido, representada por las empresas de alta tecnología, sobre todo las asociadas a la informática y las telecomunicaciones.

La fiebre de auge económico eterno que contagió a muchos en los EE.UU., ha originado que cada día el norteamericano promedio no solo ahorra menos sino que se endeuda más. Esto significa que como país, el déficit de la balanza comercial de los EE.UU. crece incesantemente (1997= 105931 millones; 1998= 166 897 millones 1999= 264 971millones y 2000= cerca de 400.000 millones de dólares). En términos comunes estas cifras expresan en valores los bienes y servicios que los norteamericanos consumen por encima de lo que producen.

Como se ha explicado en otros artículos, después de la 2da. Guerra Mundial EE.UU. impuso al mundo el patrón dólar-oro. De esta manera logró que el dólar fuese aceptado como moneda de reserva por los demás países y en 1971 le retiró el respaldo en oro. Todo esto le permite gozar del irritante privilegio de poder financiar una gran parte de estos gigantescos déficits comerciales contrayendo obligaciones financieras (emisión de billetes, venta de títulos del Tesoro, toma de depósitos bancarios, etc.) en su propia
moneda, que en virtud del actual diseño del sistema monetario internacional es aceptada por las demás naciones como un valor cierto y seguro.

Tratemos de imaginar qué podría pasar si los inversores extranjeros que poseen títulos del Tesoro norteamericano por un monto de 1,3 billones de dólares pierden su confianza en el futuro económico de este país y los tratan de vender masivamente en los mercados financieros; o si los bancos centrales del resto del mundo que mantienen reservas en dólares por cerca de 1.4 billones las convierten a yenes o euros; o si quienes poseen aproximadamente entre 250 000 y 350 000 millones de dólares en billetes que permanecen en el exterior, los cambian por otras monedas aceleradamente. Simplemente, los EE.UU. se quedarían sin sus principales fuentes de financiación para su enajenante consumismo y el golpe al nivel de vida del norteamericano promedio y a la economía de ese país sería anonadante.

Es por todo esto que la confianza que exista nacional e internacionalmente sobre el futuro de la economía norteamericana es tan importante como preocupante resulta cualquier información que pueda afectarla negativamente. Y en los últimos meses las malas noticias sobre la economía de los EE.UU. "no vienen una a una sino en legiones" como dice el Rey en Hamlet. Proyecciones de incremento del desempleo para el 2001; caída de más del 50 por ciento del mercado NASDAQ desde marzo del 2000; encarecimiento del crédito para las empresas "tecnológicas"; menor tasa de crecimiento en 4 años para el tercer trimestre del 2000; actitud más pesimista de los estadounidenses sobre la economía desde el gobierno de Bush padre; disminución de la venta de automóviles; crecimiento de los inventarios; caída de la actividad industrial
a su nivel más bajo desde 1991; son, entre otras, noticias que han acaparado últimamente la atención de los medios informativos.

Como resultado de esta situación, el estreno de los mercados el primer día laboral del nuevo milenio fue tan desastroso que poco después del mediodía del miércoles 3 de enero, la Reserva Federal (Banco Central) de EE.UU. anunciaba una drástica reducción del 0.5 por ciento en las tasas de interés del dólar, con el fin de reducir los costos financieros y estimular la inversión. La medida produjo un fuerte repunte en los mercados, pero para el viernes ya se estaban moviendo de nuevo a la baja de una forma pronunciada. Un comentario de un ejecutivo de un banco de inversiones norteamericano
resumía un temor subyacente: "Lo que nos asusta es ¿qué ha visto la Reserva Federal para moverse de una manera tan repentina? "

CONSEJEROS MAL ACONSEJADOS

Afortunadamente para los cubanos, aun cuando cualquier crisis generalizada siempre tendría efectos negativos inevitables en nuestra economía, su influencia sería mucho menor y nuestra capacidad de resistencia mucho mayor. En Cuba no seguimos los consejos de quienes se sumaban con irreflexivo entusiasmo o fanática obediencia a las políticas del FMI, afirmando a pie juntillas que la única fórmula válida para evitar el colapso de la economía era la renuncia al socialismo, la privatización total y la desregulación indiscriminada de la economía y las finanzas.

Muy contrariamente a las predicciones y deseos de nuestros enemigos, en este durísimo período Cuba ha crecido a un ritmo más dinámico que el resto de Latinoamérica; y la economía cubana se moderniza y se hace cada día más eficiente sin vender nuestro decoro ni ser un nombre más en la lista de países que se ven precisados a permitir que un especialista del FMI, desde su lejano despacho en Washington, decida con inhumana frialdad y disfrazada ignorancia el destino de sus pueblos.

Nota: Cuando se utiliza el término billones se refiere a millones de millones, según su acepción en idioma español, y dólares significan Dólares de los Estados Unidos de América.

Juventud Rebelde /2001


Enorme inequidad en América Latina

La evidencia empírica del 50% de la población en condiciones de pobreza y 200 millones de pobres absolutos, nos está demostrando que el crecimiento económico es una condición necesaria, pero no suficiente para reducir la pobreza y la desigualdad social.

Por: Eduardo Medina Sánchez- Economista- El Espectador

 Se percibe una redefinición del Estado y de "lo público", más allá de las dinámicas impuestas en la lógica Estado-mercado.

El ajuste y la modernización del Estado que se llevó a cabo en los últimos 10 años, según la información empírica, trajo como resultado la concentración del ingreso, de activos y del crédito. En el caso colombiano, el 60% del ingreso se queda en manos del 20% de la población, presentándose así una mayor acumulación de riqueza y aumentando anualmente el número de pobres; la tierra y el capital se encuentran en posesión de un grupo reducido de personas generándose una inequitativa distribución de la renta que agrava las condiciones para la exclusión económica y social de millones de colombianos.

El modelo de desarrollo basado en el mercado y el efecto del ‘derrame’ como condición para reducir la pobreza y las desigualdades en lo social a través de un crecimiento acelerado, no fue suficiente. Los países del área crecieron a unas tasas moderadas, se incrementaron las tasas de desempleo, el sector informal provee actualmente casi un 60% de la ocupación de la mano de obra, el autoritarismo político ha permanecido en muchos países, se han debilitado las culturas nacionales y aumentado la criminalidad. Todo este tipo de factores ha generado un cúmulo de tensiones que son espacios favorables para el debilitamiento y ruptura del tejido social, cuyas víctimas más vulnerables son los niños, los jóvenes y la famiila.

Como resultado de las limitaciones y carencias de la población, se están constituyendo círculos perversos de pobreza que acumulan los efectos de desnutrición, marginación del mercado de trabajo, limitaciones para permanecer en la escuela conformando una situación de exclusión social que se reproduce constantemente.

Los resultados del aumento de la pobreza, concentración del ingreso y exclusión nos deben remitir a redefinir el papel y el diseño de lo social en los estados latinoamericanos. ¿Qué pasó con el paradigma de que realizando grandes sacrificios para conseguir metas macroeconómicas –que implicaban equilibrios económicos y financieros– habría prosperidad económica y progreso para todos los ciudadanos? La evidencia empírica del 50% de la población en condiciones de pobreza y 200 millones de pobres absolutos, nos está demostrando que el crecimiento económico es una condición necesaria, pero no suficiente para reducir la pobreza y la desigualdad social.

Parece que las relaciones entre lo económico y lo social son mucho más complejas de lo que suponía el modelo que nos vendieron en la década de los 90. En el mundo actual las revalorizaciones del capital humano y social y el replanteo de las relaciones entre inequidad y crecimiento son temas centrales que están alcanzando la orientación global de los modelos de desarrollo, se requiere crecimiento económico, estabilidad monetaria, equilibrios económicos y financieros, todo ello para apoyar el desarrollo social y la inclusión del conjunto de la sociedad. Muchos propagandistas del modelo "derrame" todavía lo ven como un proceso cruel, cuya base es la moral que invoca sangre, sudor y lágrimas; este enfoque del sacrificio vinculado con un bajo nivel de bienestar y de desigualdad de las mayorías ciudadanas ha entrado en crisis. El punto del debate es: si es posible o no lograr una articulación integral entre lo económico y lo social, que potencie sus complementariedades. Muchas sociedades han podido combinar ambos tipos de desarrollo obteniendo unos avanzados resultados macroeconómicos y de desarrollo humano.

El papel del Estado en lo social tiene que ver con su desempeño global, restaurando las funciones sociales del mismo, construyendo una comunidad nacional que incluya a todos los ciudadanos en los procesos políticos y económicos, reduciendo las diferencias regionales y las desigualdades entre los ciudadanos y coadyuvando a la implementación de un modelo sustentable de desarrollo social y económico. Se percibe, entonces, una redefinición del Estado y "lo público" más allá de las dinámicas impuestas en la lógica Estado-mercado.

Ahora que el país se apresta a reiniciar los procesos de negociación con los grupos insurgentes y se abre una nueva campaña presidencial, es necesario abordar estos temas que necesariamente se involucran en la gobernabilidad y viabilidad de la sociedad colombiana.


BALANCE EN CIFRAS
La economía latinoamericana en el 2000

José Antonio Ocampo * El Tiempo.

El auge de las exportaciones, facilitado por el crecimiento norteamericano y el aumento de los precios internacionales del petróleo y los minerales (no así de productos agrícolas), permitieron superar la coyuntura crítica que se inició con la crisis asiática. El aumento de las exportaciones (20 por ciento) jalonó la recuperación de las economías latinoamericanas, cuyo crecimiento alcanzó 4 por ciento. La expansión regional fue compatible, además, con un avance adicional en materia de reducción de la inflación y de los déficit fiscales, en algunos casos en cuantías considerables.

El crecimiento regional fue liderado por México, que tuvo un año extraordinario, y por Brasil. También tuvieron un crecimiento rápido República Dominicana, Belice, Chile, Cuba y Nicaragua. Por el contrario, varios países suramericanos fueron incapaces de recuperar plenamente en el 2000 las caídas que experimentó su producción en 1999.

Aunque el ambiente externo resultó en general favorable en el frente exportador, no aconteció lo mismo en el mercado de capitales. Nuevamente la inversión extranjera directa proporcionó la mayor parte de los recursos, pero se redujo frente a los montos extraordinarios de 1999. Tres años y medio después de la perturbación financiera generada por la crisis asiática, es evidente que los mercados crediticios internacionales siguen siendo inestables, su costo elevado y los plazos medios de los préstamos, bajos. La idea de que las crisis financieras internacionales de hoy son intensas pero cortas ha quedado desvirtuada por los hechos. Por segundo año consecutivo, los flujos de capitales fueron insuficientes para compensar los pagos de intereses y las remesas de utilidades de la inversión extranjera.

Las mayores preocupaciones de la coyuntura económica del 2000 se encuentran en el desempleo y la inversión. El desempleo se estancó en niveles elevados: 9 por ciento en promedio contra un 6 por ciento hace una década. La experiencia latinoamericana indica que se requiere crecer más del 4 por ciento para reducir las tasas de desocupación. La inversión se mantuvo en niveles bajos, inferiores a los de 1994 y 1997.

a tasa de inversión se mantiene en montos deprimidos, que siguen significativamente por debajo de los guarismos de los años setenta, la última década de rápido crecimiento en Latinoamérica. El acceso irregular y en condiciones desfavorables al crédito externo es uno de los determinantes de este comportamiento, como lo es la cautela que muestran los intermediarios financieros a prestar. Esto es especialmente intenso después de crisis financieras nacionales, desafortunadamente muy frecuentes en la década que termina.

El año 2001 mostrará una ligera caída en el crecimiento de la región, al 3,8 por ciento según los pronósticos de la Cepal. La desaceleración de la economía mexicana no estará acompañada de una aceleración significativa en el resto de la región. Por supuesto, dicho desempeño dependerá, ante todo, de que se materialice el deseado "aterrizaje suave" de la economía norteamericana y de que dicho proceso no desate nuevas fuentes de inestabilidad financiera internacional.

Los resultados del 2000 y los pronósticos para el 2001 plantean tres interrogantes fundamentales en relación con América Latina: ¿cómo puede la región superar los registros de crecimiento, más bien pobres (entre el 3,5 y el 4 por ciento anual) en que parece haberse estabilizado después de las reformas? ¿Cómo puede reducir la excesiva vulnerabilidad externa que la ha caracterizado durante la década que termina? Y, ¿cómo se pueden aumentar los efectos favorables del crecimiento económico sobre el empleo? He aquí las preguntas que deben atraer la máxima atención en el futuro inmediato.

(*) Secretario Ejecutivo de la Cepal


Las fusiones como síntoma
Un organismo de la ONU llama "dueñas del mundo" a las cien mayores empresas del planeta

JOAQUIN RIVERY

El jolgorio es fenomenal. Uno camina por una calle tercermundista acuciado por los gritos de los vendedores, ansiosos por endilgarle algún artículo para obtener una ganancia con la cual alimentar a sus familias. Son comerciantes diminutos, integrados forzosamente a la aventura económica mundial como eslabón débil, siempre al borde de la bancarrota. Son el producto de la llamada economía de mercado, con su extremo opuesto situado en las grandes empresas, los monopolios, las multinacionales.

La etapa actual de globalización neoliberal se caracteriza por la proliferación de esas ínfimas unidades de la economía informal, cuyo papel es realmente disimular la creciente ola de desempleo. Pero también distingue a nuestra época la creación de empresas descomunales, cada vez más grandes, con más poder, provistas de la enorme influencia otorgada por su peso económico, que ejercen sobre los gobiernos inmisericordemente.

La historia cotidiana de la economía y la política está regida por un fenómeno ya viejo, pero de nuevas dimensiones, de una dinámica más acelerada y peligrosa: la concentración y centralización del capital en niveles nunca vistos, algo que ahora recibe el nombre de fusiones.

Un informe de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) llama "las dueñas del mundo" a las cien empresas más grandes del planeta. La mayor de todas es —cualquiera lo adivina— norteamericana: la General Electric, un grupo de grandes compañías que tiene activos fuera de Estados Unidos por valor de dos billones de dólares.

Este monopolio desmesurado no se formó por la simple expansión de sus productos, sino creció gracias a la absorción de otras empresas que fueron engrosando al gigante en busca de la reducción de la competencia y la ampliación de sus mercados.El fenómeno de los monopolios comenzó a fomentarse a fines del siglo XIX, pero nunca había adquirido los niveles actuales.

Es frecuente encontrar hoy entre las noticias, la unión de dos gigantes para constituir un ente nuevo. En diciembre pasado, por ejemplo, la Pepsicola compró la Quaker Oats. En estas operaciones se suele hablar de comprador y vendedor, pero realmente se trata de una unión en persecución de mayor competitividad y mayores ganancias.

Cuando se escucha que la American On Line compró la Time Warner por 155 000 millones de dólares, lo que está ocurriendo es una enorme concentración de poder para dominar mejor el mundo, y lo mismo ocurre si se fusionan la Chevron y la Texaco por 36 000 millones, pues la finalidad es abarcar un espacio mayor en el universo petrolero. En verdad, en esas fusiones de gigantes todos están de acuerdo, los que dicen "comprar" y los que afirman "vender", pues ambos bandos participan en la formación y operación del nuevo monstruo sediento de ganancias.

El citado informe de la UNCTAD reconoce que los cien mayores monopolios del mundo abarcan el 60 por ciento de las operaciones de fusión y estima que en este movimiento general del sistema capitalista "se está formando un mercado mundial de empresas. Las compras y ventas internacionales de compañías alcanzan un nivel sin precedentes".

El concepto de inversiones ha degenerado de esta forma. Usualmente, la inversión está asociada en la mente de la población de cualquier latitud como una operación dedicada a crear nuevas instalaciones, bienes y empleos; pero en la práctica capitalista moderna puede tratarse de una simple compra de acciones de una entidad por otra, o de un intercambio de papeles.

Así, si las estadísticas señalan un monto de 865 000 millones de dólares en inversiones directas en 1999, no olvide que no se trata de nuevas fábricas ni servicios en su mayor parte, sino de una nueva denominación para un poder mayor que seguirá produciendo las mismas cantidades de mercancías.Aquí sucede también una mayor internacionalización del capital. La noticia de la fusión de la alemana Daimler Benz con la Chrysler norteamericana produjo un monopolio nuevo, Daimler-Chrysler, que domina un montón de marcas de
automóviles.

En las dos décadas que nos precedieron, el crecimiento de estas fusiones-adquisiciones ha sido del 42 por ciento anual y transitó de unos 100 000 millones de dólares en 1987
a 720 000 millones en 1999, con la característica, además, de que el proceso se reduce a países altamente desarrollados y la atracción principal es el mercado norteamericano.Dejaron para el Tercer Mundo una cifra mucho menor dentro de la cual Africa, el continente con mayor atraso económico, quedó prácticamente al margen.

Los gobiernos de los países altamente industrializados defienden a capa y espada a sus transnacionales. Esta práctica del sistema capitalista actual muestra claramente por qué hay tanto interés en reducir el papel del Estado. Simplemente los gigantes empresariales desean la menor cantidad posible de regulaciones, libre tránsito de capitales, libre acción de los monopolios, territorio libre de sindicatos.

Los grandes grupos económicos del mundo son los más fuertes propulsores de las políticas neoliberales. Ellos que ganan siempre, cuando la economía anda bien, cuando hay crisis en el sudeste asiático o cuando hay hambre en el mundo subdesarrollado. El mercado es el ídolo de su adoración; las ganancias son la recompensa por su fe en el egoísmo.

http://www.granma.cubaweb.cu/5ene01/interna/articulo7.html